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Thomas Jefferson es una de las figuras más estudiadas de la historia de Estados Unidos, y sus biógrafos han caracterizado su religión de casi todas las formas imaginables. Algunos han afirmado que era cristiano, mientras que otros lo han etiquetado como racionalista, materialista o deísta. Algunos escritores polémicos de izquierda y derecha incluso han intentado presentarlo como un ateo o como un creyente evangélico (no fue ninguna de las dos cosas). Pero quizás una de las formas más precisas de describir las creencias religiosas de Jefferson es que era un anticalvinista. Como Jefferson lo expresó en una carta de 1819 al pastor de Filadelfia Ezra Stiles Ely: “Usted es calvinista. Yo no. Pertenezco a una secta propia, hasta donde sé”.
¿Cómo se desarrollaron las firmes opiniones anticalvinistas de Jefferson? Creció en un entorno bastante convencional de la Iglesia de Inglaterra en la Virginia colonial. Históricamente, la Iglesia anglicana definitivamente tuvo sus defensores calvinistas, incluido el avivador George Whitefield, famoso por el Gran Despertar. Sin embargo, para cuando Jefferson estudió en el College of William and Mary, parece que ya dudaba o negaba muchas doctrinas cristianas básicas, como la resurrección y la divinidad de Cristo.

Aun así, Jefferson tuvo varios compañeros y aliados políticos en Virginia que eran cristianos evangélicos o reformados. Fue amigo de toda la vida del pastor Charles Clay, por ejemplo, y donó dinero a la iglesia “calvinista reformada” de Clay en Charlottesville durante la Guerra de Independencia (Jefferson donaba dinero regularmente a diversas iglesias, a pesar del creciente desorden en sus finanzas personales). Jefferson también fue un admirador de ciertos escritores políticos calvinistas, incluido el teórico republicano inglés Algernon Sidney, a quien Jefferson usó como fuente en la Declaración de Independencia. En su tratado Discourses Concerning Government (Discursos relacionados con el gobierno), Sidney había escrito que “nada puede ser más evidente que el hecho de que si muchos [hombres] hubieran sido creados, todos habrían sido iguales”.

Por lo tanto, Jefferson no estaba predestinado a convertirse en un anticalvinista (valga la broma). Entonces, ¿de dónde provino su aversión al calvinismo? Un factor fue político y el otro teológico.
Enemigos calvinistas
Políticamente, Jefferson descubrió que muchos de sus adversarios políticos más hostiles eran calvinistas, o al menos provenían de un entorno calvinista, generalmente en los estados del norte. De nuevo, muchos cristianos profesantes apoyaban a Jefferson, pero esos cristianos tendían a ser del sur. Los cristianos del norte que respaldaban a Jefferson solían pertenecer a grupos marginados como los bautistas, que todavía enfrentaban la amenaza de persecución en estados dominados por los congregacionalistas, como Massachusetts y Connecticut. Los jeffersonianos evangélicos tendían a centrarse más en la causa de la libertad religiosa que en las creencias religiosas preferidas de un candidato presidencial.


Por el contrario, los líderes reformados y calvinistas del norte priorizaban la necesidad de que los estadounidenses honraran la creencia y la cultura cristianas tradicionales. Esta disposición alimentó el apoyo al Partido Federalista. Por ejemplo, el ministro calvinista, presidente del Yale College y archifederalista Timothy Dwight (nieto de Jonathan Edwards) declaró en 1800 que, si el infiel de Jefferson llegaba a ser presidente, “arruinaría la República”.
Jefferson pensaba que las creencias religiosas eran irrelevantes para las cualificaciones de una persona para el servicio público. Los federalistas argumentaban que elegir a alguien del conocido escepticismo de Jefferson sobre la doctrina cristiana era invitar la ira de Dios sobre la nación. Como decía un anuncio federalista en la campaña presidencial de 1800, la elección ante los votantes estadounidenses era entre “DIOS — Y UN PRESIDENTE RELIGIOSO [John Adams]” o “JEFFERSON — Y NINGÚN DIOS”. Jefferson hervía de rabia por la forma en que sus enemigos cristianos federalistas convirtieron sus puntos de vista heterodoxos en un tema de la elección presidencial de 1800. Llegó a ver tales tácticas como típicas de los calvinistas en la política.

La Biblia de Jefferson
Teológicamente, Jefferson también experimentaría un cambio importante en los años de 1800 a 1803. Fue golpeado por las acusaciones federalistas de que era un ateo. Además, en 1802 los periódicos comenzaron a publicar alegaciones de que Jefferson tenía una relación sexual con su esclava Sally Hemings, alegaciones que los expertos en Jefferson ahora generalmente consideran ciertas. Jefferson nunca confrontaría esas acusaciones en público, pero claramente se estaba volviendo ansioso por encontrar una manera de presentarse a los votantes y a su familia como un cristiano, al menos de tipo racionalista. Esta ansiedad parece haber precipitado la decisión de Jefferson de aceptar el unitarismo y su versión del cristianismo centrada en la ética.

A pesar de su inclinación escéptica, Jefferson tuvo un interés de toda la vida (a veces rayando en una obsesión) en la Biblia y en la persona de Jesús. En 1803, Jefferson leyó Socrates and Jesus Compared (Sócrates y Jesús comparados), un tratado del ministro y científico unitario Joseph Priestley. Esto representó un importante giro filosófico para el presidente. Priestley convenció a Jefferson de que las enseñanzas morales de Jesús no solo eran significativas, sino las más grandes que el mundo había conocido. La ética del ágape de Jesús, o amor sacrificial al prójimo, lo colocaba por encima de los filósofos de la antigua Grecia, cuyas enseñanzas se centraban más en la vida interior de una persona que en el amor al prójimo. Jefferson sintió que la filosofía unitaria le daba una manera de afirmar la ética cristiana, mientras dejaba de lado complejidades doctrinales como la Trinidad, principios que Jefferson creía que los cristianos habían impuesto a Jesús después de Su muerte.

Su acuerdo con el unitarismo también llevó a Jefferson a componer la primera versión de la llamada Biblia de Jefferson. La Biblia de Jefferson (la segunda versión, compuesta a finales de la década de 1810, es la única versión del texto que ha sobrevivido) fue la compilación idiosincrásica de Jefferson de los Evangelios. Presentaba principalmente las enseñanzas morales y las parábolas de Jesús. Jefferson literalmente recortó la mayor parte del contenido sobrenatural de los Evangelios, incluida la resurrección de Cristo.
Anticalvinista
Basándose en sus convicciones unitarias, para la época de su jubilación en la década de 1810, Jefferson presentaba cada vez más sus creencias religiosas como anticalvinistas. Varias de las iglesias congregacionalistas de Nueva Inglaterra (la antigua denominación de los puritanos) se estaban volviendo unitarias, y Harvard también nombró a un profesor unitario de teología en 1805. Todo esto provocó un feroz debate impreso entre los unitarios y los calvinistas tradicionales, un debate que Jefferson siguió. Jefferson se volvió cada vez más inflexible en que Calvino y sus seguidores habían causado un daño terrible al mensaje simple de las antiguas enseñanzas cristianas.

Jefferson le dijo al congresista de Nuevo Hampshire, Salma Hale, en 1818:
El calvinismo ha introducido en la religión cristiana más nuevos absurdos de los que su líder [Jesús] la había purgado de los antiguos. Nuestro Salvador no vino al mundo para salvar solo a los metafísicos (...). Es solo desterrando [las] sutilezas, que han apodado como cristianismo, y volviendo a los preceptos de Cristo sencillos y sin sofisticación, que nos convertimos en verdaderos cristianos.
Aquí Jefferson sugirió que los calvinistas no eran cristianos “verdaderos”. También afirmó que la visión protestante tradicional de la salvación era errónea. La visión de Jefferson era “la inversa de la de Calvino”, a saber, “que hemos de ser salvos por nuestras buenas obras, las cuales están en nuestro poder, y no por nuestra fe, que no está en nuestro poder”. Jefferson rara vez hablaba de la necesidad de la salvación, pero pensaba que, si se necesitaba la salvación, se ganaría por las buenas obras.

Cristianismo de cortar y pegar
Incluso a medida que el Segundo Gran Despertar estaba haciendo que la religión estadounidense fuera más evangélica que nunca durante su jubilación, Jefferson se mostraba optimista sobre el eventual triunfo de la fe unitaria. “Confío en que no hay un joven vivo ahora en los EE. UU. que no morirá siendo unitario”, escribió en 1822. Esto fue ridículamente impreciso (podríamos argumentar, sin embargo, que las versiones populares del unitarismo y la creencia casual en la salvación por obras gozan de un gran atractivo en Estados Unidos hasta el día de hoy).
Su predicción también hablaba de la ingenuidad de Jefferson sobre el poder de la razón —definida por hombres de la Ilustración como él— para ser el árbitro final de la verdad en la política y la religión. Calvino, si hubiera estado vivo para responder, sin duda le habría advertido a Jefferson que, si bien la razón sin ayuda tiene algún valor como parte de la gracia común de Dios, es de importancia secundaria al comprender la verdad divina y el camino de la salvación. Para tales asuntos, necesitamos una palabra autorizada de Dios, no una palabra que cortamos y pegamos para que se ajuste a nuestro concepto de lo que es razonable.
Este artículo fue traducido y ajustado por David Riaño. El original fue publicado por Thomas S. Kidd en Desiring God. Allí se encuentran las citas y notas al pie.
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