«Es cierto que no soy lo que debería ser. Pero, bendito sea Dios, ya no soy lo que era. Dios me ha sacado misericordiosamente del profundo lodo cenagoso y ha puesto mis pies sobre la Roca: Cristo Jesús. Él ha salvado mi alma. Y ahora es el deseo de mi corazón ensalzar y honrar su gracia incomparable, gratuita, soberana y distintiva, porque ‘por la gracia de Dios soy lo que soy’. Es la gran alegría de mi corazón atribuir mi salvación enteramente a la gracia de Dios».
John Newton nació el 24 de julio de 1725 en Londres. Su madre murió a causa de la tuberculosis cuando él tan solo tenía siete años. Ella era una mujer piadosa, con un corazón bondadoso, que le enseñó a Newton a orar y leer las Escrituras cuando era niño. Juntos asistían a una iglesia en Londres y su madre lo animaba a memorizar himnos junto con el catecismo.
John hizo dos años de escuela, para luego quedar a cargo del cuidado de su padre, un capitán de un barco mercante, quien era muy distante y alejado de la fe. Después de la muerte de su madre, y a sus once años de edad, John tendría que seguir a su padre al mar. Su vida desde ese entonces empezó a ir por otro camino. Pasó por diferentes circunstancias ya en su adolescencia y juventud, entre ellas, la esclavitud, el maltrato y un naufragio.
Newton fue un joven algo problemático: se enredaba en situaciones peligrosas y pasó por muchas aflicciones y problemas laborales. Cuando fue reclutado por la milicia, se rebeló contra la Armada; sin embargo, más tarde lo atraparían y sería puesto bajo custodia, castigado, sometido a azotes y enviado a bordo de un barco esclavista. Ya allí se empezaría a interesar por el comercio de esclavos como una manera «fácil» de ganarse la vida.
Eventualmente, Newton se involucraría en este negocio. Se convirtió en el empleado de un traficante de esclavos de una isla africana. Sin embargo, con el tiempo el esclavista y su esposa comenzaron a maltratarlo y Newton tendría que soportar su crueldad. Un tiempo después, logró recuperar su libertad con la ayuda de un amigo de su padre.
De nuevo en el mar, John experimentaría uno de los eventos más importantes de su vida.
El 10 de marzo de 1784 se produjo una gran tormenta. Entonces, el barco en el que viajaba se empezó a inundar rápidamente. Mientras hacía todos los intentos posibles para salir de esta catástrofe, Newton dijo al capitán: «Si esto no sirve, que el Señor se apiade de nosotros». Él mismo se sorprendió después de haber dicho estas palabras. Era el primer deseo de misericordia que había sentido en años. A pesar de que su madre lo instruyó en el cristianismo, con el tiempo Newton se había alejado de la fe, por lo que al encontrarse pidiendo a Dios por su vida, se vio enormemente impactado y conmovido.
En cada ocasión en la que se encontraba en pecado, John tomaba un tiempo para disciplinarse, orar y leer la palabra (en parte con el ánimo de recordar las enseñanzas de su madre), pero más tarde se percataría de que no se esforzaba con el deseo de agradar a Dios, sino con el fin de escapar de su propia condenación. Después de una profunda desesperación, alrededor de las seis de esa tarde, paró la tormenta, y la bodega del barco empezó a quedar libre de agua, y entonces llegó un rayo de esperanza.
«Ese 10 de marzo es un día muy recordado por mí; y nunca he dejado que pase desapercibido desde el año 1748. Porque ese día el Señor vino de lo alto y me libró de las aguas profundas».
Un amigo de su padre, que también era capitán, lo rescató. Al naufragar, Newton encendió un fuego para atraer la atención de cualquier barco que pudiera pasar. Este hombre, quien lo estaba buscando, al estar cerca del fuego, envió una lancha para investigar y allí John fue encontrado y rescatado.
«Me pareció ver la mano de Dios desplegada a nuestro favor. Empecé a orar. No pude pronunciar la oración de fe. No podría acercarme a un Dios reconciliado y llamarlo Padre. Mi oración de misericordia fue como el grito de los cuervos, que el Señor no desdeña escuchar».
En este episodio de desesperación, Newton se aferró a la esperanza. Buscó misericordia en el Señor, y así encontró en él amor y gracia. Dios no solo lo había salvado de un naufragio, sino que también en su bondad le permitía acceder al regalo del evangelio.
Después de su conversión, Newton renunció a sus labores como marinero y empezó a contribuir a la causa de la abolición del comercio de esclavos. Fue ordenado como clérigo en la iglesia de Inglaterra y como párroco en Buckinghamshire. Finalmente, se desempeñaría en una de sus labores más conocidas: como compositor de himnos. Quizá el himno más famoso que compuso fue Amazing Grace, el cual escribiría a partir de su experiencia de conversión personal y que con el tiempo se convirtió en un icono de la cultura anglosajona.
«¡Sublime gracia! ¡Cuán dulce sonido
Que salvó a un desdichado como yo!
Una vez estuve perdido, pero ahora he sido encontrado;
estuve ciego, pero ahora veo.
Fue la gracia la que enseñó a mi corazón a temer,
Y la misma gracia alivió mis temores;
¡Qué preciosa se mostró esa gracia la hora en que por primera vez creí!».
Nota: este artículo fue redactado de acuerdo con la información provista en John Newton’s Conversion (The Banner of Truth, 2001) por el equipo editorial de Bite Project.
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