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Muchos factores harían que los cristianos ganaran cada vez más credibilidad en medio de la sociedad del Imperio romano en los primeros siglos, pero quizá una de las más destacadas, era la forma en la que el cristianismo trataba a los débiles y enfermos.
El amor al prójimo que practicaban los cristianos era particularmente llamativo, y luego se convertiría en algo ofensivo para los paganos.
La peste antonina y la epidemia de Cipriano
Durante el año 165 d.C., bajo el reinado del emperador perseguidor Marco Aurelio (121-180), una misteriosa epidemia se propagó por casi todos los territorios del Imperio. La hoy conocida ‘peste antonina’ acabó con la vida de al menos una cuarta parte de la población romana durante por lo menos 10 años.
La epidemia fue tan extendida y fuerte, que ni siquiera el propio Emperador se pudo librar de ella. Se cree que el final de Marco Aurelio fue causado por esta epidemia, que le quitaría la vida en el año 180 d.C.
Fue una temporada muy difícil para el Imperio pues la población romana disminuía por el fuerte control de la natalidad, además de reducirse considerablemente también debido a esta contagiosa enfermedad.
Pero una vez extinguida la epidemia, apenas un siglo después la muerte regresaría. Una nueva plaga volvió a asolar al Imperio. Esta epidemia es conocida hoy como la ‘epidemia de Cipriano’ en alusión al obispo de Cartago, que creía que esta plaga traería un apocalipsis biológico.
Y no era para para menos. Se estima que tan sólo en la ciudad de Alejandría falleció casi el 60% de la población; no había casa en la que no hubiese fallecido alguno de sus miembros. Desde Egipto la pandemia se extendió por el norte de África y llegó hasta la capital del Imperio. Se cree que, en su punto más álgido, la plaga llegó a causar hasta 5,000 muertes diarias tan solo en la ciudad de Roma.
Cristianismo y paganismo en la plaga
Pero las epidemias no sólo fueron un problema de salud pública y de terror dentro del Imperio. También haría que los sistemas de valores del cristianismo y el paganismo se enfrentaran directamente. Las respuestas de los dos sistemas de creencias fueron diametralmente opuestas.
Los seguidores del paganismo buscaron de cualquier forma poner a salvo sus vidas y abandonaron a aquellos que ya estaban sufriendo la enfermedad, sin importar si eran familiares o personas cercanas.
Dionisio de Alejandría (190-264), líder de la iglesia, escribió lo siguiente:
Desde el mismo inicio de la enfermedad, echaron a los que sufrían de entre ellos y huyeron de sus seres más queridos, arrojándolos a los caminos antes de que fallecieran y trataron los cuerpos insepultos como basura, esperando así evitar la extensión y el contagio de la fatal enfermedad; pero haciendo lo que podían siguieron encontrando difícil escapar.
La profunda insensibilidad y egoísmo de los paganos fue su carta de presentación. Hay un caso que resulta particularmente revelador. Galeno (130-210), que es hoy considerado como uno de los más completos investigadores médicos de la edad antigua, vivió la tragedia durante el reinado de Marco Aurelio. Lo lógico sería creer que, al tratarse de un médico consagrado, se quedaría a asistir a los enfermos de forma profesional. Sin embargo, lo que realmente sucedió fue que huyó de Roma lo más rápido que pudo a refugiarse en una propiedad que tenía en Asia Menor, buscando resguardar su vida.
Pero la conducta de los cristianos fue completamente opuesta. La epidemia estaba causando estragos, pero los seguidores de Jesús no huyeron. De hecho, se quedaron a sufrir y a atender a los enfermos.
A propósito de esto, Cipriano de Cartago (210-258) escribe:
(...) los que están bien cuidan de los enfermos, los parientes atienden amorosamente a sus familiares como deberían, los amos muestran compasión hacia sus esclavos enfermos, los médicos no abandonan a los afligidos. Estamos aprendiendo a no temer a la muerte.
Dionisio de Alejandría (190-264), alrededor del 260 d.C. durante la segunda epidemia, dice algo similar:
La mayoría de nuestros hermanos cristianos mostraron un amor y una lealtad sin límites, sin escatimarse y pensando solo en los demás. Sin temer el peligro, se hicieron cargo de los enfermos, atendiendo a todas sus necesidades y sirviéndolos en Cristo, y con ellos partieron de esta vida serenamente felices, porque se vieron infectados por otros de la enfermedad (...) Los mejores de nuestros hermanos perdieron la vida de esta manera. Un cierto número de presbíteros, diáconos y laicos llegaron a la conclusión de que la muerte de esta manera, como resultado de una gran piedad y de una fe fuerte, parece en todo similar al martirio.
Mientras los paganos sólo consideraban salvar sus propias vidas por encima de salvar las vidas de sus familiares, amigos, vecinos o conciudadanos, el cristianismo creía y practicaba el amor al prójimo, aunque eso implicara un riesgo de muerte. Los cristianos se dedicaron diligentemente, no solo a cuidar de los enfermos, sino además a dar sepulturas adecuada a los muertos.
Pero a los paganos no les entusiasmaba mucho el comportamiento de los cristianos en medio de la catástrofe. La atención que las comunidades cristianas brindaban a los enfermos y viudas, a niños abandonados y a mujeres, a esclavos y desdichados, estaba afectando a la imagen misma del paganismo. Para muchos expertos, la respuesta del paganismo durante esta segunda epidemia socavó el tejido general de la sociedad pagana.
Fue precisamente Juliano (330-363), el protagonista del último intento imperial de restauración del paganismo, el que interpretó con más claridad la fuerza de esta diferencia. En una carta dirigida en el año 362 d.C a un sacerdote pagano de Galacia, Juliano exhortaba a los paganos a imitar las acciones de los cristianos, ya que su expansión se debía a su “carácter moral y a su benevolencia”.
En otra carta dirigida a otro sacerdote, Juliano le insistía:
Creo que cuando los sacerdotes descuidaron y pasaron por alto a los pobres, los impíos galileos se percataron de ello y se entregaron a la caridad. Los impíos galileos no solo sustentan a sus pobres, sino también a los nuestros. Todos pueden ver que nuestra gente carece de ayuda nuestra.
Juliano atribuía las más perversas motivaciones a la caridad cristiana, pero lo que no podía era ni negarla ni pasar por alto el impacto que estaba teniendo sobre un paganismo que, en términos generales, estaba falto de piedad, de compasión, de solidaridad e incluso de esperanza.
Algunos han descrito al cristianismo como el creador del primer pequeño estado de bienestar dentro del vasto Imperio romano, que carecía de un servicio de asistencia social estatal.
La motivación de la comunidad cristiana no era otra que su profundo amor por el prójimo. Por lo tanto, no se trataba de algo que los cristianos se veían obligados a hacer, sino de una actitud que surgía de su voluntad y de su deseo de imitar a Jesús y de seguir sus enseñanzas.
Por otro lado, el paganismo exaltaba profundamente la violencia, la fuerza y el poder, y por ende despreciaba a los débiles y a los desfavorecidos. Así, la sociedad romana no tenía ningún problema en desechar a aquellos que se mostraban frágiles o enfermos.
La consecuencia fue obvia: aquellos a los que el Imperio desechaba y maltrataba, como mujeres, esclavos, extranjeros, desposeídos o enfermos, terminaron siendo aquellos que abrazaron el cristianismo con mayor entusiasmo.
Como lo señalan algunos expertos, estas epidemias, especialmente la segunda, fueron algunos de los clavos en el ataúd del Imperio Romano, y un hito importante en el crecimiento del cristianismo primitivo.
El cristianismo terminó por opacar al paganismo a pesar de la violencia y las persecuciones que se desataron en su contra. Los cristianos nunca usaron la fuerza. Más bien fueron misericordiosos, caritativos y rebosantes de esperanza en medio de una sociedad que carecía de estas conductas.
¿Y tú? ¿Qué piensas? ¿Crees que los cristianos de hoy son misericordiosos como se lo demanda el evangelio? ¿De qué forma crees que la iglesia puede ser contracultural en este tiempo?
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