Desde la semana pasada me han llegado varios mensajes, videos y fotos de algo que está pasando en la Universidad de Asbury en Kentucky. Todos los miércoles a las 10 a.m. se lleva a cabo un corto servicio de adoración en la capilla de la universidad, al que todos los estudiantes están invitados. El miércoles pasado, 8 de febrero, se reunieron para un servicio normal, pero no sabían que algo diferente iba a suceder.
¿Qué es la Universidad de Asbury?
John Wesley Hughes, un evangelista itinerante, (que tenía el mismo nombre del fundador del metodismo) fundó el Asbury College en Wilmore, Kentucky, el 2 de septiembre de 1890. El fundador eligió Wilmore como sede de la escuela porque estaba situada dentro de su circuito de predicación evangelística y porque la gente del pueblo se había mostrado dispuesta a apoyar la financiación de la planta física inicial.
En sus inicios, la institución recibió el nombre de Kentucky Holiness College (Universidad de la Santidad de Kentucky), pero más tarde se cambió a Asbury College en honor al famoso metodista Francis Asbury, evangelista itinerante y “padre del metodismo americano”. El propio Asbury fue el responsable directo de la organización de la Academia Bethel en la década de 1790. La Academia Bethel, la primera de su clase al oeste de los montes Allegheny, fue una escuela metodista pionera, situada a orillas del río Kentucky, aproximadamente a cuatro millas al sur del actual campus de la Universidad.
Cuando la institución abrió sus puertas en septiembre de 1890, declaró en su boletín que, “Mientras damos prominencia a lo religioso, damos igual prominencia a la formación mental completa; dando así una cultura liberal de mente y alma”.
El 5 de marzo de 2010, Asbury College sufrió un cambio de nombre y pasó a llamarse Asbury University.
Desde sus inicios, el Asbury College desempeñó un papel importante en la educación metodista en el centro de Kentucky y ha sido un referente en cuanto a formación de los metodistas. Al respecto, la propia institución afirma en su página oficial:
Desde 1893, la Universidad ha graduado a más de 20 000 hombres y mujeres, entre los que se encuentran presidentes de universidades, líderes confesionales, ejecutivos de empresas, médicos, abogados, administradores de escuelas y profesores. Una multitud de pastores, misioneros, evangelistas y otros trabajadores cristianos a tiempo completo también se encuentran entre los antiguos alumnos, que han dejado la impronta de la Universidad de Asbury en todo el mundo.
La Universidad de Asbury es una institución independiente, mantenida en fideicomiso por un consejo de administración que se perpetúa a sí mismo. Es evangélica en su compromiso religioso, vinculada por sus estatutos a las normas doctrinales establecidas por John Wesley y sus sucesores inmediatos. La Universidad no está subvencionada por ninguna confesión ni recibe fondos del gobierno. La admisión está abierta a cualquier estudiante cualificado que cumpla los requisitos de matrícula.
¿Qué es lo que está pasando en la Universidad de Asbury?
Un día común en la Universidad que empezó con un corto servicio rutinario al que aparentemente tienen que asistir los estudiantes para cumplir con un cierto número de servicios por semestre no parecía ser muy prometedor. Sin embargo, ese día fue diferente. Después de haber finalizado el servicio, el coro góspel entonó un coro final... y entonces ocurrió algo particularmente atípico. Los estudiantes no se fueron. Una silenciosa pero al parecer intensa sensación de trascendencia se apoderó de ellos y no quisieron marcharse. Se quedaron allí, orando y cantando sin cesar.
¿Cómo describir lo que está sucediendo? Para alguien que no lo ha visto presencialmente es difícil hacerlo: simplemente parece que comenzaron a cantar alabanzas, y no han parado hasta el día de hoy. Esa es la descripción más básica de la situación. Una descripción más detallada, como la de Tom McCall, profesor de Teología en el seminario de la universidad, quien cuando escuchó lo que estaba sucediendo fue a la capilla, es la siguiente:
Cuando llegué vi a cientos de estudiantes cantando en voz baja… Algunos estaban leyendo la Escritura, otros estaban de pie con los brazos extendidos hacia el cielo, varios estaban en grupos pequeños orando, otros cerca a la tarima postrados, mientras que otros hablaban entre ellos con sus rostros brillantes de gozo.
En realidad una escena así no se percibe tan asombrosa, sobre todo viniendo de un seminario wesleyano, lo asombroso es que llevan varios días sin parar haciendo lo mismo.
Es principalmente por la duración que muchos llaman a este evento un “avivamiento”. Una palabra que en realidad genera todo tipo de reacciones. Para algunos es fácilmente aceptada, otros la ven con sospecha y otros la rechazan rotundamente.
No hay ninguna claridad bíblica sobre lo que debe caracterizar un avivamiento, solo propuestas de pastores y teólogos en la historia que han dado su postura personal al respecto, interpretando pasajes descriptivos. Tal vez una de las más famosas y balanceadas propuestas entre los diferentes campos teológicos es la de Martyn Lloyd-Jones, que explicaba que:
...la esencia de un avivamiento es que el Espíritu Santo viene sobre un grupo de creyentes reunidos… como una visita del Espíritu… Estoy hablando de un grupo de creyentes reunidos normalmente, como lo hacen muchas veces, pero de pronto son conscientes de Su presencia… Literalmente parece que el Espíritu Santo está presidiendo la reunión y manifestando Su poder y guiándolos… Esa es la esencia de un avivamiento.
En realidad lo que explica Lloyd-Jones no es tan distinto a lo que describen las personas que han presenciado lo que está sucediendo en Asbury. Entonces no puedo evitar preguntarme: ¿Cómo debo reaccionar ante este evento?
No se si mi reacción representa a la mayoría, pero en realidad es la única reacción que puedo describir con toda honestidad, simplemente porque solo puedo describir completamente lo que yo siento, no lo que sienten los demás. Pero es posible que varios se sientan identificados con mi reacción. Básicamente lo que pienso ante el avivamiento en Asbury es una mezcla de dos preguntas: “¿Seguros?” y “¿Por qué no?”
¿Seguros?
Yo fui formado teológicamente desde niño en un contexto fundamentalista, aún cuando lo más común en mi ciudad y país es que los creyentes se inicien en el cristianismo a través del pentecostalismo y del movimiento carismático.
Yo NO crecí en una iglesia donde hablaban en lenguas y la música era el centro del servicio. En realidad crecí en un ambiente en el que los dones milagrosos actuales se ven con toda sospecha y aún como algo nocivo para la iglesia. Es un ambiente cerrado en el que no hay mucho espacio para pensar diferente o desafiar las convicciones fundamentales de la comunidad.
Cuando el Señor me llamó al ministerio y me permitió dedicarme a estudiar Su Palabra, me llevó a la doctrina reformada y a vivir bajo la convicción de no tener ninguna postura que no pueda ser defendible bíblicamente a través de una exégesis seria. Por eso en este punto no soy un cesacionista convencido, podría decirse que soy un continuista conceptual, más no en la práctica. Sin embargo, por la reacción hacia mi contexto latinoamericano y posiblemente por los marcos de referencia que tengo desde que era un niño, no puedo evitar ver con sospecha todo evento que se sienta emocionalista y poco fundado en un análisis profundo y exegético de la Escritura.
En mi país tenemos un dicho: “Seguro mató a confianza”, básicamente para recordar que es necesario analizar muy bien los detalles antes de tomar una decisión o una postura. Finalmente dudar y analizar es una buena práctica de sabiduría. Es perfectamente entendible que personas reaccionen con escepticismo ante lo que está sucediendo en Asbury, sobre todo viviendo en un tiempo en el que hemos visto los abusos de este tipo de prácticas. Así que definitivamente hay que leer, investigar y pensar si lo que está sucediendo es genuino o no. Por supuesto, si hay algo contrario a la Palabra de Dios hay que descartarlo, pero si todo se ve legítimo tendremos que enfrentar la siguiente pregunta:
¿Por qué no?
Siendo consciente de y consistente con mi trasfondo y el proceso teológico en el que el Señor me ha llevado, tengo que obligarme a preguntar: “¿por qué no?” ¿Por qué no puede ser un verdadero avivamiento? Lloyd-Jones entendía un avivamiento como una repetición o una réplica de lo que sucedió en Pentecostés, y no hay ninguna evidencia en la Biblia que nos diga que algo similar no puede volver a suceder. Por supuesto, Pentecostés como tal es el primer momento, es el día en que el Espíritu Santo descendió como respuesta a la obra culminada de nuestro Señor Jesucristo, es la promesa del Padre comprada por la sangre de Cristo, pero… ¿por qué no puede volver a suceder algo similar? De hecho en el libro de los Hechos se ve algo parecido en varias ocasiones.
Así que ¿por qué no? ¿Por qué no puede ser un evento genuino de la obra del Espíritu Santo en Su iglesia? ¿Por qué no alegrarnos por lo que está sucediendo y rogar que suceda en nuestro contexto? ¿Por qué no rogar porque ese evento tenga un efecto transformador en las personas que lo están presenciando? ¿Por qué no darle gracias a Dios por manifestarse de esa manera en este tiempo? ¿Por qué no rogar por que este deseo profundo por la oración y la adoración se extienda? ¿Por qué no pedir porque esta llama se extienda y perdure en un auténtico deseo de obedecer la Palabra de Dios? Si no hay nada contradictorio a la Escritura, ¿por qué no?
Finalmente, la reacción que propongo es la honestidad: no descartar eventos o personas solo por los paradigmas que gobiernan nuestro círculo teológico o nuestra educación. Antes de opinar asegurémonos de lo que está sucediendo, escuchemos los testimonios y comprobemos si hay algo contradictorio a la Palabra de Dios. Y si finalmente parece que no hay nada ilegítimo tendremos que enfrentar la desafiante pregunta para todos los que tendemos a ser escépticos y sospechosos: ¿por qué no?
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