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Desde sus orígenes, esta disciplina ha buscado tender puentes entre el texto bíblico y el terreno físico donde sucedieron los acontecimientos. Pero no se trata de una simple búsqueda de reliquias o de confirmar dogmas. La arqueología bíblica es una ciencia rigurosa que se apoya en métodos precisos, excavaciones cuidadosas y análisis interdisciplinarios. A lo largo del tiempo, ha evolucionado de un intento por validar la Biblia hacia una empresa mucho más rica: reconstruir el entorno histórico, social y material del mundo bíblico.
Pero más allá de la emoción inicial, estos descubrimientos nos invitan a hacernos algunas preguntas clave. ¿Qué es exactamente la “arqueología bíblica”? ¿Cuándo y cómo empezó este esfuerzo por desenterrar el pasado bíblico? Y ¿por qué es tan relevante, en especial para nuestra comprensión de la Escritura? Veremos que sus hallazgos no solo enriquecen nuestro conocimiento histórico, sino que también nos invitan a leer la Biblia con ojos más atentos al contexto, a los detalles y a la realidad concreta en la que Dios decidió revelarse.

Definición: ¿qué significa “arqueología bíblica”?
La arqueología bíblica es una disciplina académica que investiga los contextos históricos, culturales y geográficos del mundo antiguo en el que se desarrollaron los eventos narrados en la Biblia. Específicamente, es una rama de la arqueología levantina y una escuela académica dedicada al estudio de los sitios arqueológicos del Antiguo Oriente Próximo, con un enfoque particular en la región conocida como Tierra Santa (también llamada Palestina, la Tierra de Israel o Canaán) durante los tiempos bíblicos. Su objetivo principal es reconstruir el pasado de una localidad a través del examen de los restos materiales que han perdurado. Se basa en la premisa de que la arqueología, al ser una disciplina histórica, puede ofrecer una vía vital para comprender la vida cotidiana antigua.
A diferencia de la imagen popularizada por personajes como Indiana Jones, la arqueología real no se trata de saquear artefactos, sino de un proceso meticuloso y a menudo mundano, que busca reconstruir la historia a través del descubrimiento. Los datos más valiosos se encuentran con frecuencia en los detalles minuciosos de los objetos dejados atrás por las culturas pasadas, como fragmentos de cerámica (también conocidos como tiestos o potsherds), huesos de animales, líneas de muros y otros elementos incidentales.
Aunque las Escrituras son la fuente principal de información histórica para los tiempos bíblicos, la arqueología bíblica complementa esta narrativa al ofrecer perspectivas que la historiografía bíblica por sí sola no puede proporcionar. La combinación de los textos bíblicos con los descubrimientos arqueológicos nos permite comprender mejor a las personas y sociedades del Antiguo Oriente Próximo. Además, proporciona el contexto cultural material de la antigüedad y nos ayuda a demostrar cómo vivían los antiguos: cómo cultivaban, cómo construían sus hogares, cómo enterraban a sus muertos, cómo controlaban sus fuentes de agua y, en general, cómo desarrollaban su vida cotidiana.

La disciplina ha experimentado una evolución en su enfoque. Inicialmente, emergió con el objetivo de confirmar la historicidad de la Biblia. Sin embargo, especialmente a partir de los años 60 e influenciada por la arqueología procesual, la atención se movió hacia la arqueología regional, la cultura antigua y su relación con los textos bíblicos. Esto significa que, si bien puede corroborar eventos y personas históricas, su principal fortaleza y utilidad reside en el análisis cultural a través de todo lo que se desentierra.
El término “arqueología bíblica” es usado tanto en el ámbito académico —especialmente por arqueólogos israelíes— como en los medios de comunicación, a menudo para referirse a lo que en hebreo se conoce como “arqueología israelí”. A veces se ha utilizado para evitar el término “arqueología palestina”, lo que le confiere ciertos matices políticos y nacionalistas dentro de la comunidad académica de Israel.
Para entender qué significa realmente, podemos considerar ejemplos concretos. Uno de ellos es: ¿cómo era vivir en una casa del Antiguo Testamento? La excavación de muchas casas israelitas ha revelado que a menudo eran estructuras de dos pisos. Los animales se alojaban en el primero durante la noche, y la familia dormía arriba, beneficiándose quizás del calor de los animales. Los techos eran planos y se usaban para secar cosechas. En entornos rurales, estas estructuras formaban compuestos familiares, mientras que en las ciudades se construían contra la muralla, rellenando las habitaciones adyacentes con escombros en tiempos de asedio para reforzar las defensas.

De manera similar, las excavaciones en Betsaida, la ciudad natal de Pedro, Andrés y Felipe, han descubierto herramientas de pesca dentro de las casas, lo que nos ayuda a comprender cómo vivían y se organizaban los pescadores de la época de Jesús. Este par de ejemplos muestran cómo la arqueología bíblica proporciona un contexto tangible y material para los relatos bíblicos.
En esencia, la arqueología bíblica es el estudio metódico de los restos materiales en la región bíblica para reconstruir la cultura y la historia, utilizando la Biblia como una fuente clave y, a su vez, proporcionando un contexto más rico para comprender el texto bíblico. Es un proceso que combina el trabajo de campo meticuloso, excavando centímetro a centímetro y registrando cada hallazgo, con el análisis posterior en el laboratorio y la reconstrucción cultural e histórica. Es, por tanto, una disciplina que requiere paciencia, rigor y un amplio conocimiento de las diversas épocas del Cercano Oriente y el Mediterráneo.
Historia: ¿cuándo comenzó y cómo se desarrolla hoy?
El interés por relacionar hallazgos materiales con los relatos bíblicos es antiguo, incluso antes de que la arqueología bíblica existiera como disciplina científica. Un registro temprano notable de esta “protoarqueología” se remonta al siglo IV, cuando Helena de Constantinopla, madre del emperador Constantino, viajó a Jerusalén para recuperar objetos valiosos y sagrados, buscando fortalecer la fe cristiana en el Imperio romano. Un ejemplo es el traslado de las escaleras del palacio de Poncio Pilato a Roma, creyendo que Jesús las había pisado.

Aunque muchos de los “descubrimientos” de Helena han sido cuestionados y estaban mezclados con la venta de artículos fraudulentos, esta búsqueda de reliquias revela el impulso inicial: la defensa de la historicidad del mensaje bíblico. También era una forma de caza y servía como incentivo económico.
La arqueología bíblica solo emergió como una disciplina científica a finales del siglo XIX; coincidió con el nacimiento de la arqueología general y el desarrollo de métodos de investigación modernos. Las primeras exploraciones científicas en Tierra Santa fueron lideradas principalmente por europeos. Arqueólogos como Edward Robinson (1794–1863) realizaron importantes descubrimientos de ciudades antiguas.
En 1865, se fundó el Fondo de Exploración de Palestina, con el apoyo de la reina Victoria de Inglaterra. Investigadores como Charles Warren y Charles William Wilson llevaron a cabo extensas investigaciones alrededor del Templo de Jerusalén en la década de 1860. La Sociedad de Exploración Americana Palestina fue fundada en 1870. En 1890, Sir William Matthew Flinders Petrie entró en escena, llegando a ser conocido como el “padre de la arqueología palestina”.

En Tell-el Hesi, Petrie estableció las bases de las exploraciones metodológicas al darle una gran importancia al análisis de las cerámicas como objetos arqueológicos por sus características tan distintivas en diferentes periodos históricos. Así, la recuperación y el análisis de tales fragmentos fueron cruciales para establecer cronologías más precisas.
En 1889, la orden católica de los dominicos inauguró la Escuela Arqueológica y Bíblica de Jerusalén, que se convirtió en una institución de renombre mundial, con figuras destacadas como M. J. Lagrange y L. H. Vincent. En 1898, se fundó la Sociedad Alemana Oriental en Berlín, y muchas otras organizaciones similares surgieron con el objetivo de impulsar la naciente disciplina. Es importante notar que, en esta época temprana, el objetivo principal de los investigadores era probar la veracidad de los relatos bíblicos.
El periodo durante el Mandato británico en Palestina (1922–1948) vio un incremento considerable en la investigación. Esta fase fue dominada por figuras como William Foxwell Albright (1891–1971) y C. S. Fisher. Albright, en particular, fue una figura clave en la escuela americana de arqueología levantina. La investigación durante este tiempo fue financiada principalmente por iglesias y liderada por teólogos. Esta era culminó con uno de los hallazgos más monumentales: el descubrimiento de los Rollos del Mar Muerto en Qumrán en 1947, cuya excavación fue dirigida en parte por el arqueólogo francés Roland de Vaux.

Después de la Segunda Guerra Mundial y la fundación del Estado de Israel (1948), la disciplina experimentó una evolución significativa con la entrada de arqueólogos israelíes a la escena. Inicialmente, las excavaciones se limitaron al territorio israelí, pero tras la Guerra de los Seis Días, las investigaciones se expandieron a Cisjordania. Entre las figuras importantes de este periodo están Kathleen Kenyon, quien dirigió excavaciones en Jericó y Jerusalén, y Crystal Bennett, quien trabajó en Petra y Amán.
A partir de los años 60, la arqueología bíblica enfrentó desafíos y debates, lo que llevó a un cambio de enfoque en las escuelas americanas. Influenciada por la “Nueva Arqueología” y la arqueología procesual, la disciplina se alejó de centrarse únicamente en probar o refutar los relatos bíblicos. El enfoque se desplazó hacia la arqueología regional, la cultura antigua y su relación con los textos bíblicos.
Hoy en día, la arqueología bíblica es realizada por equipos internacionales, patrocinados por universidades e instituciones gubernamentales como la Autoridad de Antigüedades de Israel. Muchos voluntarios participan en las excavaciones, que son dirigidas por profesionales. Los rápidos avances tecnológicos han facilitado mediciones científicas más precisas y una mejor gestión de datos. Adicionalmente, hay un creciente esfuerzo por integrar los resultados de diversos yacimientos para crear una visión amplia y detallada del mundo antiguo y su cultura.
Aunque los debates sobre la historicidad de la Biblia persisten, la disciplina ha evolucionado para convertirse en un estudio más amplio del Antiguo Oriente Próximo. Los textos bíblicos se han utilizado como una fuente histórica clave, pero a esta se le ha integrado con toda la evidencia material encontrada.

Su importancia: ¿por qué la necesitamos?
La arqueología bíblica es de suma importancia por varias razones, y sus beneficios se extienden tanto a los académicos como a los creyentes que no se dedican a este tipo de disciplinas.
En primer lugar, la arqueología bíblica nos proporciona una mejor comprensión de las culturas de la Biblia al examinar los restos materiales del pasado para reconstruir la historia de un lugar. Esto es vital porque cada autor, incluidos los bíblicos, asume un conocimiento cultural por parte de sus lectores. Interpretamos bien cuando llenamos esas “piezas culturales” con las suposiciones correctas. Por ejemplo, los autores del Antiguo Testamento no describieron las casas israelitas porque su audiencia sabía cómo eran; la arqueología llena esa información faltante para nosotros al mostrarnos la realidad de esas estructuras de dos pisos con animales en el primer piso y techos planos.
Otro ejemplo es que Pablo escribió sobre temas como la carne sacrificada a ídolos o la circuncisión, los cuales no son preocupaciones centrales hoy en día. La arqueología y el estudio histórico nos ayudan a comprender qué significaban esos conceptos culturales en su presente para que podamos entender mejor lo que Pablo quería comunicar. El conocimiento de las culturas bíblicas es fundamental para una mejor interpretación de la Biblia.

En segundo lugar, la arqueología transmite una tercera dimensión al texto. Caminar por las calles excavadas de lugares como Éfeso, Corinto o Filipos nos ayuda a visualizar cómo Pablo experimentó esas ciudades. Ver la sinagoga en Magdala nos permite imaginar las sinagogas galileas de la época de Jesús. Observar las fortificaciones de una ciudad del Antiguo Testamento nos da una mejor idea de cómo la guerra afectaba a la población. Aunque pocos pueden visitar estos lugares, las buenas descripciones arqueológicas, acompañadas de fotos, dibujos y mapas, nos ayudan a imaginar estos espacios antiguos. Más allá de las estructuras, la arqueología nos recuerda la “terrenidad” de los relatos bíblicos; desentierra los artefactos de trabajo de las personas de esos tiempos, como las herramientas de pesca encontradas en Betsaida, ayudándonos a entender la vida de pescadores como Pedro, Andrés y Felipe. Esta es, literalmente, una labor innovadora que demuestra cómo vivían los antiguos.

En tercer lugar, la arqueología ayuda a corroborar eventos y personas históricas mencionadas en la Biblia. Los hallazgos arqueológicos contienen evidencia de reyes del Antiguo Testamento como David, Ezequías, Jehú, Omrí y Ahab, y de gobernantes egipcios, asirios, babilonios y persas mencionados en las Escrituras. Eventos importantes como la captura de Laquis o el despojo de Jerusalén también reciben verificación arqueológica. En el Nuevo Testamento, encontramos personas clave como Herodes el Grande, Pilato, Caifás o Galión, y muchos lugares bíblicos reciben identificación y corroboración arqueológica, como las piscinas de Siloé y Betesda, o las ciudades de Nazaret, Capernaúm, Magdala, Corazín y Betsaida.

El descubrimiento de un cementerio sacrificial de niños por John Currid, por ejemplo, verificó los relatos bíblicos sobre sacrificios infantiles de los cuales antes se dudaba en el entorno secular. Todo esto puede solidificar nuestra confianza en la precisión histórica del registro bíblico y es útil frente a los desafíos contemporáneos que alegan inexactitudes en la Biblia. Los eventos bíblicos realmente tuvieron lugar en el espacio y el tiempo; la historia valida la fe cristiana.
Sin embargo, es crucial entender la naturaleza de esta corroboración. La vasta mayoría de lo que los arqueólogos excavan no se relaciona directamente con puntos específicos de la narrativa bíblica. La arqueología está principalmente orientada al análisis cultural. Aunque puede corroborar una base de racionalidad y plausibilidad para la fe, no demuestra la fe en sí misma. La adhesión a la verdad bíblica es, en última instancia, un asunto de fe; nuestra convicción viene de la obra del Espíritu Santo en nosotros, no de lo que encuentran los arqueólogos. Con todo, los hallazgos que sustentan el contexto cultural y social también demuestran cuán racional es el cristianismo.
Además, la arqueología despierta cierto interés particular en la fe. Descubrir el pasado y objetos no vistos en miles de años nos produce una emoción incomparable, llevándonos a revisar una y otra vez el relato bíblico que tanto amamos. Incluso se puede afirmar que la experiencia práctica de excavación resalta la realidad de los eventos y escenarios bíblicos. Muchos estudiantes de arqueología han señalado que su lectura de la Biblia cambia profundamente después de sumergirse en esta disciplina. Adicionalmente, el trabajo arqueológico puede construir un espíritu de compañerismo entre los cristianos: participar en excavaciones conjuntas, a menudo en los mismos lugares donde ocurrieron los relatos bíblicos, puede fortalecer los lazos y la reflexión compartida sobre la fe.
En resumen, necesitamos la arqueología bíblica porque enriquece nuestra comprensión cultural del mundo bíblico, añade una dimensión material a la lectura del texto, ofrece corroboración histórica para personas y eventos, y puede aumentar nuestro interés en los relatos bíblicos, todo ello fundamentado en la realidad histórica y cultural del pasado.

Conclusión: expectativas realistas
Podemos estar inmensamente agradecidos por la disciplina de la arqueología bíblica y el arduo trabajo de los arqueólogos. A través de su meticuloso —y a menudo mundano— trabajo de excavación, centímetro a centímetro, desenterrando objetos minúsculos como tiestos y huesos, nos han proporcionado una ventana invaluable al mundo de la Biblia. Nos han ayudado a comprender la vida cotidiana de las personas que vivieron en esos tiempos, a visualizar los lugares donde se desarrollaron los eventos clave y a confirmar la existencia de muchas personas y eventos mencionados en las Escrituras.
Sin embargo, es fundamental tener expectativas realistas sobre lo que la arqueología puede lograr. Como ya lo dijimos, la arqueología no puede y no pretende probar la fe o dar un veredicto infalible sobre todos los acontecimientos bíblicos; creemos por convicción y no por hallazgos. Además, hay que recordar que la gran mayoría de lo que se excava no se relaciona directamente con puntos narrativos específicos. Poblaciones nómadas, como los patriarcas o la comunidad del éxodo, son difíciles de rastrear arqueológicamente.
También debemos ser pacientes y cautelosos con los descubrimientos asombrosos reportados en los medios, ya que requieren tiempo para la revisión por pares y la verificación. Y lo más importante, debemos recordar que hay mucha más excavación por hacer. La mayoría de los sitios arqueológicos solo han sido parcialmente excavados, y miles esperan ser explorados. Poseemos un conocimiento significativo de la antigüedad, pero sabemos mucho menos de lo que a veces pensamos.
En conclusión, la arqueología bíblica es una disciplina valiosa que enriquece nuestra comprensión de la Biblia al conectarla con artefactos que provienen de su contexto histórico y cultural. Nos proporciona perspicacia y corroboración, ayudándonos a ver la plausibilidad de los relatos bíblicos. Aunque no es una herramienta para demostrar la fe, es un recordatorio constante de la realidad terrenal de las historias que leemos y un campo emocionante con vastas posibilidades aún por descubrir.
Referencias y bibliografía
10 Things You Should Know About Biblical Archaeology | Crossway
Why We Dig: The Importance of Biblical Archaeology | The Gospel Coalition
Arqueología bíblica | Academia Lab
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