La tradición reformada, antes que todo, es una tradición muy amplia y diversa con poco más de 500 años de existencia, por lo que en un artículo sería imposible cubrirla por completo. Además de que, siendo intelectualmente honesto, no la conozco lo suficiente como para cubrirla toda en un solo lugar. Por esta razón, a fin de responder la pregunta del título, me limitaré a un periodo que relativamente conozco y que es fundamental para la tradición reformada: el siglo XVI, en el que ocurrió la Reforma y se sentaron las bases de la escolástica reformada.
Fue en este periodo en el que se desarrollaron los rasgos propios de esta tradición y en el que ella adquirió su carácter distintivo, por lo que creo que considerarlo será suficiente para responder de forma fundamental a la pregunta de qué es la tradición reformada. Con esto no quiero decir que los períodos posteriores de dicha tradición no fueron importantes, sino simplemente que no fueron fundacionales.
Es bíblica
Esta es la característica más obvia, con la que no se quiere decir otra cosa sino que ella acuerda con la doctrina de los profetas y apóstoles a los que Dios se reveló y cuya revelación pusieron por escrito en lo que llamamos comúnmente la Biblia. Pero esta cuestión, de si la tradición reformada es bíblica, es compleja, ya que hay muchas posturas doctrinales de la misma que son normalmente tenidas por bíblicas pero que comparte con otras tradiciones cristianas, tales como la Trinidad o la unión hipostática; y hay también algunas posturas doctrinales que la distinguen de otras tradiciones, como la presencia espiritual de Cristo en la Cena, que la separaba de la tradición romanista y luterana.
Si la tradición reformada también es bíblica en cuanto a sus posturas distintivas, es algo que va más allá del fin de este artículo. Lo que sin duda se puede afirmar aquí es que ella misma afirma ser bíblica; es decir, afirma ser una tradición fundamentada en la Biblia. Esto queda bastante claro en varias de sus confesiones de fe, las cuales por lo general comienzan con el tópico “de la Sagrada Escritura”.
En cualquier caso, debemos cuidarnos de igualar la tradición reformada con la tradición bíblica, ya que son dos cosas diferentes. La primera es una tradición humana y falible, mientras que la segunda es una tradición divina e infalible. La primera se halla plasmada en teologías sistemáticas, confesiones y catecismos, mientras que la segunda está expuesta en los libros de la Biblia. De esta manera, cuando se diga que la tradición reformada es bíblica, lo que se debe querer decir es que está fundamentada en la Biblia, no que ella es igual o equivalente a la Biblia.
Es patrística y medieval
No obstante ser bíblica, la tradición reformada también tiene raíces históricas en los periodos precedentes de la historia de la Iglesia, particularmente en la patrística y la Edad Media. Esta tradición no llegó simplemente a destruir todo lo que se construyó en esos periodos, sino que solo derribó aquello que le pareció inutil, innecesario y dañino, y mantuvo lo que le pareció útil, necesario y saludable. En otras palabras, en la tradición reformada hubo continuidad y discontinuidad tanto con la patrística como con la Edad Media.
De este modo, ella mantuvo sin alteración alguna las doctrinas de Dios, de la Trinidad y de Cristo tal como fueron explicadas por los Padres y teólogos medievales. Otras doctrinas como las del hombre, el pecado, la gracia, la predestinación, la Iglesia, los sacramentos y las últimas cosas no fueron mantenidas totalmente, sobre todo porque en los períodos precedentes no hubo siempre una unidad total en cuanto a esas doctrinas; sin embargo, las conclusiones a las que llegaron los Reformadores siempre tuvieron un respaldo en algún teólogo patrístico o medieval, como puede verse en sus frecuentes citas de autores como Cipriano, Tertuliano, Jerónimo, Gregorio Nacianceno, Crisóstomo, Gregorio Magno, Juan Damasceno, Lombardo, Anselmo, Claraval, Aquino, Buenaventura, Escoto, Gregorio de Rímini, etc.
En fin, ya sea para bien o para mal, la tradición reformada tiene relación con sus periodos precedentes, y puede decirse que surgió naturalmente de ellos.
Es católica
Esta tradición recibió y adoptó sin ningún cuestionamiento los llamados “credos católicos”, a saber, el Credo Apostólico, el Niceno-Constantinopolitano y el Atanasiano, así como también aprobó las declaraciones y resoluciones trinitarias y cristológicas de los primeros concilios católicos, a saber, Nicea I, Constantinopla I, II y III, Éfeso y Calcedonia. Por esto decimos que es una tradición ‘católica’, con lo cual no solo se quiere decir que es universal, sino también que es histórica, a saber, que es parte de la amplia tradición histórica del cristianismo que existió desde los apóstoles.
No obstante esto, es igualmente correcto decir que es una tradición católica debido a que es universal en un sentido geográfico. Desde sus inicios esta se esparció a lo largo de la Europa cristiana, estableciéndose incluso como la religión oficial en varios países como Suiza, Alemania e Inglaterra, y llegando a introducirse clandestinamente en países fieles al papado como Francia, Italia y España, produciendo así diversas expresiones religiosas de la misma tradición. Pero aún más importante, esta universalidad entrañaba una unidad política y eclesiástica entre los diversos territorios donde se encontraba.
Un personaje importante de la tradición reformada que puede servirnos como ejemplo es el reformador internacional Pedro Mártir Vermigli (1499-1562), quien desempeñó su trabajo de reforma en varios países como Italia, Suiza e Inglaterra, donde tuvo relación y contacto con reformadores de diversos trasfondos como Martín Bucero (1491-1551), Enrique Bullinger (1504-1575), Thomas Cranmer (1489-1556) y Teodoro de Beza (1519-1605). La vida de Vermigli fue una prueba viva de la catolicidad de la tradición reformada en aquel tiempo.
Es irénica
Ser irénico, tal como lo entendían teólogos reformados como Franciscus Junius (1545-1602), es básicamente ser conciliador. Así, en la tradición reformada se usó este término para hablar tanto de la conciliación interna de la misma tradición como de la conciliación externa con otras tradiciones, especialmente la del luteranismo. Esto puede verse en la relación de Juan Calvino (1509-1564) y Cranmer, quienes a pesar de ser de trasfondos eclesiásticos diferentes, deseaban la unión de todas las iglesias reformadas, así como la unión con las iglesias luteranas. Cranmer en una ocasión le propuso a Calvino organizar un concilio internacional, y Calvino expresó que cruzaría hasta diez mares para hacer ese concilio una realidad. Lamentablemente nunca lo fue, pero el espíritu conciliador de estos hombres es una muestra del irenismo que caracteriza a la tradición reformada.
Es agustiniana
Para nadie es un secreto que Agustín fue uno de los Padres que más influyó a la tradición reformada a través de sus obras. Algunas de las obras agustinianas de marcada influencia para esta tradición fueron Sobre la verdadera religión, Del espíritu y la letra, El don de la perseverancia y La gracia y el libre albedrío.
Además, esta influencia se refleja en el hecho de que tanto las confesiones como los teólogos reformados recurrían frecuentemente al obispo de Hipona como una autoridad teológica. Por ejemplo, Agustín es el teólogo que Calvino más cita en su Institución de la religión cristiana (1536). Asimismo, las confesiones reformadas lo citaban frecuentemente, especialmente en sus capítulos sobre la Escritura, la gracia y los sacramentos. Por ejemplo, la Segunda Confesión Helvética (1566), tratando la doctrina del pecado, afirma sin problema: “...acordamos con san Agustín, quien basó y defendió su opinión por la Sagrada Escritura” (cap. VIII).
Sin embargo, nada de esto significa que la tradición reformada sea agustiniana en cada punto, ya que también hubo otros teólogos patrísticos y medievales que la influenciaron de forma importante, y ella misma llegó a nuevas y diferentes conclusiones doctrinales. Lo que simplemente se quiere decir es que a grandes rasgos fue influenciada positivamente por Agustín, y que en los tópicos doctrinales que eran importantes para esta tradición, como la autoridad primaria de la Escritura, la salvación solo por gracia y la presencia de Cristo en la Cena, esta con frecuencia se apoyó en Agustín para explicar y confirmar sus propias tesis teológicas.
Es confesional
Desde el principio esta tradición produjo documentos confesionales en los que las iglesias reformadas profesaban de forma escrita su fe, los cuales son conocidos comúnmente como ‘confesiones de fe’. Por supuesto, el modelo confesional no era algo nuevo ni distintivo de la tradición reformada, sino que ella se introdujo en la corriente confesional histórica iniciada en la Patrística con los primeros credos católicos, y siguió una estructura de tópicos teológicos que fue tomada de los sistemas teológicos del escolasticismo medieval; tópicos como Dios, la Escritura, la creación, el hombre, la caída, la redención, la Iglesia, los sacramentos, etc.
Las primeras confesiones fueron sobretodo polémicas; es decir, fueron escritas con el propósito de defender la tradición reformada y de contrarrestar ciertas doctrinas y prácticas del romanismo que se consideraban peligrosas y erróneas. Un ejemplo de esto es la Confesión Tetrapolitana (1530), redactada principalmente por Martín Bucero (1491-1551) para la célebre Dieta de Augsburgo, la cual trata controversialmente algunos tópicos como la Sola Scriptura, la justificación, las buenas obras, los sacramentos, etc. En adelante las confesiones fueron menos polémicas, plasmando de forma más positiva todo el sistema teológico reformado. Un ejemplo de esto último es la Confesión Belga (1561) escrita por Guido de Bres (1522-1567).
Otras confesiones reformadas de relevante importancia fueron la Confesión de Basilea (1534), la Primera Confesión Helvética (1536), la Confesión Galicana (1559), la Confesión Escocesa (1560), la Confesión de España (1561), los 39 Artículos de la Iglesia de Inglaterra (1563), la Segunda Confesión Helvética (1566) y la Confesión de Bohemia (1575). La Confesión de Augsburgo (1530), aunque originalmente luterana, luego de su revisión de 1540 (realizada por su propio autor Felipe Melanchthon) fue adoptada sin problemas como una confesión reformada. Varias de estas confesiones, junto con otras de corte más luterano, fueron incluidas y comparadas en La armonía de las confesiones reformadas (1581), un documento elaborado en Ginebra y aprobado por otras iglesias reformadas que se proponía demostrar la unidad confesional de la tradición.
Es sistemática
En esta tradición también se produjeron obras sistemáticas de teología en las que los teólogos reformados desarrollaban y ampliaban la fe profesada por las iglesias en las confesiones. Así como las confesiones, las primeras sistemáticas fueron de carácter polémico. Un ejemplo es el Comentario sobre la verdadera y falsa religión (1525) de Ulrico Zuinglio (1484-1531), que bien puede ser considerado la primera sistemática reformada. Del mismo modo, las sistemáticas posteriores adquirieron un carácter más positivo al plasmar un sistema teológico completo de la tradición reformada. Un ejemplo son las Décadas (1550) de Bullinger (sucesor de Zuinglio en Zúrich). Otras sistemáticas importantes fueron la ya mencionada Institución de Calvino y los Lugares Comunes (1576) de Vermigli.
Es escolástica
El escolasticismo fue un método de teología (no una teología) que básicamente consistía en la identificación y división de tópicos, la definición y distinción de las partes de esos tópicos, y la argumentación racional de estos hasta llegar a ciertas conclusiones lógicas. Este método es conocido como escolástico por haberse desarrollado en las escuelas o universidades de la Edad Media, y fue el método predominante en la teología desde el siglo XII hasta el XVIII.
Este fue heredado por los reformados de los teólogos medievales y renacentistas que los precedieron, y fue aplicado por ellos en su trabajo teológico-académico en las universidades (e. g., Estrasburgo, Heidelberg, Oxford, Leiden, etc.). La adaptación inicial al método escolástico se observa sobre todo en los discípulos de los reformadores, como Zacarías Ursino (1534-1583), el cual escribió una obra de carácter escolástico llamada Cuerpo de doctrina ortodoxa (1591), que fue editada por David Pareus (1548-1622).
No obstante, esto no significa que todo lo que los escolásticos reformados escribieron era escolástico, ya que también escribieron obras de carácter catequético (como se explicará en un momento). En cualquier caso, el uso de este método sirvió a los escolástico reformados para sistematizar mejor su teología y desarrollar con más amplitud y profundidad las doctrinas ya establecidas por los primeros reformadores como Zuinglio, Bucero, Bullinger o Wolfgang Capito (1478-1541).
Es catequética
Pero no solo se produjeron obras para las universidades, sino también para las iglesias, las cuales eran de carácter catequético y práctico; es decir, estas servían para la instrucción doctrinal de los fieles cristianos (tanto iniciados como avanzados) en los fundamentos de la religión cristiana, así como para la instrucción en la piedad cristiana. De este tipo eran las explicaciones al Credo Apostólico, el Decálogo y el Padrenuestro, así como los catecismos en forma de pregunta y respuesta. Ejemplos de esto son la Exposición del Credo Apostólico (1576) de Caspar Oleviano (1536-1587), o la Exposición del decálogo (1674) de William Perkins (1558-1602), así como los célebres catecismos de Calvino, Beza y Ursino, o los menos conocidos catecismos de Leo Jud (1482-1542) y Johannes à Lasco (1499-1560): Una breve explicación del cristianismo (1541) y el Catecismo londinense (1551), respectivamente.
Es filosófica
El uso de la filosofía fue en general bien recibido en la tradición reformada, siempre y cuando esta estuviera al servicio de la teología y funcionara como apoyo para el teólogo. Para los reformados el conocimiento de la filosofía no puede salvarnos ni revelarnos los misterios de la fe (como la Trinidad o la encarnación), pero sí puede brindarnos cierta luz natural y hay en ella muchas verdades con respecto a Dios, el mundo, el hombre, la moral, etc.
Uno de los filósofos mejor recibidos fue Aristóteles. Por ejemplo, Calvino usó el esquema cuádruple de causalidad aristotélica (causa eficiente, material, formal y final) para su explicación de Efesios 1. Vermigli escribió un célebre Comentario a la Ética a Nicómaco de Aristóteles (1563). Y Ursino, como profesor de teología en la Universidad de Heidelberg (c. 1561-168), usualmente impartía clases de filosofía aristotélica.
No obstante, el uso de la filosofía en esta tradición fue ecléctico y abarcó un importante número de filósofos griegos y romanos de los períodos clásicos de la filosofía, así como también adoptó nuevas filosofías como el ramismo, que se caracterizaba por su antiaristotelismo.
Es eclesiástica
Además de la academia, la Iglesia tuvo un papel central en el avance de la tradición reformada, siendo ministros y pastores casi todos sus teólogos, los cuales trabajaban incansablemente en la predicación, la administración de los sacramentos y la disciplina en beneficio de la Iglesia. Ejemplos eminentes de un pastorado así fueron Martín Bucero en la iglesia de Estrasburgo y Juan Calvino en la iglesia de Ginebra. Por esta causa, en lugar de rebajar y despreciar la Iglesia, los reformadores la elevaron a su lugar debido al liberarla de lo que para ellos era la tiranía del Papa y al reconocer a Cristo como su única cabeza.
La Iglesia fue un tópico recurrente en todas las confesiones y sistemáticas reformadas. Zuinglio en su Comentario la llama “la comunión de los santos” (de acuerdo con el Credo Apostólico), y la Confesión Belga la llama “una santa asamblea y congregación” fuera de la cual no hay salvación, ya que solo en ella se predica el evangelio y se administran los sacramentos. Escritos especiales sobre la Iglesia tampoco faltaron, como el Tratado sobre las marcas verdaderas y visibles de la Iglesia Católica (1579), escrito por Teodoro de Beza; todo lo cual revela la gran importancia de la Iglesia para esta tradición.
Es sacramental
En la Iglesia es donde se celebran los sacramentos, que son los dos medios de gracia instituidos por Cristo mismo en el Nuevo Pacto: el bautismo y la Cena. Lo sacramental también es muy importante para la tradición reformada, ya que ella se esforzó por restaurarlos a su pureza original conforme a la institución de Cristo.
Al igual que el tópico de la Iglesia, el de los sacramentos se encuentra frecuentemente en las sistemáticas y confesiones, pero también en los catecismos, ya que la explicación de este pertenece con más propiedad a la teología catequética. De esta manera, el Catecismo de Heidelberg (1563) enseña que los sacramentos son señales y sellos visibles y sagrados de la promesa del evangelio. E interesantemente el ya mencionado Teodoro de Beza llegó a escribir un catecismo tratando especialmente de los sacramentos.
Es litúrgica
Una preocupación de la tradición reformada fue el culto a Dios, el cual se había corrompido por la introducción de ceremonias ilícitas y por el mal uso de las lícitas. Para enmendar esto se compusieron nuevas liturgias, las cuales, así como las confesiones, surgieron en diferentes contextos nacionales de la tradición. Algunas de las liturgias más importantes fueron las Prácticas eclesiásticas (1539) de Martín Bucero, la Forma de las oraciones eclesiásticas (1545) de Calvino, el Libro de oración común (1552) de Thomas Cranmer, el Libro de orden común (1564) de John Knox y la Orden eclesiástica del Palatinado (1563) de Zacarías Ursino.
Estas liturgias fueron compuestas con la creencia de que Dios, de acuerdo con el segundo mandamiento, nos ha ordenado que lo adoremos como él quiere ser adorado, lo cual, a su vez, ha revelado en la Sagrada Escritura. De ahí que dichas liturgias estuvieran fundamentadas principalmente en la Palabra de Dios; sin embargo, también reconocían las ceremonias de la Iglesia que servían para el orden, la decencia y el decoro de la misma liturgia. Algunos elementos relevantes de la liturgia reformada son la confesión y absolución públicas de los pecados, la recitación del Credo Apostólico, la oración del Padrenuestro y el canto predominante de los salmos. Además, tan importante era la celebración de la Cena que a veces se elaboraba una liturgia especial solo para ella llamada el “servicio de la eucaristía o la Cena”.
Conclusión
En verdad, la tradición reformada, como cualquier otra tradición humana, ha experimentado cambios y desarrollos (positivos y negativos), pero de la misma manera ha mantenido (y debería mantener) ciertos rasgos fundamentales que la hacen ser lo que es. Los mencionados y explicados aquí son los que considero más fundamentales para definir lo que ella es. Sin duda hay otros, pero no todos encajan en un artículo introductorio como este; como, por ejemplo, el rasgo de la diversidad doctrinal, que merecería su propio tratamiento en otro artículo.
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