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El 29 de julio de 1921 murió uno de los teólogos que de acuerdo con James I. Packer (1926-2020), estuvo a la altura de Agustín de Hipona (354-430), Juan Calvino (1509-1564) y Jonathan Edwards (1703-1758). Su nombre fue Herman Bavinck, un pastor que sin lugar a dudas puede ser de tremenda importancia para el desarrollo de la teología reformada en nuestros seminarios e iglesias hispanohablantes. ¿Por qué motivo? Porque Bavinck heredó, estudió, enseñó, desarrolló y aplicó —en su contexto eclesiástico y social— las verdades escriturales de la confesionalidad cristiana reformada. Estas declaraciones evangélicas las podemos resumir en lo que enseñan las primeras preguntas y respuestas del Catecismo de Heidelberg (1563) y del Catecismo Menor de Westminster (1647), es decir, que el cristiano no se pertenece a sí mismo, sino a su fiel Salvador Jesucristo, y que, a la vez, el único fin principal del hombre es el de glorificar a Dios y gozar de Él para siempre.
En este artículo, describiremos un esbozo de la vida y teología de Herman Bavinck.
Herman Bavinck nació el 13 de diciembre de 1854 en el pueblo de Hoogeveen, Holanda.1 Hijo de Jan Bavinck (1826-1909), un pastor de la Iglesia Cristiana Reformada (Christelijke Gereformeerde Kerk), cuyos comienzos se remontan a la Secesión de 1834. Los orígenes de esta denominación son claves para entender la teología y cosmovisión de Bavinck. A comienzos del siglo XIX, la teología protestante holandesa se vio influenciada por el espíritu de la Ilustración y Revolución, trayendo como consecuencia una oposición a las clásicas doctrinas de la ortodoxia cristiana, como, por ejemplo, la doctrina de la Trinidad y la doble naturaleza (humana y divina) de Cristo. No sólo la ortodoxia cristiana fue atacada, sino también la ortodoxia reformada fue desplazada, reflejándose en el olvido de la doctrina y piedad enseñada en los Cánones de Dort (1618-19) y Catecismo de Heidelberg. Lamentablemente, la predicación cristiana reformada fue reemplazada por predicaciones moralistas, reflejándose en dichos como “Niet de leer, mar het leven… niet de leer mar de Heer”. Es decir, “No a la doctrina, pero sí a la vida... no a la doctrina, pero sí al Señor”.
Frente a este panorama, y ante la intervención del Estado en asuntos eclesiásticos, se levantan algunos hombres que se contraponen a los principios revolucionarios. Esta oposición se fundamentó en el inquebrantable compromiso con la Palabra de Dios y con los estándares confesionales reformados. Fue en este contexto donde el padre de Herman experimenta su conversión, educando posteriormente a su hijo Herman en un ambiente familiar nutrido por la herencia calvinista experiencial de los viejos teólogos reformados holandeses.
La educación de Bavinck es un aspecto que no debe ser descuidado a la hora de estudiar su pensamiento. Si bien luego de terminar su educación secundaria Bavinck se inscribe como estudiante en la Escuela Teológica de Kampen, su tiempo ahí no fue muy extenso. Después de un año como estudiante en el seminario de la denominación reformada ortodoxa, donde además su padre era ministro en Kampen, Herman toma la decisión de estudiar teología en el centro del modernismo o liberalismo teológico: la universidad de Leiden. Este hecho no debe ser visto como un abandono de su fe cristiana y reformada, sino por la búsqueda de una educación teológica más rigurosa, académicamente hablando. Dicho sea de paso, fue justamente en Leiden, bajo la predicación de un pastor reformado de su denominación, donde Bavinck participa por primera vez de la Santa Cena en Octubre de 1875. En un futuro, él escribirá un libro devocional con respecto a piedad que se desarrolla antes, en y después de participar en la Mesa del Señor. De esta manera, Bavinck fue consolidando una formación teológica que tomaba en serio la academia, la confesionalidad y la piedad.
Mientras sus profesores negaban puntos esenciales de la fe cristiana, la fe viva y confesional de Bavinck se fortalecía al entrar en contacto con un pastor que había experimentado una cierta conversión de un cristianismo reformado liberal a un cristianismo reformado ortodoxo y experiencial. Aquel hombre era el mismo que había conocido previamente en su periodo en Kampen, y que además, se estaba levantando como uno de los líderes de un movimiento posteriormente denominado como neo-calvinismo: Abraham Kuyper (1837-1920). De hecho, Herman Bavinck se convertiría en uno de los exponentes de este movimiento.
Cuando Bavinck tenía 19 años, escuchó las siguientes palabras de Kuyper en Kampen: “El calvinismo no es un poder rígido e inalterable que había alcanzado sus conclusiones finales, [y] su forma definitiva, ya en los tiempos de Calvino. Por el contrario, es un principio que solamente revela gradualmente su poder, que tiene una visión única para cada época, [y] que asume una forma adecuada para cada país”.
De esta manera, un joven Bavinck comenzaba a formar una cosmovisión reformada ortodoxa que respondía a los desafíos de la modernidad europea. Cosmovisión, que, dicho sea de paso, comenzaba en una comunión íntima con Dios, y que se extendía a cada centímetro cuadrado del orden creado. Esa cosmovisión fue consolidada a través del neo-calvinismo holandés.
Es importante detenernos en este punto. ¿Qué es el neo-calvinismo? Es un movimiento que comienza a finales del siglo XIX y comienzos del XX en Holanda. Frente al liberalismo teológico que atacaba a los seminarios reformados —reflejándose en predicaciones moralistas en los púlpitos— Kuyper y Bavinck se levantan para proclamar y desarrollar las viejas verdades reformadas en un nuevo contexto. En otras palabras, Bavinck y Kuyper recuperaron y aplicaron la visión y confesionalidad del viejo calvinismo dentro de los desafíos que planteaba el nuevo contexto social de la modernidad tardía. Ante las corrientes teológicas revolucionarias que se infiltraban en las iglesias y universidades holandesas, Kuyper se levanta para decir que todo el orden creacional debía reflejar el fin por el cual fueron creados: la gloria de Dios. Una frase que resume la cosmovisión reformada del neo-calvinismo nace justamente en la Universidad fundada por el propio Abraham Kuyper. En octubre de 1880, en plena inauguración de la Universidad Libre de Ámsterdam, Kuyper declaró que “no hay una pulgada cuadrada en todo el campo de la existencia humana sobre la que Cristo, que es Señor sobre todo, no clame ‘¡mío!’” Fue en esta universidad donde a partir de 1902 Herman Bavinck comienza a enseñar dogmática.
Luego de terminar sus estudios doctorales en 1880 en Leiden —presentando una tesis sobre la Ética de Zuinglio— Bavinck acepta el llamado pastoral de una congregación en Franeker en 1881. Un año después es elegido como profesor de teología en la Escuela Teológica de Kampen. Dentro de las distintas asignaturas que enseñó, Bavinck enseña “Dogmática Reformada”, material que durante su periodo en Kampen será publicado en cuatro tomos, desde el 1895 a 1901, y en una segunda edición revisada durante su periodo como profesor en la Universidad Libre de Ámsterdam.
Uno de los aspectos más importantes que se refleja en su dogmática, y en general en todo el pensamiento de Bavinck, es una teología profundamente trinitaria. En su magnus opus, el profesor reformado describe que “la mente del cristiano no está satisfecha hasta que toda forma de existencia haya sido referida al Dios Trino y hasta que la confesión de la Trinidad haya recibido el lugar de preeminencia en nuestro pensamiento y vida”.
Esta teología trinitaria lo llevó a desarrollar una cosmovisión trinitaria y práctica. De esta manera, la dogmática reformada estaba unida a una ética reformada. De acuerdo con Bavinck, ”La dogmática describe las obras de Dios para, en y dentro del hombre. La ética describe las obras que el hombre renovado ahora realiza basado en y en el poder de las obras de Dios... Dogmática es el sistema del conocimiento de Dios, ética es aquel del servicio de Dios”. En otras palabras, la teología sistemática y la ética son disciplinas que se encuentran orgánicamente unidas. De esta manera, el estudio de la teología de Herman Bavinck nos presenta un panorama donde no es posible tener una doctrina reformada sin vidas reformadas por la Palabra de Dios y el Espíritu de Dios.
Esta concepción de la doctrina como algo teorético-práctico llevó a Bavinck a aplicar la teología reformada en las distintas esferas de la vida. Debido a que el modernismo teológico no lograba satisfacer las necesidades más profundas del hombre, fue entonces necesario desarrollar una misma teología que lograse impactar desde las ciencias, el arte, la política, y la familia hasta el lecho de muerte. Esta teología era una ciencia que llevaba a cada hombre y mujer a vivir en la presencia de Dios. En otras palabras, era un calvinismo experiencial para toda la vida. De hecho, así describe Bavinck la vida del reformador de Ginebra: “Para Calvino, Dios no era meramente un Dios que estaba lejos; él también estaba cerca. Él sintió la presencia de Dios. Él caminó en la luz de su rostro. Él dirigió toda su alma y cuerpo a Dios como una ofrenda y fue consumido por su obediencia. Para él, la doctrina y la vida eran una. Él quería que la vida cristiana fuese así. La palabra tenía que actuar en él, la doctrina tenía que vivir, la fe tenía que convertirse en acción”.
Al desarrollar una teología delante del rostro de Dios, Bavinck logró relacionarla y aplicarla en distintas áreas de la sociedad. De esta manera, se convirtió en un reformador educacional (apoyando la educación y el sufragio femenino), un parlamentario, un pionero en psicología, y en un hombre de ciencias. Todo esto lo pudo lograr porque su vida estaba escondida en su Creador y Redentor mientras era profesor de teología (tanto en Kampen, como luego en la Universidad Libre de Ámsterdam) y miembro activo de su iglesia. De hecho, Bavinck luchó por la unión de dos denominaciones reformadas en Holanda. La catolicidad reformada era un aspecto importantísimo en su mente y corazón. En sus palabras: “las Iglesias Reformadas nunca deben descansar hasta que los hermanos que pertenecen a la misma casa se reúnan en amor y paz bajo un mismo techo”.
En 1920, y luego de participar en el Sínodo de Leeuwarden, Herman sufre un ataque al corazón, debilitando su salud. Al siguiente año, Bavinck parte a la presencia del Señor el día 29 de julio de 1921, es decir, hace exactamente cien años atrás.
Conclusión
Dios está despertando a la Iglesia Hispana a volver a la única regla de fe y conducta: la Biblia. Esto nos debería llevar tanto a profundizar como también a desarrollar la fe y doctrina confesada por la iglesia cristiana a lo largo de los siglos. Esta fe tiene su origen y propósito final en la gloria del Dios Trino. Sin la doctrina de la trinidad no hay teología, ni vida ni mucho menos una cosmovisión cristiana. En otras palabras, necesitamos una teología reformada que predique que el mismo Dios que es soberano en la salvación, es también Señor en todas las áreas de la vida. Tal como dijo Bavinck en su libro Cosmovisión Cristiana, “el mismo Dios necesitado por el creyente piadoso y el filósofo, es aquel que se hace a sí mismo conocido a ambos en sus obras. Es la misma Palabra que hizo todas las cosas, y que, en el cumplimiento del tiempo, se hizo carne. El mismo Espíritu que renueva la faz de la tierra, cambia el corazón del pecador. Y, por lo tanto: verus philosophus amator Dei (El verdadero filósofo es un amante de Dios), y Christianus verus philosophus (Un cristiano es un verdadero filósofo)”.
Este amor por Dios nos debe llevar las buenas nuevas a todas las esferas de la vida. En su discurso titulado El Reino de Dios, el Bien Supremo, Bavinck indicó que “la iglesia es lo que debería ser cuando ella trabaja más allá de sí misma, y no está satisfecha cuando la gente es piadosa solamente los domingos en la iglesia”. A cien años de su muerte, Bavinck nos desafía a no estar satisfechos con buenas publicaciones en redes sociales, sino más bien a trabajar comprometidamente en nuestras iglesias locales, a prepararnos teológicamente lo mejor posible (humildemente y seriamente, tanto en las iglesias locales como también en seminarios o universidades) y velar activamente por la unidad, santidad y catolicidad de las iglesias hispanas que proclaman fielmente que “el fin principal del hombre es el de glorificar a Dios y gozar de él para siempre”.
1 Para este artículo utilicé la siguiente bibliografía: James Eglinton, Bavinck: A Critical Biography (Grand Rapids: Baker Academic, 2020) y Trinity and Organism. Towards a New Reading of Herman Bavinck’s Organic Motif (London; Bloomsbury T&T Clark, 2012) Herman Bavinck, Reformed Dogmatics (Grand Rapids: Baker Academic, 2003-2008); Christian Worldview (Wheaton: Crossway, 2019); “Het Calvinisme in Nederland en zijne toekomst” en Tijdschrift voor Gereformeerde Theologie 3 (1896): 129–63 y “The Kingdom of God, The Highest Good.” Translated by Nelson D. Kloosterman en The Bavinck Review 2 (2011): 133–70.
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