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La República Islámica de Afganistán no reconoce a ningún ciudadano afgano como cristiano, tampoco se les permite a los ciudadanos del país convertirse al cristianismo de manera legal. La conversión es vista como apostasía, un pecado dentro de la ley islámica y es motivo de vergüenza para la familia y la comunidad. Por lo tanto, los nuevos convertidos al cristianismo deben practicar su fe en el más absoluto secreto.
Historia del cristianismo en Afganistán
Pero el cristianismo es antiguo en este país. De acuerdo con los Hechos de los Apóstoles, judíos étnicos y conversos al judaísmo del Imperio Parto, que incluía partes del oeste de Afganistán, estuvieron presentes en el pentecostés. Se cree que los apóstoles Tomás y Bartolomé fueron asignados a Partia en su labor misionera.
Algunos documentos antiguos sugieren que el apóstol Tomás predicó en Báctri, una zona que hoy es reconocida como el norte de Afganistán.
Un escritor cristiano de finales del siglo segundo habla de cristianos a través de Media, Pártia y Báctria y, según el teólogo y presbítero Tertuliano, ya había una importante cantidad de obispados dentro del Imperio persa a principios del siglo tercero.
Algunos registros indican que después del año 200, había en el territorio congregaciones cristianas que pertenecían a la iglesia nestoriana o difisista, una rama del cristianismo que sería considerada como herética en el Concilio de Éfeso. En el siglo octavo, un gobernante cristiano de la región se convirtió al Islam, llevando al cristianismo hasta un punto de la posible extinción.
En el siglo XVII, comerciantes armenios llegaron a Kabúl y, con el tiempo, una pequeña comunidad cristiana, perteneciente a la iglesia apostólica armenia se desarrolló, pero fue forzada a abandonar el país en 1871. Por otra parte, aunque los misioneros evangélicos habían llegado al país en el siglo XIX, los intentos en la construcción de una iglesia protestante en Kabúl llegaron a su fin en 1973 con la consolidación del Islam como religión tanto a nivel oficial como dentro de todos los ámbitos de la cultura.
La historia reciente de Afganistán ha estado llena de dificultades. En 1979, el ejército soviético invadió e implantó un gobierno comunista y oficialmente ateo. La respuesta de los líderes musulmanes de Afganistán no se hizo esperar, luego de la invasión se conformaron milicias en las que participaban “guerreros sagrados”, los muyahidin y cuyo objetivo principal era expulsar a los soviéticos del país. Las últimas tropas soviéticas salieron del país en 1989, y el movimiento de los muyahidín, apoyado por Estados Unidos y Pakistán para derrocar al gobernante afgano colocado por los soviéticos, desencadenó una devastadora guerra civil. Esta guerra sería el origen del movimiento islamista panárabe Al-Qaeda, pues el mismo Osama Bin Laden participó como muyahidín en la guerra contra los soviéticos y recibiría el apoyo estadounidense.
En 1996, los talibanes asumieron el control del país e impusieron un gobierno con una interpretación estricta del Islam, hasta 2001, cuando fueron expulsados del poder por la invasión militar liderada por Estados Unidos tras los atentados del 11 de septiembre. Los talibanes consideraban que escuchar música secular era pecado, así como llevar vestimentas occidentales, ver televisión y la lectura de literatura occidental. La aplicación estricta de la ley islámica implicaba que cualquiera que incumpliera estas leyes se viera enfrentado a fuertes sanciones. Esto llevó a que en muchas familias la radio y la televisión estuvieran prácticamente prohibidas y que Afganistán se aislara del mundo durante el periodo de gobierno talibán.
En 2004, el país adoptó una nueva constitución que permitía la implementación de un gobierno democrático. Luego, Hamid Karzái ganó las elecciones presidenciales y en 2005 se realizaron las primeras elecciones parlamentarias en más de 30 años.
El contexto actual
Pero la situación en el país hoy no es fácil, el tráfico de drogas está creciendo. El país es uno de los principales exportadores de heroína del mundo. Las rutas del opio afganas llevan a que la mayoría de heroína que se consume en Rusia y en Europa procedan de este país. En comparación con el trigo, los agricultores pueden ganar once veces la cantidad de dinero con la producción de amapola. En consecuencia, el comercio del opio representa alrededor del 15% del equivalente del PIB lícito del país. Los talibanes están fuertemente involucrados en la producción de drogas, se estima que del 70% al 80% de todas las ganancias de tráfico ilícito terminan en los bolsillos del movimiento Talibán.
Por otro lado, los gobiernos extranjeros no confían en el país y la economía es una de las más pobres del mundo. El PIB per cápita de Afganistán es de apenas unos 600 dólares anuales, lo que corresponde aproximadamente a 10 veces menos que lo que ganan las personas de la mayoría de los países de América Latina. El país no tiene salida al mar, la infraestructura vial es muy deficiente y la fragmentación política y social acentúan los problemas económicos del país.
Más del 50% de los afganos tiene menos de 20 años de edad y el alto crecimiento de la población sólo agrava los problemas. Las tasas de desempleo, pobreza e inflación siguen siendo muy altas, por lo que las perspectivas de futuro para la mayoría de ciudadanos siguen siendo muy pobres.
Es en este contexto en el que viven los desconocidos y no reconocidos cristianos del país.
Aunque no hay leyes explícitas que prohíban el proselitismo de los no musulmanes, las autoridades y la mayoría de los afganos consideran que la tolerancia al cristianismo o a otras religiones es contraria a la práctica del Islam. Los musulmanes que se convierten al cristianismo están sujetos a la presión social y oficial, que puede conducir a la muerte, el encarcelamiento o a la confiscación de sus propiedades. La Biblia no es permitida y los símbolos cristianos están restringidos rotundamente. En consecuencia, declararse abiertamente cristiano es una declaración que puede terminar siendo muy peligrosa en este país.
Una iglesia subterránea
Pero a pesar de las restricciones legales, muchas fuentes afirman que hay una iglesia cristiana subterránea secreta. Fuentes del gobierno de los Estados Unidos han declarado que las estimaciones del tamaño de este grupo varían entre las 500 y las 8000 personas. Sin embargo, las estimaciones del tamaño de la comunidad cristiana en este territorio no son confiables. Debido al ambiente hostil, los cristianos afganos practican su fe en secreto. Prácticamente todos, dentro de sus hogares. En consecuencia, no existen expresiones públicas de fe, servicios religiosos, celebraciones sacramentales públicas (lo que implica que no hay bautizos o santa cena), conmemoraciones de fiestas religiosas cristianas ni predicación pública de la Palabra de Dios.
Una de las formas de conocer la situación de la iglesia en el país es a través de los afganos que han huído del país. Actualmente existen comunidades cristianas con inmigrantes afganos en la India, los Estados Unidos, el Reino Unido, Canadá, Austria, Finlandia, y Alemania. Dichas comunidades son las fuentes más confiables de lo que ocurre sobre el terreno con los creyentes que permanecen en el país.
No existen denominaciones en Afganistán. Puertas Abiertas registra la presencia de seguidores de Cristo individuales y pequeños grupos de cristianos, pero ninguna iglesia organizada, ni extranjera ni nacional.
Obviamente los misioneros cristianos no están permitidos y los que entran, deben hacerlo en la clandestinidad.
Debido a todos estos factores, Afganistán ha ascendido en la Lista Mundial de Persecución de Puertas Abiertas hasta alcanzar el puesto número dos, solo superado por Corea del Norte, país que tiene las restricciones más altas del mundo hacia las comunidades de fe cristianas.
El caso de Abdul Rahman
Ser cristiano en Afganistán significa ser valiente. Cuando una persona nace en Afganistán, ya es considerado musulmán; así que la conversión es un acto de rebeldía absoluta. Prácticamente todos las familias cristianas en Afganistán fueron una vez musulmanas.
Uno de los ejemplos más emblemáticos de la fe cristiana en Afganistán es el caso de Abdul Rahman, un ciudadano afgano que fue arrestado en febrero de 2006 y que fue juzgado al mes siguiente por haberse convertido al cristianismo. Abdul fue acusado de apostasía y se enfrentaba a la pena de muerte. Las presiones internacionales permitieron su liberación y su salida del país hacia Italia, país que le concedió asilo político. Abdul se convirtió al cristianismo cuando tenía 25 años tras trabajar en una organización humanitaria internacional que ayudaba a refugiados afganos en Pakistán. Trabajó como asistente médico y posteriormente trabajó en Rusia y Alemania durante nueva años.
Abdul fue juzgado luego de regresar al país y reclamar a su padre la custodia de sus hijas. El padre de Abdul lo había denunciado por la custodia de sus hijas, pero las autoridades encontraron una Biblia en la casa de Abdul y lo juzgaron por el delito de apostasía. Tras una fuerte controversia internacional, El Tribunal Supremo de Afganistán desestimó el caso de apostasía contra Abdul y poco después el gobierno italiano le concedió a Abdul el asilo político. El caso de su conversión despertó una fuerte tensión dentro de Afganistán, al punto de que varios analistas políticos afirmaron que el caso podría ser utilizado por los grupos religiosos más extremistas para generar un sentimiento de rechazo hacia el régimen afgano, el cual en su momento era encabezado por Hamid Karzai, un aliado del gobierno estadounidense.
Futuro de la fe cristiana en Afganistán
¿Cómo viven los cristianos en Afganistán? ¿En qué creen? ¿Cuál es su doctrina? ¿Qué Biblia tienen y cómo la estudian? ¿Cómo se reúnen? Son respuestas que nadie puede responder con claridad y certeza. Al no existir denominaciones concretas, se puede decir que la fe está organizada en torno a las interpretaciones que los individuos y las familias hacen de sus Biblias, así como a la tradición que han recibido de los antiguos conversos. También es posible especular que en muchas ocasiones la práctica de la fe cristiana está influida por el Islam y las religiones locales, lo que podría llevar a expresiones de fe sincréticas en las que conceptos del Islam pueden ser intercambiables con conceptos de la fe cristiana. Sin embargo, lo mencionado es simplemente una especulación. En cualquier caso, la única realidad tangible que conocemos sobre el terreno es que la fe cristiana permanece prohibida y que es sumamente difícil para los creyentes en Cristo practicar su fe en Afganistán.
Aunque el país se ha abierto recientemente tras la caída del régimen talibán y ha firmado varios tratados internacionales de Derechos Humanos, Afganistán continúa siendo un país en el que las prácticas religiosas distintas al Islam continuarán enfrentando una fuerte oposición y hostigamiento. En este sentido, no es exagerado pensar que la fe cristiana puede ver una fuerte represión en el futuro próximo, aunque su práctica no represente necesariamente que los creyentes tengan que enfrentar el martirio o la pérdida de su libertad. La actividad misionera sigue estando prohibida y es probable que esto se mantenga así en el corto y mediano plazo, a menos que ocurran grandes cambios políticos que por ahora no podemos prever. De la misma manera, debido a la poca información procedente desde Afganistán y al escaso número de cristianos en el país, estos continuarán siendo una minoría invisible en el futuro cercano.
No está claro tampoco que la fe cristiana logre sobrevivir en este país. La migración de los pocos cristianos que aún quedan en el país es una posibilidad que no puede descartarse, especialmente si surgen nuevos conflictos políticos y religiosos entre las dos ramas del Islam que han estado en conflicto en el país desde la invasión estadounidense (chiítas y sunitas).
Finalmente, los cristianos del resto del mundo deberíamos estar conscientes de la situación por la que atraviesan nuestros hermanos en este país. Como los demás hermanos del mundo que enfrentan la persecución y hostigamiento, ellos también deben estar en nuestras oraciones, y si de alguna forma podemos involucrarnos con ellos por medio de alguna organización de ayuda humanitaria, no dudemos en prestar nuestro apoyo. En momentos en los que la Iglesia se encuentra perseguida, el cuerpo de Cristo que es uno solo, también debe sentir el dolor de sus hermanos alrededor del mundo y mostrar su compasión y su amor. (“Y si un miembro sufre, todos los miembros sufren con él; y si un miembro es honrado[m], todos los miembros se regocijan con él. 27 Ahora bien, vosotros sois el cuerpo de Cristo, y cada uno individualmente un miembro de él”. 1 Corintios 12, 26- 27).
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En Cristo,
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