El año 2020 fue la más clara demostración de la fragilidad del ser humano. En forma de potencias mundiales, en forma de gobiernos e ideologías, en forma de individuos orgullosos y engrandecidos, en fin, en todas sus facetas, el hombre fue humillado hasta sus pies. Si el lector es como yo, se halla a sí mismo con un montón de anécdotas y experiencias que les trajo la pandemia del Covid-19, incluyendo muertes, crisis, dolor y cambios radicales de vida, tanto en él como en sus conocidos. Planes y proyectos se fueron al suelo, y hoy contamos con 2 millones menos de personas en el mundo que ya no están entre nosotros a causa de la enfermedad que hace exactamente un año, anunciada el 31 de diciembre de 2019, constituía un rumor, si apenas la sombra de un chiste asiático.
Recientemente leí un artículo publicado en CNN, donde el Dr. Elmer Huerta reflexiona de la siguiente manera:
¿No era que el ser humano era invencible, dueño del planeta y con derecho a cambiar la naturaleza a su antojo?, ¿no era acaso que los seres humanos podían contaminar las aguas, las tierras y hasta el espacio, y talar los árboles sin misericordia?, ¿no era que el ser humano se sentía dueño y señor del planeta, diezmando especies animales y vegetales en su afán de explotar la naturaleza?, ¿no era que el ser humano, en un alarde de soberbia, hasta ha sido capaz de fracturar el subsuelo del planeta extrayendo el gas de sus entrañas?
Pues no, el que ha puesto de rodillas a la humanidad no ha sido un ser vivo. Ha sido un virus, una molécula como las que han estado en el planeta Tierra desde hace cientos de millones de años. (…) Los virus, a diferencia de las bacterias, las plantas y los animales, no son seres vivos…
Muy poco me interesa discutir aquí cuánto tiempo ha existido la tierra. El punto es claro: no un ser vivo, ni en forma de dinosaurio ni de alienígena, sino una simple molécula que no se cuenta entre los seres vivos, es la que ha puesto a la humanidad de cabeza. Comenzó como curiosidad en un mercado de Wuhan, y en tres meses se convirtió en una pandemia global. ¡Qué humillación! Como dijo Bill Gates en TED en 2015, no estábamos preparados para la siguiente epidemia.
2021: nueva prueba de fragilidad
Sería arrogante no aprender la lección: somos frágiles, y este diciembre ha arrojado nuevas luces al respecto. El 8 de diciembre a las 6:31 GMT, Margaret Keenan de 90 años, recibía la primera vacuna de Pfizer en todo el mundo, dando inicio al programa británico masivo de vacunación. Paradójicamente, la semana siguiente se anunció que una nueva cepa del virus constituía ahora casi el 70% de los casos en Reino Unido, mucho más contagiosa que la variante dominante hasta el momento. En las siguientes semanas el mundo trató de aislar al Reino Unido (claramente sin conseguirlo), y hoy tenemos noticias de que, habiendo pasado ya por Europa y Norteamérica, ya hay casos de la nueva cepa en Chile.
No se trata de dejar la gratitud que nos debe producir la compleción de la vacuna, ni mucho menos de ser fatalistas en cuanto a la nueva variante del virus. Agradecemos el hecho de que la vacuna sigue funcionando, en teoría, contra la nueva variante, y a pesar de que científicos dicen que si el virus sigue mutando la vacuna podría llegar a ser inservible, miramos al cielo y rogamos que no suceda. Sin embargo, hay que volver al punto: hace exactamente un año se anunciaba un rumor que la mayoría ignoramos. Incluso en BITE, en el mes de febrero de este año, hablábamos del Coronavirus como algo probablemente limitado a Wuhan. Hay que estar preparados para ver nuestra fragilidad expuesta nuevamente en 2021.
Incluso si el globo fuese inmunizado en el año que comienza en unas horas, y el altruismo y creatividad económica que caracterizaron al mundo en 2020 ayudaran a crear un planeta más desarrollado, el ser humano sigue siendo frágil. Dios ya desbarató nuestros planes y nos puso al límite como especie. Puede volverlo a hacer. ¿Cuál ha de ser, entonces, nuestra actitud?
El que sepa hacer lo bueno, que lo haga
La preocupación principal del libro de Santiago es la veracidad de la fe, que no solo confía, sino que actúa. “Así también la fe por sí misma, si no tiene obras, está muerta” (Sant. 2:17, NBLA). Si la fe que salva no es demostrada con un cambio en las acciones, deseos y perspectivas de una persona, es porque probablemente no sea más que una fachada. Particularmente los capítulos 4 y 5 del libro muestran la actitud que los creyentes deben tener frente a los negocios y la salud, dejando que su cosmovisión cristiana permee lo que piensan y hacen.
Estoy convencido de que la verdad expuesta en los versículos 13-17 del capítulo 4 es fundamental para cerrar el 2020 y comenzar el 2021:
Oigan ahora, ustedes que dicen: «Hoy o mañana iremos a tal o cual ciudad y pasaremos allá un año, haremos negocio y tendremos ganancia». Sin embargo, ustedes no saben cómo será su vida mañana. Solo son un vapor que aparece por un poco de tiempo y luego se desvanece. Más bien, debieran decir: Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello. Pero ahora se jactan en su arrogancia. Toda jactancia semejante es mala. A aquel, pues, que sabe hacer lo bueno y no lo hace, le es pecado.
No sabemos cómo será el 2021, pues somos un vapor que aparece por un poco de tiempo y se desvanece. Si el Señor quiere, llevaremos a cabo algunos de los planes que tenemos en mente. Si el Señor quiere, millones no estaremos en esta tierra para el próximo 31 de diciembre.
Por eso, si sabemos hacer “lo bueno”, debemos hacerlo. En el contexto de todo el libro, eso implica hacer muchas cosas, pero por el texto inmediato “hacer lo bueno” significa abandonar la jactancia y comenzar a reconocer cuán frágiles somos y qué potestad tiene Dios sobre nuestras pequeñas vidas finitas.
Además, por causa del evangelio somos capaces de hacerlo. ¿No es así como comenzó nuestra fe? ¿Viendo cuán frágil es nuestra condición de justicia delante del Dios que podía destruirnos? El Espíritu nos hizo sensibles ante nuestra condición miserable y necesitada. Para el 2021 debemos comenzar así: volviendo a la enseñanza del Espíritu, que nos recuerda que la humanidad existe principalmente para ser rescatada por la obra de la cruz y no para jactarse. Ruego a Dios que pensando en esto hagamos lo bueno en el año que comienza.
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