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Este es un tema muy sensible. ¿Las mujeres deberían quedarse en casa a criar a sus hijos, o deberían trabajar, realizarse profesionalmente y ser proveedoras para su hogar?
Las esposas puritanas
Los prejuicios van y vienen sobre las mujeres que trabajan fuera del hogar y sobre las que se quedan a cuidar a sus hijos. La situación a veces es tan incómoda que se han acuñado frases como "elecciones personales" o "mejores opciones" para decisiones familiares tan sensibles como estas.
Pero las preguntas nos siguen incomodando. ¿Las madres que se quedan en casa con sus hijos no se están realizando como mujeres? o ¿las madres que salen a trabajar están arruinando su hogar? Parece un tema con bastantes detalles que no esperamos aclarar del todo en este artículo. Lo que sí queremos es plantear un modelo histórico que tal vez te dé luz sobre este asunto.
La pregunta sobre la función de la madre en el hogar tiene muchos ángulos y perspectivas. Esto es debido a que somos fuertemente afectados por nuestras cosmovisiones teológicas, doctrinales, culturales y hasta económicas. Una mujer se queda en el hogar o trabaja fuera de él por muchas razones, y en la mayoría de los casos no es un tema doctrinal o teológico. Pensemos por ejemplo en las madres cabeza de hogar.
Hemos basado este artículo en una publicación de Christianity Today titulada: Las mamás siempre han “trabajado”. Solo pregúntales a los puritanos [1].La autora del artículo, Hannah Nation se sintió particularmente atraída por la forma en que las madres puritanas desempeñaron su labor dentro y fuera del hogar.
Mientras tomaba clases sobre Jonathan Edwards (1703-1758) de su maestría en historia de la iglesia, Hannah se encontró con un título de la historiadora Laurel Thatcher Ulrich titulado Buenas esposas: Imagen y realidad en la vida de las mujeres en el norte de Nueva Inglaterra, 1650–1750 [2].
El libro resultó confirmar gran parte de los estereotipos que tenemos sobre las mujeres en la época puritana, como un sólido liderazgo del hombre, acompañado de una clara sumisión femenina y roles públicos limitados para las mujeres. Pero también reveló algunas facetas y modelos interesantes.
El primer mito que se suele asumir sobre la mujer en la era puritana era que tenía un papel nulo en la economía familiar, pero las mujeres puritanas eran las responsables de gran parte del trabajo junto con sus esposos. Aunque los trabajos claramente estaban divididos, las madres puritanas trabajaban.
Desde su hogar, las esposas puritanas cultivaron la tierra, fabricaron y crearon bienes de consumo para la familia como prendas de vestir y demás elementos del hogar. Sin embargo, su trabajo no era insignificante ni menoscabado por el trabajo del jefe de la familia, ni mucho menos relegado sólo al trabajo de crianza.
La economía en el tiempo de los puritanaos
Pero, antes de continuar, es muy importante entender la época en la que vivieron las mujeres puritanas. La economía familiar era vital para el buen funcionamiento social. En la época preindustrial, la familia tenía una economía propia, que era altamente autosuficiente.
Uno de los ejemplos más interesantes de lo que significaba ser una mujer en la época puritana era Sarah Edwards (1710–1758), la esposa de Jonathan Edwards. Sarah siempre ha sido representada como la esposa y madre puritana ideal. Según el biógrafo de Jonathan, George Marsden (1939), Sarah era "la encarnación del ideal puritano de la industria" en su gestión de la agricultura, la cocina, la ropa, el lavado, la limpieza y la educación del hogar. Ella fue la anfitriona de un flujo constante de huéspedes durante toda su vida, y también realizó numerosos viajes de negocios a Boston sin su esposo.
Para las madres puritanas, trabajar por y para el buen funcionamiento del hogar y de la economía familiar era simplemente parte del rol de ser una mujer.
En su libro Ama tu cuerpo[3] (2018), la escritora cristiana Nancy Pearcey subraya el hecho de que los sistemas económicos dan forma a los roles de género. Ella dice al respecto: "En las sociedades preindustriales, la mayoría del trabajo se realizaba en la granja familiar o en las industrias domésticas, donde el marido y la esposa trabajaban codo con codo. Las mujeres estaban involucradas en el trabajo económicamente productivo, mientras que los hombres estaban mucho más involucrados en la crianza y educación de los niños que la mayoría de los padres actuales. Lo que cambió todo esto fue la Revolución Industrial. Sacó el trabajo del hogar y ese cambio aparentemente simple alteró dramáticamente los roles de género. El resultado fue roles muy restringidos tanto para hombres como para mujeres, lo que a su vez condujo a definiciones más estrechas de masculinidad y feminidad".
La revolución industrial
La revolución industrial moldeó a la fuerza, y con pocas posibilidades de diálogo, a las familias. Las mujeres podían trabajar fuera de casa a la par con los hombres y, en muchos casos, sus habilidades femeninas eran más solicitadas que las de los varones. El problema entonces con la revolución industrial no fue que le diera trabajo a la mujer, o al hombre, sino que el trabajo salió del hogar y se fue a la fábrica.
Entre otras cosas, esa fue la razón por la que miles de niños eran abandonados en sus hogares sin educación y en la mayoría de las ocasiones en situaciones de pobreza y desatención extrema, lo que despertó el movimiento de la escuela dominical[4].
Hoy vivimos bajo la sombra del modelo de familia que la revolución industrial nos heredó. Bien sea la familia en Europa que lo vivió en los siglos XVIII y XIX, o las familias latinoamericanas que abandonaron el campo y las labores agrícolas para ir en masa a las ciudades a encontrar un trabajo en el siglo XX.
La mujer puritana y la mujer de hoy
La pregunta entonces es, ¿qué tiene que ver la mujer puritana con la mujer de hoy? ¿Puede enseñarnos algo? Lo primero que debemos decir es que el modelo de sociedad puritana está lejos de ser ideal y no debería ser calcado, pero lo que sí está claro, es que tiene mucho que enseñarnos, sobre todo porque su perspectiva de la vida siempre trataba de ser moldeada por las Escrituras, lo que es muy importante para nosotros hoy.
También hay que tener en cuenta que, dados los cambios culturales y sociales que experimentamos, es muy importante tener patrones consistentes de lo que significa el balance entre trabajo y familia que la Biblia nos demanda. En su artículo, Hannah Nation menciona algunos rasgos de las madres puritanas que deberían ser modelados por la mujer de hoy.
Existía un rasgo ideológico en el mundo puritano y era acuñado en la frase "virtud de industria". Sin embargo, esto no tenía que ver con nuestros conceptos de un salario, hacerse rico o tener una carrera profesional. Tenía que ver con el concepto protestante del trabajo: toda la humanidad está llamada a trabajar ya que porta la imagen de Dios que trabajó al crear al mundo que nos rodea.
Por lo tanto, para las mujeres puritanas, todo trabajo, sin importar si fuese grande o pequeño, visible o discreto, era digno de honor. Las mujeres de la época puritana orientaban su trabajo a aumentar el patrimonio familiar. En muchos casos, ayudaban a sus esposos a manejar la economía familiar, ahorrando, distribuyendo sabiamente los gastos y también comerciando lo que cultivaban o lo que hacían con sus propias manos.
La vida en comunidad también era importante, así que las mujeres puritanas servían a sus hermanos, no solo ayudando y dando de su tiempo, talentos y recursos, sino asistiendo a los enfermos y siendo consejeras. Las esposas puritanas mayores desempeñaron un papel importante en hacer que los ministros y diáconos más jóvenes fueran responsables y sabios al ejercer su llamado. Laurel Thatcher Ulrich (1938) relata muchas historias de mujeres mayores que intervienen en situaciones de enfermedad y muerte, discordia conyugal o pecado sexual e hipocresía de sus líderes religiosos. Su trabajo, tanto visto como invisible, apoyó a las iglesias locales y edificó el reino de Dios.
Ya que la mujer puritana trabajaba dentro del marco de su hogar, podía atender a sus hijos a la vez que emprendía y colaboraba con la economía familiar. Para ellas, el trabajo y la crianza de sus hijos no competían porque ambas eran labores vitales. A los puritanos les importaba mucho cómo criar mejor a sus hijos, especialmente en el ámbito espiritual. La formación de la fe era la doble responsabilidad del padre y la madre. Aunque el padre era el jefe de la casa, ninguno de los padres tenía una mayor o menor responsabilidad por el acompañamiento, la disciplina y el discipulado de los niños.
División familia y trabajo hoy
Sin embargo, el dilema de hoy es la división que se ha hecho entre la familia y el trabajo. Ya deberíamos estar de acuerdo en que los dos aspectos de la vida son importantes y deben reflejar la imagen de Dios. El conflicto está en que la economía y su impulso hacen que estos dos aspectos de la vida estén cada vez más separados. Por lo general, las familias llegan a ser un accesorio de la vida y el trabajo algo central.
Pero no queremos ser reduccionistas al confrontar este asunto. Existen fenómenos muy comunes hoy, que no eran comunes en la antigüedad. Por ejemplo, las madres solteras que deben equilibrar su vida laboral y su vida familiar, y que rara vez tienen la opción de quedarse en casa. La pregunta al respecto es ¿las madres solteras son las nuevas “viudas” que la Biblia nos invita a atender? Pero este es un tema que daría para otro artículo.
Así que el verdadero reto está en tratar de que exista un equilibrio entre trabajo y familia, y que estos aspectos de la vida de la mujer estén cada vez más integrados. La cuestión es que el trabajo y la realización personal son más importantes que nunca en nuestra sociedad. El éxito económico o profesional está por encima de la realización familiar e incluso del deseo de formar una familia. Mientras la tasa de matrimonios desciende y los porcentajes de hijos por hogar declinan, las familias cristianas están llamadas a ser luz.
Por la gracia común, hoy podemos experimentar cambios en la forma de trabajar. El trabajo en línea está reemplazando poco a poco al trabajo presencial, lo que podría suponer una oportunidad para que muchas madres cristianas puedan recuperar algunos ideales puritanos de la familia y que los padres puedan liderar su hogar mientras trabajan dentro o fuera de la casa.
La respuesta a los interrogantes que planteamos al iniciar este artículo no debería estar centrados en el dilema de “una cosa o la otra”, sino en la forma en la que una mujer puede fusionar los dos elementos; trabajar para honrar a su creador mientras cuida, enseña y fortalece a sus hijos, y cuidar de su hogar.
Para finalizar, queremos responder a las preguntas que planteamos al iniciar este artículo: ¿las madres que se quedan en casa con sus hijos no se están realizando como mujeres? o ¿las madres que salen a trabajar están arruinando su hogar? Es claro que una madre que se queda en casa puede realizarse, tanto personal como profesionalmente, lo vimos a través del ejemplo de las madres puritanas. Pero la madre que sale de casa a trabajar por largas jornadas y convierte a su trabajo en el centro y motor de su vida, sí puede desgastar y hasta destruir la integridad de su hogar.
Y tú ¿qué piensas? ¿Crees que las familias cristianas de hoy reflejan el modelo bíblico del hogar? ¿Cuál crees que es la decisión correcta de una madre cristiana frente al balance trabajo-familia?
[1]Título original en inglés: Moms have always ‘worked’. Just ask the puritans.Para acceder al artículo, sigue el siguiente enlace: https://www.christianitytoday.com/women/2018/march/moms-have-always-worked-just-ask-puritans-mommy-wars.html
[2]Referencia original en inglés: Ulrich, L. (1980). Good wives: image and reality in the lives of women in Northern New England 1650 – 1750. Vintage Books, United States of America.
[3]Referencia original en inglés: Pearcey, N. (2018). Love Thy Body: Answering Hard Questions About Life and Sexuality, Baker Books.
[4]Para consultar sobre este tema, sigue este enlace:
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