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Johannes Agricola, que originalmente tenía el apellido Schneider, nació el 20 de abril de 1494 en Eisleben, en la provincia de Sajonia. Deseoso de estudiar medicina, se matriculó en la recién fundada Universidad de Wittenberg, donde también estudiaba el joven Martín Lutero, quien desde entonces usó su marcado don para atraer a los más jóvenes y convertirlos en seguidores de sus ideas. Agricola fue uno de ellos; incluso llegó a convencerlo para que cambiara sus estudios de medicina por la teología.
Una de sus primeras apariciones públicas fue en una carta que le envió a Thomas Müntzer, el controvertido predicador alemán que, para finales de la década de 1520, estaba estudiando en Wittenberg. En su epístola, le exigió a Müntzer que moderara el tono de sus sermones: “Deberíais estar enseñando lo que está bien, pero criticas a otros de manera injustificada, mencionándolos por su nombre”. Al respecto, añadió en mayúsculas: “SOLO EXHALÁIS MATANZA Y SANGRE”.
Agricola se encontraba cada vez más bajo la influencia de Lutero; le acompañó como secretario de actas a su debate de Leipzig con el erudito Johann Eck en 1519. Tras enseñar durante un tiempo en Wittenberg, se trasladó a Fráncfort en 1525 para establecer el protestantismo allí, y ese mismo año se convirtió en director de la escuela de latín de Eisleben, donde impartió clases y predicó.
Allí comenzó a afirmar su antinomianismo (en griego, anti es “contra” y nomos, “ley”), condenando los Diez Mandamientos como una herencia innecesaria del Antiguo Testamento y demasiado similar al énfasis católico romano en las buenas obras. Al respecto, afirmó: “El Decálogo pertenece al juzgado, no al púlpito… A la horca con Moisés”. En 1527, se volvió más contundente, atacando al reformador Philipp Melanchthon, amigo y socio de Lutero, por la inclusión luterana de la ley en la teología de la Reforma.
Tres años después, el emperador Carlos V convocó a una Dieta Imperial en la ciudad de Augsburgo, con el fin de permitir a los protestantes defender su postura en una confesión de fe. Se decidió entonces que Lutero no participaría para evitar provocaciones. Sin embargo, el reformador envió a sus más fieles teólogos, entre ellos Philip Melanchthon, George Spalatin, Justus Jonas y, nuestro personaje, Johannes Agricola. Se sabe que este último participó con una fuerte predicación en contra de los seguidores y delegados de Zwinglio.
En 1536 y con la bendición de Lutero, Agricola regresó a Wittenberg con su esposa y sus nueve hijos para enseñar, pero las diferencias no hicieron más que aumentar. Con renovado vigor, pronto estalló de nuevo la controversia sobre el papel de la ley en la vida cristiana, que ya se había prolongado por una década. Agricola sostenía que los cristianos están libres de los mandamientos mosaicos, los cuales sólo aplican a los no cristianos. Fue el primero en enseñar esto. Entonces, Lutero respondió con cinco disputas y el tratado Contra los antinomianos.
Marginado por sus ataques a la postura del iniciador de la Reforma, Agricola abandonó secretamente Wittenberg y se fue a Berlín en 1540. Allí publicó una carta para Federico III, príncipe elector de Sajonia, que fue ampliamente interpretada como una retractación de sus opiniones anteriores. Lutero, sin embargo, no creyó que fuera sincero.
Agricola permaneció en Berlín y Joaquín II Héctor, elector de Brandeburgo, lo favoreció al nombrarlo predicador de la corte y superintendente general. Ocupó ambos cargos hasta su muerte, que ocurrió el 22 de septiembre de 1566, durante una epidemia de peste en aquella ciudad.
Pero, continuando con su vida, en 1548, tras la victoria de Carlos V sobre los protestantes en su esfuerzo por unificar el Sacro Imperio Romano Germánico, Agricola fue elegido por el emperador como uno de los tres teólogos, junto a Julius von Pflug y Michael Helding, encargados de redactar un acuerdo religioso provisional entre protestantes y católicos romanos. Se trató de un documento conocido como el Interim de Augsburgo.
Se trataba de un decreto imperial que exigía a los protestantes el aceptar toda la autoridad católica, excepto la enseñanza sobre la Comunión bajo las dos especies y el clero casado. La participación de Agricola allí le granjeó el odio de los protestantes acérrimos. Sin embargo, él defendió el luteranismo estricto en otras controversias y hacia el final de su vida consideró que había obtenido una victoria sustancial para las ideas del impulsor principal de la Reforma.
Agrícola fue un teólogo y reformador respetado, así como un escritor prolífico, cuyas obras fueron muy leídas. También desempeñó un papel importante en el desarrollo del pensamiento protestante. Hoy es reconocido en la historia del cristianismo como un amigo y seguidor cercano de Martín Lutero y como uno de los discípulos más fieles de las ideas de la Reforma en Alemania.
Pero quizá su importancia radica más en haber seguido los principios de aquel movimiento religioso aunque no estuviera del todo de acuerdo con Lutero. Eso demuestra que los reformadores, aunque no estuvieran de acuerdo en elementos secundarios, podían mantenerse en unidad en los puntos centrales de la doctrina bíblica.
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