Durante la Segunda Guerra Mundial, un escocés que visitaba Londres fue a la Capilla de Westminster, no obstante la Iglesia estaba cerrada, dañada por los bombardeos, sin embargo mediante un papel se dirigía a los visitantes a un salón cercano. El escoces, describió a un “hombre delgado” con corbata que llamaba a la gente a adorar. Pensó que el hombre era un oficial de la iglesia, y agradeció su oración, pero entonces el hombre comenzó a predicar, empezando en voz baja. “Este debe ser Lloyd-Jones”, pensó. Sin embargo, durante los siguientes 40 minutos no fue consciente de nada más en el mundo, escuchando sólo las palabras de este hombre. Había quedado atrapado en el misterio de la predicación. Este escocés se convirtió más tarde en un conocido ministro de la Iglesia de Escocia llamado Tom Allen.
Cuando dejó aquel servicio, Tom Allen estaba absorbido por el mensaje, no por el predicador. Martyn Lloyd-Jones habría pensado poco en los discursos de conferencias como ésta sobre él mismo. Él pensaba que los mensajes sobre los hombres contemporáneos habían hecho un gran daño especialmente durante el periodo victoriano. Con el antropocentrismo siendo la terrible perdición de la iglesia de hoy, hay un peligro en llamar la atención sobre las personalidades. Lloyd-Jones citaba las palabras de Dios: “Mi siervo Moisés ha muerto, así que levántate y pasa el Jordán”. Lloyd-Jones impidió que varios aspirantes a biógrafos escribieran algo sobre él, y consintió a regañadientes la biografía oficial de Iain Murray, solo si se podía escribir algo que animara a los que estaban entrando en el ministerio del evangelio.
El Dr. Martyn Lloyd-Jones creía que Dios era el Dios del mañana y que levantaría siervos que disfrutarían de bendiciones que él mismo no había conocido. Frecuentemente, cuando oraba, lo hacía particularmente por la recuperación de la autoridad y del poder en la predicación.
Hay que añadir otra observación, que la predicación no era la preocupación exclusiva de Lloyd-Jones. Se preocupaba por la comunión de la iglesia, las reuniones de oración y la promoción de las misiones en el extranjero, pero estaba convencido de que la salud espiritual de la iglesia dependía del estado del púlpito. En nombre de Cristo habla el verdadero predicador y el Señor mismo construye su iglesia a su manera soberana. Así que Martyn Lloyd-Jones estaba consciente de lo que él llamó el romance de la predicación. El predicador no es más que un instrumento en las manos del Señor: el predicador no tiene el control. La predicación es la vocación más elevada y gloriosa a la que alguien puede ser llamado.
Así que cuando llegamos al tema de la autoridad en la predicación hay varias maneras de abordarlo y hay que estudiar la terminología del Nuevo Testamento sobre este tema, por ejemplo, que “Jesús habló con autoridad”, la frase “la palabra vino con poder”, y la palabra "audacia" que es sorprendentemente frecuente en el Nuevo Testamento. El enfoque de Iain Murray fue tomar las características de la predicación con poder.
1. Siempre va acompañada de la conciencia de la presencia de Dios
Aunque un adorador se reúna en medio de una gran congregación de personas, cuando la predicación es con autoridad, el individuo se olvida de la persona con la que ha venido, y del edificio en el que están sentados, e incluso del que está predicando. Es consciente de que le está hablando el Dios vivo. Así fue en Hechos 2. Una ilustración notable de esto es la mujer espiritista en Sandfields, atraída a escuchar a Lloyd-Jones y consciente de que estaba rodeada de poder “limpio”. Por primera vez fue consciente de que estaba en la presencia de Dios. Thomas Hooker, el gran predicador puritano, tenía tal sentido de Dios sobre él que se decía que podría haber metido a un rey en su bolsillo.
2. No hay problema en mantener la atención de la gente
Es un problema mantener la atención de la gente. El predicador tiene su cadena de pensamiento, y toda la gente también puede tener la suya, que es muy diferente, de modo que están tomando muy poco de la predicación. Pero la predicación autorizada llega al interior de la gente porque habla al corazón, a la conciencia y a la voluntad. La oratoria hábil no puede acercarse a esa predicación. En Tesalónica provocó un terremoto moral y emocional en los que escucharon la palabra. El recordado constructor de barcos que construía barcos en su mente durante el sermón de los domingos no podía poner la primera tabla cuando escuchaba a George Whitefield predicar. La convicción del pecado y la realidad del Dios vivo se convirtieron en algo mucho más importante para él que su negocio.
Un viernes por la noche, en su serie de conferencias sobre teología, Martyn Lloyd-Jones estaba predicando Apocalipsis acerca del juicio final sobre Babilonia y escuchando ese exultante mensaje hubiera sido imposible estar ocupado con cualquier otro tema, la gran realidad era tal que la conciencia de cualquier otra cosa desaparecía. La misma fecha de esa ocasión fue citada con precisión, fácilmente memorable para el orador porque al día siguiente se casaba, pero todos los pensamientos de eso se esfumaron al ver el derrocamiento de la gran Babilonia.
3. Incluso los niños pueden entenderlo
Es un error pensar que la predicación debe dirigirse principalmente al intelecto y, por tanto, a la voluntad. La predicación debe dirigirse más bien al corazón y al alma de los hombres y mujeres. La predicación que logra eso puede atrapar a un niño tan fácilmente como a un adulto. Los niños escuchaban a Lloyd-Jones por el carácter de la predicación y el sentido de Dios que tenía.
4. Es la predicación que resulta en un cambio en los que escuchan
Puede ser el arrepentimiento; puede ser la restauración, o la reconciliación; puede ser la fuerza dada para los que están en medio de las pruebas, pero la predicación poderosa trae ese cambio. A veces se van indignados y algunos se convierten después. No se puede ser apático bajo la verdadera predicación. Félix temblaba. No había certeza de conversiones, pero sí de que había poder en esa predicación. En el libro de la Sra. Bethan Lloyd-Jones sobre Sandfields hay una referencia a un profesor de derecho en Liverpool que dijo que había dos hombres que alejaron al país del comunismo: Aneurin Bevan y Martyn Lloyd-Jones. Sus predicaciones afectaron a las comunidades. El 15 de noviembre de 1967 predicó en Aberfan, un año después del desastre. Su texto fue Romanos 8:18: “las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse”. Este mensaje tuvo un gran impacto en la pequeña y perpleja comunidad religiosa del valle de Taff.
¿Qué es necesario para una predicación poderosa? ¿Qué elementos la producen?
Primero, los sermones no estarán marcados por la autoridad y el poder a menos que estén marcados por la verdad que el Espíritu Santo puede honrar. La palabra de Dios debe ser exegética y explicada. Ese tiene que ser el corazón del sermón. Existe el peligro real de que nos preocupemos demasiado por cosas como la presentación, mientras que el Nuevo Testamento insiste en el contenido: “que hable como oráculos de Dios”. La autoridad de la predicación proviene del texto de la Escritura. Es un poder dado por Dios que honra su propia palabra.
El Dr. Lloyd-Jones creció en una época sentimental imprecisa, con iglesias fascinadas por las personalidades y rarezas de los hombres famosos. Martyn Lloyd-Jones como hombre estaba absorbido por la gloria y la grandeza de la verdad. Un predicador vive en la verdad. Lloyd-Jones esperaba que el predicador repasara toda la Biblia en sus devocionales personales una vez al año. Esperaba que siguiera leyendo teología mientras viviera. Cuanto más leyera, mejor. La predicación es teología a través de un hombre que arde.
En la última parte de su ministerio hubo un cambio de énfasis. En los primeros 30 años se hizo hincapié en la importancia de la fe histórica, y luego, en las últimas décadas, surgió un nuevo énfasis, no ahora en la recuperación de la verdad, sino con la necesidad de poder para proclamarla.
Segundo, el hombre mismo es una parte del mensaje. Puede leer todos los mejores libros y dar una exégesis completa del texto, pero de alguna manera el hombre mismo no se ha convertido en parte de la verdad. Cuanto menos digamos de nosotros mismos en la predicación, mejor, pero el Espíritu Santo no actúa en la predicación sino a través del hombre, y por eso, inevitablemente, no sólo el mensaje atrae la atención sino el hombre mismo. El hombre se convierte en parte del mensaje. ¿Qué significa esto?
A) El predicador debe conocer el poder del mensaje que está llevando a los demás
Cuando Martyn Lloyd-Jones tenía 25 años y estaba en la encrucijada de su vida, se comprometió con Bethan Philips, y ella se dio cuenta de que su futuro marido estaba considerando convertirse en predicador. Ella estaba muy preocupada porque nunca le había oído predicar. En ese momento, llegó una carta de una sociedad misionera que les invitaba a ser misioneros médicos en la India. Ella se sintió desafiada por esta invitación, pero Lloyd-Jones no tenía ningún interés. Bethan le dijo: “¿Pero cómo sabes que puedes predicar?”. “Sé que me puedo predicar a mí mismo”, respondió. Conocía el poder de la verdad en su propio corazón.
Cuando estaba predicando sobre Efesios 2, sobre el cumplimiento de los deseos de la carne y de la mente, planteó la pregunta de qué eran. Y añadió que “mientras preparaba este sermón me llenaba de odio y aversión hacia mí mismo. Miro hacia atrás y pienso en las horas que he desperdiciado en meras charlas y discusiones. Y fue con un solo fin, simplemente para ganar mi punto y mostrar lo inteligente que era”. (“El camino de la reconciliación de Dios” p.65). Así que David Martyn Lloyd-Jones se predicaba a sí mismo antes de hablar a los demás.
B) El Espíritu Santo debe producir los sentimientos en el corazón del predicador y deben estar en armonía con lo que el Espíritu ha exhalado
Pablo escribe: “Conociendo el terror del Señor persuadimos a los hombres”. De nuevo habla de algunos "con lágrimas" que son enemigos de la cruz. Se encuentran frases como: “Os digo que llorando... me alegro y me regocijo con todos vosotros”. Había algo en la forma de hablar de estos predicadores utilizados por Dios: “Predicaban lo que sentían con inteligencia”, decía Bunyan. Una parte muy importante de la predicación es la exhortación. Al predicar movemos a la gente a hacer lo que está escuchando, y para ello tiene que haber una conciencia sentida en el predicador de la verdad de lo que está diciendo. Tenemos que poner nuestros sentimientos en armonía con la estupenda naturaleza de lo que estamos diciendo. Los hombres más utilizados por Dios en sus púlpitos son aquellos que saben que han estado muy lejos de la maravilla que debería caracterizar la predicación.
C) Cuanto más se hace partícipe de su mensaje, más se olvida de sí mismo
¿Cuál es el sentimiento principal del predicador? Debe ser el amor: a Dios y al hombre. Es lo más opuesto al egocentrismo. El amor no busca lo suyo. Se habla de las necesidades de la gente para hacerse cargo. Nos olvidamos de nosotros mismos. El bautismo de amor del Espíritu Santo nos hace amar a las personas.
Predicar bajo la influencia del Espíritu Santo
Hay una insuficiencia total en nosotros mismos o en cualquier otra persona del mundo, de modo que no podemos predicar sin el Espíritu Santo. 1ª Corintios 2:3, es el texto clave: “Y estuve con vosotros en debilidad, en temor y en mucho temblor”. Dios nos hace débiles y así nos permite ser verdaderos predicadores. La verdadera autoridad siempre sale del sentimiento de debilidad, y entonces Dios nos utiliza. El predicador es la última persona que debe ser alabada. Que le aplaudan cuando haya terminado le habría horrorizado.
Bethan Lloyd-Jones escuchó una vez a unos hombres hablando de su marido y dijo: “Nadie entenderá a mi marido si no se da cuenta de que primero fue un evangelista y un hombre de oración”. Al Dr. Martyn Lloyd-Jones le encantaba el himno de Oswald Allen, “Hoy nos llama tu misericordia…”, especialmente estas líneas finales:
Cuando todas las cosas parecen estar en nuestra contra
Para llevarnos a la desesperación,
Sabemos que una puerta está abierta,
Un oído escuchará nuestra oración.
Eso es lo que él creía. Su oración pastoral pública levantó muchas cargas mucho antes de que comenzara la predicación. En última instancia, confiaba en que el Espíritu Santo se les daría a los que se lo pidieran. El verdadero predicador es una simple voz que suena en el desierto. Lloyd-Jones fue criticado por ser demasiado dogmático y autoritario. Si se predica de parte de Dios, hay que hacerlo con fe y confianza en que se sabe lo que Dios dice. Hay que creer en verdades definitivas para ser salvado. Los hombres tienen que saber que están condenados antes de poder salvarse. Hay la certeza total de un predicador en lo que está predicando. Pablo dice: “Tenemos el mismo espíritu de fe... también creemos y hablamos”. Eso es lo fundamental. Vamos en contra de todo lo que el hombre natural cree.
La fe de Martyn Lloyd-Jones salía en lo que predicaba, que el hombre estaba bajo la ira de Dios, depravado y perdido. Él predicaba esto con absoluta convicción, y lo seguía con la cruz, semana a semana. Esa autoridad fue dada por el Espíritu Santo. Influyó en toda la forma de ver las cosas de Lloyd-Jones. Fue un hombre que estuvo solo la mayor parte de su vida y una de las razones fue que era consciente de que el problema con el hombre era mucho más profundo de lo que la gente de la iglesia estaba dispuesta a reconocer. David Martyn Lloyd-Jones creía que no nos enfrentamos al problema de la comunicación sino a lo que estaba mal en la propia iglesia. Una de las razones por las que no participó en las grandes cruzadas fue porque había algo que estaba mal en las propias iglesias. Se mantuvo tranquilamente al margen, Dios lo mantuvo en la forma en que lo hizo, predicó evangelísticamente cada domingo.
La prueba de la presencia de la obra del Espíritu Santo es la presencia de Cristo mismo en la asamblea y es conocido por la congregación. Una criada trabajaba en una mansión y había gran expectación por la llegada del poderoso predicador, el señor Cook. Una criada no estaba entusiasmada, y le dijo al carnicero que estaba harta, “con todo este alboroto se podría pensar que iba a venir el propio Jesucristo”. El Sr. Cook vino a predicar y al escucharlo algo sucedió en su vida. El carnicero le dijo con una sonrisa el martes siguiente: “¿Vino Jesucristo?”. “Sí, vino”, dijo ella con seriedad.
William Williams de Pantycelyn dijo: “El amor es lo más grande de la religión, y sin él la religión no es nada”. David Martyn Lloyd-Jones citaba a menudo esas palabras. El amor tiene que marcar el camino. Pensaba que la gente no estaba preparada para escuchar largas series de sermones expositivos sistemáticos durante los primeros 20 años que estuvo en el ministerio. Las necesidades de la gente eran primordiales porque el amor está en nuestros corazones.
Nota: Este artículo fue publicado originalmente en inglés en The Banner of Truth y fue traducido por el equipo de BITE.
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