Sabina nació el 10 de junio de 1913 en la ciudad de Chernivtsi, en una familia judía observante. De hecho, Chernivtsi era una ciudad universitaria conocida también como un importante centro cultural y educativo de la comunidad judía. Esto se reflejó en la propia formación de Sabina, ya que estudiaría en el instituto de su ciudad natal, para luego viajar a París y adelantar estudios en idiomas, y luego en derecho en La Sorbona en un tiempo en el que no era común que las mujeres realizaran estudios superiores.
Pero a pesar de crecer en un ambiente religioso, a Sabina no le interesaban mucho los temas espirituales en ese momento, y se definía a sí misma como atea, inclinándose constantemente hacia una vida hedonista y centrada en ella misma.
Cuando tenía 23 años, y mientras visitaba a uno de sus tíos en Bucarest, conoció a un joven judío llamado Richard Wurmbrand (1909-2001), de quien se enamoró. Sabina decidió mudarse a Bucarest solo para estar cerca de su nuevo novio. La pareja contraería matrimonio el 23 de octubre de 1936. Pero mientras estaban en su luna de miel en la zona montañosa en Rumania, tuvieron contacto con el cristianismo, según se cuenta, después de una dura tuberculosis que padeció Richard. Sin embargo, para Sabina no fue una decisión sencilla creer. Richard aceptó el llamado del evangelio, pero ella aún no estaba convencida, y su escepticismo creció debido a los cambios que empezó a notar en su esposo.
Al parecer, el cambio en su esposo llevó a Sabina a un punto de crisis. Pero el día del bautismo, mientras Richard bajaba a las aguas, ella empezó a experimentar la obra del Espíritu Santo en su vida y a ver su gran pecado, lo que la llevó a la conversión. Poco después, los dos esposos, ya convertidos, se unieron a una la Iglesia Misionera Anglicana en la que empezaron a servir. Para poder servir mejor, Sabina dejó su trabajo como abogada.
Tan pronto como se desató la Segunda Guerra Mundial, al ser una familia judía, tanto los Oster como los Wurmbrand empezaron a padecer el asedio de los nazis. Los padres de Sabina y tres de sus hermanos fueron capturados y luego enviados a un campo de concentración en el que murieron. A pesar del peligro y del dolor, en los siguientes años, Sabina y Richard se dedicaron a rescatar a niños judíos de los guetos. Además, empezaron a impartir enseñanzas bíblicas en los refugios antibombas y a distribuir literatura evangelística entre las tropas nazis, las mismas que habían apresado y asesinado a su propia familia.
Pero pronto llegó el final de la guerra, y tanto Sabina como su esposo esperaban que la paz llegara. Sin embargo, no pasó mucho tiempo para que al menos un millón de tropas rusas entraran en Rumania con el objetivo de apoyar el establecimiento de un gobierno comunista que se hiciera con el poder.
Pero Sabina y Richard sabían que la aparente amistad del nuevo gobierno con las iglesias no duraría mucho tiempo. Mientras el gobierno intentaba controlar a las iglesias, los escépticos Wurmbrand iniciaron una iglesia clandestina, especialmente de conversos del judaísmo.
Durante este tiempo enseñaban la Biblia, y contrabandeaban bienes y comida para personas en necesidad. Sabina no perdía la oportunidad de predicar el evangelio a los soldados rusos que hacían parte de las tropas invasoras. Entre 1946 y 1947 llegó a organizar campamentos para los líderes cristianos rumanos de todas las denominaciones, a la par que ayudó a organizar reuniones a campo abierto a las que llegaron a asistir miles de personas.
La labor que hacía la pareja llegó a ser tan eficaz, que el propio esposo de Sabina fue detenido en 1948, dejándola sola con su hijo Mihai Wurmbrand (1939) de tan solo diez años. Richard Wurmbrand pasaría en total catorce años dentro de alguna prisión comunista en Rumania. Tres de esos años los pasó en completo aislamiento. Este periodo fue amargo y confuso para Sabina, quien nunca cesó de buscar la liberación de su esposo, nunca dejó de orar por él y jamás perdió la esperanza de que se reencontrarían.
Además de la ausencia de Richard, Sabina había tenido que soportar las pérdidas de su familia durante la Segunda Guerra Mundial, la pérdida de amigos, familiares y hermanos en la fe a manos del gobierno comunista, y ahora, ante la ausencia de su esposo, debía dirigir grupos de mujeres a la par que se tuvo que encargar de todo el trabajo a favor de los hermanos perseguidos, mientras luchaba por sus supervivencia y la de su hijo.
Los comunistas habían encarcelado a la gran mayoría de los pastores, dejando a las mujeres solas con la carga de las iglesias. Al parecer las autoridades no esperaban que las mujeres fueran capaces de mantener la iglesia clandestina, pero lo lograron.
No obstante, y a pesar de los esfuerzos por mantener sus actividades lejos del escrutinio del gobierno, Sabina, junto con otras mujeres, serían finalmente arrestadas y llevadas a un campo de trabajo donde tuvo que desempeñar labores de obrero, como romper piedra, mientras trataba de buscar un lugar seguro para su propio hijo al que había dejado desamparado. El campo de prisioneras generalmente estaba abarrotado mucho más allá de su capacidad, con todo tipo de mujeres que debían dormir en sucias literas y hacer sus necesidades en letrinas completamente desagradables.
A pesar de la difícil situación, parecía que Sabina tenía una esperanza y una paz que no era comprensible, e incluso tolerable, para sus compañeras, y especialmente para los guardias de la prisión. A pesar de los malos tratos, ella podía ofrecer amor y perdón a aquellos que la maltrataban, mientras les compartía el evangelio no solo a sus compañeras, sino también a los guardias. También dirigió estudios bíblicos y reuniones de oración secretas. Sin embargo, llevar a cabo estas reuniones era muy difícil, ya que la Biblia estaba prohibida en la prisión, por lo tanto, recitaban largos pasajes bíblicos que habían memorizado.
Con todo, muchas veces sufría desánimo y confusión ya que había dejado a su hijo y no sabía nada de él ni de su esposo. No obstante, hasta el lugar de su encarcelamiento llegó la noticia de que su hijo Mihai estaba siendo cuidado por una amiga cercana, lo que la alivió.
Mientras dormía en la cárcel, Sabina oraba por las otras prisioneras, por los cristianos que como ella estaban padeciendo y sufriendo en una prisión a causa de su fe y hasta por los cristianos occidentales que disfrutaban de un buen sueño en libertad. Siempre pensando en el hecho de que quizá alguien más estaba orando de la misma manera por ella.
Cuando fue liberada en 1954, en el marco de una amnistía posterior a Stalin, tuvo que soportar un arresto domiciliario mientras padecía pobreza y soportaba las ofertas del gobierno comunista de divorciarse de su esposo y abandonar la fe, con la promesa de ser librada de cualquier obligación con la ley.
También tuvo que soportar que el gobierno le mintiera constantemente sobre su esposo. En una ocasión le dijeron que Richard había muerto mientras estaba en prisión. Para aumentar la confusión, la policía secreta rumana, haciéndose pasar por antiguos presos, le decían a Sabina que habían asistido a su entierro en el cementerio de la cárcel. A pesar de todo, ella nunca quiso creer a este informe y no desmayó en su idea de que su esposo estaba con vida. Para alimentar su esperanza, en el séptimo año del encarcelamiento de Richard, Sabina recibió una postal con la letra de su esposo que decía: “El tiempo y la distancia apagan un amor débil, pero fortalecen el verdadero”. El momento más esperado llegó en 1964, cuando Richard sería finalmente liberado y regresó a casa.
Ahora juntos volvieron a su trabajo a favor de la iglesia perseguida, trabajo al que se unieron Sabina y su hijo Mihai, que ya era un adulto. Las condiciones de la iglesia eran realmente difíciles, ya que debían reunirse en el más absoluto secreto, cambiando constantemente de ubicación para no ser descubiertos. Al respecto, Sabina escribió: “Vivíamos peligrosamente. Y nunca nos sentimos aburridos”. En cada reunión, el sentimiento era que ese podría ser el último día en el que estuvieran juntos como iglesia, lo que generalmente aumentaba la intensidad y la emoción del servicio.
Esto podía suceder, ya que en muchas ocasiones agentes del gobierno se hacían pasar por creyentes para entrar en los servicios y denunciarlos, e incluso los propios hermanos terminaban delatándolos. Para la propia Sabina esto iba mucho más allá de lo que podía tolerar. Ella misma contaba que mientras en una noche de insomnio meditaba en que no podía comprender esto, volteo a ver una imagen de Cristo justo antes de morir y meditó en las palabras del Señor: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”. Y luego, “Tengo sed”. Entonces pensó: “¡Cuán sedientos de perdón estaban los traidores! El cual yo no les concedía. El cual retenía debido a mi amargura”.
Pero todo cambió en 1965 cuando la familia fue rescatada y llevada a Escandinavia, luego a Inglaterra y finalmente a los Estados Unidos. Allí Richard testificó ante el congreso sobre la situación de los cristianos que sufrían bajo regímenes comunistas y opresivos. Desde entonces, y por el resto de sus vidas, Sabina y su esposo se dedicaron a trabajar a favor de los cristianos perseguidos al fundar la organización “La Voz de los Mártires”.
Sabina dedicó el resto de sus fuerzas a hablar en iglesias, grupos y conferencias. Escribió sus memorias en un libro titulado La esposa del pastor, que detalla su tiempo en prisión, y que es considerado una de las grandes pruebas del testimonio cristiano bajo persecución. Sin embargo, aún después de que el libro se publicara y que revelara las crueldades a las que eran sometidos los presos políticos, la gran mayoría de los líderes mundiales continuaron rindiendo pleitesía al régimen comunista rumano.
Sabina pudo volver a Rumanía. A sus casi 70 años, ella y su esposo fueron recibidos como héroes. Aparecieron en la televisión, además visitaron la antigua celda de Richard, para descubrir que se había convertido en un depósito de sus propios libros.
Sabina Oster Wurmbrand murió de cáncer a los 87 años, el 11 de agosto del año 2000 en los Estados Unidos. Al año siguiente moriría su esposo Richard.
Fácilmente podríamos considerar a Sabina como una de las mujeres que más objetivamente expusieron la represión de los regímenes comunistas. Esto lo logró a través de su libro, de su testimonio y de su apoyo a la iglesia perseguida.
El testimonio de perdón y de amor por los enemigos de Sabina también llega a ser muy inspirador. Ella, que perdió a su familia en un campo de concentración, no perdía la oportunidad de predicar el evangelio a sus perseguidores. De la misma manera predicaba el evangelio a aquellos que la encarcelaron y maltrataron, no solo a ella, sino también a su esposo.
Sufrió mucho, padeciendo soledad, incertidumbre, persecución, cárcel, maltratos y la pérdida de familiares y hermanos en la fe; sin embargo, mantuvo su fe y su testimonio del evangelio.
¿Y tú? ¿Qué piensas? ¿De qué manera crees que el sufrimiento forma nuestro carácter cristiano? ¿Cómo puedes extender misericordia a aquellos que nos persiguen por nuestra fe? ¿Por qué crees que el testimonio de mujeres como Sabina Wurmbrand son importantes para nuestra edificación espiritual?
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