Acuérdense de sus guías que les hablaron la palabra de Dios, y considerando el resultado de su conducta, imiten su fe (Heb 13:7).
Crecí en Sri Lanka, en una denominación cristiana con diversas corrientes teológicas, por lo que a menudo estuve expuesto a predicaciones liberales. Pero mi madre, quien se había convertido al cristianismo, nos inculcó a sus cinco hijos los peligros de la enseñanza no ortodoxa y la importancia de la Palabra de Dios para la vida. Hoy, los cinco seguimos siendo cristianos evangélicos comprometidos. Y, afortunadamente, Dios ha provisto un testimonio evangélico mucho más fuerte en esa denominación hoy que cuando yo era niño.

Cuando tenía trece años, tuvimos un nuevo pastor, el reverendo George Good, un misionero de Irlanda del Norte. El primer domingo que predicó, fuimos a la iglesia con nerviosismo, preguntándonos si tenía convicciones evangélicas. Mi madre dijo más tarde que, cuando cantamos un himno en particular al principio del servicio, supo que sus oraciones habían sido respondidas. El himno era Jesús, el Nombre sobre todo nombre (Jesus, the Name High over All), de Charles Wesley.
Mis padres eran muy activos en la iglesia y, como era de esperar, llegamos a conocer bien al reverendo Good, a quien llamábamos afectuosamente “tío George”. La impresión que me causó entonces permanece conmigo hasta el día de hoy: este es el hombre más parecido a Cristo que he conocido. Poco a poco, mientras lo observaba, dos convicciones crecieron en mí: primero, que mi meta más importante en la vida debía ser parecerme a Jesús; y segundo, que la batalla más feroz que libro en la vida es contra mi naturaleza pecaminosa, la cual me impide parecerme a Jesús. A pesar de mis numerosos fracasos, este sigue siendo mi anhelo y mi batalla hoy en día.

Mi día favorito de la semana
Pronto, el domingo se convirtió en mi día favorito de la semana. Llegué a ver la adoración como algo glorioso. El tío George nos enseñó los grandes himnos de la fe, que celebraban las grandes doctrinas de la fe. Con la ayuda de la música, el lenguaje del corazón, las letras despertaban en mí gozo y alabanza. Más tarde fui capaz de expresar verbalmente esta experiencia con la frase “el gozo de la verdad”, que gradualmente se convirtió en un tema clave de mi vida y mi teología. Los himnos son portadores de la verdad, y la verdad es una de las cosas que más felicidad produce en la vida. Aún hoy, casi todos los días empiezo mi tiempo con Dios cantando un himno.
El domingo también era especial porque nuestro pastor nos ofrecía un banquete de predicación bíblica cada semana. El reverendo Good era un hombre ocupado, entregado a los rigores del trabajo pastoral. Pero se rumoreaba que se quedaba hasta tarde en la noche preparando sus sermones. La predicación es una labor tan grande, que refleja el honor de Dios y Su Palabra, que necesita hacerse bien. Y George Good la hacía bien.

Cada domingo, llegábamos a la iglesia ansiosos por escuchar qué joyas había extraído de la Palabra. Estuve expuesto al ejemplo de un hombre que trabajaba incansablemente con la gente, pero que también estudiaba la Palabra a conciencia y preparaba buenos sermones expositivos. Este es un trabajo duro y agotador.
La mayoría de los pastores están llamados a hacer muchas cosas y se esfuerzan por hacerlas todas bien. El resultado es el cansancio. Que yo sepa, la Biblia nunca dice que el cansancio sea un pecado. Sí es un error no delegar responsabilidades a otros. Es un error no tomar un día de descanso. Es un error estar siempre quejándose e infeliz por lo mucho que tenemos que trabajar. George Good fue el ejemplo de un hombre feliz que trabajaba muy duro en el cuidado pastoral y en el ministerio de la Palabra. Yo tenía un modelo a seguir.

Mi hambre por predicar
Tenía unos catorce años cuando me entregué por completo a Cristo. Supongo que ver la gloria del ministerio en mi iglesia lo hizo atractivo para mí también. Pronto me convencí de que Dios me había llamado al ministerio. Pero había un problema: era extremadamente tímido y apenas abría la boca en público. ¡No me atrevía a decirle a nadie que quería ser predicador! También sentía que yo era el miembro mediocre de una familia muy capaz. Pensaba que no llegaría a ser nada importante. ¿Cómo podía aspirar a ser un ministro del glorioso Evangelio?
A los quince años, asistí a las clases de confirmación en la iglesia con el reverendo Good. Como parte del curso, él tenía citas personales a solas con cada uno de los jóvenes. Creo que quería asegurarse de que todos los que iba a confirmar hubieran nacido de nuevo. Cuando me reuní con él, me hizo una pregunta que me dejó atónito: “Ajith, ¿has considerado dedicarte al ministerio?” ¡Alguien realmente pensó que este muchacho mediocre, tímido y que apenas podía hablar podría ser un predicador! No recuerdo qué le respondí, pero me animó a seguir pensando en el llamado al ministerio.

Domingo tras domingo, escuchaba predicaciones fieles e inspiradoras. Con el tiempo, esto despertó y alimentó mi propio anhelo de predicar. Así comenzó un emocionante viaje hacia el estudio y la proclamación de la Palabra. Más tarde, en la biblioteca de mi padre, encontré libros de exposición bíblica de hombres como F. B. Meyer, G. Campbell Morgan y John Stott. Devoré esos libros. Sin embargo, mi verdadera introducción al poder sobrenatural de la predicación fue lo que escuchaba cada domingo en mi iglesia local.
Cuando los jóvenes se convierten en pastores
Después de terminar mis estudios universitarios, fui a Estados Unidos para estudiar en el Seminario Teológico Asbury. Esperaba regresar y trabajar con Juventud para Cristo, el movimiento en el que serví antes de irme de Sri Lanka. Sin embargo, durante el seminario, casi todas las personas a las que respetaba me dijeron que podría estar cometiendo un gran error al hacer un ministerio paraeclesiástico. La iglesia o un seminario era el lugar para una persona con mis dones, decían. Estaba confundido y les escribí a mis padres en busca de sabiduría.

George Good había regresado a Sri Lanka en esa época para una asignación. Mis padres le contaron mi dilema. Su respuesta no fue la que uno esperaría de un hombre de iglesia. Dijo: “Déjenlo trabajar en Juventud para Cristo. Dios puede usarlo para enviar a muchos jóvenes a la iglesia”. Así que terminé trabajando para Juventud para Cristo, donde ya llevo 47 años. Y creo que lo que George Good dijo que sucedería, sucedió.
A través de nuestro ministerio, cientos de jóvenes sin iglesia han encontrado un hogar permanente en las iglesias. Cerca de cien se han convertido en pastores. Teniendo en cuenta que la población protestante en Sri Lanka es de unas 300.000 personas, esa es una cifra significativa.
Fidelidad y fama
El tío George me enseñó a través de su arduo trabajo, su predicación fiel y sus sabios consejos. También me enseñó a través del sufrimiento. Poco antes de que él y su esposa Eileen partieran hacia Sri Lanka, las políticas educativas del país cambiaron, lo que impidió que sus hijas adolescentes, Valerie y Joan, vinieran con ellos. Su familia sacrificó mucho por nuestra gente. ¡Qué alivio saber que, a pesar del enorme precio que pagaron, ambas hijas son cristianas vibrantes hoy en día!
Este era un hombre cuyo carácter semejante a Cristo yo nunca podría ni acercarme a igualar. Este era un hombre cuya capacidad ministerial en todos los aspectos yo nunca podría imitar. Sin embargo, yo soy bastante conocido, mientras que George Good solo es conocido en Gran Bretaña y Sri Lanka. Desde una perspectiva mundana, eso parece injusto.

Pero no creo que eso fuera un problema para George Good. Sus valores no provenían de este mundo. El llamado de un pastor no es ser famoso; es cuidar del rebaño que Dios le ha confiado. Y eso hizo. En cuanto a los requisitos para el servicio, un pastor necesitaba ser como Cristo y cumplir con sus deberes a conciencia, lo mejor que pudiera. Y él lo hizo, con excelencia, aunque eso no lo hiciera famoso en un ámbito más amplio. Seguramente escuchó un resonante “Bien hecho” cuando se encontró con su Señor. ¡Esa es recompensa suficiente!
Y aquí en la tierra, demostró la belleza de Jesús y la gloria del ministerio pastoral, cualidades que me cautivaron cuando era niño y joven. Hoy en día, muchas de las características que definen mi ministerio, y el de mi hermano Duleep, quien también es pastor, las aprendimos primero observando a George Good.
Este artículo fue traducido y ajustado por David Riaño. El original fue publicado por Ajith Fernando en Desiring God. Allí se encuentran las citas y notas al pie.
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