Muchos pastores han anhelado tener una porción del don de predicación y del éxito ministerial de Charles Haddon Spurgeon (1834–1892), pero muy pocos han deseado el sufrimiento pronunciado que venía con ellos. Su predicación atraía a miles y ganaba multitudes de conversos; su popularidad también lo llevó a celebrar servicios en el Surrey Music Hall y al desastre que quebrantó su salud emocional [un incendio tras el que fallecieron siete personas]. Los evangélicos elogian las convicciones de este gran predicador sobre las Escrituras como ejemplares, pero, en vida, esas convicciones le valieron la censura generalizada de antiguos alumnos y aliados. Los sermones registrados de Spurgeon lo muestran como un maestro de la predicación a almas angustiadas y golpeadas, pero él no podría haber predicado estos sermones sin estar angustiado y golpeado él mismo. Muchos admiran a alguien que ministra fielmente a través de tanta tristeza y adversidad, pero pocos desean estas pruebas para ellos mismos.
Sin embargo, el sufrimiento y el ministerio eran un paquete para Spurgeon: estaban unidos en la naturaleza del ministerio del Evangelio. Diversos estudios han examinado las maneras en que sus sufrimientos moldearon su vida y ministerio; en este artículo presento el argumento de que el ministerio y el sufrimiento estaban conectados teológicamente en la visión de Spurgeon para el ministerio pastoral. Él afirmaba que el sufrimiento es necesario para el ministerio fiel por una variedad de razones, pero especialmente debido a la relación distintiva que los pastores tienen con Cristo: ellos eran los canales de la gracia de Dios hacia otros. El sufrimiento también es necesario para los ministros debido a sus beneficios: hace que los pastores experimenten las verdades que predican a su gente, los mantiene humildes y les da la compasión necesaria para sus labores.
Después de revisar la literatura relevante sobre los sufrimientos y el ministerio de Spurgeon, pretendo evidenciar cuál era la visión del ministerio según el pensamiento de este predicador, mirando especialmente sus alocuciones dirigidas a otros ministros en su conferencia anual de pastores y varios pasajes de su libro Discursos a mis estudiantes. En conclusión, argumento que si bien la comprensión de Spurgeon sobre el sufrimiento ministerial fue influenciada por sus contemporáneos, también tenía elementos distintivos y debería informar la manera en que su vida y ministerio son entendidos. Asimismo sugiero una posible aplicación contemporánea: que los pastores hoy interpreten sus pruebas particulares a la luz de su identidad pastoral particular.

Sufrimiento y ministerio en los estudios sobre Spurgeon
Los estudiosos han examinado frecuentemente los sufrimientos físicos, mentales y espirituales de Spurgeon, quien padeció la gota y otras dolencias, a menudo tan significativas que lo apartaron de la predicación y el ministerio por semanas a partir de 1867. Estos episodios se volvieron cada vez más agudos en 1879 hasta su muerte en 1892. Sus sufrimientos mentales también lo impactaron profundamente, en especial su lucha de toda la vida contra la depresión, el insomnio y los violentos cambios de humor que vinieron después del desastre del Surrey Music Hall. Los expertos también reconocen lo que parece ser una distinción en los recuerdos de Spurgeon entre sus sufrimientos mentales y los más específicamente espirituales. Aparte de las luchas mentales —“¿es algún hombre completamente cuerdo?”—, Spurgeon describió una oscuridad espiritual que descendía sobre su alma; parecía estar relacionada con la desesperación sobre su salvación.
Los estudiosos también han abordado la relación entre las aflicciones de Spurgeon y su teología. Peter J. Morden llega incluso a decir que “la realidad del sufrimiento se cernía en gran medida sobre su ministerio”, sugiriendo que sus experiencias fueron un factor decisivo que moldeó su ministerio y predicación. Morden también describe las ricas reflexiones que Spurgeon hizo sobre este tema, mostrando que él creía que las pruebas (1) estaban bajo el cuidado bueno y soberano de Dios; (2) traían a los creyentes a la comunión con Cristo; y (3) promovían una mayor utilidad de los creyentes hacia otros, tanto en su testimonio hacia los no cristianos como en su compasión hacia otros creyentes sufrientes.
Nettles destaca temas similares, notando que Spurgeon articuló una teología clara de la bondad de Dios y de sus propósitos en el sufrimiento al comienzo de su ministerio y la mantuvo a pesar de sus graves padecimientos a lo largo de los años. Una disertación reciente ha examinado exhaustivamente la batalla de Spurgeon contra la depresión, su interpretación teológica de ella y la variedad de formas en que buscó aliviarla.

La predicación de Spurgeon y sus convicciones teológicas siguen siendo características centrales de la investigación sobre su vida y ministerio. Recientemente, Geoff Chang ha argumentado que lo que a menudo se pasa por alto en estas ricas reflexiones sobre “Spurgeon el predicador” es a “Spurgeon el pastor”. Él no fue solo un comunicador, sino que posiblemente fue, más que todo, el líder de una congregación local, y esta característica de su vida merece un examen cercano. Chang expone la eclesiología práctica de Spurgeon y cómo él lideró su iglesia local mediante convicciones y sabiduría como evidencia de su visión del ministerio. Sin embargo, no aborda muchas de las declaraciones explícitas de Spurgeon sobre la naturaleza del ministerio, la identidad pastoral o las conexiones que este hacía entre sufrimientos peculiares y el oficio pastoral.
Así que, mientras hay muchas reflexiones sobre la relación entre las aflicciones de Spurgeon y su ministerio, estas no toman en cuenta sus declaraciones explícitas sobre la identidad pastoral y cómo esa identidad sirvió para conectar el sufrimiento y el ministerio pastoral. Este artículo demuestra que Spurgeon abrazó y exhortó a otros pastores a vivir un “ministerio total”. Consideraba que el ministerio pastoral fiel implicaba un trabajo que sobrecargaba a simples mortales y que iba acompañado por el padecimiento. Entre otras razones, los pastores deben sufrir porque ellos sirven como canales de la gracia de Dios en Cristo y deben encarnar el Evangelio que predican. Estas tribulaciones necesarias, lejos de disminuir la efectividad de un ministro, resultan ser positivamente beneficiosas para su efectividad.

Un ministerio total
En sus exhortaciones a otros ministros, Spurgeon imaginaba el ministerio pastoral como necesariamente agotador, insistiendo en que los pastores debían servir al Señor Jesús con todo su celo y fuerza, e implicando que un ministro genuino sería consumido por el ministerio. Muchas veces, él decía cosas como: “Jesús merece ser servido con lo mejor de nosotros, sí, con todo lo que tenemos, y de una manera intensa y totalmente absorbente”. Spurgeon también llamaba rutinariamente a los pastores a “mostrar la máxima diligencia y celo”, a consagrar sus vidas como sacrificios al Señor, a usar sus dones únicamente para el ministerio y para ningún otro propósito, y a “nunca dar su segundo mejor”.
Mientras muchos podrían afirmar que este tipo de declaraciones son una piedad pastoral elogiable, la manera en que Spurgeon aplicaba palabras como “intenso” y “totalmente absorbente” a las vidas de los pastores era impactante. Por ejemplo, Spurgeon estuvo cerca de alentar una muerte temprana por exceso de trabajo para los ministros: “Si por labor excesiva morimos antes de alcanzar la edad promedio del hombre, desgastados en el servicio del Maestro, entonces, gloria sea a Dios. Tendremos tanto menos de la tierra y tanto más del cielo”. En otro lugar añadió que los verdaderos ministros tendrán las marcas del severo trabajo sobre ellos, que algunos pastores inevitablemente morirán por exceso de trabajo, y que aquellos que no hacen absolutamente todo lo que podrían son perezosos.
En su momento más intenso, Spurgeon insistía en que la facilidad en el ministerio es evidencia de que este es falso, y que será difícil dar cuenta de él ante el tribunal de Cristo: “el hombre que encuentra en el ministerio una vida fácil, también encontrará que le traerá una muerte difícil”. El esfuerzo era tan esencial que la falta de él revelaba un ministerio falso.
Spurgeon vivió lo que enseñaba, predicando más de 10.000 veces en su vida, a veces incluso estaba tan enfermo que tenía que ser cargado desde el púlpito. Aunque abrumado por las crecientes demandas de sus diversos ministerios, él nunca pareció buscar alivio de sus responsabilidades. Más impactantes que estas acciones fueron sus comentarios sobre su visión del exceso de trabajo. En un sermón vespertino hacia el final de su vida, recordó cómo, en los primeros años de su ministerio, amigos lo desalentaban de predicar diez veces a la semana por temor a que arruinara su constitución. Su respuesta, después de años de estos hábitos de predicación y de los efectos resultantes en su salud, es reveladora: “Si lo he hecho [arruinado su constitución], me alegro de ello. Haría lo mismo de nuevo. Si tuviera cincuenta constituciones, me regocijaría en desgastarlas en el servicio del Señor Jesucristo”.

El servicio genuino al Señor Jesús en el ministerio del Evangelio desprecia las preocupaciones naturales sobre la salud, si esta debe ser sacrificada para cumplir el servicio al Señor. Aunque había algunos comentarios moderadores en las obras de Spurgeon en este tema —especialmente su elogio al descanso estratégico en Discursos a mis estudiantes—, su exhortación más fuerte y frecuente era que los ministros se entregaran a las demandas del ministerio del Evangelio a cualquier costo. Esta característica de la teología pastoral de Spurgeon está bien resumida por su comentario de que los ministros no deben ser “especímenes... de fina preservación, sino sacrificios vivos”. La conclusión de este artículo explora cómo esta característica de la teología pastoral de Spurgeon fue influenciada por el contexto y no es totalmente recomendable para los pastores modernos.
La práctica de Spurgeon también moderaba significativamente sus comentarios sobre el esfuerzo en el ministerio. Por ejemplo, comenzando en 1871, Spurgeon realizaba viajes anuales de duración variable —usualmente alrededor de dos meses— a Menton, Francia, para convalecer y recuperarse. Él y Susannah también se mudaron a Westwood en 1881, una casa comprada específicamente para aliviar algunas de las dolencias de Spurgeon y darle descanso gracias al supuesto mejor clima que había allí. Ambas acciones fueron necesarias debido a la deteriorada salud del predicador. Sin embargo, revelan que él buscaba alivio del sufrimiento y practicaba sus comentarios sobre el descanso por el bien de la utilidad a largo plazo. Estas prácticas también implican que sus comentarios sobre el trabajo en el ministerio estaban más relacionados con su visión de la identidad pastoral que con una prescripción universal para la práctica pastoral.
Una razón por la que Spurgeon insistía en la naturaleza absorbente del ministerio era debido a sus exigencias prácticas y espirituales. Primero, el cuidado espiritual personal para el pueblo de Dios desgasta al ministro, quien es “el más irregular en cuanto a su descanso; lo único regular en él es el trabajo y la desilusión, y sin embargo la fe lo hace un hombre feliz”. Aunque el descanso irregular no es recomendable como un modelo para el ministerio, muchos pastores han encontrado temporadas donde esto es necesario para cuidar al pueblo de Dios. Según Spurgeon, el desgaste evidencia que el pastor está satisfaciendo fielmente las necesidades de su rebaño: ¡aquel que está cómodo se conforma con dejar morir a algunas ovejas! Nuevamente, Spurgeon vivió lo que predicó, particularmente en su compromiso de supervisar personalmente a la gran membresía del Tabernáculo Metropolitano: en una ocasión realizó 40 entrevistas de membresía en un solo día.

Una segunda razón para el esfuerzo pastoral era el hecho de que los pastores eran responsables de cuidar a aquellos que, aunque santos, aún eran pecadores. “Creo haber oído que las ovejas tienen tantas enfermedades como días hay en el año, pero estoy seguro de que el otro tipo de ovejas son susceptibles a diez veces más”, comentó Spurgeon. Por lo tanto, “El trabajo de un pastor es un trabajo lleno de ansiedad. Todo tipo de dificultades ocurren con nuestros compañeros de servicio”.
Los pastores fieles intentan curar los diversos males espirituales con los que su gente lucha y enfrentan disensiones y oposición debido al pecado en la iglesia. También pueden ser sometidos a un “golpe aplastante” en forma de traición por un líder en quien confiaban o por un pecado grave de un miembro. Aunque Spurgeon mismo no experimentó una cantidad significativa de oposición por parte de su pueblo, expresó una profunda conciencia de las dificultades de otros ministros bautistas con sus iglesias.
La mayor carga del ministerio, sin embargo, es la tarea de tratar regularmente con las realidades de la salvación. El peso de estas realidades somete al pastor fiel a pruebas mentales y espirituales:
Nuestro trabajo, cuando se emprende con seriedad, nos expone a ataques en dirección de la depresión. ¿Quién puede soportar el peso de las almas sin a veces caer hasta el polvo? Los anhelos apasionados por la conversión de los hombres, si no se satisfacen plenamente (¿y cuándo lo son?), consumen el alma con ansiedad y desilusión. Ver a los esperanzados desviarse, a los piadosos enfriarse, a los profesantes abusar de sus privilegios, y a los pecadores crecer en su audacia en el pecado, ¿no son estas escenas suficientes para aplastarnos hasta la tierra? (…) todo trabajo mental tiende a cansar y deprimir, porque mucho estudio es fatiga para la carne; pero el nuestro es más que trabajo mental: es trabajo del corazón, el trabajo de nuestra alma más íntima.

El trabajo pastoral es trabajo del corazón. Es el trabajo del alma: los ministros queman su propia fuerza espiritual por otros y quedan debilitados. Además, tienen anhelos apasionados de éxito en sus labores evangelísticas, y sus almas se deprimen al ver la variedad de males en los que caen los cristianos. Finalmente, y quizás más relacionado con la experiencia personal de Spurgeon, los pastores fieles “cargan con el peso de las almas”, las inmensas realidades del destino eterno de hombres y mujeres pesan sobre los ministros que buscan su bien. La propia ansiedad aplastante de Spurgeon e incluso su enfermedad física antes de predicar en los primeros años de su ministerio demuestran cuánto le pesaba su sentido de responsabilidad en la predicación. Dicho todo esto, la visión de Spurgeon sobre el trabajo pastoral por sí sola explica por qué argumentaba que el ministerio fiel debe estar acompañado de sufrimiento.
Pero Spurgeon también articuló la naturaleza del ministerio pastoral de una manera que lo vinculaba con el sufrimiento. Spurgeon veía a los pastores como canales del poder y la gracia de Dios hacia otros. Si bien era un gran honor, ser esos canales estaba acompañado de padecimiento o, como Spurgeon a menudo lo expresaba, aquella era una tensión provocada por el peso de ese mismo poder. Una vez Spurgeon advirtió a los pastores que la llama del celo y el poder del Espíritu los consumiría:
¿Puede el Espíritu de Dios, incluso la deidad Infinita, cabalgar en carros tan frágiles como estos, sin tensionar el eje y hacer que toda la máquina tiemble, como si fuera a disolverse completamente bajo su carga? Cuando Dios nos visita con poder que salva almas, es como si una llama devoradora descendiera del cielo e hiciera su morada en nuestros pechos y, cuando esto sucede, bien puede haber un derretimiento de toda fuerza. Sin embargo, que así sea: humildemente invitamos las ardientes llamas sagradas.

No es sólo el fracaso en ganar conversos lo que tensionaría y consumiría a los pastores, ¡las consecuencias del éxito espiritual y del poder también! Un pastor que predica y ministra de manera salvadora tiene al Espíritu de Dios obrando en y a través de él para dar vida espiritual a otros. Particularmente, hay temporadas donde “Dios nos visita con poder que salva almas”, una unción especial del Espíritu, y cuando esto sucede, el “Dios infinito” cabalga en el “carro frágil” del ministro. Esto, por supuesto, “tensiona” el “eje,” es decir, el cuerpo y el alma del ministro: el peso de la presencia especial de Dios que salva almas es demasiado grande para que un mortal lo soporte sin costo. Aunque esto no debe entenderse en un sentido sacramental o sacerdotal, Spurgeon veía el desgaste del ministerio en la vida del pastor como resultado de que Dios los visitara y obrara a través de ellos para dar vida a otros.
Esta naturaleza instrumental del ministerio sostiene el sufrimiento pastoral a lo largo de las exhortaciones de Spurgeon a los pastores. En una disertación, él exhortó a los ministros a encarnar las verdades que predican. Si lo hacen, “la vida saldrá de nosotros hacia otros”. Afirmando que Dios usa a un hombre vivificado para vivificar a otros, continuó diciendo: “que las aguas vivas fluyan dentro de nosotros y luego fluyan desde nosotros hasta que miles reciban una bendición y la comuniquen a otros”. Los ministros deben estar llenos de celo por el Señor y de vida espiritual genuina porque la esencia del ministerio es tener vida divina y poder fluyendo desde ellos hacia otros.
Una vívida analogía de Juan 2:7–10 desarrolla esta idea: “A través del sufrimiento viene la bendición. Cuando nuestro Señor quiere dar vino a su casa, para que nuestras festividades estén llenas de alegría, ¿qué hace? Él dice ‘llenen las tinajas de agua’. Debemos ser llenados hasta el borde de aflicción”. Luego dijo que, una vez los ministros estén llenos de sufrimiento, el Señor diría, “saquen el agua”, y el sufrimiento del ministro (el agua) sería transformado en vida espiritual y alegría para el pueblo de Dios (el vino). Luego se regocijó de que este, el primero de los milagros, no sólo ocurrió en Caná, sino que aún ocurre en Gran Bretaña en el ministerio del Evangelio de los pastores sufrientes que lo rodeaban.
Una vez más, los ministros son representados como canales de bendición para el pueblo de Dios; su sufrimiento era necesario debido a la naturaleza instrumental de su ministerio. Esta visión instrumental del ministerio es poco común hoy; aquellos que sospechan que es antibíblica o necesariamente sacramental deberían examinar las descripciones de Pablo sobre el ministerio, las cuales, aunque no tan explícitas como las de Spurgeon, contienen implicaciones paralelas.
Sin embargo, Spurgeon fue cuidadoso en distinguir entre los sufrimientos únicos y definitivos de Cristo y los sufrimientos necesarios de un pastor en el ministerio, particularmente en su apropiación de Colosenses 1:24 para el ministerio pastoral:
Más aún, tu relación con Cristo es de tal índole que debes “completar lo que falta de las aflicciones de Cristo por amor a Su cuerpo, que es la Iglesia”. Sus sufrimientos expiatorios han terminado; en ese lagar, ninguno de nosotros puede poner un pie. Pero aquellos sufrimientos mediante los cuales los hombres son ganados para Cristo están lejos de haber terminado (…) Cada sufriente que soporta dolor, calumnia, pérdida o falta de amabilidad por causa de Cristo, está completando esa medida de sufrimiento que es necesaria para reunir a todo el cuerpo de Cristo y edificar a su Iglesia elegida.

Si bien era cuidadoso al distinguir los sufrimientos expiatorios únicos de Cristo de cualquier sufrimiento que un pastor pudiera soportar, Spurgeon entendía este texto como que existían padecimientos necesarios para la “reunión de todo el cuerpo” y la “edificación de su Iglesia elegida”. Particularmente, eran los pastores quienes se encontraban en la especial “relación” con Cristo, de modo que ellos debían completar estos sufrimientos necesarios. Desde otro texto bíblico, Spurgeon argumentaba que los pastores “están en Su lugar” (en el de Cristo). Los pastores son como Cristo de una manera peculiar, especialmente en sus ministerios, lo cual resulta en sus sufrimientos necesarios. Los pastores, por tanto, aparecen en la visión de Spurgeon no solo como instrumentos, sino también como encarnaciones de los sufrimientos de Cristo en sus ministerios.
Otra manera en que Spurgeon conectaba la relación de un pastor con Cristo al sufrimiento era describiendo el ministerio como servicio. En una disertación dirigida a ministros, describiendo el ministerio como una mayordomía, Spurgeon dijo: “Los ministros son siervos: no son invitados, sino camareros; no son propietarios, sino obreros”. Luego comparó a un siervo con el remero inferior de una galera, quien estaría en la peor y más laboriosa posición, aplicándolo de esta manera:
Hermanos, contentémonos con desgastar nuestras vidas incluso en la peor posición, si por nuestro trabajo podemos acelerar el paso de nuestro gran César (…) No somos capitanes ni propietarios de la galera, sino solamente los remeros de Cristo (…) Así como somos, por nuestro oficio, siervos en un sentido especial, llevemos alegremente la parte principal de la abnegación y el trabajo de los santos.
El oficio pastoral es servicio “en un sentido especial”; los pastores deben servir y soportar dificultades de maneras paralelas pero distintas a las de otros cristianos. Mientras que Spurgeon principalmente predicaba contra un pastorado donde los pastores eran “Señores” que dominaban sobre sus rebaños, también usó esta imagen para insistir en el sacrificio ministerial. Los siervos no solo son humildes; están consumidos por su trabajo y dispuestos a asumir la peor y más difícil labor por su amo. Este sentido de servicio era central en la imagen que Spurgeon tenía del pastor.
Hasta ahora, hemos visto que Spurgeon insistía en el esfuerzo proveniente del trabajo ministerial hasta el punto de que el pastorado fiel implicaba sufrimiento. La propia naturaleza del cuidado fiel del pueblo de Dios y de la predicación implicaban sufrimientos prácticos; además, los pastores debían estar llenos del fuego del cielo, un fuego que los consumiría si realmente querían ser efectivos en su labor. Por lo tanto, los pastores deberían esperar pérdidas en su servicio al pueblo de Dios, siendo consumidos física, mental o espiritualmente por su causa. Y debido a que eran siervos de Cristo, los pastores no solo deberían soportar sino abrazar este esfuerzo. Como veremos ahora, estos sufrimientos, lejos de obstaculizar la efectividad de un ministro, lo bendicen positivamente.

Las bendiciones de los sufrimientos necesarios
Spurgeon tenía una fuerte creencia de que los sufrimientos podían beneficiar a los creyentes de varias maneras, y particularmente reflexionó sobre el bien que una variedad de males podría producir para los pastores. Él articulaba dos beneficios concretos del sufrimiento: primero, cómo este forma el carácter de un pastor, y segundo, cómo le permite entender y ministrar a su pueblo.
Primero, el sufrimiento impulsa a las personas a las realidades de la fe en Cristo, haciendo que los pastores experimenten y prueben aquello que predican a otros. El siguiente pasaje da una imagen vívida y característicamente ingeniosa de cómo Spurgeon veía el sufrimiento obrando para el bien de un ministro:
Me atrevo a decir que la mayor bendición terrenal que Dios puede dar a cualquiera de nosotros es la salud, con la excepción de la enfermedad. La enfermedad ha sido frecuentemente de más utilidad para los santos de Dios que la salud. Si algunos hombres que conozco pudieran ser favorecidos con un mes de reumatismo, esto, por la gracia de Dios, los ablandaría maravillosamente. Seguramente, necesitan algo mejor para predicar que lo que ahora dan a su gente; y, posiblemente, lo aprenderían en la cámara del sufrimiento. No desearía para ningún hombre un largo tiempo de enfermedad y dolor; pero un retorcimiento para ellos casi podría pedirlo de vez en cuando. Una esposa enferma, una tumba recién hecha, pobreza, calumnia, abatimiento del espíritu, podrían enseñar lecciones que en ningún otro lugar se aprenderían tan bien. Las pruebas nos llevan a las realidades de la religión.
Con la ironía y humor de Spurgeon se presenta una imagen impactante de la utilidad del sufrimiento para el pastor. La enfermedad en moderación —“un retorcimiento de vez en cuando”— ¡es una bendición mayor para los pastores que una salud consistente! Es una gran “bendición terrenal” porque, para los ministros orgullosos, podría “ablandarlos,” o humillarlos. Además, “la cámara del sufrimiento” podría enseñar al pastor mejores verdades para predicar a su pueblo, porque “las pruebas nos llevan a las realidades de la religión”.

En tiempos de facilidad y prosperidad, los pastores podrían confiar en sí mismos y no mirar a las promesas de Dios, considerar la eternidad o apoyarse en la fuerza que viene del Espíritu. Diversas pruebas, sin embargo, los forzarían a involucrarse y experimentar estas realidades del Evangelio. Esto es esencial para el ministerio, porque un pastor que no vive las verdades que predica es impensable y condenable. De hecho, “¿conoce un hombre alguna verdad del Evangelio correctamente hasta que la conoce por experiencia?”. Él debe conocer la verdad por experiencia antes de poder predicarla a otros.
Aplicando este principio general a pastores particulares, Spurgeon implicaba que los sufrimientos particulares que los ministros soportan los preparan especialmente para sus esferas únicas de servicio. Las debilidades y pruebas internas de un hombre, lejos de descalificarlo para el oficio, “pueden”, de hecho, “haberle sido impuestas por la sabiduría divina como cualificaciones necesarias para su curso particular de servicio. Algunas plantas deben sus cualidades medicinales al pantano en el que crecen”. La peculiar utilidad y las cualidades espiritualmente sanadoras que un pastor posee podrían ser resultado de sus peculiares pruebas.
Spurgeon también elogió otras dos bendiciones del sufrimiento: la protección del carácter de un pastor y la compasión hacia su pueblo. El sufrimiento es necesario para mantener el carácter y la utilidad de un pastor, como Spurgeon encontró en su propia experiencia: “Lamento decir que estoy hecho de tan mal material, que mi Señor tiene que disciplinarme a menudo y severamente. Soy como una pluma que no escribirá a menos que sea frecuentemente afilada”. Sin embargo, no lamentaba sus penas y cruces, siempre que el Señor “escribiera conmigo en los corazones de los hombres”. Luego, continuó diciendo que “esa es la causa de muchas de las aflicciones de los ministros: son necesarias para nuestro trabajo”. Aparte de la aflicción, muchos pastores carecerían relativamente de gracia y del carácter necesario para dar fruto en el ministerio.
La gracia particular de la humildad fluye de la aflicción. Con una interpretación distintiva de 2 Corintios 12:7, Spurgeon postuló que la “espina en la carne” de Pablo era una molestia irritante más que una gran aflicción, para que Pablo fuera humillado por el hecho de que tal molestia pudiera probarlo. Los pastores igualmente tienen pruebas irritantes, debilidades constantes “tan pequeñas que uno se desprecia a sí mismo por notarlas y, sin embargo, corroen el alma”. Estas pruebas distintivas dan a los pastores la bendición necesaria de la humildad y, debido a la tentación mortal del orgullo, el Señor concede estas pruebas con frecuencia:
Si no mantenemos cuidadosamente nuestro lugar correcto, nuestro Maestro no dejará de reprendernos y de rebajar nuestro orgullo. ¡Cuántas de nuestras aflicciones, fracasos y depresiones, surgen de habernos elevado indebidamente! Estoy seguro de que ningún hombre que es honrado por Dios en público es un completo extraño a esa disciplina detrás de la puerta, que impide que la carne orgullosa se exalte indebidamente.

Spurgeon notó que pocos podían manejar el reconocimiento y el éxito en el ministerio público sin ser “indebidamente elevados”, es decir, volverse orgullosos y atribuirse la gloria por el éxito ministerial. Este orgullo surgía naturalmente en los pastores exitosos; por tanto, aquellos que son “honrados por Dios en público” deben experimentar “esa disciplina detrás de la puerta” (pruebas y aflicciones) para evitar que continúen en ese orgullo mortal.
En cuanto a la depresión espiritual, Spurgeon argumentó que el momento más probable en que un ministro experimentaría esta aflicción particular sería en tiempos de gran éxito. Citando el ejemplo de Elías, quien después de una gran victoria huyó por su vida lleno de temor, Spurgeon observó que “el Señor rara vez expone a sus guerreros a los peligros de la exaltación tras la victoria”, sabiendo que pocos podrían soportar tal prueba. Por lo tanto, para que los ministros no sean arrastrados por su éxito, “la disciplina bondadosa de la misericordia rompe los barcos de nuestra vanagloria... y nos lanza naufragados, desnudos y desamparados, sobre la Roca de los Siglos”. El Señor concede aflicción a un pastor en tiempos de éxito para mantenerlo humilde y librarlo del orgullo; al someterse a esta aflicción, se ve obligado a arrojarse sobre Cristo y a experimentar de nuevo las promesas del Evangelio.
El sufrimiento y el éxito eran cíclicos en la visión de Spurgeon sobre el ministerio: los padecimientos conducían al tipo de gracia que concedía victorias espirituales en el ministerio. Estas victorias tentaban a un ministro al orgullo, por lo que el Señor concedía más aflicción para humillarlo. Estas aflicciones llevaban a una nueva experiencia del Evangelio y, así, a más fruto espiritual. Esta relación de ida y vuelta entre sufrimiento y fruto espiritual en el ministerio es la razón por la cual Spurgeon podía decir a sus compañeros ministros: “El cielo será aún más lleno de dicha porque aquí abajo hemos sido llenados de angustia, y la tierra será mejor labrada debido a nuestro entrenamiento en la escuela de la adversidad”.

Otro beneficio del sufrimiento para los ministros es que les da compasión por su pueblo: “A los buenos hombres se les promete tribulación en este mundo, y los ministros pueden esperar una porción mayor que otros”, para que “puedan aprender compasión con el pueblo sufriente del Señor, y así puedan ser pastores apropiados de un rebaño enfermo”. Los ángeles podrían predicar el mismo mensaje que predican los pastores, pero es el sufrimiento del ministro y su humanidad débil lo que lo califica de manera única para el oficio, porque este oficio está dirigido hacia el bien de otros humanos débiles y sufrientes.
Esta necesidad de compasión se extiende incluso a la tentación: “necesitamos ser tentados en todos los puntos, para que podamos ser capaces de consolar a otros”. La idea de la necesidad del sufrimiento para que los ministros puedan ejercer una compasión eficaz se hace más clara en los comentarios de Spurgeon sobre la predicación. Mientras describía la horribilidad de un corazón desesperado, él afirmaba: “pero si nunca has tenido tal experiencia, mi querido hermano, no valdrás ni un alfiler como predicador. No puedes ayudar a otros que están deprimidos a menos que tú mismo hayas descendido a las profundidades”.
Los objetivos de la predicación incluyen ayudar a los deprimidos, levantar a los abatidos y consolar a los desesperados. Para beneficiar a otros, un predicador debe haber sido él mismo ayudado, levantado y consolado en todas las diversas angustias del alma que las personas puedan experimentar. Los sufrimientos de un predicador, a menudo misteriosos, se explican por las necesidades de otros.
Spurgeon insistía en que los pastores pasaran por las pruebas espirituales que su pueblo sufre para poder ministrarles en esas pruebas. En una de sus disertaciones en la conferencia anual de pastores, Spurgeon argumentó que quienes lideran una congregación a menudo pasan por el valle de sombra de muerte “por causa de otros”. Luego, relató una historia donde estuvo en profunda desesperación espiritual durante toda la semana, y predicó sobre el texto “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” desde su propia experiencia de oscuridad espiritual. Después del sermón, un hombre suicida se le acercó y le dijo que había predicado como si conociera su propia alma. Pudo salvarlo del suicidio y guiarlo a Cristo. Sobre esta experiencia, comentó: “Sé que no podría haberlo hecho si no hubiera estado yo mismo confinado en el calabozo en el que él yacía”.

Aplicando esta historia a las vidas de su audiencia de pastores, Spurgeon argumentó: “tú y yo tenemos que sufrir mucho por causa del pueblo a nuestro cargo. Las ovejas de Dios vagan lejos, y tenemos que ir tras ellas; y a veces los pastores van a lugares donde ellos mismos nunca vagarían si no fuera en busca de ovejas perdidas”. El lenguaje aquí indica que el sufrimiento no solo era beneficioso para la compasión, sino realmente necesario para la efectividad pastoral.
Además, usando una metáfora de pastoreo, Spurgeon señaló que “las ovejas de Dios vagan lejos”, tienen una variedad de experiencias espirituales y de extravíos. Por tanto, los pastores deben ir, en su experiencia espiritual, donde nunca irían de otro modo para perseguir a estas ovejas. Así que, mientras un pastor podría preguntarse por qué está en “una oscuridad egipcia” o por qué “tal horror enfría su médula”, en realidad está justo en el camino de su llamado, persiguiendo a uno de los hijos de Dios (incluso sin saberlo) que estaba teniendo una experiencia similar.
Spurgeon relacionó esta visión a una audiencia más amplia, escribiendo en su revista The Sword and the Trowel: “¿No puede recaer sobre algunos una severa disciplina que les capacite para su oficio de subpastores?”. Afirmó que los pastores deben ser capaces de compadecerse y, por tanto, deben sufrir como su pueblo: “la vida completa del pastor será un compendio de la vida de su pueblo (…) sus necesidades serán la causa de sus dolores. Como en el caso del mismo Señor, la preparación perfecta para su obra solo vino a través del sufrimiento, y así debe ser para aquellos que son llamados a seguirle”.
Los pastores deben sufrir de una manera paralela a Cristo para ministrar eficazmente a su pueblo: el sufrimiento es su “preparación perfecta” para el trabajo del ministerio. Como Cristo, algunos de sus sufrimientos solo pueden ser entendidos de manera vicaria: ellos sufren penas peculiares debido a las necesidades espirituales de su pueblo. Esta concepción apunta de nuevo a la idea de encarnación central en la visión de Spurgeon sobre el pastor. Puesto que los pastores están en lugar de Cristo y son canales de Su gracia, deben asemejarse a él, incluso al asumir sufrimientos en nombre de otros —de nuevo, de una manera distinta a los sufrimientos únicos y definitivos de Cristo—.

Conclusión
Concluiré (1) haciendo una observación sobre lo que influyó en el pensamiento de Spurgeon acerca del esfuerzo en el ministerio, (2) sugiriendo cómo sus visiones del ministerio y el sufrimiento podrían reformar las comprensiones actuales de la vida de Spurgeon, y (3) aplicando su teología del sufrimiento ministerial a los pastores de hoy.
Por titánica que fuera la figura de Spurgeon, su visión del esfuerzo y el trabajo absorbente en el ministerio no surgió de un vacío. En una de sus características exhortaciones a otros ministros, insistiendo en el trabajo intenso en el ministerio, dijo: “Me gusta el precepto de Adam Clarke: ‘mátense trabajando y luego revívanse en oración’”. Clarke fue un prominente ministro metodista que vivió de 1762 a 1832; la referencia explícita de Spurgeon a su precepto es iluminadora por dos razones.
En primer lugar, Clarke era arminiano, así que la aprobación de Spurgeon de su precepto —tomada junto con su estricta oposición al arminianismo— indica una profunda apreciación por ese enfoque de “mátense trabajando” respecto al ministerio. En segundo lugar, la cita mencionada muestra que había otros ministros fuera del ministerio bautista calvinista que hacían observaciones agudas sobre la necesidad del trabajo intenso, celoso y sacrificial por parte de los pastores.

Las ideas de intensidad, dificultad y autosacrificio en el ministerio también fueron claramente expresadas en The Christian Ministry: With an Inquiry into Causes of Its Inefficiency (El ministerio cristiano: con una indagación sobre las causas de su ineficacia) de Charles Bridges, que, aunque dirigido a ministros de la Iglesia establecida, fue publicado y leído ampliamente en la época de Spurgeon. En otras palabras, la aceptación del esfuerzo y del sobretrabajo en el ministerio tuvo una amplia aprobación en el contexto del siglo XIX, en diversas corrientes teológicas.
Spurgeon también citaba a Juan Calvino y a Robert Hall como eminentes teólogos y algunos de los mejores predicadores de sus épocas, relacionando su efectividad al hecho de que fueron “sufridores pacientes”. Curiosamente, tanto Calvino como Hall padecieron problemas significativos que probablemente estuvieron relacionados con el sobretrabajo y el agotamiento. Al elogiar sus vidas, Spurgeon pudo haberse visto a sí mismo en la corriente histórica de pastores que fueron hechos eficaces para otros por medio de sus labores sufrientes. Dicho todo esto, aunque Spurgeon fue uno de los proponentes más articulados e influyentes del “ministerio total”, sus ideas sobre el sobretrabajo en el ministerio no fueron las únicas.

En este contexto, la contribución distintiva de Spurgeon fue su interpretación de los sufrimientos ministeriales, particularmente su presentación de los pastores como canales de la gracia de Dios y la noción de que ellos deben sufrir las cosas que su comunidad sufriría. Lo que unía estas dos ideas era la noción de que los pastores están en una relación peculiar con Cristo, no en un sentido sacramental sino como sus mensajeros y ministros especiales, cuyas vidas deben encarnar e incorporar el mensaje del Evangelio que predican. Para Spurgeon, los sufrimientos de Cristo no solo eran la base del Evangelio, también debían ser encarnados y vividos por cada ministro, especialmente en medio de sus éxitos.
Este entendimiento proporciona una nueva lente para comprender los enormes trabajos de Spurgeon y su teología del sufrimiento. Mientras muchos comentan sobre sus grandes esfuerzos y los sufrimientos que los acompañaban, no conectan estas características de su vida con su teología del ministerio. Spurgeon trabajaba incansablemente porque sostenía convicciones particulares sobre el ministerio pastoral. Creía que el esfuerzo derivado de sus responsabilidades ministeriales abrumadoras no solo era necesario para un ministro fiel, sino que obraría positivamente para su bien y lo haría más eficaz.
Estas convicciones ayudan a explicar lo que, de otro modo, podría considerarse un desprecio imprudente por el descanso o una visión sobrehumana de lo que Dios exige a los pastores. De manera más práctica, la visión de Spurgeon sobre el pastorado ayuda a explicar (más que simplemente dejarse admirar por ello) algunos de los aspectos más famosos de su ministerio, como el hecho de haber predicado más de 10.000 veces en su vida y haber realizado 40 entrevistas de membresía en un solo día.

Una última sugerencia histórica: la teología del ministerio de Spurgeon debería ser la lente principal a través de la cual veamos sus sufrimientos, en lugar de que estos sean vistos como un factor decisivo en la formación de su ministerio. En otras palabras, en vez de ver el sufrimiento como algo que “se cernía” sobre el ministerio del príncipe de los predicadores, deberíamos ver la teología de su ministerio como lo que se cernía sobre todos sus sufrimientos. Fue su visión del ministerio lo que le condujo a sus sufrimientos, lo que lo motivó a continuar a pesar de ellos, y fue la lente constante por la que interpretó los diversos sufrimientos que soportó pacientemente. Ver su teología del ministerio, en lugar de su experiencia de sufrimiento, como el factor decisivo en la formación de Spurgeon hace más justicia a sus propias palabras, al contexto en el cual ministró y a su visión del Maestro a quien sirvió tan diligentemente, quien sufrió y se consumió por el bien de Su pueblo.
¿Cómo podrían recuperar los pastores de hoy el “ministerio total” de Spurgeon? Aunque este no es el pastor con el que deberías modelar tu semana laboral, sí es un recurso increíble para interpretar las pruebas del ministerio. ¿Qué hace un ministro con sus aparentemente aleatorias aflicciones físicas, mentales y emocionales? ¿Cómo debe responder un pastor a lo que parece ser una tentación repentina y perturbadora? ¿Significa un grupo intransigente en tu iglesia que está pidiendo tu renuncia que es hora de buscar otro lugar?
Spurgeon dirige sabiamente estas pruebas desconcertantes hacia verdades inmensamente alentadoras sobre la identidad del pastor: el sufrimiento del pastor está cumpliendo su semejanza con Cristo, produciendo su humildad, ayudándole a experimentar lo que predica y dándole simpatía por su pueblo tentado y probado. El ejemplo de Spurgeon muestra que interpretar las dificultades ministeriales dentro de una visión teológica de la identidad pastoral motiva a la perseverancia en el ministerio. En una época en que los pastores parecen estar extremadamente desanimados y poco propensos a completar una carrera en el ministerio a tiempo completo, parece haber una gran necesidad de este tipo de ayuda.
Aquellos responsables de formar a los futuros ministros también deberían procurar aprender de Spurgeon —y de la tradición de teología pastoral que él representa— que el ministerio fiel comienza y es posible gracias a la reflexión fiel sobre el llamado de los pastores a ser representantes del Salvador sufriente.
Este artículo fue traducido y ajustado por Maria Paula Hernández. El original fue publicado por Leland Brown en The Gospel Coalition. Allí se encuentran las demás notas del autor.
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