Pocas compañías han marcado tanto la niñez y adolescencia de generaciones como Disney. Sus películas clásicas han dejado enseñanzas sobre el valor del sacrificio, la amistad, el amor, la esperanza y el triunfo del bien sobre el mal. Pero, en los últimos años, este gigante del entretenimiento ha entrado en una etapa de tensión: sus agendas ideológicas, específicamente por su respaldo a la agenda LGTBIQ+, han generado rechazo en parte de su público. Sus fracasos de taquilla han encendido alarmas entre los inversionistas y, aunque hoy sus cifras financieras muestran signos de recuperación, la compañía sigue atravesando una crisis de identidad.
Ahora, hablar de una “crisis” parece exagerado; después de todo, sus parques siguen llenos y sus plataformas de streaming registran ganancias. Sin embargo, lo que está en juego no es solo el valor de las acciones. Lo que ocurre con Disney no se queda en los balances financieros, sino que incide en la formación cultural de millones de personas en todo el mundo. La pregunta es inevitable: ¿qué significa para nosotros como cristianos que una de las marcas más influyentes del mundo esté redefiniendo la forma en que cuenta sus historias? ¿Seguiremos viendo Disney en los años que vienen?

De la “diversidad” al declive
La decadencia de Disney, que ha puesto en alarma tanto a accionistas como a padres cristianos, empezó hace años. En el 2016, parecía que había aparecido una pareja de lesbianas en el trailer de Buscando a Dory, aunque no era tan claro. Sin embargo, al año siguiente, en el live action de La Bella y la Bestia, vimos a LeFou bailando con otro hombre durante unos segundos. En 2019, en el cameo de Joe Ruso en Avengers: Endgame, observamos a un personaje masculino lamentando la pérdida de su pareja del mismo sexo después del chasquido de Thanos. También vimos besándose a dos mujeres que luchaban por la rebelión en Star Wars: The Rise of Skywalker, en una escena de movimiento rápido.
Quizás podríamos nombrar algunos otros momentos “disimulados”, pero esta agenda LGBTIQ+ de Disney se ha hecho más explícita en los últimos años. En el 2022, tuvimos a Hawthorne de Lightyear, una mujer significativa en la trama de la película, no solo besándose sino teniendo una relación sentimental de décadas con otra mujer. En 2023, presentaron a Ethan, el primer personaje abiertamente gay en Strange World, y a Lake Ripple, el primer personaje no binario en Elemental.

Es absolutamente imposible esconder la agenda LGBTIQ+, y todavía más cuando la productora ejecutiva de Disney, Latoya Raveneau, aceptó en 2022 ante los medios su intención de introducir un poco de ‘queerness’ en las animaciones para niños. En un video obtenido por el periodista Christopher Rufo, ella habló sobre cómo el tratamiento de sus ideas progresistas por parte del estudio desafiaba sus expectativas negativas sobre la compañía. En lugar de vetar sus propuestas de guiños amigables con la comunidad LGBTIQ+, afirmó que Disney las aceptó con gusto y las incluyó en el contenido.
Es entendible que los padres cristianos estén preocupados por la educación de sus hijos y por aquello a lo que están expuestos en las pantallas. Ahora, hay que decirlo, esto no solo les duele a quienes tienen niños pequeños, sino también a nosotros, los adultos que disfrutamos de las grandes cintas de Disney, Pixar, Lucasfilm, Warner Bros., y otras cuantas productoras que hoy le pertenecen a Disney y que en su momento nos aportaron tantas enseñanzas sobre las virtudes humanas.

En 2024 y 2025, tras los fracasos previos en taquilla de Lightyear y Strange World, Disney comenzó a suavizar ciertos contenidos y a recalibrar sus programas de diversidad e inclusión. Uno de los ejemplos más claros fue la desaparición de referencias públicas a su iniciativa interna llamada Reimagine Tomorrow, un programa corporativo lanzado en 2020 que fijaba metas explícitas de diversidad en sus contenidos y contrataciones, pero que en los informes recientes de la compañía ya no aparece mencionado con ese nombre. Asimismo, en el terreno creativo, moderó escenas en proyectos como la serie animada Win or Lose, donde se redujeron las referencias a la identidad de género de un personaje transgénero. Estos ajustes muestran que la compañía no abandonó del todo su agenda, pero sí la moduló frente a la presión del público y los inversionistas.

Para tener una expectativa clara sobre el futuro, necesitamos entender un poco de la crisis económica y política que Disney tuvo en diciembre de 2023 y cómo ésta desembocó en un periodo de transición en el que la compañía busca recuperar rentabilidad en streaming y credibilidad de marca.
La crisis económica y política de Disney
Es totalmente entendible que, en 2023, los accionistas de Disney se enojaran con la compañía y quisieran cambios pronto. Cada año, las empresas que cotizan en bolsa están obligadas a presentar un informe financiero, llamado “10-K”, ante la Comisión de Bolsa y Valores de Estados Unidos (SEC por sus siglas en inglés). El propósito de esta agencia es proteger a los inversionistas y mantener la integridad de los mercados de valores. En dicho informe, las compañías proporcionan una visión de su desempeño financiero, sus operaciones comerciales y los factores de riesgo.
Las acciones de Disney sufrieron una fuerte caída en la bolsa a lo largo del 2022 y el 2023. Aunque en marzo de 2021 la compañía alcanzó un máximo histórico de alrededor de $200 por acción, para septiembre de 2023 tocó un fondo de $79. En el informe antes mencionado, Disney afirmó que sufrió esa caída por razones como la recesión, la desaceleración económica, la inflación, entre otras. Sin embargo, en su momento, Jerry Bowyer afirmó en su artículo para WORLD:
Esto no explica por qué Disney este año ha quedado rezagado con respecto a otras empresas que sirven como referencia, como Netflix, Warner Bros. y Comcast (…) Todas esas empresas operan en el mismo clima económico, por lo que la economía en general no es responsable del rendimiento deficiente de Disney en su clase.

Ahora, entre los factores de riesgo señalados por Disney, hay uno que llama bastante la atención: la “desalineación con los gustos y preferencias del público y los consumidores”. En otras palabras, Disney acepta en su informe que está desarrollando entretenimiento que no se alinea con lo que su audiencia quiere ver. La compañía afirma que esos gustos pueden “cambiar de manera impredecible”, pero, si eso fuera así, tendríamos que afirmar que los de las personas en todo el mundo se transformaron súbitamente durante el 2022 y el 2023, sin razón lógica. Entonces, ¿por qué los gustos de los consumidores están cada vez menos alineados con las producciones de Disney?
Ahora, según Bowyer, Disney “confesó” cuál es el verdadero problema. En el desarrollo del factor de riesgo mencionado anteriormente, la compañía afirmó que “La percepción de los consumidores sobre nuestra posición en asuntos de interés público, incluidos nuestros esfuerzos por alcanzar ciertos objetivos ambientales y sociales, a menudo difiere ampliamente y plantea riesgos para nuestra reputación y marcas”. Dicho de manera menos confusa, la gente no está de acuerdo con la ingeniería social de la productora, evidenciada en sus intentos por promover la diversidad de género. En los últimos años, estas políticas de inclusión han sido catalogadas por críticos y medios conservadores bajo el término “woke”, una palabra usada para señalar contenidos considerados excesivamente progresistas o ideologizados.

De hecho, una encuesta publicada en enero de 2025 por Rasmussen Reports reveló que el 47% de los adultos en Estados Unidos considera que el entretenimiento de Disney “ha empeorado”, frente a un 16% que opina que ha mejorado y un 29% que lo ve igual. Casi un cuarto de los encuestados afirmó haber evitado las películas de Disney en el último año debido a la orientación política de la compañía, que tuvo un 32% menos de audiencia potencial. Medios como That Park Place interpretaron que, extrapolado a la base de suscriptores de Disney en streaming, esto representaría más de 50 millones de personas evitando sus contenidos, y pérdidas estimadas en más de 500 millones de dólares anuales en taquilla.
Así, los datos confirman que la percepción de que la marca priorizó una agenda ideológica por encima del entretenimiento ha tenido repercusiones financieras y un daño real en la confianza de parte de su público.
La batalla accionarial y el replanteamiento de rumbo
Como era de esperarse, la crisis económica de Disney en 2023 llevó a sus accionistas a hacer esfuerzos para cambiar a la compañía. Nelson Peltz, el CEO de la multimillonaria firma de inversiones Trian, la cual poseía 3500 millones de dólares en acciones de Disney, lanzó el 14 de diciembre de ese año una propuesta para que su compañía ocupara dos puestos en la junta directiva de Disney. Esto con el objetivo de cambiar el desempeño que la empresa estaba teniendo por ese entonces y favorecer a los inversionistas.
Al respecto, Peltz afirmó lo siguiente en un comunicado: “Como el mayor accionista activo de Disney, ya no podemos quedarnos de brazos cruzados mientras los consejeros actuales y sus sustitutos elegidos a dedo se interponen en el camino del cambio necesario, y sus homólogos y competidores siguen obteniendo mejores resultados”.

Pero Disney no parecía estar muy abierta a este tipo de cambios en su dirección. Cuando Peltz anunció su propuesta, Disney inmediatamente cambió algunos de sus estatutos para la nominación de gerentes. Las modificaciones fueron principalmente técnicas: aumentaron la documentación que los candidatos tenían que presentar y alargaron los procesos para cumplir los requisitos, pero al mismo tiempo acortaron el tiempo para llevar a cabo todo el proceso. Aunque esos cambios no imposibilitaron la nominación de Peltz, sí hicieron que el camino para tener la candidatura fuera más difícil.
Finalmente, en abril de 2024, los accionistas respaldaron por un amplio margen a Bob Iger y al directorio de Disney, derrotando la propuesta de Peltz por una proporción de dos a uno. Poco después, Trian vendió todas sus acciones en Disney con una ganancia de aproximadamente 1000 millones de dólares. En su momento, estos hechos demostraron que la compañía estaba muy comprometida con su agenda social y que estaba dispuesta a librar las batallas políticas necesarias para mantener el rumbo que en ese entonces llevaba. Ni siquiera el dinero o los intereses de sus accionistas parecían ser razones suficientes para detenerse, analizar y replantear un nuevo rumbo.

Sin embargo, en una entrevista con CNBC, Iger afirmó que este enfrentamiento tuvo un resultado positivo, ya que permitió a la compañía acercarse más a sus inversionistas mediante un diálogo “honesto y franco”, en el que pudieron explicar sus prioridades y escuchar preocupaciones. Sostuvo que el ruido (las críticas) en torno al contenido woke se había calmado, y que Disney debía priorizar siempre el entretenimiento antes que los mensajes. Pero también dijo que el término “woke” se usa de forma tan liberal que muchos ni siquiera saben qué significa, y enfatizó que el objetivo de la compañía es contar historias que reflejen a un público diverso sin perder de vista que la meta principal es entretener. “¡No se puede complacer a todo el mundo todo el tiempo!”, dijo.
De esta manera, aunque Disney resistió el intento de toma de control, la presión accionarial y los fracasos recientes llevaron a la empresa a matizar su agenda cultural. Hoy, en 2025, la atención de los accionistas ya no está en Peltz ni en la junta directiva, sino en comprobar si este giro estratégico —centrado en un entretenimiento más amplio, rentable y culturalmente menos polarizante— logra restaurar la confianza del público y el valor de la marca.

Magia necesaria en un mundo pragmático
Ahora, en vista de la crisis de los últimos años, tenemos que preguntarnos: ¿debemos descartar a Disney? ¿Hay que evitar que nuestras generaciones más jóvenes tengan contacto con las películas y producciones de la infancia de muchos de nosotros? Dejando de lado por un momento la dirección progresista que ha tomado Disney en los últimos años, es importante notar que los evangélicos se han dividido en sus opiniones con respecto a este gigante del entretenimiento a lo largo del tiempo.
Por un lado, están quienes rechazaban las películas de Disney desde mucho antes de que su agenda de género se hiciera evidente. Estos cristianos argumentan que las películas de fantasía siempre animan a los niños a “seguir su corazón”, lo cual no siempre es bueno desde una perspectiva bíblica, y que muchos de los valores allí presentados son contrarios a las enseñanzas escriturales. Creo que la opinión de Trevin Wax al respecto resume muy bien esta postura:
No solo debemos buscar los aspectos evidentes de la ideología de género al ver las películas de Disney, sino también los matices de la filosofía individualista expresiva que sustenta la revolución sexual. Ahí es donde se libra la verdadera y más urgente batalla. La creencia de que la felicidad será tuya si solo miras profundamente en tu interior, sigues tu corazón, persigues tus sueños y te opones a cualquiera que intente sofocar tu ser más auténtico; esa es la narrativa predominante en la mayoría de las películas infantiles hoy en día.

Considero que esta postura es totalmente válida e importante. Wax tiene razón al decir que la Biblia llama al cristiano a encontrar significado en Cristo y no dentro de sí mismo, de acuerdo con sus pasiones o alguna otra medida subjetiva.
Sin embargo, también vale la pena tener en cuenta la postura contraria, que ve en las producciones de Disney valores cristianos que necesitan rescatarse en medio de la cultura materialista y pragmática actual. Por eso, en respuesta a la crítica de “seguir el corazón”, Louis Markos, profesor de la Universidad Cristiana de Houston, afirma que, si el significado de esa frase es simplemente seguir las emociones subjetivas, entonces definitivamente se trata de una sugerencia antibíblica. Pero él considera que “el corazón” es algo mucho más profundo:
Para Walt Disney mismo y para aquellas películas animadas que han permanecido más fieles a su visión y legado, el corazón con mayor frecuencia significa lo que significa en las Escrituras: el centro de nuestro ser, nuestra voluntad, esa parte de nosotros mismos en la cual los creyentes pueden aceptar a Cristo. Los protagonistas de las mejores películas de Disney fracasan cuando confían en sus emociones inmaduras e inestables, su codicia, envidia o terquedad. Solo cuando aprenden adecuadamente a seguir su corazón, no siendo fieles a sí mismos, sino siendo fieles a su verdadero yo, logran alcanzar sus sueños. Piensa en Aladdín, Simba y Hércules, o Ariel, Rapunzel y Anna: solo cuando toman las decisiones correctas, guiados por la virtud en lugar de los impulsos, crecen y se convierten en los verdaderos héroes o princesas que son en su interior.

Markos afirmó eso en un análisis que publicó recientemente acerca del libro Disney y la apologética: explorando el poder moral y el significado teológico de las historias de Disney [cuyo título original en inglés es Disney and Apologetics: Exploring the Moral Power and Theological Significance of Disney Stories]. El texto de Jeremy E. Scarbrough y Pat Sawyer es una defensa evangélica y conservadora de Disney.
Para los autores, las películas producidas por ese estudio presentaron, por lo menos hasta el 2021, una cosmovisión que se alinea con temas bíblicos fundamentales: “La gran meta-narrativa moral que recorre la mayoría de los clásicos animados de Disney desde 1937 hasta 2021 presenta un mundo posiblemente teísta: el bien triunfa sobre el mal; un amor sacrificial, similar al ágape, es la virtud más alta; y la fe y la esperanza en el reino por venir se insinúan y se construyen sobre los lazos de amor y comunidad”.

Además de ver virtudes bíblicas en las narrativas de Disney, los autores encuentran en el mundo de Disney una esperanza acerca del mundo por venir y las consecuencias de perseguir el bien o el mal:
[En las películas de Disney] nos encontramos con un mal innegable o una injusticia espantosa, y casi siempre nos encontramos con un optimismo innegable de que el Bien, un orden correcto o una relación apropiada, prevalecerá, que el individuo es significativo, que existe una felicidad eterna donde el sufrimiento y la injusticia son eclipsados por la luz del amor y la bondad, y una convicción creciente de que el alma hermosa y el carácter virtuoso están directamente conectados con el Reino (…) Tanto la historia judeocristiana de la realidad como la metanarrativa moral orientada al Reino de Disney enfatizan que el Reino es aquel en el cual se hace realidad la justicia, donde el bien triunfa sobre el mal. Sin embargo, también señalan que la injusticia y la depravación moral son en última instancia cuestiones de carácter, requiriendo una reorientación del corazón para aquellos que eligen buscar el Reino y vivir a la luz de la bondad esperada de aquellos que desean ser ciudadanos.
Así, vale la pena rescatar el esfuerzo de Disney por exaltar valiosas virtudes a través de un mundo mágico e imaginario, totalmente contrario al pragmatismo y al materialismo propios de nuestra cultura occidental. Como lo afirma Markos en su análisis, a pesar de que las películas de Disney hasta 2021 no ofrezcan una cosmovisión específicamente cristiana, fundamentada en la Biblia y el Evangelio de Cristo, sí invitan a su audiencia a encontrar el significado del individuo en lugares que trascienden la cosmovisión darwiniana y materialista de la supervivencia del más fuerte.

Un llamado al discernimiento
Sin importar cuál sea la postura de cada cristiano frente a las películas de Disney como un todo, hay dos verdades que son innegables: la primera es que la agenda política de diversidad de género de dicha productora es real y se ha manifestado con más fuerza en los últimos dos años; la segunda, hay virtudes en muchas de las películas de Disney y sería erróneo negarlas. Me llamó mucho la atención lo que Dustin Crowe dijo en 2021 acerca de la película Soul. A pesar de estar de acuerdo con Wax en su afirmación acerca del peligro del individualismo promovido por Disney, él vio en esa cinta una excepción a la regla:
Mientras que la mayoría de las películas recientes de Disney me dicen que encuentre mi propósito mirando hacia adentro (autodescubrimiento) y persiguiendo mi sueño a toda costa (autorrealización), Soul adopta un enfoque diferente. Una de las lecciones clave de Joe es que “una pasión no es un propósito”. Nuestros sueños y chispas de inspiración son importantes, pero no son la razón por la cual existimos.
Creo que de eso se trata: de reconocer las virtudes que hay en lo que no nos gusta y desenmascarar la corrupción que se esconde detrás de lo que nos gusta. El mandato de Pablo en 1 Tesalonicenses 5 va en ambos sentidos. Sin duda, hay que desechar lo malo, pero también hay que retener lo bueno. Así como es peligroso consumir las producciones de Disney sin criticar su contenido, también podemos cometer un error al satanizarlo todo, particularmente en nuestro mundo pragmático que carece de imaginación.
Finalmente, creo que los cristianos deben ser quienes lideren los esfuerzos de crear películas, literatura, música y diferentes tipos de arte, particularmente para niños. Si nosotros vemos la decadencia moral en las producciones de Disney, ¿nuestro actuar debería limitarse solo a la crítica? El producto de eso puede ser un mundo vacío de arte. Sí, creo que los cristianos deben liderar la creación de mundos llenos de virtud.
Referencias y bibliografía
Google Finance - The Walt Disney Company
Disney admits the truth | WORLD
Trian Nominations Two Candidates To The Walt Disney Company Board | Trian Partners
La batalla por el futuro de Disney acaba de tornarse seria | CNN
We Should Talk About Disney | The Gospel Coalition
A Conservative Evangelical Defense of Disney | Christianity Today
‘Soul’ Is the Anti-Disney Disney Movie | The Gospel Coalition
Nelson Peltz and the Mouse | Directors And Boards
47% Say Disney Has Gotten Worse | Rasmussen Reports
Disney's Brand Damage: New Survey Shows 47% Say Disney Movies Have Gotten Worse | YouTube
Referencias y bibliografía
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