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Cerca del año 1920, un grupo de investigadores descubrió en Egipto una interesante colección de documentos antiguos que fueron comprados a nombre de la Biblioteca inglesa John Rylands y llevados allí para ser añadidos a la colección de un archivo. Sin embargo, después de organizarlos y numerarlos, los dejaron guardados y casi pasaron al olvido durante los siguientes años.
Casi una década y media después, un experto en estudios clásicos llamado Colin H. Roberts desempolvó los papiros y empezó a dedicarles tiempo. Al que se le había asignado el número 52, le empezó a llamar la atención. Era muy pequeño: aproximadamente 57 cm2. Tenía escritos por ambas caras unos caracteres griegos bastante desgastados. Roberts los tradujo, analizó el estilo de escritura y se dio cuenta de que estaba ante un elemento maravilloso.
¿Qué tenía de especial ese pequeño papel antiguo?
El texto es un diminuto pedazo del Evangelio de Juan. El anverso contiene palabras del relato del juicio de Jesús ante Pilato, que se encuentra en Juan 18:31-33. En el reverso, se encuentra un fragmento de Juan 18:37-38. Las letras griegas en negrita son las que han sobrevivido y pueden leerse en el papiro.
Es importante mencionar el uso que se les daba a los textos bíblicos en los primeros dos siglos del cristianismo. Los manuscritos originales, hechos por los apóstoles o por sus discípulos, circulaban por las iglesias locales, pero la necesidad de que las congregaciones más lejanas tuvieran acceso a ellos llevó a la realización de copias manuales.
Con el tiempo, algunas comunidades cristianas y personas empezaron a coleccionar manuscritos como los evangelios, las cartas de Pablo, así como otros libros y cartas. Es posible que el Papiro 52 haya pertenecido a una de esas recopilaciones de los escritos que circulaban en el siglo II d.C.
Debido a que en aquel entonces no existía la imprenta, los textos debían copiarse a mano, lo cual podía generar diferencias entre las reproducciones y el original. Algunos cambios eran intencionales para hacer el texto más claro o para armonizar, mientras que otros eran errores accidentales, como la omisión de letras o palabras.
A medida que pasaba el tiempo, los manuscritos originales se perdieron y los que quedaron fueron copias de copias, muchas de las cuales no eran exactamente iguales entre sí. Esto plantea la pregunta de cómo podemos confiar en la precisión de la Biblia que tenemos hoy en día, si no se tienen los originales.
Aquí entra en juego la crítica textual, una disciplina académica en la que expertos y eruditos examinan y evalúan los manuscritos conservados para intentar reconstruir el texto original con precisión. Con eso en mente, podemos apreciar la importancia del diminuto fragmento del Papiro 52, pues evidencia la autenticidad de las traducciones que leemos a diario.
Con respecto a ese manuscrito, hay dos factores a destacar. El primero es la fecha en la que se cree que se escribió. Basándose en el estilo de la escritura utilizada, el propio Roberts lo ubicó hacia la primera mitad del siglo II. Aunque hubo mucho debate desde que hizo esa afirmación por primera vez, el consenso de los estudiosos es que Roberts estaba en lo cierto.
Para ser más precisos, hoy la mayoría de expertos afirman que el manuscrito data de entre los años 125 y 150 d.C. Esto lo convierte en una de las copias más antiguas, si no es la más antigua, que se conserva de cualquier parte del Nuevo Testamento. El segundo factor a destacar es el lugar en el que se encontró.
El reconocido erudito, traductor y crítico textual bíblico Bruce M. Metzger dijo sobre este documento:
Del mismo modo que Robinson Crusoe, al no ver más que una sola huella en la arena, llegó a la conclusión de que otro ser humano, con dos pies, estaba presente en la isla con él, el Papiro 52 prueba la existencia y el uso del Cuarto Evangelio durante la primera mitad del siglo II en una ciudad de provincias a orillas del Nilo, muy alejada de su lugar tradicional de composición, Éfeso, en Asia Menor.
Esto significa que para la mitad del siglo II, los cristianos egipcios que vivían en las riberas del Nilo leían las mismas palabras que Juan había escrito unas décadas antes, y que nosotros también leemos en la actualidad. Hoy, el Papiro 52 está exhibido en la Biblioteca John Rylands en Manchester, Inglaterra. Ha sido cuidadosamente guardado, lo protege una vitrina climatizada donde permanece expuesto casi de forma permanente.
Sobre el Papiro 52, el teólogo y pastor bautista reformado, Thim Challies, afirmó:
...es un vínculo importante con el pasado, con mi pasado y con el tuyo. Es un objeto que puedo mirar y escuchar, y aumentar mis convicciones sobre la providencia de Dios al preservar sus palabras.
Si la fe viene por el oír y el oír por la Palabra de Dios (Romanos 10:17), se nos recuerda que tú y yo somos cristianos hoy sólo porque Dios ha preservado su Palabra, la Biblia. Y ha conservado su Palabra a través de copia tras copia de los manuscritos originales, incluso a través de pequeños fragmentos de papiro como éste. Para ser un pequeño trozo de papiro desechado, tiene una historia asombrosa que contar.
Este pequeño trozo de papiro es nuestro vínculo histórico más antiguo con las Escrituras del Nuevo Testamento. Y, a su manera, representa los miles de manuscritos y fragmentos de manuscritos que dieron lugar a la Biblia que tenemos hoy.
En resumen, este importante manuscrito es valioso por su antigüedad, por su autenticidad ampliamente probada y por su contribución a la comprensión de la historia y transmisión del Nuevo Testamento. Es un recurso invaluable para los estudiosos y una ventana fascinante hacia los primeros siglos del cristianismo.
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