Los gritos llenan el lugar, el público corea frases desde las gradas, expresando sus expectativas y su sed de emociones. El estallido de sonidos se produce cuando los protagonistas de aquel espectáculo pisan el terreno, que fue previamente preparado para que tuvieran un buen desempeño. Empiezan las presentaciones protocolarias previas a la ‘batalla’ que librarán, pues no todos podrán llevarse la ‘gloria’ que allí va a disputarse. La escena evoca tiempos antiguos, como si de un espectáculo en un coliseo romano se tratara; como si los adversarios tuvieran que luchar por sus propias vidas y su honor, mientras responden a los deseos de la multitud que les aclama.
En realidad, se trata de un partido de la Copa Mundial de Fútbol que hoy se realiza en Catar, un país musulmán. Esta no será una lucha como las de los primeros siglos: sangrienta, con animales salvajes y armas; tampoco habrá gladiadores exitosos gracias a sus triunfos en batallas. Pero ambos eventos coinciden en que no solo un título estará en juego: ¿será esa la oportunidad para que los cristianos hagan una muestra pública de su fe? Como respuesta afirmativa, muchos creyentes de los primeros siglos fueron, para deleite de los romanos, martirizados de formas violentas por no negar su fe cristiana. Hoy, las imágenes de los futbolistas llegan a casi todos los rincones del mundo y está en sus manos el enviar un mensaje contundente, así que la pregunta para ellos queda suspendida en el aire.
Una selección decidió responder: “¡sí!”
Los portales de noticias de Occidente se encargaron de dar a conocer las reglas estrictas de Catar, cuya religión oficial es el islam. Allí no se permite el proselitismo ni el uso de símbolos propios de otras creencias. Sin embargo, en una de las fechas más significativas, como lo fue el partido inaugural de este certamen, la Selección de Ecuador hizo lo impensable: no solo marcó un hito histórico al derrotar, por primera vez en un mundial, al equipo anfitrión, sino que celebró su primera anotación con las rodillas en el suelo y las manos alzadas, como dando gloria a Dios.
Entonces, no sería un desacierto catalogar este encuentro de carácter internacional como ‘El mundial de la fe’, aquel en el que convergen diferentes creencias en un mismo punto geográfico y que se convierte en una oportunidad para que, en el mejor de los casos, el pueblo cristiano proclame el evangelio de Cristo o que exhiba su confianza en Él. Los grandes escenarios deportivos, con sus diseños modernos y cualidades arquitectónicas, pasan entonces a ser plazas públicas para proclamar la fe.
Otras respuestas afirmativas
Estos son algunos representantes de la fe cristiana que participaron en la actual edición de la Copa Mundial de Fútbol, la vigésimo primera de la historia:
- Moisés Caicedo y Carlos Gruezo: jugadores de la selección ecuatoriana que hicieron parte de la tan mencionada celebración.
- Alisson Becker, guardameta brasileño, conocido como cristiano evangélico asociado al pentecostalismo. Dos veces ganador del Guante de Oro de la Premier League.
- Bukayo Saka, centrocampista de la Selección de Inglaterra, a quien recientemente le preguntaron en una rueda de prensa sobre su hábito de leer la Biblia.
- Franco Armani, arquero argentino, quien empezó a congregarse en una iglesia cristiana cuando jugaba en Colombia.
- El costarricense Keylor Navas, de quien incluso se realizó un documental titulado ‘Hombre de fe’.
Cabe aclarar que la intención de este artículo no es calificar o emitir un juicio sobre la vida espiritual o el testimonio de estos futbolistas, sino mencionar que ellos han hecho alguna proclamación pública de su fe en Dios. Con respecto a ese tema, recomendamos este artículo sobre la compleja relación de las celebridades cristianas con su profesión.
Un “sí” histórico
La exhibición pública de la fe en Jesús no era común en el fútbol y fue precisamente un ecuatoriano quien la inició. Se trata de Alberto Montaño quien a sus 25 ganó un título con el Barcelona Sporting Club, pero no encontró satisfacción en ello, más bien sintió un enorme vacío en su interior que solo Dios pudo llenar. Al año siguiente, el 2 de junio de 1996, llegó a un partido de eliminatoria para la Copa del Mundo de Francia (1998) ante Argentina. Había soñado que anotaría un tanto y, aunque veía difícil que se diera por su posición como defensa, mandó a hacer una camiseta especial para celebrar el gol.
En el minuto 51 anotó. Fue un gol de cabeza y su celebración lo llevó a convertirse en el primer jugador en mostrar un mensaje cristiano en su camisa, que decía: Atletas de Cristo. Ese es el nombre del ministerio que inició desde entonces para brindar apoyo a otros deportistas en su caminar cristiano, y que hoy está presente en Ecuador, Colombia, Argentina y Brasil. También empezó a hacer reuniones con otros futbolistas, a compartir el mensaje de Dios en la selección, aunque eso no les agradaba a los dirigentes. “Me siento contento por ser el pionero en haber inculcado la oración antes de jugar un partido”, dijo al portal de noticias El Universo.
En 1995, Montaño también inauguró la costumbre de distribuir biblias en las canchas ecuatorianas a sus colegas, a los árbitros y aficionados. Lo hizo en el Clásico del Astillero, el partido entre los dos equipos más populares de Guayaquil e intercambió la suya con Wilson Carabalí, del Emelec, su oponente en la cancha, pero hermano en la fe y miembro de los Atletas de Cristo. En la actualidad, Alberto es pastor de la Misión Cristiana Nuevo Pacto.
La necesidad de apoyo pastoral a los deportistas no se limita solo a Latinoamérica. Por eso en Inglaterra existe Sports Chaplaincy UK, que traducido al español es ‘Capellanía Deportiva del Reino Unido’. Su director nacional, Matt Baker, aseguró al diario The Guardian que en los últimos 20 años ha sido testigo de la llegada de varios jugadores al cristianismo. “Nos dicen que en la sociedad la gente está menos interesada en los asuntos espirituales y que no mucha gente va a la iglesia, pero encuentro lo contrario en el fútbol”, afirmó. La organización también sirve a jugadores de rugby, golf y más.
Fútbol y fe: beneficio para la comunidad
Ciertas reglas han complicado un poco más las muestras de convicciones religiosas; hoy ya no se pueden lucir mensajes en camisetas al celebrar anotaciones, por ejemplo. Incluso, es probable que algunos directivos sigan siendo apáticos a este tema, aunque otros tienen claro que la espiritualidad es beneficiosa para el deporte. En el artículo ‘Historia y religiosidad en el fútbol. Un análisis psicosocial y cultural’, los expertos José Guillermo Montero y Osvaldo Javier Martín, concluyen que la fe representa una parte del sentido de las vidas de los jugadores “y de la conciencia social e identidad deportiva de los grupos donde comparten experiencias”.
Montero es Licenciado en Historia y Estudios Socioculturales, Martín es Doctor en Ciencias de la Cultura Física, ambos coinciden en que las creencias religiosas pueden brindar cohesión a los equipos, así como favorecer ajustes de los comportamientos de los futbolistas en materia individual, institucional y comunitaria. Como prueba de estas afirmaciones podríamos mencionar muchos ejemplos, pero llama la atención el caso de una familia argentina que hace 20 años empezó desde cero un equipo en la ciudad de Yokohama y hoy juega en la quinta división del balompié japonés. Se trata del Club Deportivo Esperanza SC, dirigido por el exjugador de la selección albiceleste Jorge Alberto Ortega, un cristiano devoto que se fue al país oriental para ayudar a disminuir, a través del deporte, el alto índice de suicidios en jóvenes de entre 12 y 15 años.
Empezaron como escuela, fueron armando un equipo para ingresar a las categorías inferiores y al día de hoy han enviado jugadores a tercera y segunda división. Ortega reconoció en una entrevista para SportsCenter que Dios fue quien le proveyó económicamente para adquirir el terreno en el que los chicos entrenan y adecuarlo según las necesidades del plantel. Además, contó que supo del proyecto a través de Atletas de Cristo y, aunque el plan inicial era quedarse solo una semana, hoy, tras dos décadas de trabajo, él y su familia tienen la satisfacción de haber contribuido a que las cifras de suicidio disminuyeran.
¿Son suficientes las muestras públicas de fe?
Este Mundial de fútbol abrió una gran posibilidad para que la comunidad cristiana se acercara a la musulmana. Los campos de juego se han prestado como una plataforma para que los creyentes de Dios Padre, Jesucristo y el Espíritu Santo le adoren sin reservas. Pero, ¿será esto suficiente? ¿Impactará alguna de esas vidas? ¿Es necesario compartir el evangelio de forma más intencional?
Los seguidores del islam, como todos los seres humanos, tienen una gran necesidad: Cristo. Nabeel Asif Qureshi (1983-2017) fue un musulmán devoto que terminó conociéndolo y convirtiéndose en pastor evangélico. Sin embargo, en el documental American Gospel: Christ Alone dijo una frase que debería retumbar en la mente de cada creyente: “cada vez que conocía cristianos, me daba cuenta de que ellos no sabían por qué creían en lo que creían. Los cristianos que estaban a mi alrededor no compartían el evangelio conmigo y nunca comprendí por qué. Concluí que o ellos tampoco creían que el evangelio era verdad o, si lo creían, no les importaba que yo me fuera al infierno”.
Es claro que Cristo usa infinidad de medios para darse a conocer a los no creyentes y, si así lo desea, puede emplear un simple gesto de adoración de los futbolistas o de nosotros hacia Él para revelarse. Pero una afirmación como la de Nabeel Qureshi debería despertarnos y recordarnos la importancia de estar listos para dar razón de nuestra esperanza (1 Pedro 3:15), de predicar el evangelio para que otros oigan, crean e invoquen el nombre del Señor (Romanos 10:14).
Los cristianos de los primeros siglos dejaron como enseñanza que la comodidad a la hora de compartir la fe no es necesariamente una aliada. Historias como la de Perpetua, una noble de Cartago que prefirió morir junto a su esclava Felicidad antes que negar su fe; o la de Policarpo de Esmirna, quien bendijo y glorificó a Dios antes de su muerte, podrían llevarnos a ser más intencionales en el cumplimiento de la Gran Comisión.
¿Cuál sería la arena pública o el escenario en el que podrías proclamar tu fe? ¿Cómo crees que podrías hacerlo? ¿Qué persona cercana a ti necesita escuchar el evangelio hoy?
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