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El Evangelio de Mateo en el capítulo 10 nos relata la historia de cómo Jesús envió a los doce discípulos a hacer misiones en medio del pueblo de Israel. El Evangelio de Lucas en el capítulo 10 nos relata la historia de la misión de los 70, que podría corresponder a un pasaje paralelo de Mateo 10. Lo que tienen en común estos dos pasajes es una probable misión a corto plazo que Jesús encomendó a sus discípulos. No se trataba de un ministerio a largo plazo, sino de una tarea que implicaría poco tiempo e instrucciones muy puntuales.
La pregunta es: ¿la misión a corto plazo que Jesús encomendó a sus discípulos en estos dos pasajes implica un modelo de lo que deberían ser las misiones en la iglesia de hoy?
¿Qué son las misiones a corto plazo?
Las misiones a corto plazo constituyen un importante porcentaje de todas las misiones que realiza la iglesia en la actualidad. Solo en los Estados Unidos, se estima que más de dos millones de cristianos participan de ellas cada año. Pero, ¿qué son las misiones a corto plazo? La definición simple sería: la movilización de un cristiano por un corto período de tiempo con el objetivo de extender el Reino de Dios.
Este tipo de viajes han sido alabados por involucrar a muchos en las misiones, pero también criticados por sus grandes limitaciones. Sin embargo, este modelo de misión no es algo muy antiguo dentro de la historia de la iglesia; corresponde más bien a una tendencia moderna que ha surgido en la iglesia en los últimos 50 años, que se está haciendo cada vez más popular, que ha generado mucha controversia y que despierta muchas inquietudes.
Por ejemplo, ¿deberíamos llamarle misionero a una persona que hace misiones por unos cuantos meses o semanas? ¿Deberíamos llamar a estos programas “misiones” o simplemente señalarlos como turismo cristiano? ¿Qué tanto impacto tienen estos programas en las comunidades? ¿Están más centrados en la experiencia del misionero que en el evangelismo?
Trataremos de profundizar en estas inquietudes.
¿Para qué se utilizan este tipo de misiones?
Lo que nadie puede negar sobre esta tendencia en las misiones es su gran éxito. Cada vez más creyentes están dispuestos a utilizar sus tiempos de vacaciones, no para ir a un destino popular, sino para sumergirse en las necesidades físicas y espirituales de alguna comunidad más allá de las fronteras. Muchos jóvenes cristianos están usando su tiempo, generalmente antes de ir a la universidad, para asistir a un programa misionero. Otros, en medio de la jubilación, buscan espacios misioneros para servir a corto plazo. Estos son solo algunos ejemplos de muchos cristianos que usan periodos importantes de su vida para que su tiempo libre tenga sentido y puedan redefinir el propósito de sus vidas.
Una encuesta realizada en los Estados Unidos en 2006 determinó que el 2,1% de los miembros de las iglesias, es decir 1,6 millones de personas, habían estado en un viaje misionero a corto plazo en el último año, y el 3,6% afirmó haber participado en uno de estos programas en su juventud.
Turismo misionero
Existen muchas organizaciones de misiones a corto plazo, así como denominaciones e iglesias individuales que facilitan estos viajes. Pero, veamos un ejemplo puntual que puede resultar interesante:
Como muchas organizaciones, Hands and Feet Project empezó a llevar voluntarios a corto plazo a Haití. Los visitantes se empezaron a quedar en la misma propiedad donde vivían los niños sin hogar a los cuales asistía la organización. Después del terremoto que arrasó gran parte del país en 2010, el ministerio comenzó a reevaluar su enfoque para ayudar a los niños.
Finalmente, el ministerio lanzó un ambicioso plan para reelaborar su programa de misiones a corto plazo en uno que apoyara más la economía local y que enfatizara en la experiencia y el aprendizaje. Construyó una "aldea de invitados" con un ambiente de hotel boutique, con vistas al océano, balcones y césped bien cuidado. Reestructuró los itinerarios de su equipo para minimizar los proyectos de servicio y otorgar el mismo peso para descansar y explorar la cultura y la belleza natural de Haití. Se aseguró de que los equipos visitantes comieran bien y estuvieran cómodos, empleando guías turísticos locales para escalar las montañas y para bucear en las playas de Haití.
IKONDO, nombre de la casa de huéspedes, abrió sus puertas en 2017 y planteó un nuevo paradigma en la forma en la que se aborda la misión a corto plazo. El objetivo de esta iniciativa fue la creación de empleos a través de lo que ellos llaman “turismo misionero”. IKONDO busca cambiar la forma en que la Iglesia aborda las misiones en Haití, al ofrecer experiencias misioneras tradicionales al tiempo que brinda hospedaje y excursiones turísticas. Además de crear empleos a través del turismo misionero, el proyecto busca ofrecer un intercambio más digno y equitativo entre los huéspedes y los anfitriones haitianos. El objetivo manifiesto del proyecto es que la iglesia sea parte de la recuperación económica de Haití.
IKONDO podría ser un gran salto hacía una inmersión mucho más profunda de ayuda a las comunidades, no solo mostrándoles el evangelio, sino promoviendo el destino y generando empleo.
Misiones a corto y a largo plazo
Durante su auge en los años ochenta y noventa, muchos en la comunidad misionera vieron inicialmente este tipo de viajes como poco más que una herramienta de reclutamiento para el servicio misionero de tiempo completo. Pero en su rápido crecimiento, este estilo misionero repentinamente parecía una amenaza para el trabajo a largo plazo. Sin embargo, finalmente se adaptó para convertirse en una estrategia de misiones completamente alternativa.
Pero las críticas a este tipo de viajes misioneros fueron aumentando con el tiempo. Muchos los empezaron a culpar de dañar a las comunidades materialmente pobres, ya que, según los críticos, no brindaba ayuda sólida y estable.
Y la controversia se sigue manteniendo. Para muchos, estos viajes solo impactan a la persona que acude, ya que le permite al visitante, o misionero, convencerse de la necesidad de una relación más profunda con el Señor, conectarse con la realidad de otros con necesidades, interactuar con otros misioneros en busca de propósito, generosidad y entrega a la misión.
Pero, por otro lado, las misiones de corto plazo también son, y hay que reconocerlo, una gran oportunidad para que algunos que tienen inquietudes misioneras puedan probar por un corto tiempo y confirmar si es que el Señor los ha llamado a servir en las misiones. Muchos misioneros de largo plazo empezaron por asistir a un programa corto de misiones.
Los defensores y líderes de este tipo de experiencias también enfatizan en diversos grados el valor de los viajes para generar pasión por el evangelismo y las misiones, o para fortalecer las disciplinas espirituales. Pero ¿cuál es el cambio deseado? Si un viaje incluye muy poco servicio o existen barreras lingüísticas y culturales, ¿eso no impide cualquier posibilidad seria de evangelismo? Y ¿este tipo de experiencias realmente hace que los participantes sigan evangelizando y sirviendo con más pasión a otros luego de retornar a sus iglesias locales?
Hasta que estas y otras preguntas no sean resueltas con claridad, para muchos este tipo de experiencias misioneras parecen estar motivadas principalmente por el descanso, el entretenimiento y la autocomplacencia.
Lejos de estos programas están los ejemplos de grandes misioneros como William Carey (1761-1834), Adoniram Judson (1788-1850), Hudson Taylor (1832-1905), John Paton (1834-1907) o Gladys Aylward (1902-1970). Para estos misioneros, la misión era un estilo de vida que implicaba dedicar el resto de sus vidas a cumplir la misión en el país al que el Señor los había enviado, lejos de la comodidad.
Pero también están lejos de los miles de misioneros que en la actualidad sirven en cientos de países con un compromiso de largo plazo que implica echar raíces en el país al que el Señor los ha enviado.
Más misioneros vitalicios
La reflexión simple es que la iglesia necesita misioneros de largo plazo, vitalicios, que cumplan la misión por el resto de sus vidas y que incluso puedan formar a sus propios hijos para que continúen la misión. Es muy poco lo que un creyente puede hacer por la extensión del evangelio en un terreno misionero si solo cuenta con algunos meses, semanas e incluso días; las misiones necesitan un compromiso de tiempo mucho, mucho más grande.
Pero lo más probable es que estos programas sigan creciendo para ofrecer experiencias, transformar la perspectiva de los viajes y formar a los creyentes, especialmente en medio de una cultura que busca desesperadamente nuevas experiencias mientras descubre el mundo.
En una era de interconexión global, los cristianos están explorando cada vez más lo que significa participar en la extensión de la iglesia en esferas de viajes que van más allá de los límites definidos como "misiones". ¿Esto está mal? No lo sabemos con claridad. Dios obra aún en nuestras imperfecciones.
Pero lo que sí está claro es que defender una ética cristiana del turismo es una cosa, y argumentar que el turismo cristiano podría ser similar a las misiones históricas es otra.
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