Los menonitas ya no viven solo en Países Bajos.
En el último siglo, estos cristianos han traído su pacifismo, su estilo de vida simple y rural, y sus prácticas anabaptistas a Latinoamérica. México, Paraguay, Bolivia y Belice son solo algunos de los países de la región en donde las colonias menonitas están impactando notablemente la sociedad. A pesar de su tendencia a vivir en zonas rurales apartadas del contacto con la tecnología y de otras lenguas distintas al bajo alemán, su influencia está transformando las comunidades alrededor.
Al tratarse de cristianos evangélicos cuyos orígenes se remontan a la Reforma Protestante, es importante que nos hagamos varias preguntas acerca de los menonitas. ¿Quiénes son y en qué creen? ¿Cómo llegaron a expandirse por el mundo? ¿Qué podemos aprender de ellos y cuáles de sus prácticas resultan controversiales?
¿Quiénes son los menonitas?
El nombre “menonitas” proviene del líder anabaptista holandés Menno Simons (1496 – 1561), aunque él no fue el fundador del movimiento.
Simons comenzó su ministerio como sacerdote católico, pero, después de unos años de reflexión y estudio de las Escrituras, se alejó de esa religión. En la Palabra, vio que la Iglesia y el Estado debían estar separados y que pasajes como el Sermón del Monte establecían una ética muy clara para los creyentes. Se unió entonces al movimiento anabaptista, el cual se alineó con la mayoría de los postulados de la Reforma protestante, excepto precisamente el del poder estatal-eclesial, que para Lutero y Calvino debían funcionar juntos.
Aunque había un grupo de anabaptistas que era radical y violento, Simons no estaba de acuerdo con dicho proceder. Decidió entonces unirse a una facción que se negaba a usar la violencia, y trabajó para consolidar y difundir las enseñanzas pacifistas de la Biblia. Desempeñó un papel clave en darle al movimiento una fama de “antiviolencia” y, debido a eso, su nombre llegó a utilizarse para darle su identidad a los “menonitas”.
Hoy hay tres denominaciones específicas que practican el anabaptismo: los menonitas; los amish, que toman su nombre de Jacob Amman; y los ‘huteritas’, de Jacok Hutter. Estos tres grupos comparten la gran mayoría de las creencias anabaptistas y divergen en algunos rasgos, como su vestimenta y aspecto físico, la apertura que tienen al uso de diferentes tecnologías, y la forma en la que llevan a cabo sus cultos religiosos. En términos generales, los anabaptistas creen en:
- El bautismo de adultos como una elección consciente de fe, no como un sacramento para los niños.
- La separación entre la iglesia y el Estado. Defienden que la fe y la participación en la comunidad eclesial son asuntos personales, que no están sujetos a la imposición gubernamental.
- El pacifismo. Rechazan la violencia y la participación en la guerra, siguiendo las enseñanzas de Jesús sobre amar a los enemigos.
- La vida comunitaria cristiana. Comparten recursos y se apoyan mutuamente en la vida diaria.
- La autoridad de la Biblia y la interpretación personal de las Escrituras. Buscan vivir de acuerdo con los principios y enseñanzas bíblicas.
Con base en estas creencias, la gran mayoría de anabaptistas optan por vivir en zonas rurales y aisladas del mundo, evitando que la cultura popular los aleje de sus prácticas. La vida agrícola, según ellos, resulta favorable a la hora de vivir en comunidad, de practicar la ética del Nuevo Testamento y de vivir la fe de manera personal, sin imposiciones gubernamentales.
¿Cómo llegaron a establecerse en la región?
En general, los menonitas siempre han contado con una gran habilidad para sentar raíces en un lugar y vivir su fe allí. Sin embargo, desde los tiempos de Menno Simons y sus primeras comunidades en los Países Bajos, han sido el blanco de persecuciones en diferentes sociedades. El hostigamiento que vivieron por parte de la Iglesia católica durante la Reforma protestante los influyó de tal forma que se vieron obligados a encontrar diferentes lugares para vivir y empezaron a aislarse de otras comunidades.
Así pues, en sus comienzos se trasladaron desde los Países Bajos hasta Alemania, y luego a Ucrania, manteniendo el uso del bajo alemán, un idioma que ahora es arcaico. Esas y otras migraciones se dieron en parte como respuesta a mandatos como servir en los ejércitos de varios países, jurar lealtad civil y unirse a los sistemas educativos nacionales. Varios estados no estuvieron de acuerdo con el trato preferencial que ellos pedían, así que tuvieron que migrar.
Empezaron a buscar refugio en naciones que respetaran su estilo de vida y creencias pacifistas, lo cual los llevó a América del Norte en el siglo XVII, con la ilusión de encontrar libertad religiosa y oportunidades económicas. Allí se establecieron en lugares como Pensilvania y formaron comunidades, regularmente aisladas, en las que podían practicar su fe y estilo de vida conservador. A lo largo de los siglos XVIII y XIX, los menonitas se expandieron por todo Estados Unidos y Canadá.
Pero su rechazo a prestar servicio militar volvió a ser problemático en los tiempos de la Primera Guerra Mundial. Muchos menonitas que hablaban alemán resultaron sospechosos para los norteamericanos. Esto, sumado a la dificultad de integrarse en escuelas públicas, los llevó a buscar nuevos lugares para establecerse.
En la década de 1920, un grupo dejó Manitoba, Canadá, para ir a los desiertos del norte de México. En 1954, se fundó el primer asentamiento menonita en Bolivia. Desde entonces, han creado más de 200 colonias agrícolas en toda América Latina, abarcando nueve países. Esta expansión se logró a través de la conversión de tierras no cultivadas en áreas remotas para la agricultura.
De acuerdo con una investigación de Yann le Polain de Waroux, hay 214 colonias menonitas que cubren un área total de aproximadamente 3.9 millones de hectáreas, más que la superficie total de los Países Bajos. Estos son algunos datos sobre su alcance en América Central y del Sur:
- En México, hasta el 2020 había 22 colonias en la península de Yucatán y más de 650 000 hectáreas en el estado de Chihuahua.
- En Belice hay 14 colonias que ocupan un total de aproximadamente 71 000 hectáreas.
- En Paraguay hay actualmente 25 colonias con aproximadamente 1.83 millones de hectáreas, lo que representa alrededor del 4.5 % del territorio nacional.
- Con casi 100, Bolivia alberga la mayoría de colonias menonitas en América Latina, las cuales ocupan más de un millón de hectáreas, principalmente en el departamento de Santa Cruz.
- En Argentina, Brasil, Uruguay, Perú y Colombia tienen una presencia menor, pero han experimentado una expansión reciente, particularmente en los últimos dos países.
¿Qué podemos aprender de los menonitas?
En vista de la gran expansión de esta comunidad y de su impacto a nivel socioeconómico, es importante que nos preguntemos también por su influencia espiritual en Latinoamérica y por lo que podemos aprender de ellos.
Considero que, en una época en que la cultura nos invita a mantener una actitud de protesta y rebelión ante los gobiernos humanos, los menonitas dan un loable ejemplo de pacifismo. Históricamente, ellos han creído que su labor no es luchar contra las autoridades, así que han optado por migrar en lugar de reclamar sus derechos. El mismo Menno Simons decía al respecto: “Si la Cabeza tuvo que sufrir tal angustia, tortura, miseria y dolor, ¿cómo pueden sus sirvientes, hijos y miembros esperar paz y libertad en cuanto a su carne?”.
Los menonitas también han sido ejemplo para las comunidades que las rodean con respecto a su trabajo duro. Por ejemplo, Rogelio Duarte, un profesor de teología que se volvió menonita hace 50 años, dijo: “La influencia menonita en Paraguay es importante tanto económica como educativamente, así como religiosa y socialmente, en especial a través del trabajo con grupos étnicos nativos”. También Delmer Wiebe, jefe de departamento en la Universidad Evangélica de Paraguay, afirmó:
Creo que es justo decir que siempre ha habido un impacto dondequiera que llegaron los menonitas (…) Una ética de trabajo altamente desarrollada siempre ha dejado huellas profundas y ha traído muchos cambios. Dios ha bendecido el esfuerzo, y esa bendición a menudo se ha transformado en ayuda social y comunitaria.
Esa ética de trabajo es la que alguna vez Dios les ordenó tener a los israelitas cuando fueran exiliados a Babilonia: “busquen el bienestar de la ciudad adonde los he desterrado, y rueguen al Señor por ella; porque en su bienestar tendrán bienestar”, Jer 29:7 (NBLA). Si bien las circunstancias son distintas a las del exilio en Babilonia, los cristianos somos extranjeros y peregrinos (1 P 2:11), y deberíamos bendecir el lugar en donde estamos. En ese sentido, los menonitas han sido un buen ejemplo.
Controversia
Sin embargo, los menonitas también tienen algunas prácticas que resultan polémicas entre los círculos evangélicos. Quizás la más controvertida de ellas es su tendencia a aislarse del mundo. Si bien su motivación es poder practicar una ética del evangelio con libertad, esto puede contraponerse a mandatos claros de Jesús. En el mismo Sermón del monte, Él mandó a su pueblo a ser “sal y luz” (Mt 5:13-16), y eso implica influenciar al mundo, no solo desde el punto de vista socioeconómico, sino también por medio de las relaciones interpersonales.
En su oración sacerdotal, Jesús pidió que su pueblo permaneciera en el mundo y fuera guardado: “Ya no estoy en el mundo, pero ellos sí están en el mundo, y Yo voy a Ti (...) No te ruego que los saques del mundo, sino que los guardes del maligno (...) Como Tú me enviaste al mundo, Yo también los he enviado al mundo”, Jn 17:11, 15, 17 (NBLA).
Otra práctica controversial es su negativa a utilizar dispositivos electrónicos y otros elementos propios del diario vivir en la modernidad. Esta práctica es particularmente común entre los círculos menonitas más conservadores, pues hay otros que sí están abiertos al uso de la tecnología. Aunque las motivaciones para estas decisiones son separarse del mundo secular, llevar un estilo de vida humilde y mantenerse santos, pueden ser fácilmente asociadas con el legalismo.
Al respecto, aunque no hay nada en la Escritura que imponga o prohíba el uso de los dispositivos electrónicos (aunque deben usarse con sabiduría), es importante recordar lo que Pablo dijo sobre la creación en general: “...todo lo creado por Dios es bueno y nada se debe rechazar si se recibe con acción de gracias; porque es santificado mediante la palabra de Dios y la oración”, 1 Ti 4:4-5 (NBLA).
[Puedes leer: La neutralidad moral del internet y la teología de la provocación]
Los cristianos llenan el mundo
Es una buena noticia escuchar que los cristianos dispuestos a vivir bajo la voluntad de Dios están aumentando. Creo que ese es el caso de los menonitas. No todos los que leemos esto estaríamos dispuestos a unirnos a una colonia en la zona rural de Santa Cruz, Bolivia, a aprender bajo alemán, y a servir a Dios por medio de la agricultura. Pero sí podemos gozarnos por el impacto positivo de estos creyentes en el mundo e imitar sus buenos principios. ¿Qué otras lecciones crees que podríamos aprender de ellos?
Referencias y bibliografía
Menno Simons: promotor del pacifismo e iniciador de los menonitas | BITE
¿Qué es y cómo nació el anabaptismo? ¿Qué podemos aprender de los anaptistas? | BITE
The Differences Between Amish, Mennonites, and Hutterites | Amish365
How Mennonites Learned to Thrive in Latin America | Christianity Today
La neutralidad moral del internet y la teología de la provocación | BITE
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