Escucha este artículo en formato podcast:
John Newton fue marinero desde muy joven; sirvió en la Marina Real. Luego fue esclavizado, pero finalmente se convirtió en capitán y financiador de la trata de esclavos. Sin embargo, un evento inesperado cambió el rumbo de su vida, tras el cual terminó componiendo el que es quizá el himno cristiano más famoso de la historia. Su vida refleja el particular poder transformador de la gracia de Dios.

De una infancia piadosa a una juventud rebelde
John Newton nació en Londres el 24 de julio de 1725, en el seno de una familia dedicada al negocio marinero. Su padre, que también se llamaba John, era capitán de un barco dedicado al comercio marítimo. Esto hacía que su padre pasara mucho tiempo fuera de casa, lo que convirtió a Elizabeth, la mamá del pequeño John, en su principal influencia. Su ejemplo y enseñanzas estuvieron moldeados por una profunda fe cristiana centrada en el estudio de las Escrituras y en llevar una vida moralmente bíblica.
Sin embargo, cuando Newton tenía tan solo 6 años, su madre falleció, dejándole un gran vacío que terminó moldeando en gran medida el rumbo de su infancia y juventud. Sin una madre piadosa que le guiara, pronto cedió al pecado y se alejó de la fe que su madre le había transmitido con tanto afecto.

Acosado por la necesidad de encaminar su vida, a sus 11 años Newton emprendió su primer viaje en barco junto a su padre. Sin embargo, al hacer parte de la tripulación, pronto su conducta empezó a parecerse más a la de los rudos marineros que a la modelada por su madre. Las duras condiciones de trabajo y de vida en el barco, sumadas a la estricta disciplina de la labor marinera endurecieron su carácter y los vestigios de la crianza cristiana se empezaron a disipar. Años más tard,e reconocería que durante este tiempo era un joven irreverente, libertino y que sentía un desprecio absoluto por Dios. Su lenguaje era vulgar y blasfemo, y su actitud ante las autoridades era insolente y desafiante.
Poco a poco, Newton se fue identificando más y más con su vida como marinero, así que se involucró en diversas travesías comerciales. Sin embargo, su indisciplina, rebeldía y mal comportamiento le empezaron a traer problemas.

Del mar a la esclavitud
Pero algo cambió en 1743. Con tan solo 18 años, Newton fue obligado a alistarse en la Marina Real Británica mediante un método llamado press-ganging, un reclutamiento forzoso para suplir la flota real en tiempos de guerra. El joven tuvo que retirarse del trabajo con su padre y fue asignado al HMS Harwich, un buque de 50 cañones. Acostumbrado a la libertad de la vida mercante, sufrió un duro choque con la estricta disciplina militar naval. Ya que no pudo soportar su nueva vida a bordo del barco, se propuso desertar y, a pesar de que lo logró, terminó siendo capturado. Como escarmiento, le dieron una fuerte golpiza delante de todos sus compañeros, una situación profundamente humillante que nunca olvidaría.
Su reputación como un marinero rebelde y problemático hizo que el capitán del HMS Harwich quisiera deshacerse de él enviándolo a otro barco que se dedicaba al comercio de esclavos en la costa africana. Precisamente este sería un gran punto de quiebre; fue el inicio de su compleja relación con el comercio de esclavos, negocio en el cual el Imperio británico tenía un papel protagónico.

Aquí es importante tratar de comprender cómo funcionaba el comercio de esclavos trasatlánticos en aquel tiempo. Desde el siglo XVI hasta el XIX, una cifra que podría oscilar entre los 10 y los 12 millones de africanos fueron atrapados, retenidos y transportados a las colonias americanas en condiciones inhumanas. Poco a poco, Gran Bretaña se fue convirtiendo en uno de los principales actores comerciales en este cuestionable negocio.
Pero el comercio de los esclavos hacía parte de un mercado más grande. Se trataba de un circuito comercial triangular por el que los barcos europeos llevaban armas, textiles y otros productos a África. Allí los intercambiaban por esclavos que terminaban llevando a América, los vendían y así obtenían recursos para comprar cargamentos de azúcar, tabaco y otros productos con los cuales regresaban a Europa. A todas luces, era un negocio muy rentable. En ese contexto, Newton pasó de la marina real al mundo del comercio de esclavos africanos. Sin embargo, su rol era menor: no participaba activamente en la compra, sino que asistía las tareas logísticas y comerciales.
Sin embargo, todo cambió cerca de un año después, en 1745, cuando fue trasladado a la costa de África Occidental, donde se unió a la tripulación de un comerciante británico que operaba en Sierra Leona. Allí comenzó a desempeñar un papel más activo en la logística, apoyando el transporte de esclavos desde el interior del país hasta la costa, zona en la que los africanos capturados eran vendidos a los barcos europeos. Podemos considerar que, en ese entonces, la visión que Newton tenía del negocio era aún pragmática y no moral; lo consideraba una actividad legítima dentro del sistema comercial británico.

Pero su carácter ambicioso y su tendencia a la rebeldía lo llevaron a enfrentarse al comerciante de esclavos para el que trabajaba. Este conflicto, sumado a la antipatía de la esposa del comerciante por él, desencadenó su degradación. En consecuencia, fue reducido a una condición muy parecida a la esclavitud. Tuvo que padecer hambre, mucho maltrato y humillación. Paradójicamente, el mismo Newton se convirtió en un prisionero en la propia estructura de maltrato que había ayudado a mantener. Esta fue una de las experiencias que más marcó su vida y, años después, le hizo reflexionar sobre la maldad de este negocio. Sin embargo, en ese momento, su única preocupación era no morir.
El padre de Newton, al enterarse por otros marineros de la miseria de su hijo, organizó un rescate en 1748 con ayuda de un capitán que era su amigo. El barco Greyhound logró la libertad del joven de 22 años y lo llevó de regreso a Inglaterra. Aun así, esta experiencia no lo transformó, pues durante el viaje de regreso a casa continuó con su estilo de vida desordenado; era especialmente irreverente con aquellos que profesaban el cristianismo. No se imaginaba que su panorama iba a cambiar muy pronto.
Un naufragio y un despertar
Durante el viaje de regreso, un acontecimiento marcó un gran punto de inflexión en su vida. En una noche de marzo de 1748, el Greyhound se vio envuelto en una violenta tormenta cuando navegaba por el Atlántico Norte, probablemente en algún punto al suroeste de Irlanda o cerca del Golfo de Vizcaya. Durante horas, el barco fue azotado violentamente por las olas, mientras la tripulación luchaba desesperadamente por tratar de mantener a flote la embarcación. La situación se tornó aún más crítica cuando un marinero fue arrastrado por las aguas justo en donde Newton había estado de pie tan solo unos momentos antes.

El joven Newton estaba totalmente aterrorizado, entonces se aferró al timón del barco y, por primera vez en muchos años, clamó a Dios diciendo: “Señor, ten misericordia de nosotros”. Aunque muy probablemente este grito no fue una expresión de fe genuina, sí marcó el inicio de una profunda transformación. Durante once horas, Newton y sus compañeros lucharon incansablemente para evitar que la embarcación se hundiera; se turnaron para mantener el timón estable y para reparar los daños. Sin embargo, la tormenta no se detenía, y varios marineros colapsaron por el agotamiento.
Para estabilizar el barco, la tripulación amarró barriles y tablones a la estructura. Finalmente, los vientos comenzaron a calmarse, y el Greyhound, aunque severamente dañado, logró mantenerse a flote. Con las velas rasgadas y filtraciones en la estructura, el capitán ordenó poner rumbo a Londonderry, Irlanda, el puerto más cercano.
Durante los días siguientes, Newton comenzó a reflexionar sobre su vida. Como recordaría más tarde, se acordó de las enseñanzas de su madre y se preguntó si su rebelión contra Dios lo había llevado a ese punto de desesperación. Finalmente, el Greyhound logró llegar a Irlanda, y él, sacudido por la experiencia, decidió hacer un cambio en su vida. Aunque probablemente aún no había nacido de nuevo, buscó una Biblia y comenzó a leerla.
No obstante, su relación con el comercio de esclavos aún no había terminado. Sin estar completamente convencido y firme en su nueva fe, volvió a ese negocio después de su llegada a Inglaterra en 1748. Dos años después, cuando tenía 24, se casó con Mary Catlett, a quien había conocido tiempo atrás y con quien había mantenido una relación a distancia. Unos cuantos meses después de su matrimonio, Newton asumió el cargo de primer oficial en el Brownlow, un barco negrero que zarparía con destino a Charleston, Carolina del Sur. Es claro que, aunque su crisis espiritual ya había comenzado, todavía no comprendía del todo la gravedad del negocio en el que estaba involucrado.

A lo largo de los años siguientes, Newton realizó varios viajes como capitán de barcos negreros: supervisaba la captura, compra y transporte de esclavos africanos hacia América. Durante cada una de esas travesías, fue testigo directo de la brutalidad y la profunda crueldad del comercio humano: hombres y mujeres eran encadenados en las bodegas de forma inhumana; había crueles condiciones sanitarias, altas tasas de mortalidad y una absoluta indiferencia de los comerciantes. Lo complejo es que, para ese entonces, aquella era una actividad legal y socialmente aceptada.
Entonces, en 1754, cuando tenía 29 años, un golpe inesperado terminó por alejarlo definitivamente del comercio de esclavos. Durante un viaje, sufrió un ataque epiléptico severo que lo dejó incapacitado para comandar un barco, por lo cual quedó fuera del negocio de la navegación. Un confundido Newton regresó a Inglaterra y aceptó un cargo como inspector de mareas en Liverpool, uno de los principales epicentros esclavistas del Imperio británico. Fue precisamente durante este tiempo que su interés por el Evangelio aumentó. A medida que leía su Biblia, la convicción de su pecado se fue intensificando hasta que, finalmente, en 1755, cuando tenía cerca de 33 años, experimentó una conversión genuina.
De comerciante de esclavos a predicador
Después de su conversión, conoció a varios predicadores influyentes del movimiento evangélico en Inglaterra. Uno de ellos fue George Whitefield, el célebre predicador metodista, quien le produjo una profunda impresión positiva. También entró en contacto con William Grimshaw y Henry Venn, otros líderes del avivamiento metodista que lo alentaron en su crecimiento espiritual.

Su transformación personal y el ambiente espiritual del avivamiento llevaron a Newton a considerar la posibilidad de dedicarse al ministerio. Motivado por un profundo sentido de agradecimiento por la misericordia de Dios en su vida, deseaba predicar de esa misma gracia que había recibido. Sin embargo, aquel no era un camino fácil para un hombre que se había dedicado al mar y en especial al comercio de esclavos. Al carecer de educación teológica formal y pertenecer a un entorno de exmarineros y comerciantes, muchos lo consideraban un candidato poco adecuado para el ministerio anglicano.
Pero Newton no permitió que esto lo desalentara. Pasó casi una década estudiando por su cuenta, aprendiendo latín, griego y teología, y fortaleciendo su conocimiento de las Sagradas Escrituras. Su perseverancia finalmente dio frutos cuando en 1764, tras varios intentos fallidos, recibió la ordenación en la Iglesia de Inglaterra. Fue asignado como pastor en el pequeño poblado de Olney, en Buckinghamshire, donde inició su ministerio pastoral.

En la temporada que pasó en Olney se desarrolló otra de las facetas más interesantes de Newton. Los 16 años que pasó en allí fueron un tiempo de gran avivamiento espiritual, no solo en Olney, sino también en toda Inglaterra y el Imperio británico. Su congregación estaba compuesta, en su mayoría, por personas sencillas y humildes: campesinos, obreros y marineros. Predicaba con una claridad poco común para su tiempo, evitando los tecnicismos teológicos y enfocándose en la aplicación práctica del Evangelio. Esto era predecible: se trataba de un hombre formado en el mar y carecía de educación teológica formal, lo cual le limitaba en algunos aspectos de comunicación, pero le daba ventajas en otros. Su mensaje central era la gracia de Dios, un tema que resonaba con especial fuerza en su propia historia.
Su trabajo pastoral se caracterizó por una cercanía muy singular con su congregación y amigos. Newton no solo predicaba desde el púlpito, sino que también visitaba a los miembros de su iglesia en sus hogares, los aconsejaba y los animaba en su fe. Entonces su fama como consejero espiritual creció rápidamente, y personas de diferentes partes de Inglaterra comenzaron a escribirle en busca de ayuda y orientación. Muchas de las cartas fueron recopiladas y publicadas posteriormente.
Fue precisamente en el ambiente de la consejería y la ayuda donde estableció una profunda amistad con el poeta cristiano William Cowper. Juntos, emprendieron un proyecto de composición de himnos para la congregación de Olney. De esta colaboración nació el famoso libro Olney Hymns en 1779, que contenía 281 himnos de Newton y 67 de Cowper. Entre estos himnos se encontraba Amazing Grace —Sublime Gracia en español—, que con el tiempo se convertiría en uno de los cánticos más emblemáticos del cristianismo.

La influencia de Newton aumentó a tal punto que, en 1780, fue nombrado pastor de St. Mary Woolnoth, una iglesia anglicana en el corazón de Londres. Este cambio renovó sus oportunidades de ejercer una influencia aún más grande en la sociedad británica. Su predicación continuó atrayendo a muchas personas, y su fama como escritor y consejero se expandió aún más.
Un legado de fe, himnos y justicia
Uno de los aspectos más importantes de su ministerio en Londres fue su creciente involucramiento en una causa que trataba de mitigar el terrible impacto de su labor previa: el movimiento abolicionista. Como sabemos, al principio Newton no reconocía plenamente la maldad del comercio de esclavos, pero con el tiempo llegó a comprender la magnitud de la perversidad de aquella industria en la que había participado. En 1788, publicó Thoughts Upon the African Slave Trade (en español, Reflexiones sobre el Comercio de Esclavos Africanos), un panfleto en el que denunciaba las atrocidades del tráfico de esclavos y confesaba su propio papel en el negocio.
En ese documento, Newton escribió con profunda vergüenza: “Me considero obligado en conciencia a hacer una confesión pública de mi culpa, que, aunque sincera, llega demasiado tarde para evitar o reparar la miseria y el daño del que, en el pasado, fui cómplice”. Su historia y testimonio fueron utilizados por los abolicionistas para exponer la brutalidad de la esclavitud ante la sociedad británica.
Su influencia llegó a William Wilberforce, un joven parlamentario evangélico que se convertiría en el líder más destacado del movimiento abolicionista en Inglaterra. Newton animó a Wilberforce a usar su posición en el Parlamento para luchar a favor de la abolición de la esclavitud. A lo largo de los años, los dos mantuvieron una estrecha relación de amistad y consejería, con Newton sirviendo como mentor espiritual del legislador.

Finalmente, en 1807, el Parlamento Británico aprobó la Ley de Abolición del Comercio de Esclavos, apenas unos meses antes de la muerte de Newton, quien para ese entonces estaba anciano y, además, ciego. Sin embargo, vivió lo suficiente como para ver la prohibición del negocio en el que había participado.
John Newton murió el 21 de diciembre de 1807, a los 82 años. Hasta el final de su vida, continuó proclamando la gracia de Dios. Aun cuando su vista fallaba y su cuerpo estaba muy débil, insistía en seguir predicando y aconsejando. Cuando le sugirieron retirarse debido a su edad avanzada, respondió con firmeza: “¿Qué? ¿Debería callarse el viejo blasfemo africano mientras aún puede hablar?”.
La inscripción en su tumba, escrita por él mismo, resume la historia de su vida y la grandeza de la gracia que lo redimió: “John Newton, una vez un infiel y libertino, un sirviente de esclavos en África, fue, por la misericordia de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, preservado, restaurado, perdonado y nombrado para predicar la fe que una vez se esforzó por destruir”. Hoy, su legado vive en sus escritos, en su testimonio y en el himno Sublime Gracia, que ha navegado por varias generaciones y culturas, recordándonos que ningún pecador está fuera del alcance de la gracia de Dios.
¿Conocías la historia de John Newton? ¿De qué manera la vida de este hombre te desafía y te inspira? ¿Cuál es tu visión de la gracia de Dios en tu vida como creyente? ¿Cómo puedes ver la mano de Dios guiándote, incluso en tus fracasos y sufrimientos?
Apoya a nuestra causa
Espero que este artículo te haya sido útil. Antes de que saltes a la próxima página, quería preguntarte si considerarías apoyar la misión de BITE.
Cada vez hay más voces alrededor de nosotros tratando de dirigir nuestros ojos a lo que el mundo considera valioso e importante. Por más de 10 años, en BITE hemos tratado de informar a nuestros lectores sobre la situación de la iglesia en el mundo, y sobre cómo ha lidiado con casos similares a través de la historia. Todo desde una cosmovisión bíblica. Espero que a través de los años hayas podido usar nuestros videos y artículos para tu propio crecimiento y en tu discipulado de otros.
Lo que tal vez no sabías es que BITE siempre ha sido sin fines de lucro y depende de lectores cómo tú. Si te gustaría seguir consultando los recursos de BITE en los años que vienen, ¿considerarías apoyarnos? ¿Cuánto gastas en un café o en un refresco? Con ese tipo de compromiso mensual, nos ayudarás a seguir sirviendo a ti, y a la iglesia del mundo hispanohablante. ¡Gracias por considerarlo!
En Cristo,
![]() |
Giovanny Gómez Director de BITE |