¿Cuántos años son necesarios para tener un ministerio que deje un gran legado en la historia de la iglesia? ¿Cuántos años debe tener un ministro de la Palabra de Dios para llegar a ser influyente en el desarrollo de la teología y la extensión del evangelio? Aun cuando nos podamos sentir tentados a dar un número, hay personas que nos recuerdan que nada tienen que ver los años, sino cómo Dios decide usarnos. Esa es la historia de Henry Scougal.
Henry Scougal nació en junio de 1650 en Leuchars, Escocia. Siendo hijo de Patrick Scougal, un ministro presbiteriano que fue ordenado como obispo de Aberdeen, después de la restauración de Carlos II en los tronos de Escocia e Inglaterra en 1660. Henry fue criado en la devoción cristiana y la vida ministerial. Sus aptitudes para el estudio, los idiomas, la memorización y su gusto por los libros se hicieron evidentes desde una edad temprana. Sus capacidades eran tan claras que a la edad de catorce años fue aceptado en el King 's College de Aberdeen, graduándose cuatro años más tarde con un título en Artes liberales.
Su personalidad era atractiva y popular. Al parecer tenía evidentes cualidades de liderazgo, siendo presidente de la sociedad estudiantil. También era reconocido por una interesante combinación entre seriedad espiritual y un buen sentido del humor.
A los dieciocho años escribió su primer libro, titulado Private Reflections and Occasional Maxims (Reflexiones privadas y máximas ocasionales), y poco después de su graduación fue nombrado regente en el King 's College. Ejerció esa labor por dos años, hasta que a los veinte años fue nombrado profesor de filosofía. Tres años más tarde se convirtió en el ministro de una pequeña parroquia en Aberdeenshire, solo por un año, puesto que por unanimidad el sínodo se le llamó a ser profesor de divinidad en el King 's College. Durante ese tiempo contrajo tuberculosis, y falleció en 1678, unos pocos días antes de cumplir 28 años.
George Garden, quien fue ordenado como ministro por Henry, predicó en su funeral sobre Filipenses 1:21 diciendo entre muchas otras cosas:
Para mí el vivir es Cristo; su vida y ejemplo, su conversación e instrucciones, sus pensamientos y designios, las disposiciones internas de su alma, y las acciones externas de su vida, fueron claramente el fruto y efecto de un espíritu cristiano y de un temperamento santo y divinamente influenciado… y todo eso fue usado para incrementar en sí mismo y despertar en otros algo de la antigua piedad cristiana y bondad en el mundo.
En ese mismo sermón, Garden reflexionó en las lecciones que les dejaba la muerte tan temprana de un hombre usado por Dios de una manera tan magnífica:
¿Qué diremos sobre esta divina providencia que se ha llevado esta luz de entre nosotros? Los caminos del Señor son maravillosos, y Sus juicios son profundos. Uno que era tan gran ejemplo de piedad para su país y la iglesia, es quitado rápidamente de entre nosotros en su juventud; y muchos que son un reproche para la religión, el escándalo del mundo, y la vergüenza de la naturaleza humana, son dejados hasta edad avanzada, ya sea para llenar la medida de sus pecados, o para guiarlos al arrepentimiento, solo Dios sabe. Aquel a quien Dios ha bendecido con tanta luz para instruirnos, y para edificarnos por su ejemplo, es repentinamente arrebatado de entre nosotros. Oh que escuchemos la vara, y a Aquel que la ha determinado.
Pero la muerte de Scougal no puede ser interpretada como una tragedia. Muchos podrían pensar que es un gran desperdicio que una mente tan brillante y un corazón transformado por el Señor fuera arrebatado apenas a los 27 años, pero su servicio y su legado fueron tan profundos que su muerte es simplemente una manera en la que Dios glorificó Su nombre. Tal vez la forma más clara de ese legado es el libro por el cual Henry Scougal sería recordado para siempre, un corto escrito titulado La vida de Dios en el alma del hombre.
En su funeral, Garden dijo sobre el libro:
Hombres pueden escribir grandes volúmenes, y como alguien dijo: hablan mucho pero dicen poco. Pero es una gran virtud hablar poco y decir mucho. Y seguramente, cualquiera que considere la importancia del tema de ese libro, la clara representación de la vida y el espíritu de la verdadera religión y la gracia que hay en ella, junto con la gran excelencia y ventajas de la misma y la propuesta de los medios más efectivos para obtener por la gracia de Dios, la piedad, y todo eso sumado a la elocuencia del estilo, no puede sino ser sensible a su utilidad para inspirarnos al espíritu de la verdadera religión.
Alrededor de 60 años más tarde ese pequeño libro llegaría a las manos de uno de los mejores predicadores de la historia, produciendo en él una revolución en sus convicciones, llenándolo de profundo celo para predicar a todo el mundo sobre el nuevo nacimiento. Ese predicador fue George Whitefield, quien escribió sobre el libro de Scougal:
En mi primera lectura del libro me pregunté qué quería decir el autor al decir: “Que algunos entendían falsamente la religión como ir a la iglesia, no hacer mal a nadie, ser constante en sus labores y de vez en cuando dar limosna a los pobres”. Pensé “no puede ser. ¿Si esto no es religión entonces qué es?” Dios me mostró, al leer unas líneas más adelante, que la verdadera religión es una unión del alma con Dios, que Cristo sea formado en nosotros. Un destello de luz divina iluminó instantáneamente mi alma, y desde ese momento, pero no hasta entonces, entendí que debería ser una nueva criatura.
Este es solo un testimonio del profundo impacto que generó ese único libro escrito por Scougal y publicado apenas unos meses antes de su muerte. Ya que en realidad fue Charles Wesley, quien recibió el libro de su madre, Susana, el que le recomendó el libro a Whitefield. Siglos más tarde J. I. Packer escribiría una excelente introducción al libro de Scougal diciendo:
La exposición de Scougal de lo que es una verdadera religión fue desde cierta perspectiva, la semilla de la cual brotó el lado inglés del avivamiento…
Por supuesto, lejos de ser un libro perfecto el mismo Packer escribió:
Sin embargo, uno desearía que su exposición hubiera sido más explícita y enfáticamente centrada en Cristo… como muchos de los escritores del siglo XVII, asume que sus lectores saben todo acerca de Jesús y solo necesitan ser enseñados sobre religión real…
Aún así el libro de Scougal generó un impacto tan profundo en sus lectores que sigue siendo considerado un clásico totalmente digno de leer.
Es así como la vida de Scougal es un gran testimonio de cómo Dios puede usar personas, sin importar su edad, para bendecir a Su pueblo por generaciones, para abonar el terreno que produciría uno de los mejores predicadores de la historia y para ayudar a muchos a vivir una verdadera religión.
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