La iglesia en Guatemala tiene una gran deuda de amor con Belice. Un pequeño grupo de cristianos en Belice luchó por ser fiel a Dios y a su gran comisión, y su trabajo fue de beneficio para muchos más. En particular, un hombre dispuesto a llevar la biblia y el evangelio hasta el corazón del catolicismo en América Central. La historia de Federico Crowe es la historia de cómo llegó la Biblia a Guatemala.
Para entender mejor su obra pionera, será necesario tener un breve panorama del contexto político de Guatemala en aquellos años.
Panorama político-religioso en América Central
En 1821, las naciones centroamericanas comenzaron su camino definitivo hacia la independencia. El proceso estuvo marcado por una serie de conflictos internos entre las diferentes provincias, que estuvo protagonizada, a grandes rasgos, por dos grupos antagonistas: los liberales y los conservadores. Aunque la historia es más compleja de lo que aquí se puede abordar, este elemento fue importante para permitir (o impedir) la llegada de protestantes a Centroamérica.
Los conservadores y la cúpula de la iglesia católica formaban una fuerte alianza, de la que ambos se beneficiaban. Mientras los conservadores mantuvieran el poder, la iglesia católica podía evitar la entrada del cristianismo protestante. Solo unos pocos colportores lograron entrar a vender biblias, aunque sin mucho éxito.
Los liberales, por su parte, querían socavar el poder social que la iglesia católica tenía y veían en la libertad de culto la mejor forma de hacerlo. La facción liberal creía en el progreso que una mentalidad protestante podía brindar, aunque no por ello estuvieran preocupados por fomentar un verdadero cristianismo.
Entre 1831 y 1838, Guatemala estuvo gobernado por Mariano Gálvez, un liberal que se enfrentó con el poder de la iglesia católica. Gálvez también incentivó el comercio con Gran Bretaña, atrayendo inversión inglesa al país. El golpe decisivo contra el catolicismo fue en mayo de 1832, cuando la Constitución Nacional fue modificada para garantizar la libertad de culto y de conciencia. Esta libertad religiosa rompía la hegemonía romanista.
El gobierno de Gálvez sería finalmente vencido y los conservadores retomaron el poder durante varias décadas. Por providencia divina, esta «ventana liberal» en la política de Guatemala fue importante para la llegada del misionero Federico Crowe, aunque su ministerio estuvo muy condicionado por aquellos conflictos políticos, de tinte religioso.
Primeros años y juventud
Crowe nació en 1819, en la ciudad de Brujas, la actual Bélgica. Sus padres eran inmigrantes ingleses que partieron al continente luego de la derrota definitiva de Napoleón Bonaparte; la reciente paz prometía prósperos negocios. La familia se esforzó por mantener sus costumbres inglesas, incluida la religión anglicana, aunque solo como mecanismo de identidad en tierras extranjeras. Por esto, aunque había nacido en Bélgica, Crowe siempre se vio a sí mismo como inglés.
La familia Crowe vivió en diferentes partes Inglaterra, Bélgica y Francia. Este constante movimiento hizo que Federico recibiera poca o nula instrucción, de manera que el joven aprendió malos modales y dio rienda suelta a su natural depravación. Pocas cosas buenas tuvo para rescatar de estos años.
Cierto día, cerca de la ciudad francesa de Tours, Federico se entregó al fuerte impulso aventurero que sentía, y abandonó su familia. Recorrió a pie casi 400 km hacia el sur, hasta llegar al puerto de Burdeos, con el deseo de buscar aventuras en el mar. Por tres años se dedicó a la vida en los muelles y barcos, asimilando la degradada vida de marinero. Rebotó de empleo en empleo, debido a su falta de disciplina, hasta que se unió a la Legión Auxiliar Británica durante un conflicto en España. El joven Crowe ayudaba en las barracas, pero un oficial vio que era demasiado joven para estar allí y, en un acto de bondad, lo envió a Inglaterra para evitarle una penosa vida de soldado.
En Londres trabajó un tiempo como viajante y vendedor para una editorial, luego como maestro auxiliar en un internado, entre otros empleos. Debido a lo irregular de su situación, tuvo mucho tiempo para deambular por las calles de la capital. Crowe describe su vida en estos años como deshonesta y licenciosa, tentado por los placeres callejeros.
Por providencia divina, supo sobre la Eastern Coast of Central America Commercial and Agricultural Company, que buscaba colonos e inversores para trabajar en Honduras y Guatemala. Crowe no estaba en condiciones para ser parte de la Compañía, pues no tenía conocimientos de agricultura, ni capital para invertir, pero se ofreció como traductor para un comerciante francés; así logró subirse al barco.
Viaje fallido a Guatemala
En Julio de 1836, con apenas 17 años, Crowe partió a bordo del «Britannia». El plan era entrar por la Bahía de Amatique, subiendo el Río Dulce hasta llegar a una nueva colonia llamada New Liverpool, sobre el río Cahabón. La compañía había prometido a los colonos grandes ganancias, abundante tierra y un clima agradable. Pero desde el primer momento en que el barco llegó a puerto, aquellas promesas se desvanecieron.
Luego de navegar con casos de viruela, hacinamiento y malas condiciones, el arribo a Guatemala fue un desastre. En el puerto de Livingston, en la boca del Río Dulce, nadie recibió a los nuevos colonos. Las condiciones eran terribles y era imposible que las nuevas familias pudieran acomodarse. Todos en el barco se escandalizaron del engaño y se amotinaron contra el capitán y el agente de la compañía.
Finalmente, el Britannia se dirigió hacia el asentamiento inglés más cercano: el puerto de Belice. La prometida colonización inglesa de New Liverpool fue un fracaso. Ya en Belice, Crowe intentó conseguir algún empleo para sobrevivir. Obtuvo varios trabajos de poco pago, entre ellos, cortando madera de caoba en el río Ulúa de Honduras. Cuando regresó a Belice, a comienzos de 1837, logró conseguir un puesto en una escuela dirigida por la Misión Bautista.
La iglesia de Belice: conversión de Crowe
Desde sus inicios, el puerto y pueblo de Belice fue un lugar sin ley. Por la influencia de los marineros, piratas y buscavidas que llegaban allí, se había transformado de sinónimo de vicios y pecados. Entre los muchos comerciantes que llegaban a Belice, estaba la familia Angas de Newcastle. Pero los Angas no solo eran buenos comerciantes, también eran devotos cristianos; su residencia en Belice funcionaba como lugar de reuniones. Ellos contactaron a varias sociedades misioneras en Gran Bretaña, hacia 1820, para iniciar una obra en Belice.
La Sociedad Misionera Bautista, que llevaba 7 años trabajando en Jamaica, respondió al llamado. En marzo de 1822, la Sociedad envió a su primer misionero, que estuvo 12 años allí, hasta que, en 1834, fue reemplazado por Alexander Henderson.
Bajo el liderazgo de Henderson, la misión en Belice creció. Se agregaron nuevos convertidos y se abrieron más lugares de predicación en las aldeas cercanas. Henderson no daba abasto con la tarea, y pidió a la Sociedad Bautista el envío de más misioneros que pudieran colaborar. Hasta tres matrimonios fueron enviados, pero por salud o muerte, ninguno pudo permanecer.
En 1837, Henderson y Crowe se conocieron. Crowe necesitaba trabajo y Henderson necesitaba personal para su escuela. Desde el primer momento, la relación entre ambos era cordial, pero Crowe se sentía un poco incómodo. Las exigencias del trabajo de maestro, la gran disciplina del Sr. Henderson, y sus propias convicciones antirreligiosas lo acusaban por dentro. Ni hablar de su turbulento pasado; Crowe sentía que ese no era lugar para él.
El joven Crowe empezó a salir por las noches a las tabernas y lugares nocturnos, a tal punto que empezó a afectar sus responsabilidades. El Sr Henderson tuvo que confrontarlo varias veces con dureza respecto a su conducta, hasta que finalmente le pidió que dejara la escuela. De todos modos, las relaciones se mantuvieron en buenos términos, pues Crowe reconocía su error y su problema con los vicios.
El Sr. Henderson continuó visitándole, y poco a poco, el corazón de Crowe se fue ablandando. Cierto sábado por la tarde, Crowe escuchó la conversación de unas mujeres; una de ellas comentaba con alegría que, al día siguiente, sería bautizada por el Sr. Henderson. Esta simple conversación conmovió el interior de Crowe, que sintió un profundo deseo de pertenecer a la iglesia y obedecer la ordenanza del bautismo.
Crowe fue a hablar con Henderson, y abrió su corazón en fe y arrepentimiento. Fue así como Dios convirtió su vida, y el 1 de octubre de 1837 fue bautizado. Crowe volvió como maestro en la escuela de Henderson, y dedicó su vida a la iglesia. En los siguientes 3 años, Crowe ordenó su vida, se casó y participó activamente en su iglesia; se convirtió en el colaborador que tanto anhelaba Henderson en la misión.
Maestro en Abbottsville
A fines de 1840, un agente de Londres se encontraba en Belice, buscando personas que quisieran trasladarse a la colonia de Abbottsville, Guatemala. Se necesitaba un maestro que se hiciera cargo de la educación de los niños del lugar. Crowe vio en esto una buena oportunidad para extender el evangelio por Guatemala, y aplicó. El 1 de enero de 1841, la iglesia hizo un culto especial para encomendar a Federico Crowe en su nueva misión.
Abbottsville se encontraba sobre el río Boca Nueva, tributario del Polochic, cerca del lago Izabal. La población estaba conformada por familias de diferentes países europeos, más la presencia de nativos y mestizos que llegaban atraídos por el trabajo y el comercio. Este crisol provocaba que las peleas fuesen recurrentes, sumado a que no existía una autoridad civil que estableciera leyes.
Al principio, Crowe y su esposa fueron bien recibidos, pero muy pronto fueron ignorados. Apenas algunos niños asistían a sus clases, y aún menos personas participaban de las reuniones bíblicas. Ante la falta de interés de partes de los colonos, Crowe decidió enfocar sus esfuerzos en los locales.
Se dedicó intensamente a aprender español y, al cabo de unos meses, ya visitaba familias para leerles las Escrituras. La colonia de Abbottsville recibía ciertas libertades por parte del gobierno de Guatemala, que Crowe aprovechó para llevar al país Biblias y Nuevos Testamentos en español, de la Sociedad Bíblica; de otra forma, la iglesia católica lo habría prohibido.
Repartiendo Biblias en Verapaz
Ante este cambio de rumbo en su tarea, la iglesia de Belice aportó dinero para la compra de un caballo. Crowe visitaba las aldeas y pueblos vecinos de Verapaz, llevando biblias a hogares y escuelas. Para agosto de 1843, la colonia inglesa había resultado ya en un fracaso. El abandonado asentamiento fue ocupado lentamente por indígenas y ladinos (población mestiza de Centroamérica), y con ellos, la supervisión de los curas católicos.
Cuando la iglesia en Belice supo del fin de la colonia de Abbottsville, le pidió a Crowe que regresara, pero él estaba convencido de que Dios lo guiaba a trabajar en Guatemala, aunque sabía que esta decisión podía desvincularlo de la Sociedad Bíblica, que le proveía de Biblias en español. Comunicó su decisión y la iglesia de Belice decidió apoyarle.
En septiembre, Crowe llegó hasta Salamá, departamento de Verapaz, con la intención de vender Biblias en la feria de aquella ciudad. Gracias a la ayuda de vecinos de buena posición, Crowe logró tener un puesto de venta, donde mucha gente pasaba. Los curas, quienes se encontraban en gran número (por tratarse de la fiesta patronal), protestaron a la autoridad local. Primero, le pidieron a Crowe que quitara el cartel y tratase de conservar un perfil bajo, pero luego ya le fue prohibido vender.
Cuando los policías vinieron a levantar su puesto de la feria, Crowe demandó que las autoridades le enviaran una orden por escrito, que pudiera presentar en la capital y realizar una queja. Tal pedido tomó por sorpresa a las autoridades y curas, quienes después de una discusión se dispusieron a redactar el documento. Crowe aprovechó ese tiempo para empacar sus cosas, enviar cartas tanto a su esposa como a la iglesia en Belice, y comprar una mula para viajar a la Ciudad de Guatemala.
Llegada a Guatemala
Realizó el viaje solo y sin conocer el camino. Al llegar, alquiló un cuarto donde pasar la noche, y al otro día salió en búsqueda del consulado británico. El cónsul, el Sr. Chatfield, lo recibió con amabilidad y le aseguró que podía dejar el asunto en sus manos. Mientras esperaba alguna resolución al respecto de la venta de Biblias, Crowe se dedicó a conocer la pintoresca ciudad. En el lapso de nueve meses que permaneció allí, hizo buenos amigos entre los liberales, algunos comerciantes y estudiantes de la Universidad de San Carlos.
Finalmente, llegó la resolución. Las autoridades católicas solo permitían la venta de unos tratados, pero la biblia completa y el nuevo testamento fueron prohibidos. Por ese tiempo, Crowe recibió otras malas noticias; la Sociedad Bíblica dejaba de enviarle cargamentos con Biblias, tratados y ayuda económica. También la iglesia de Belice atravesaba sus propias luchas, por lo que ya no podían enviar dinero para sus gastos. Ante esto, Crowe se decidió por abrir una escuela, tanto para su propio sostén económico como para continuar su ministerio.
Por providencia de Dios, un rico comerciante de ideas liberales le propuso a Crowe ser tutor de sus hijos, y sumar algunos niños más; está era la oportunidad que estaba buscando. En mayo de 1844, volvió a Abbottsville para buscar a su esposa y mudarse a la capital de forma permanente.
Cuatro meses tomó la mudanza, pero al llegar a la ciudad el panorama había cambiado para mal. Aquel hombre, con quien tenía el arreglo, tuvo que huir hacia San Salvador debido a la tensión entre liberales y conservadores. Con sus pertenencias en la calle, Crowe y su esposa estaban en las manos de Dios. Encontraron un familiar de aquel hombre, quien les proveyó de un lugar, mientras encontraban algo definitivo.
Al otro día, Federico Crowe no tenía claro por dónde empezar; sus planes iniciales se habían truncado. Solo se le ocurrió ir al correo y preguntar si había alguna correspondencia a su nombre. Para su enorme sorpresa, la Sociedad Bíblica y la iglesia de Belice le habían enviado dinero y una carta, donde se comprometían a retomar el sostén por el plazo de un año más.
Lo que sucedió fue que, en junio de 1844, mientras Crowe y su esposa se mudaban a Guatemala, el agente de la Sociedad Bíblica llegó a Belice. James Diego Thomson se entrevistó con la iglesia de Belice, quienes le contaron sobre la tarea de Crowe. Thomson, siendo él mismo un aventurero ahora ya entrado en años, animó a la iglesia local de Belice a renovar su compromiso con el misionero que habían enviado. Thomson se ocupó de que la Sociedad Bíblica continuara enviado Biblias y aportando para el sostén de Crowe. La intención de Thomson había sido viajar él mismo hasta Guatemala, pero unos problemas con el Gobierno de México lo obligaron a volver a Campeche, y desde allí a Europa.
Las escuelas de Crowe
Por gracia de Dios, el escenario había tornado para bien. Con el dinero que ahora le llegaba, Crowe buscó alquilar una casa donde pudiera vivir y dictar clases. Encontró una en desuso, que los vecinos llamaban «casa de Polanco», ubicada en la periferia. Crowe entendía que era una zona peligrosa, pero al ver la cantidad de niños en las calles supo que era el mejor lugar.
Durante 5 meses, el matrimonio Crowe se dedicó a enseñar a niños del barrio, mientras que por las tardes dictaba clases particulares de inglés y francés a hijos de familias más pudientes. Cada domingo, visitaban a sus vecinos para leer la biblia. La obra marchaba bien.
En enero de 1845, Crowe fue citado a la Corte por razón de su escuela; era acusado de enseñar una religión distinta. Le exigían cerrar su escuela de inmediato. Crowe pidió a sus acusadores que hicieran una denuncia formal, especificando cuáles leyes había infringido. Al regresar a su casa, un joven abogado llegó para alertarle que, al día siguiente, la policía vendría a confiscar sus pertenencias y cerrar su escuela. Debían actuar rápido.
Al día siguiente, el misionero acudió al cónsul británico, para pedirle su intervención una vez más. El Sr. Chatfield se mostró amable como siempre, pero le aclaró que, si él no tenía sus papeles de ciudadanía inglesa, el consulado no podría ayudarlo. Decepcionado por la respuesta, Crowe regresó mientras caía la tarde y, para su sorpresa, la ciudad estaba convulsionada por un levantamiento armado.
El conflicto fue sofocado en unos días, sin mayores problemas. En medio de las tensiones sociales, las autoridades perdieron interés por el tema de Crowe, quien ganó tiempo para pensar en sus siguientes pasos. La iglesia católica aún lo tenía apuntado, pero con las fuerzas civiles ocupadas en otros asuntos, poco podía hacer.
Durante febrero y marzo de 1845, Crowe solo se dedicó a dar clases particulares, hasta que un empresario influyente se puso en contactó con él. El hombre era de ideas liberales y le gustaba cómo el inglés había enfrentado al gobierno. Le ofreció dar clases a sus hijos, con libertad de sumar otros niños y formar una escuela privada en su propiedad.
Crowe debía pensarlo bien, aunque era una buena oportunidad, los últimos meses no habían sido fáciles, no solo por la persecución y la difamación, sino por la soledad espiritual que le resultaba pesada. Por esos días, recibió otra carta de Henderson, de la iglesia en Belice, que le pedía que volviese con urgencia. Por un momento, Crowe se sintió tentado a regresar, pero luego de orar a Dios por dirección, tomó la decisión de permanecer en Guatemala.
En abril de 1845, Crowe comenzó su segunda escuela. Esta fue la más exitosa, pues creció en gran manera, llegando a tener 60 niños, más adultos que estudiaban idioma. A mediados de ese año, policías y autoridades llegaron hasta su escuela para cerrarla. Querían expulsar al inglés por la fuerza, por estar enseñando otra religión; la misma acusación que había recibido con su escuela anterior. Resistieron el intento de clausura, pero Crowe sabía que debían hacer algo más.
En una decisión audaz, Crowe organizó una exposición escolar para mostrar qué hacían allí, cómo usaban la Biblia, y la amplia variedad de asignaturas que dictaba. Las autoridades civiles y personalidades ilustres de la ciudad estaban invitados. Con esto quería refutar las falsas acusaciones públicamente, aunque sabía que no sería de agrado para la iglesia católica.
El día señalado, una gran cantidad de personas vino a presenciar la exposición. La jornada fue bastante movida; antes de comenzar, ciertos opositores quisieron impedir que se llevara a cabo. Luego de casi 3 horas de demora, entre discusiones y la intervención de autoridades civiles, finalmente se pudo dar inicio. No fue como Crowe lo había planeado, pero fue una victoria pública para su causa.
Expulsión del país
En enero de 1846, los conservadores fueron reelectos en la municipalidad de la ciudad, y comenzaron su nueva gestión publicando un panfleto de acusación contra Crowe y la religión protestante en general. También los sacerdotes recolectaron unas 800 firmas, pidiendo la clausura de la escuela del misionero. Para empeorarlo todo, Crowe y su esposa se quedaron sin un lugar donde vivir, porque la viuda que les alquilaba decidió dejar de hacerlo, sin motivo aparente. Pero Crowe sabía que todo era instigado por la iglesia católica.
Una semana antes de la pascua, Crowe fue citado por el corregidor de Guatemala, quien fue muy directo con el misionero. Crowe debía irse de la ciudad en 24 horas, y tenía 10 días para salir del país. La razón era que el nuevo arzobispo se había indignado por la cantidad de Biblias protestantes que encontró en Salamá; en un ataque de furia, se rehusó a asistir a las fiestas de Semana Santa en la capital, hasta que Crowe fuese expulsado del país.
Temiendo un escándalo público, el Gral. Carrera (líder de los conservadores) exigió al corregidor que solucionara el problema. Carrera prefería no ensuciarse las manos, mientras daba órdenes desde las sombras. Crowe pidió que se realizara un documento legal donde se explicara su expulsión y las leyes que había infringido. El corregidor, visiblemente furioso, le respondió que, al ser extranjero, no tenía derecho a exigir nada.
Ante la amenaza, Crowe regresó a su casa para informar a su esposa y amigos, quienes de inmediato trabajaron en buscar alguna solución. Fueron al palacio de justicia para pedir la intervención de la corte en el asunto; Crowe por ninguna razón quería ceder ante las amenazas y abandonar el país. Si querían echarlo, deberían hacerlo a la fuerza, dejando en público la falta de justicia en todo el proceso.
Para su sorpresa, la corte de justicia accedió a mediar, lo que obligaba al corregidor a presentar demandas públicas y legales contra Crowe; el misionero podría entonces realizar una defensa en la corte. Pasó la noche en el consulado de Bélgica, con el plazo de 24 horas ya vencido, pero con la esperanza de resolver todo en la justicia.
A la mañana siguiente se despertó bien temprano para ver a su esposa antes de ir a la corte, y asegurarse que se encontraba bien. Pero no hizo ni seis pasos en la calle cuando un grupo de soldados violentamente lo apresaron. Crowe fue retenido de forma clandestina; por un momento, Crowe temió lo peor, pues sabía que muchos oponentes políticos eran fusilados sin juicio previo a las afuera de la ciudad.
El corregidor lo visitó allí, y le dijo que sería expulsado del país. Un grupo de soldados escoltó a Crowe por las calles menos transitadas; lo sacaron de la ciudad por el camino al lago Izabal. Mientras era retirado, el misionero pudo ver al Gral. Carrera vigilando con atención desde cierta distancia. Cuando su esposa y amigos se enteraron, ya era tarde; Crowe estaba fuera de la ciudad. En unos días llegó al puerto de Livingston, donde lo subieron a un barco rumbo a Belice.
En la providencia de Dios, esto resultó ser lo mejor, pues unos meses después, al reencontrase con su esposa, ella le contó que unos curas y sacerdotes habían ideado un plan para asesinarlo. La expulsión violenta había salvado su vida. Ahora la intención de Crowe era volver a Guatemala cuando el escenario político fuera más favorable, pero los años conservadores se extendieron mucho más de lo pensado.
Últimos años
Crowe permaneció en Belice durante un año. La iglesia allí estaba en un doloroso proceso de división, que dejaron a Crowe y Henderson sin apoyo de Inglaterra. A esto se sumó la persecución de las autoridades locales, al punto de que Crowe pasó tres meses en la cárcel.
En abril de 1847, Crowe se mudó a Inglaterra y pasó los siguientes años tratando de promover la causa en América Central, tanto por Europa como por Norteamérica. En 1853 regresó a Belice, siempre con la idea de volver a Guatemala, pero las condiciones nunca estuvieron dadas. En un intento por reingresar al país, fue expulsado nuevamente.
Pensó en cambiar su estrategia y radicarse en San Salvador, para lo cual viajó hasta el puerto hondureño de Trujillo, en abril de 1856, desde donde emprendió un viaje de 15 meses para llegar a El Salvador. Pero sería rápidamente expulsado allí también. Ya muy enfermo y debilitado, llegó a Nueva York el 28 de octubre de 1858, donde unos días más tarde terminaría su carrera, poniendo fin a una vida pionera llena de aventuras.
Importancia y legado
Crowe fue usado por Dios, para abrir el camino a la llegada de la Biblia y el evangelio a Guatemala. Su valentía para enfrentarse al poder político en un periodo de intensas luchas causó un gran impacto en la sociedad guatemalteca, sentando un precedente valioso.
En 1871, cuando los liberales recuperaron el poder, buscaron misioneros protestantes como clave para el progreso social del país. En 1882, el Rvdo. John Clark Hill, de la iglesia presbiteriana, fue el primer misionero en llegar. Hill entró en contacto con Julián Juárez, antiguo alumno de Crowe, para ayudarlo en los primeros años. Juárez fue parte de los primeros miembros de la iglesia del misionero Hill.
Bibliografía: Berberián, M. (2008) Federico Crowe, precursor valiente, ed. Ampliada. Ediciones Sa-ber. Guatemala; Cleghorn, R. (1939) A short history of baptist missionary work in British Honduras 1822-1939. The Kingsgate Press. Londres. En: www.ambergriscaye.com; Crowe, F. (1850) The gospel in Central America. Charles Gilpin Publisher. Londres. Recuperado en: www.archive.org; Smith, D. y Grenfell, J. (1999) Los evangélicos y la vida pública en Guatemala: historia, mitos y pautas para el futuro. Voces del Tiempo. Recuperado en: www.researchgate.net
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