Compartir la fe con otros es un factor central del cristianismo. Solo pensar en cuestionar esta orden del propio Señor Jesucristo puede generar fuertes dudas sobre la veracidad de la conversión de la persona que hace el cuestionamiento. La fe cristiana de hecho está basada en el principio de la Gran Comisión de Mateo 28.
Entonces, cuando escuchamos que los millennials cristianos creen que el evangelismo está mal, realmente debemos preocuparnos. Podríamos pensar que esta afirmación viene de un cristiano tibio, pero realmente se trata de millennials muy comprometidos con su fe según un estudio reciente de Barna Group.
Entre los principales hallazgos de este informe se encuentra la revelación de que los cristianos de la generación del milenio, es decir, la generación nacida entre los años 1980 y el año 2000 se sienten especialmente en conflicto con el evangelismo y, de hecho, casi la mitad (47%) cree que es incorrecto compartir su fe con otros.
Pero vayamos despacio, primero que todo analicemos esta conclusión a la luz de otras preguntas del estudio.
Entre el 95% y 97% de los millennials cristianos encuestados creen que parte de su fe significa ser un testigo de Cristo. Entre el 94% y el 97% consideran que lo mejor que le puede pasar a alguien es conocer a Jesús. En general también se sienten lo suficientemente capacitados para compartir su fe con otros. Por ejemplo, el 73% dice que saben cómo responder cuando alguien hace preguntas sobre la fe y que tienen el don de compartir su fe con otras personas. De hecho, esta taza es muy superior al porcentaje encontrado en otras generaciones como la Generación X, los nacidos entre 1962 y 1979, con un 66%, los Baby Boomers, nacidos entre 1946 y 1961, con un 59%, y los más adultos, nacidos antes de 1945, con un 56%.
A pesar de que las cifras anteriores nos pueden resultar esperanzadoras, los millennials al parecer no están seguros de que la práctica real del evangelismo sea apropiada. Según el estudio, el 47% de los millennials están de acuerdo, al menos en parte, en que es incorrecto compartir las creencias personales de alguien con una fe diferente con la esperanza de que algún día compartirán la misma fe. Es interesante el contraste ya que en las demás generaciones el porcentaje es mucho menor con un 27% entre la Generación X, un 19% entre los Baby Boomers y un 20% entre los más adultos.
Pero un momento, estas cifras podrían polarizarnos fácilmente y arrojar encima de los millennials todo tipo de argumentos estereotipados sobre una generación que ha sido catalogada como perezosa, distraída y cada vez menos comprometida con su fe. Es importante resaltar que son los millennials aquellos que están involucrados cada vez más con un llamado ministerial en sus iglesias y comunidades de fe, y quienes están recibiendo el relevo generacional en posiciones dentro de las congregaciones protestantes a lo largo del mundo.
De hecho, la generación del milenio está comenzando a asumir su rol en las principales iglesias y ministerios. Según Leadership Network, más de dos docenas de millennials ocupan puestos de pastores principales en congregaciones con más de 1.000 asistentes en los Estados Unidos.
Por otro lado, parece que a los millennials les interesa mucho su crecimiento bíblico. Según la American Bible Society, los miembros cristianos de la generación del milenio tienen las creencias más sólidas en la Biblia y la leen más que cualquier otra generación: el 87 por ciento lo hace varias veces a la semana, según una encuesta de 2016 de Barna.
Otro descubrimiento que hizo Barna Group en el estudio es que, a pesar de que los millennials consideran que está mal el evangelismo, los cristianos de esta generación creen que son buenos evangelistas y aún se consideran representantes de su fe.
Pero tratemos de ir al corazón del asunto. Para establecer un punto de interpretación, debemos entender que tal vez no exista una generación que comprenda con mayor profundidad la diversidad y la pluralidad cultural y religiosa en la que vivimos como los millennials. Los cristianos más jóvenes tienden a ser mucho más conscientes de la temperatura espiritual en las conversaciones que tienen que ver con la espiritualidad y con las creencias religiosas. El estudio indicó que, por ejemplo, entre los cristianos practicantes, los millennials reportaron un promedio de cuatro amigos cercanos o familiares que practican una fe diferente al cristianismo. La mayoría de los padres y abuelos de los millennials solo tienen en promedio un amigo cercano con otra religión.
Entonces, una conclusión lógica de lo anterior es que compartir el evangelio hoy despierta mayores sensibilidades que en cualquier otro momento de la historia, como producto de una especie de resistencia cultural general a las conversaciones que resaltan las diferencias entre las personas.
Las generaciones más jóvenes tienen un temor muy natural hacia el proselitismo abierto, mucho más que las generaciones anteriores. Como descubrió Barna en una investigación previa, el 65% de los cristianos millennials creen que las personas de hoy son más propensas que en el pasado a sentirse ofendidas si se les comparte una fe ajena; eso es mucho más alto que entre las generaciones anteriores. Solo el 28% de los Baby Boomers consideran que es ofensivo compartir las creencias religiosas. Los millennials también están entre dos o tres veces más propensos que cualquier otro grupo generacional a creer que estar abiertamente en desacuerdo con alguien significa juzgar a esa persona.
La Generación Z, los nacidos después de los millennials hasta el 2010, no se incluyeron en el estudio, pero los resultados podrían ser muy similares a los de la generación del milenio.
Estas cifras nos llevan a pensar si realmente el estilo de evangelismo, tal como lo conocemos hasta hoy, podría perderse con el tiempo. Si realmente lo que cambian son los métodos de evangelismo o si realmente los millennials cristianos no comprenden la fe o no tienen las convicciones necesarias que les impulsen a compartir el mensaje de salvación.
Una respuesta lógica es la discrepancia que existe sobre el concepto de evangelismo. Para las generaciones más antiguas evangelizar se trata de predicación en plazas públicas, distribución de tratados y de establecer contacto con desconocidos. Para los más jóvenes en cambio, estas ideas son de la vieja escuela y poco impacto tienen en un mundo cada vez más ocupado y escéptico a este tipo de métodos.
Lo que sí está claro es que es completamente necesario enseñarles a las generaciones más jóvenes de nuestras congregaciones que el acto de compartir nuestra fe es un elemento esencial del cristianismo y que no es negociable.
Sin embargo, la cultura del secularismo está haciendo su trabajo. Los cristianos más jóvenes están absorbiendo profundamente los argumentos acerca de respetar el espacio de los semejantes, no criticar las preferencias de otros, ni tratar de argumentar que mi verdad es absoluta. Los más jóvenes al parecer están siendo discipulados en cuanto al evangelismo por sus escuelas, colegios y universidades, y la cultura secular, y no por sus padres ni por sus iglesias.
La respuesta de muchos cristianos de las generaciones más jóvenes es esconder, suavizar o integrar su fe para que sea menos estricta y pueda convivir y ofrecer tolerancia a otras cosmovisiones religiosas o seculares. No ofender para permanecer en el grupo es la premisa fundamental, mientras la sociedad secular ve con cada vez más escepticismo a aquellos que se comprometen fuertemente con su fe.
Pero quizá la tentación más peligrosa que existe en los más jóvenes es creer que si viven vidas lo suficientemente buenas pueden renunciar a hablar abiertamente de su fe, y las personas a su alrededor llegarán a conocer a Jesús gracias a las buenas acciones y a su actitud desinteresada. Esta forma de evangelismo parece ser cada vez más común en una cultura que busca la vía rápida y la solución simple.