Thomas Ardiles es médico graduado de la Universidad Peruana Cayetano Heredia, en Lima. Desde el año 2000 vive con toda su familia en Estados Unidos, y son miembros de la Iglesia Cornerstone en Mesa, AZ, donde sirve como diácono. El Dr. Ardiles está especializado en medicina interna, con una doble subespecialización en neumología y cuidados intensivos, y trabaja en el Hospital Banner afiliado a la Universidad de Arizona.
¿Cuál es tu función allí?
Trabajo como médico-profesor en un hospital de la Universidad de Arizona. Hay un equipo de médicos residentes que están estudiando la subespecialidad y yo estoy a cargo de esa área, supervisando. Si hay un paciente inestable, debo darle atención y eventualmente vemos a todos, pero a los más inestables los veo con quienes están estudiando la sub-especialidad, como parte de su entrenamiento. El hecho de que soy profesor implica que estoy entrenando a otros médicos, pero para propósitos prácticos, veo pacientes todo el día.
Eres cristiano desde hace mucho tiempo antes, ¿no?
Si, el Señor trajo a mi familia a sus pies cuando yo tenía unos ocho o diez años. Yo crecí en una iglesia presbiteriana en Perú.
¿Influyó en algo tu fe para estudiar medicina, o ya lo tenías claro desde antes?
Si y no. Toma tiempo ver cómo el Señor mueve las cosas. Yo estudié en un colegio cristiano, que fue donde Dios trajo mi familia a la fe, y allí tuve un profesor cristiano de biología, que fue quien me puso el interés grande en la ciencia. Siempre tuve interés por las ciencias, y por aplicarlas. En un momento estaba entre ingeniería química o medicina, pero no sabía cuál carrera elegir. Conversé con un médico que me dijo que la decisión estaba en sí yo quería trabajar con personas o trabajar con procesos. Ahí fue bien claro para mi; quiero trabajar con personas, prefiero trabajar con gente.
Yo siempre digo esto, que la mayoría de los jóvenes cree que quiere ser médico, por muchas razones. Pero no sabes realmente qué es ser médico, hasta que eres médico. Por más que seas inteligente y seas servicial, la medicina se convierte en tu vida. Eres médico todo el día, las 24 horas. Cuando alguien te pregunta algo, no puedes decir “no estoy en mi oficina” o “no tengo mi máquina”, siempre tienes que estar dispuesto a escuchar a alguien. Realmente se convierte en quién eres, no es solo un trabajo. Creo que el Señor tenía esto para mí, y yo no lo sabía. De alguna manera lo interpreto como mi llamado, y lo disfruto. No es trabajo para mi.
¿Y por qué esa especialización?
Por la influencia de personas que el Señor puso en mi camino. Un muy buen amigo mío, que también era creyente, tenía interés en esta área y me expuso. Yo veía ese entusiasmo y conversaba de casos con él, así el Señor me encaminaba a esto.
Tu preparación está muy relacionada a esta crisis actual, porque estás especializado en temas respiratorios, y adicionalmente en medicina interna.
Si, aunque desde que empezó COVID-19 yo me he dedicado por completo a cuidados intensivos y he dejado a un lado mi práctica en neumología.
De acuerdo al Arizona Department of Health Services, el Estado suma más de 200.000 casos de coronavirus, de los cuales el 30% del total son hispanos o latinos. El primer fallecimiento por COVID-19 se registró el 17 de Marzo de 2020, alcanzando un pico el 12 de Julio de este año. Desde entonces la cantidad de casos ha ido bajando, mientras se flexibilizan las medidas sociales y se reabren las actividades.
Entonces, el COVID-19 al ser primeramente una enfermedad respiratoria, he estado en el frente de la lucha desde un comienzo. Es una de las experiencias más difíciles y casi inexplicables, que nunca nadie hubiera pensado vivir. Si recuerdas esto, se conoce del virus en diciembre del año pasado; ya había habido un SARS en el 2002, y no llegó a los Estados Unidos. Después vino el ébola, que fue más la prensa que cualquier cosa. Creo que tuvimos más preparación para el ébola que para esto.
El COVID-19 empieza a llegar primero a Nueva York, luego a Seattle, y hasta ese momento todavía había un poco de incredulidad, si llegaría o no. No había idea del volumen, ni de la magnitud de esto, hasta que nos comunicamos con profesionales en Nueva York, y empezamos a darnos cuenta que esto es realmente serio y terrible, es mucho peor de lo que nos podíamos imaginar. Sé por contacto directo que tuvimos con Nueva York durante nuestra fase de preparación, que la fuerza principal que trata este tipo de pacientes somos nosotros, los intensivistas neumólogos. Hubo un momento en que la mayoría de los intensivistas neumólogos de Nueva York tuvieron que ser aislados por COVID-19 y muchas unidades de cuidados intensivos allí tuvieron que ser manejadas por médicos sin preparación en cuidados intensivos, porque todos los intensivistas se enfermaron. Conversé con enfermeras que estaban allí y me dijeron que era como una guerra, lo peor que te puedas imaginar. Una enfermera que conozco personalmente me contó que en un momento tenía dos pacientes en ventilador y se cortó la electricidad en el cuarto, por lo que tenía que mantener a los pacientes vivos manualmente, sin saber cuándo iba a regresar la energía. Obviamente, es un caso extremo, pero fue algo para lo que nadie estaba preparado.
Entonces, conociendo la experiencia en Nueva York, nosotros nos preparamos por meses. Pasábamos desde las 6 o 7 de la mañana, hasta las 11 de la noche leyendo, investigando, conversando en reuniones y preparándonos; Y nosotros estamos en Arizona, muy lejos de Nueva York, pensando cuándo llegará. Porque el país si bien cerró un poco, en un momento miré un mapa de vuelos, y vi la cantidad de aviones; creo que el tráfico sobre el país nunca paró. Aquí en Phoenix, que es la quinta ciudad más grande del país, el Estado dio la orden de quedarse en sus casas bien temprano en toda esta situación. La ciudad realmente se paralizó entre marzo y abril, la gente se quedó en sus casas, cerraron los colegios, todos muy cuidados. No había uso obligatorio de máscaras, pero las cosas bajaron mucho. Por eso no pegó duro acá, pero donde pegó muy fuerte, y la gente de la comunidad no lo entiende, es en las reservas de los indios americanos. La Nación Navajo fue devastada por esto.
En el Estado de Arizona existen alrededor de 20 reservas de nativos americanos, en donde viven más de 290.000 personas de diferentes tribus. Se han reportado más de 12.000 casos positivos entre estas comunidades indígenas, especialmente en la Nación Navajo, la reserva más extensa de los Estados Unidos.
Hubo un juego de baloncesto de secundaria, desde donde se trazó un foco de infección. Una familia que asistió al juego llevó el virus desde su ciudad a la Nación Navajo, que se reunió en una iglesia, porque parte de la tradición navajo es tener reuniones para orar por sus enfermos, y así es como explota un brote en la comunidad navajo. Los hospitales de esa zona no tienen capacidad, para nada. Entonces inmediatamente los evacúan a mi hospital. Si bien, entre abril y mayo, nuestra ciudad no sentía los efectos de los contagios, en mi hospital sí.
Como somos el hospital más grande, con mayor capacidad, y dependemos de la Universidad, entonces nos enviaron los pacientes por COVID-19 a nosotros. De alguna forma, la realidad de los médicos ha sido distinta a la del resto de la comunidad, porque la comunidad sentía que no pasaba nada, mientras nosotros vemos tanto sufrimiento. Me acuerdo haber atendido a familias enteras, sacando a hijos del ventilador y diciéndoles “hey, tu hermana ya se fue a casa, tu mamá sigue viva, tu papá está en esa cama, con ventilador, pero está bien”. Recuerdo haber atendido a padre e hija, él estaba muy grave pero logra mejorar, y la hija estaba conectada al ECMO, la máquina de bypass cardiopulmonar. Como ambos estaban infectados, pudimos hacer que el padre pueda ver y saludar a su hija. Ella acababa de dar a luz y estaba gravísima. Ver a un padre llorar porque su hija está aún a un lado de la muerte fue algo muy fuerte. Parece mentira que en este país haya tanta pobreza, que familias enteras no tengan minutos en su celular para hablar con nosotros, o no tengan señal en sus comunidades nativas; fue imposible hablar con las familias de los pacientes infectados. Y otra cosa, que supongo que también pasa en otros países, es que el hospital se cerró para las familias, no se permiten visitas, entonces la gente no sabe realmente qué pasa.
Todo ese sufrimiento ha sido tan devastador, y cuando la situación se contuvo en la comunidad navajo, se abrió el Estado. Ahí fue cuando la ciudad de Phoenix explotó, porque la comunidad no lo creía hasta ese momento, creían que se estaba exagerando. La famosa frase “no vas a infringir mi libertad”, “no vas a obligarme a usar máscaras”, entonces la gente no se cuidó, y Phoenix explotó. Junio y Julio fueron los meses más terribles de mi vida, nunca he estado más cansado como estuve en el mes de Julio, no solo físicamente, sino emocionalmente.
Yo he sido médico intensivista por más de 10 años y siempre he trabajado en lugares de alta agudeza, los casos más graves han llegado siempre donde yo trabajaba, pero de la noche a la mañana te sientes incompetente. Sientes que no entiendes esta enfermedad, que los pacientes no mejoran, que no sabes qué hacer pues no hay información que valga la pena, no hay estudios, tienes que escuchar mucho tus observaciones y esperar. Muchas veces es como una crónica de una muerte anunciada: ves a un paciente con presión alta, con diabetes, y dentro tuyo piensas que no va a sobrevivir. Esperas y esperas, y de vez en cuando hay unos cambios que tu no los entiendes.
También hay gente que mejora, no todos han muerto, hubo gente que sobrevivió. Te cuento una experiencia de los regalos que puso el Señor en mi camino. Hubo un paciente de la nación navajo, un joven que sin exagerar, en 5 o 6 oportunidades estuvo muy cerca de morir, dos en las que yo estuve personalmente involucrado. Ya no había nada más que hacer, pensé en avisarle a la familia y esperar, porque realmente no había nada más que hacer. Pero se recupera y entonces lo pusimos en la máquina de ECMO para descansar los pulmones. Luego vuelve a caer con otros problemas, y se recupera de eso también. Pensamos varias veces que no iba a sobrevivir, y se recuperó en todas. Nosotros no sabíamos nada de él, ni de su familia, hasta que hace poco, uno de nuestros enfermeros puso en nuestro grupo de Facebook un video de este joven predicando, era un pastor evangélico. Estaba con todas sus facultades, predicando con una voz normal, sus pulmones habían mejorado. Claramente nunca estuvimos a cargo, y eso es algo que siempre supe. Pero a pesar de ser creyente y saber de la soberanía de Dios, este momento es tan devastador que se sale de tu realidad. Te pones a pensar que no hay nada que se pueda hacer, y fue así con este joven, no había nada más que pudiéramos hacer. Pero claramente el Señor quería que él viva y que siga haciendo su trabajo de predicar.
Ustedes ven cosas que ni siquiera las familias de los pacientes pueden ver, y que tal vez nunca sabrán de todo lo que se padeció. Eso me parece impresionante.
Es terrible. Si hay algo que esta pandemia nos ha quitado a los médicos es la relación con las familias, porque la mayoría de los pacientes están conectados a un ventilador y ni saben quién soy. Pero usualmente las familias saben quién eres, ellos saben cuánto te dedicas, y saben que estás a cargo. Había siempre una relación de confianza con las familias, y se ha perdido todo eso.
¿Y cómo tu profesión interactúa con tu fe?
Para mí, la parte más importante de lidiar con pacientes críticos, es entender la soberanía de Dios. El entendimiento de que yo no tengo nada que decir con respecto a quién vive o quien no vive. Tengo la oportunidad de compartir esto abiertamente con las familias, pues cuando a un paciente no le va bien, para mi es importante ser honesto y decirles “lo siento, estamos haciendo nuestra parte pero no veo mejoras, ni respuestas”. No les estoy desanimando, ni diciendo que voy a parar; pero a este punto no depende de mi. Yo no decido quién vive y quien no vive, es Dios quien decide eso. Creo que da la oportunidad para que las familias piensen un poco, y me da más paz para poder conversar con ellos.
Dijiste que entiendes tu profesión como tu llamado, y así como nunca dejas de ser médico, tampoco dejas de ser cristiano. El evangelio impacta tu relación con los pacientes y su familia.
Por supuesto, y a la vez no mostraría amor a la gente si fuera un mal médico. Mi primer trabajo en ese momento, si tengo a alguien que está respirando 50 veces por minuto y sin oxígeno prácticamente, mi amor por esa persona es enfocarme en mi labor y saber que tengo 20 segundos para poner el ventilador, y lo tengo que hacer bien. Cuando estaba entrenando en cuidados intensivos, le conté a mi esposa lo que habíamos hecho con un paciente, “estaba casi muerto, con todas las cosas que hicimos empezó a mejorar” y todo eso. Y mi esposa me preguntó ¿Tú te acuerdas de orar en ese momento?, se me cayó la boca, no sabía qué responder.
En cuidados intensivos es fácil desarrollar un aura especial. Cualquier médico que tiene problemas llama a la unidad de cuidados intensivos, porque nosotros sabemos qué hacer en los casos más difíciles e inestables. Entonces es fácil desarrollar esa aura. Aquella conversación con mi esposa me marcó durísimo porque me hizo pensar cuán frágiles somos, y debo recordarme el evangelio cada día. He aprendido a orar, aunque a veces no tengo ni tiempo de cerrar los ojos, pero le pido en mi mente al Señor que me ayude a hacer mi tarea.
Creo que es una mezcla entre ser un buen médico, que regresa a ver un paciente cada hora si hay que hacerlo, porque mi llamado es ser un buen médico; y mostrar amor a la gente. Creo que es combinar ambas cosas, porque si soy muy amoroso y les comparto el evangelio, pero mi mortalidad es más alta que el resto de los médicos, no creo que esté haciendo bien mi trabajo.
Podrías comentarnos un poco de los trabajos de investigación que has desarrollado en tu área, en relación a esta pandemia.
Como saben, aún no hay cura para este virus. Durante la fase de preparación empezamos a buscar alternativas, e hicimos cosas que nunca imaginé que haríamos. Nunca voy a olvidar las llamadas con los ingenieros de la universidad, diseñando partes para conectar a más de un paciente a un solo ventilador. Luego hacer la impresión 3D y adaptar las máquinas. Durante esa fase de preparación hubieron oportunidades para aplicar resultados de investigaciones previas. La jefa de mi división me puso en contacto con una compañía que produce un gas médico llamado óxido nítrico, que se usa en medicina desde hace muchos años para gente con enfermedad cardiovascular y respiratoria avanzada. Revisé la información, revisé la idea, y me pareció bastante buena, que valía la pena intentar porque era seguro. Con la bendición de Dios, en muchos pacientes que les aplicamos este tratamiento los resultados fueron bastante buenos, al punto que la FDA (agencia del gobiernos que regula, entre otras cosas, los medicamentos) permitió que hagamos un estudio controlado para ver la realidad.
Entonces estamos en esa fase del estudio ahora, para ver si esto realmente funciona. Sería uno de los pocos tratamientos en su tipo, y ha abierto una gran gama de estudios futuros, pues hay tanto que se puede investigar en esta área. Si me hubiese puesto a pensar que habría un punto en que mi carrera hubiera tomado una dirección distinta, un cambio en mi carrera, yo no me lo hubiera imaginado. Obviamente Dios lo puso en mi camino, y estoy muy animado de que haya bastantes oportunidades para el futuro, aún después de que pase el COVID-19.
¿Tu vida personal, y con el Señor, también va a cambiar después de esto?
Yo creo que sí. En una forma personal creo que ha sido la etapa más difícil para muchos de nosotros. La iglesia también ha sido afectada por esto en varias formas, pues nunca me imaginé que esto sería causa de división en la iglesia, y no estoy hablando de mi iglesia, sino en general. Que haya gente en las iglesias que diga que esto es mentira, que no se debe usar máscaras y todo eso, me duele.
Me duele más que a cualquier otra persona, porque ellos no han visto el sufrimiento que yo he visto y que todavía nosotros vemos en el hospital. Si escucharas los audios de colegas con los que conversamos, “no sé qué hacer con este paciente, se está muriendo, tiene 32 o 38 años”. Les digo ¿Intentaste esto?, “ya todo”- me responden - “no sé qué hacer, se va a morir”. Ese sufrimiento no lo entiende nadie, y que la gente de la propia iglesia diga que el virus no existe, que es exagerado, duele más. Conocí a una mamá de 83 años y 6 de sus 8 hijos han muerto. Eso ha sido muy difícil para mí, que haya resistencia en la iglesia para creer que esto sea real. Pero creo que el Señor va a reconstruir su iglesia con esto, creo que esta pandemia ha mostrado problemas que ya estaban ahí, los ha sacado a la luz.
¿Cómo cuáles?
Creo que aún no sabemos amarnos como Dios nos mandó, para mi es una cuestión de amor. Usas un cinturón de seguridad para manejar porque quieres llegar seguro a tu casa, o porque no quieres que tu familia sufra. ¿Pero no quieres usar una máscara por una hora y pico para reunirte con tu iglesia? Creo que no los amas lo suficiente como para protegerlos.
Pero esas personas tal vez no usan máscaras porque piensan que no existe el virus. ¿Tu que opinas de esas teorías de conspiración de que fue fabricado?
Me encantaría que vengan a trabajar un día conmigo. Para ser honesto, al principio estábamos asustados, me acuerdo haber conversado con mi esposa y decirle que nunca había pensado que podría morir por mi trabajo. Le dije “estoy listo, no deseo morir pero sé que estoy listo; si el Señor me quiere llevar, me llevará”. Pienso en mi familia, pero sé que ellos están bien. Mis tres hijos mayores están estudiando, aman al Señor y le siguen, y estamos guiando a la más pequeña a los pies de Cristo. Si yo me tenía que ir, estamos bien. Pero ese sufrimiento no lo entiende la gente, ni mis propios hermanos lo entienden, y eso duele.
¿Entre tus colegas has visto enfermos y contagiados?
Gracias a Dios, hubo pocos médicos y enfermeras contagiados, al menos en mi hospital y en todo Arizona muy pocos. Porque tuvimos tiempo para prepararnos y lo tomamos muy en serio. No conozco de ningún médico en Arizona que haya muerto, hubo una noticia de 3 médicos contagiados, pero solo uno de ellos estuvo hospitalizado por un periodo corto en nuestro hospital y lo pudimos atender. Muy poco personal ha caído acá, porque lo tomamos muy en serio.
¿Qué implicaba eso de tomárselo en serio? ¿Protección?
Protección, entrenamiento, que nadie entre a un cuarto sin el equipo adecuado, o si el paciente está inestable. Eso es algo que pasó mucho en Nueva York, había tantos pacientes inestables, que por ese instinto de ayudar, mucha gente entraba sin protección, se contagiaban y morían. Entonces, no te digo que nunca hemos hecho eso, porque un par de veces entré a intubar un paciente solo con mis lentes y mi máscara. No tuve tiempo a ponerme el visor, porque si no el paciente moría. Tenía protección, pero no toda, pues no me pude poner el mandilón. Entré a intubar al paciente y de ahí me fui a cambiar; allí es cuando confías que el Señor está cuidando.
Somos un buen equipo aquí, si vemos a alguien que no está con la protección adecuada, no puede estar en cuidados intensivos. Muchas veces no es por resistencia a usar protección, sino por fatiga, estás tan cansado que no te das cuenta. Un par de veces yo estaba tan cansado que no estaba seguro si tenía mi visor puesto y buscaba el reflejo de una luz para ver si lo tenía. Así me daba cuenta que estaba tan cansado que ni siquiera sabía si tenía mi protección puesta, necesitaba tomar un descanso.
Creo que todos sabemos que este virus es bastante extraño, y es muy impredecible la forma en que el cuerpo va a reaccionar. Alguien que era saludable termina gravísimo, y hay gente con alguna enfermedad de base pero no le pasa nada. ¿Cómo ves esto desde tu perspectiva cristiana y de médico?
Bueno, creo que siempre se aplica la soberanía de Dios. Nadie sabe cómo Dios usa las enfermedades en las personas y las familias. No se trata de azar, porque no hay agujeros en la soberanía de Dios, él decide a quién le da qué cosa y en qué país también. Hay un caso muy triste de una paciente de México, que su familia hizo lo imposible por cruzar la frontera para que reciba tratamiento en los Estados Unidos e igual no le está yendo bien. Realmente no importa donde estés, porque no hay tratamiento para este virus, no es que acá tengamos mejor tratamiento que en otros lugares.
Desde el punto de vista médico, algo muy llamativo es que ha afectado durísimo a las minorías, y espero que las estadísticas corrijan sus datos. Alrededor del 90% de mis pacientes son hispanos.
¿A qué se debe eso?
Estamos haciendo un estudio genético con la Universidad de Arizona, para buscar una predisposición genética.
¿No es un problema cultural, de que se reúnen más o algo de eso?
Siempre va de la mano con pobreza y hacinamiento, pero yo creo que de base hay una predisposición genética. A un hombre hispano con sobrepeso, presión alta y diabetes no le va a ir bien, tenga la edad que tenga. Vi un estudio de tratamiento con dexametasona en el Reino Unido, y ahora dicen que debemos usarla. ¿Pero cuántos hombres hispanos obesos hay en ese estudio del Reino Unido? Ninguno, son poblaciones tan distintas a las nuestras. Nunca ha habido tanta disparidad en lo que es información científica, que uno no sabe qué creer.
Me llama la atención eso, porque en nuestra sociedad se idolatra la ciencia como si tuviera todas las respuestas. Pero esta situación está demostrando que no es así, hay cosas que todavía necesitamos aprender.
Si, y toma tiempo, ese es el problema. Diseñar e implementar un estudio toma tiempo, y no hemos tenido tiempo. En noviembre pasado arrancó esto, aún no vamos ni un año.
¿Será una oportunidad para que las personas reflexionen un poco más en su fragilidad? ¿En su necesidad de tener un sentido más trascendental de la vida?
Te aseguro que todos los que hemos trabajado en el hospital no vamos a ser las mismas personas. Sé de enfermeras competentes en cuidados intensivos, que me dicen “llego a mi casa a llorar y nada más; a llorar, a dormir y volver al hospital al día siguiente”. Hubo una época en que mis enfermeras estaban trabajando sin cesar por 4 o 5 días seguidos, unas 12 o 14 horas al día. Puedes encontrar fotos en internet de enfermeras con marcas en el rostro, pues yo tengo un montón de enfermeras así, con cicatrices en su nariz y que tienen que usar algo para protegerse de las marcas. Muchas de ellas tendrán esa cicatriz por el resto de sus vidas.
¿Y las comunidades fuera del ámbito hospitalario?
Como te decía, hay grupos de la población que han sido más golpeados que otros, entonces yo creo que la comunidad hispana aquí en Arizona lo van a sentir bastante. Pero la comunidad no hispana no estoy muy seguro, para ser honesto, porque no les ha golpeado tanto a ellos. Será interesante ver cómo reacciona cada comunidad.
Probablemente haya muchos médicos y enfermeros en América Latina leyendo esto ¿qué le dirías para alentarlos en esta situación que atraviesan?
No debemos perder la perspectiva de que el Señor está en control y tiene un propósito en todo esto, aunque sea tan difícil de ver ahora. El Señor sigue a cargo de cada paciente, de cada situación, y de cada familia que llega al hospital. En unos meses o años vamos a entender el propósito de esta pandemia. Esto ha sido una prueba dura para todos, también para la medicina, que no sabemos cuanto creíamos saber. Llega un punto en que no somos capaces de hacer algo y nos queda confiar que Dios está a cargo. Creo que lo más importante ahora es no perder la perspectiva del control de Dios.
Y otra cosa que fue dura para mi, fue luchar contra la fatiga. Estaba tan cansado que me costaba leer mi devocional, me costaba concentrarme en otra cosa que no sea el trabajo. No podía dormir bien, porque no podía dejar de pensar. Les diría que busquen una forma de no desconectarse del Señor. En mi caso, Dios ha puesto la música, me gusta escuchar canciones que me recuerden que hay una roca fuerte, que si Dios está conmigo no hay nadie contra mi. La música me podía reconectar, porque como te digo, estaba tan cansado que me costaba leer y separar un momento. La fatiga ha sido una lucha en este tiempo.
¿Y los hermanos que no somos médicos? ¿Cómo podemos ayudar a los médicos de nuestras iglesias en este momento?
Yo creo que ayudarían mucho las muestras de apoyo, que entiendan que esto es de las cosas más difíciles que nos ha pasado como médicos. Yo sé que no todos los médicos están en la misma situación que yo, tal vez están menos ocupados. Pero para mi era lindo recibir un mensaje en mi celular de parte de un hermano, diciendo “estamos orando por ti, sabemos que estás pasando una situación difícil”, “estamos orando por ti, gracias por lo que haces”. Creo que ya sabes que la gente está orando por ti, pero escucharlo o leerlo, es bonito y ayuda mucho.
¿Qué va a pasar con la pandemia en los próximos meses? ¿se va a acabar, se va a extinguir o va a continuar expandiéndose?
Estaba leyendo sobre cómo acabaron las pandemias en la historia. Acaban de dos formas: médicamente, como la viruela o la polio, cuando se encuentra la vacuna y el tratamiento y logras contenerla. O la otra forma es que acaben socialmente, cuando aprendes a convivir con ella hasta que se desarrolla inmunidad. Creo que estamos muy lejos de una cura, pero una vacuna es más posible. Pero si la gente se resiste a las máscaras, creo que tampoco van a querer las vacunas, porque existe esa creencia de que te van a poner un chip junto con la vacuna. Ya ni me quiero imaginar esas cosas. Yo creo que vamos a vivir con el COVID-19 por mucho tiempo. Nosotros estamos planeando eso en el hospital, que vamos a tener unidades de COVID-19 habilitadas por un buen tiempo. Por ejemplo, la gripe española duró como 3 años y este virus es más contagioso. Además el mundo se mueve mucho más, si miras un mapa de tráfico aéreo sobre los Estados Unidos, verás el gran movimiento que hay. La globalización juega un gran papel ahora.
Para cerrar ¿Como médico, qué opinas en cuanto a la diversidad de puntos de vista respecto a volver a abrir las iglesias? Hay gente que tiene temor y prefiere no ir, y otros que tal vez son un poco más osados y quisieran reunirse.
Creo que es una decisión muy compleja. En el caso de nuestra iglesia, cuando volvimos a reunirnos hicimos lo posible por mantener la distancia, separar los lugares, insistir en el uso de mascarillas, y las demás medidas. Les pedimos a los mayores de edad que no asistan, y creo que ellos entienden. La línea para decidir es muy delgada. Una iglesia es parte vital para su comunidad, y es muy difícil mantener ese balance en esta situación, entre tu testimonio con la comunidad y la responsabilidad para con tu iglesia. Pero ahí es donde el amor de la iglesia debe ayudarnos a tomar las decisiones. Es una pregunta muy difícil y me gustaría tener una mejor respuesta.
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