De acuerdo a un informe de Naciones Unidas de junio de 2023, la violencia de las bandas criminales ha generado el desplazamiento de aproximadamente 165 000 personas en Haití. También ha obstaculizado los esfuerzos humanitarios para atender la crisis derivada por las lluvias que cayeron en mayo y por un terremoto que ocurrió el 6 de junio. En estas circunstancias, la agencia de la ONU para las migraciones ha pedido el apoyo de la comunidad internacional con el fin de atender a 5.2 millones de individuos que se encuentran en estado de necesidad urgente.
Un país con necesidades apremiantes y graves
Haití tiene una población de más de 11 millones de personas y es la nación más pobre del continente americano. A lo largo de su historia, este país del Caribe se ha visto enfrentado a las dictaduras de los Duvalier (Francois y Jean-Claude, conocidos como Papa Doc y Baby Doc, respectivamente) y la de Henri Namphy.
Además, la inclemencia de la naturaleza ha dejado sus consecuencias, como las del terremoto de magnitud 7 en la escala de Richter que sucedió en enero de 2010. Desde entonces la pobreza se acrecentó y la violencia de las bandas criminales se expandió; surgieron graves y recurrentes brotes de cólera que dejaron miles de muertos. La nación también se ha visto enfrentada a otros terremotos de menor escala, a escándalos de abusos sexuales y violaciones por parte de miembros de los cascos azules de las Naciones Unidas (ONU).
En 2023, la violencia de las bandas ha sido particularmente notoria. Los asaltos por parte de los grupos criminales, los asesinatos, los secuestros y la agresión contra las mujeres se han convertido en una realidad cotidiana para los haitianos. Esta situación ha obligado a muchas personas a huir de sus casas, principalmente con rumbo a los Estados Unidos, Canadá o República Dominicana.
Los ataques de grupos paramilitares y parapoliciales también han dado lugar a linchamientos por parte de ciudadanos que buscan justicia por mano propia. Tan solo en los tres primeros meses de 2023, más de 1630 personas han sido asesinadas, heridas o secuestradas, lo cual representa un aumento del 30% en los actos de violencia con respecto a los registrados en el trimestre anterior.
El jefe de la Oficina Integrada de las Naciones Unidas en Haití (BINUH), Philippe Branchat, señaló: “estamos particularmente alarmados por la agudización de la actual crisis”. Para la ONU, la seguridad y el bienestar de las poblaciones desplazadas sigue siendo la mayor prioridad. Branchat recalcó: “Seguimos del lado del pueblo haitiano y estamos comprometidos a permanecer y prestar ayuda cuando y donde sea posible”.
Una “auténtica pesadilla”
Por una parte, antes de que las malas condiciones de seguridad ciudadana se agravaran en Haití, el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Volker Türk, ya había indicado que ese tema se había convertido en una “auténtica pesadilla”. En el informe que entregó en febrero de 2023, afirmó que “se observa un panorama en el que las personas son acosadas y aterrorizadas por bandas criminales durante meses sin que el Estado sea capaz de detener esta situación”.
La ONU también aseveró que desde el 8 de julio hasta el 31 de diciembre de 2022, la violencia entre tales grupos había cobrado la vida de al menos 263 personas en el barrio de Brooklyn en Cité Soleil, una comuna empobrecida y densamente poblada que se encuentra cerca de Puerto Príncipe, la capital haitiana. Tal situación es un reflejo de lo que viven otros cientos de miles de individuos en dicho país, quienes residen en zonas controladas por bandas fuertemente armadas, según indicó el Servicio de Derechos Humanos de la BINUH.
Un ejemplo destacado de esta violencia es la pandilla G9, la cual ha generado un gran terror mediante el uso de francotiradores que asesinan de forma indiscriminada a cualquier persona no autorizada que llegue a su territorio. La BINUH afirmó que, mediante este tipo de acciones, seis personas son asesinadas cada semana en el país.
Por otra parte, en cuanto a la insalubridad que ha tenido lugar desde el terremoto de 2010 y los últimos brotes de cólera, el acceso a productos básicos de alimentación y atención médica es especialmente crítico. Sin embargo, la G9 ha estado bloqueando el acceso a Brooklyn para determinar quiénes reciben la ayuda y quiénes no. Estas acciones de control criminal han agravado la propagación de enfermedades e infecciones.
Naciones Unidas también denunció el caso de Rose, una mujer en estado de embarazo y madre de cuatro niños más que recibió una fuerte golpiza por parte de tres hombres enmascarados y con armas que llegaron a su casa en Cité Soleil. Además, fue abusada sexualmente en presencia de sus hijos y, antes de alejarse, le prendieron fuego a su casa. Pocas horas antes, el esposo de Rose había sido asesinado por miembros de la misma banda.
Destacando esta violencia exacerbada, Naciones Unidas señaló: “El caso de Cité Soleil no es aislado y desgraciadamente muchos haitianos y haitianas están sufriendo horrores similares. Es el momento de que la comunidad internacional intervenga para ayudar a las autoridades haitianas a recuperar el pleno control de la situación, y de este modo detener este sufrimiento”.
El desastre humanitario de Haití: un escándalo para el pueblo cristiano
Las condiciones por las que atraviesa Haití constituyen un grave escándalo para los cristianos a nivel mundial por varias razones. La indiferencia que el continente en general muestra hacia estos hechos representa un duro cuestionamiento al carácter cristiano que el liderazgo político, social y económico afirma tener. En primer lugar, ese país se encuentra muy cerca a los Estados Unidos, una nación en donde la mayoría de la población se confiesa cristiana (64 % según los últimos registros del Pew Research Center).
En segundo lugar, la mayoría de la población de Haití profesa la fe cristiana. De hecho, cerca del 90 % hace parte de alguna denominación cristiana, lo cual denota cierta indiferencia de los creyentes. También es importante recalcar que el sincretismo de las prácticas y creencias cristianas con creencias originarias de los pueblos africanos, así como con el vudú, ha estado presente de manera constante en la historia religiosa haitiana.
Sin embargo, es importante anotar que los actos delictivos que han tomado tanto lugar en Haití durante los últimos años ha dificultado, en gran medida, las labores de los grupos misioneros internacionales. Esto se ha visto expresado en el secuestro de misioneros evangélicos (principalmente pentecostales y bautistas) y pedidos de rescate por parte de las bandas criminales.
En medio de esta espiral de violencia, pobreza, crisis humanitarias y un cristianismo sincrético, también nominal en muchas ocasiones, el protestantismo ha intentado abrirse paso. Los resultados de la labor misionera en un territorio tan complejo y difícil pueden ser calificados como mixtos en el mejor de los casos. La iglesia se mantiene firme y crece en una sociedad que parece sorda a los llamados de conversión.
¿Cómo ha crecido el protestantismo en Haití a pesar de la violencia histórica?
La base de datos de la CIA, la Agencia Central de Inteligencia de EE.UU., señala que aproximadamente el 29,5 % de los haitianos son protestantes en alguna de sus respectivas corrientes: un 17,4 % se declara pentecostal, el 6,9 % bautista, el 4 % adventista, mientras que los metodistas conforman un 0,5 %. Aún así, otras fuentes de datos indicarían que el protestantismo estaría mucho más extendido; algunas iglesias evangélicas han experimentado un crecimiento muy marcado en las últimas décadas y se han visto especialmente beneficiadas de un descenso en el número de fieles católicos.
Con respecto a la historia del protestantismo en Haití, se puede rastrear su origen en el siglo XIX. Posteriormente, las misiones evangélicas se incrementaron desde 1970, lo cual llevó a la conversión de un gran número de haitianos a iglesias de corriente principal (en especial, de bautistas). Un factor importante en el crecimiento de los fieles protestantes fueron las declaraciones de líderes y pastores sobre los denominados “espíritus no cristianos”, los cuales fueron percibidos como demonios que luchaban contra Cristo y a los cuales se debía rechazar.
El contexto religioso haitiano
A pesar de vivir en una nación con un alto grado de violencia, la población haitiana continúa siendo muy religiosa y cuenta con garantías constitucionales formales para el ejercicio de la fe. La carta magna de ese país establece que las personas son libres de elegir a qué religión se quieren adherir. Además, se sabe que el Ministerio de Asuntos Exteriores se encarga de supervisar y legislar a los grupos religiosos.
Mientras que el cristianismo fue introducido a Haití por la colonización francesa, el catolicismo dejó de ser la religión estatal desde 1987. Aún así, la Iglesia católica sigue recibiendo un trato especial debido a un concordato vigente desde el siglo XIX con la ‘Santa Sede’ (jurisdicción de gobierno de la institución de esa religión, no confundir con El Vaticano). Estos beneficios comprenden desde recursos para los salarios de los clérigos y apoyo financiero para las escuelas y colegios confesionales.
En ese sentido, el protestantismo aún tiene una desventaja ante el catolicismo en Haití, ya que la laicidad formal y constitucional no se aplica estrictamente en la práctica cuando de asuntos financieros se trata. Sin embargo, la preferencia que el Estado otorga al catolicismo no ha impedido que otras religiones prosperen allí, pues no se necesita un registro con el gobierno para abrir lugares de culto allí.
Aún así, cualquier comunidad religiosa que desee recibir exenciones de impuestos, reconocimiento civil para la legalización de matrimonios o el uso de certificados bautismales para los registros de nacimiento, debe presentarse ante las agencias del gobierno para obtener la aprobación y licencia respectiva. De hecho, en la actualidad, no se reconocen legalmente las ceremonias de matrimonio celebradas en el rito vudú, a pesar de que dicha religión cuenta con reconocimiento estatal. Esto representa un caso de discriminación especial que las autoridades no han podido superar.
De la misma manera, el Ministerio de Asuntos Exteriores aún no reconoce al Islam como un grupo religioso registrado, a pesar de que las comunidades que practican dicha religión han venido creciendo de manera significativa desde 1980. Así, en este contexto parece persistir una discriminación marcada por parte del estado a las comunidades vudú e islámica, las cuales continúan siendo estigmatizadas y aún no gozan de todas las garantías legales para el ejercicio de su fe.
En contraste, los protestantes han logrado ganarse un gran reconocimiento dentro del país y han crecido de manera significativa en las últimas décadas; gozan de buenas relaciones con el gobierno y con líderes políticos. Pero la libertad formal ante la ley y el reconocimiento por parte del Estado no lo es todo cuando se trata de libertad religiosa. El contexto de violencia que enfrenta Haití también plantea serias limitaciones y genera interrogantes sobre la aceptación y el compromiso con la fe en un contexto que, al menos de forma nominal, es cristiano en su mayoría.
Restricciones prácticas a la libertad religiosa por cuenta de la ola de violencia
Christianity Today reportó el 7 de agosto de 2023 que “tras un nuevo secuestro, muchos cristianos haitianos no pueden viajar, trabajar y orar de modo seguro”. El pastor Samson Doreliens dio testimonio de esa realidad al expresar cómo se vive el ministerio pastoral en las zonas más conflictivas de Haití.
Precisamente, cerca de su iglesia, una enfermera cristiana estadounidense y su hija fueron secuestradas. Las dos hacen parte de la misión de ayuda y alcance cristiano El Roi, que tiene el objetivo de “empoderar a los líderes haitianos que fortalecerán las familias, restaurarán las relaciones y construirán comunidades saludables que funcionen en concordancia con el diseño divino y su propósito”.
La acciones delincuenciales de las bandas también tienen resultados mixtos en la respuesta y actitud que asumen los creyentes. “En medio de la violencia, algunas personas se acercan más a Dios porque creen que Él es el único que puede hacer algo para eliminar el sufrimiento”, señaló el pastor Doreliens.
En cambio, otros comienzan a sentirse desanimados por esta realidad y cuestionan el hecho de que Dios “permite tanto dolor, angustia, violencia y desastres naturales”. Este puede ser uno de los factores de por qué Haití es una de las naciones con las tasas de ateísmo más altas de América Central, pues cerca del 10 % de la población afirma no creer en Dios.
Entre tanto, la Misión Evangélica de los Bautistas del Sur, a la que Doreliens pertenece junto con su iglesia de Cote Plage, agrupa a unos 600 congregantes activos en Haití. Ellos, así como otras denominaciones protestantes, continúan predicando y orando en medio de graves riesgos para su seguridad, que se presentan de manera más notoria en las ciudades. Aquellos que se encuentran en áreas rurales pueden congregarse, adorar y orar con mucha más libertad.
Grandes dificultades para las misiones evangélicas en Haití
El presidente de La Hermandad Haitiana Bautista Florida, Jackson Voltaire, quien ayudó a organizar la Confraternidad Misionera Bautista de Haití, afirmó que los miembros de la denominación mantienen y siguen sus servicios con mucha dificultad. “Esto sucede principalmente en las áreas metropolitanas de Puerto Príncipe. En esa región, la región occidental, tenemos cientos de iglesias que están operando, pero también... con gran dificultad”.
De esta manera, la violencia de las bandas criminales constituye hoy la amenaza más grave para la libertad religiosa en Haití, algo que se refleja en la menguada asistencia de fieles a la Iglesia Bautista de Cote Plage, donde Doreliens ministra. Este pastor dijo que en su iglesia muchos han perdido sus trabajos o simplemente no han podido trabajar. Por eso, señaló él, su congregación intenta hacer una diferencia ante una situación de crisis tan abrumadora, así que las ofrendas del domingo se donan, en su mayoría, a los pobres y a las viudas.
Pero la violencia tiene otro efecto importante en las congregaciones. A causa de ella, las actividades de discipulado y formación catequética se han visto seriamente afectadas. Por ejemplo, las iglesias bautistas han reducido la frecuencia de los servicios de adoración; las sesiones de estudio bíblico y los eventos nocturnos se han cancelado. Cómo afectará esto el futuro de la iglesia y su expansión en el pueblo haitiano es algo que aún está por verse.
Un testimonio evangélico con múltiples riesgos, pero con esperanza
Otras actividades de las iglesias protestantes de Haití también se han visto afectadas por la ola de violencia. Las acciones de alcance en regiones donde hay población vulnerable, no alcanzada por el evangelio o cristianos nominales continúan, en medio de un gran riesgo para los pastores. En las áreas críticas, los pastores se arriesgan a ser secuestrados o asesinados, según informó Jackson Voltaire. Pero a pesar de estos riesgos evidentes, muchos pastores permanecen fieles a su compromiso con la Gran Comisión.
Voltaire, quien supervisa a los pastores que misionan en Haití, señaló que, a pesar de la situación de crisis, se siente optimista porque pueda haber un cambio y que la iglesia continúe dando testimonio del amor del Señor en medio de tantas necesidades. “De las muchas conversaciones que he tenido con los pastores”, dijo Voltaire al medio cristiano Baptiste Press, “y con la gente haitiana en general, escucho que ellos están muy esperanzados. Si uno considera que las cosas no pueden ponerse peor de lo que ya están, esa es la forma en que deberíamos mirar las cosas desde ahora en adelante”.
Múltiples secuestros ensombrecen a Haití
Además de los secuestros más notorios y publicitados, como el de la enfermera cristiana Alix Dorsainvil y su hija (recientemente liberadas), quienes habían viajado desde New Hampshire para trabajar en un ministerio evangélico, muchos más secuestros tienen lugar diariamente en la capital del país. Las bandas los llevan a cabo rápido, mientras presionan a los familiares de las víctimas para que paguen un rescate y no denuncien el evento ante las autoridades.
Por Dorsainvil se exigía un millón de dólares, según dijeron los residentes locales a la agencia de noticias Associated Press. Pronto, la situación se convirtió en una noticia mundial y generó múltiples llamados y gestiones de alto nivel para su liberación. La presión política ejercida llevó a que, finalmente, fueran liberadas el 9 de agosto de este año. Su caso demuestra cómo la violencia de las bandas criminales afecta la misión de la iglesia en aquellas áreas más vulnerables, en donde el testimonio cristiano de solidaridad y del amor de Cristo es mucho más urgente.
Al momento de la liberación de la hermana Alix, el ministerio El Roi manifestó lo siguiente:
A través de su sufrimiento, Dios demostró su bondad amorosa por medio de los recursos y socios del sector público y privado que nos ayudaron a enfrentar esta crisis. Concilicum Inc., un ministerio de seguridad con alcance global proveyó consultores de crisis cuya guía y apoyo crítico nos ayudó en cada paso del proceso de liberación. Dios también nos envió un equipo de representantes del Departamento de Estado que trabajaron incansablemente detrás de bastidores, en apoyo de Alix y su familia. Por medio de estos socios y recursos, el Señor demostró en sí mismo ser santo, fiel, presente, justo, misericordioso, omnisciente, amoroso, bueno y glorioso.
El futuro de la misión cristiana en Haití
Las duras condiciones y la vulnerabilidad por la que atraviesa la población haitiana hacen que el alcance evangélico basado en la misericordia y la predicación sean más urgentes que nunca. Por ahora, muchas iglesias se han mostrado fieles y esperanzadas en que la predicación podrá traer sus frutos para lograr la transformación del país. Sin embargo, dada la historia de Haití (como un Estado fallido con múltiples carencias y graves riesgos), la realidad es que una gran incertidumbre se cierne sobre el futuro de la misión cristiana.
En ese contexto de tanta dificultad, es importante destacar y agradecer al Señor por las personas a las que ha llamado a predicar el evangelio y por aquellas que se mantienen firmes en la fe en medio de tantas adversidades. De la misma manera, como cristianos estamos llamados a visibilizar las crisis haitiana, a orar por una predicación mayor del evangelio en esa zona tan hostil y a acompañar a esa población en su camino a la conversión. Esto puede evocar el terreno lleno de zarzas en el que el sembrador riega la semilla del evangelio, según lo enseñado por el Señor Jesús en una de sus parábolas.
El Roi, la organización cristiana de ayuda para la que ha servido la enfermera Alix Dorsainvil, es un nombre hebreo para Dios que significa “el Señor se hace visible”. Este nombre es usado por Agar, una mujer que, en medio de su sufrimiento, clama a Dios. Este nombre nos recuerda hoy a los cristianos de todo el mundo que, como el Señor, también estamos llamados a hacernos visibles en aquellas situaciones donde hay gran desesperación.
No podemos ser indiferentes ante el mal y el dolor que tantos experimentan. Por eso, la situación de los haitianos vulnerables y de los hermanos en la fe que se encuentran sirviéndoles y anunciándoles el evangelio, necesita ser visibilizada y atendida por la comunidad cristiana global.
Con información de Christianity Today, Naciones Unidas, El Roi y la CIA.
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