El parlamentarismo
El origen del parlamentarismo en Gran Bretaña se remonta a varios acontecimientos históricos a lo largo de los siglos. Sus raíces se pueden encontrar en la evolución de las asambleas representativas y en la transferencia gradual del poder de la monarquía a un órgano de gobierno, que incluía representantes del pueblo.
Durante los períodos anglosajones y normandos, en el período medieval temprano, Inglaterra tenía asambleas conocidas como Witenagemots, en las que el rey consultaba con nobles, obispos y otras personas influyentes. Si bien estas asambleas no eran órganos estrictamente representativos, sentaron un precedente para la toma de decisiones colectivas.
Posteriormente, la firma de la Carta Magna por el rey Juan I de Inglaterra (o Juan Sin tierra) marcó un paso importante hacia la limitación de los poderes de la monarquía. Estableció el principio de que el rey estaba sujeto a la ley y, por lo tanto, tenía que consultar ante un consejo de nobles la imposición de ciertos impuestos.
Luego, en 1295, el rey Eduardo I convocó un Parlamento que incluía representantes del clero, la nobleza y los comunes (burgueses y caballeros). Este modelo sentó las bases para un organismo más inclusivo y representativo. Con el tiempo, la Cámara de los Comunes creció en importancia e influencia, ganó prominencia como el órgano representativo de la gente común y se afirmó contra la autoridad real.

La Guerra Civil
La guerra civil inglesa, que tuvo lugar en el siglo XVII, fue una serie de conflictos armados y luchas políticas libradas entre parlamentarios (cabezas redondas) y realistas (caballeros). El conflicto sucedió de 1642 a 1651 y tuvo profundas consecuencias en el panorama político, social y religioso de Inglaterra.
La causa principal de la guerra civil inglesa fue la lucha por el poder entre el rey Carlos I y el Parlamento. El monarca creía en el derecho divino de los reyes y pretendía gobernar sin interferencias del que hoy es el órgano legislativo británico, mientras que muchos miembros de este buscaban limitar los poderes del rey y proteger sus propios derechos y libertades.

Las tensiones entre el rey y el Parlamento se intensificaron y desembocaron en conflictos armados, que se dividieron en tres fases principales:
- La Primera Guerra Civil (1642-1646)
- La Segunda Guerra Civil (1648-1649)
- La Tercera Guerra Civil (1650-1651)
Durante la primera fase, los parlamentarios fueron dirigidos por Oliver Cromwell y se impusieron gradualmente sobre los realistas. Se libraron varias batallas importantes, como la de Edgehill, la de Marston Moor y la de Naseby. Los parlamentarios contaban con el apoyo de los puritanos, quienes se oponían a la política religiosa del rey.

En 1646, Carlos I se rindió al ejército escocés, que lo entregó a los parlamentarios. La Segunda Guerra Civil estalló en 1648, cuando los monárquicos y los partidarios de Carlos I intentaron recuperar el poder. Sin embargo, los parlamentarios volvieron a salir victoriosos y, en 1649, Carlos I fue juzgado y ejecutado por alta traición.
La Tercera Guerra Civil, también conocida como la Conquista Cromwelliana de Irlanda, tuvo lugar de 1650 a 1651. En ella, las fuerzas parlamentarias bajo el mando de Cromwell invadieron Irlanda y sometieron a los realistas irlandeses.
La fe de Oliver Cromwell
Oliver Cromwell, figura clave durante la Guerra Civil inglesa y el posterior gobierno de la Commonwealth de Inglaterra, era un devoto puritano. Estaba profundamente comprometido con sus creencias y se veía a sí mismo cumpliendo la voluntad de Dios en sus empresas políticas y militares.
Cromwell creía en la soberanía de Dios y en la predestinación de los individuos, conceptos centrales de la teología reformada. Además, consideró la Guerra Civil inglesa como una lucha justa contra la tiranía del rey Carlos I y trató de establecer una nación piadosa basada en los principios puritanos.

Durante su gobierno como Lord protector de la Mancomunidad de Inglaterra, Escocia e Irlanda, desde 1653 hasta su muerte en 1658, Cromwell aplicó políticas influenciadas por sus convicciones. Su objetivo era reformar la sociedad y promover un modo de vida más austero y moralmente recto.
Por ejemplo, Cromwell trató de suprimir activamente lo que percibía como vicio e inmoralidad: cerró teatros, restringió el juego y promovió la observancia del día del Señor. Sin embargo, su gobierno no estuvo exento de polémica, y sus políticas se encontraron con la resistencia de quienes no estaban de acuerdo con su fervor religioso y su estricto enfoque.
¿Por qué falló el proyecto de un Estado puritano?
El intento que hizo Oliver Cromwell de establecer un estado puritano fracasó por varias razones. Una de ellas tuvo que ver con la oposición y resistencia de varios segmentos de la sociedad. Para la gente eran molestos los estrictos códigos morales y las restricciones impuestas por el gobierno, como la supresión de las diversiones. Esta falta de apoyo popular debilitó la estabilidad y legitimidad del régimen de Cromwell.
Adicional a lo anterior, había divisiones dentro del propio movimiento puritano. Cromwell tuvo que lidiar con las diferentes opiniones religiosas y políticas de sus partidarios, incluidos los desacuerdos sobre cuestiones como el gobierno de la Iglesia y la tolerancia religiosa. Estas divisiones debilitaron la unidad y coherencia del Estado puritano.
Dicho gobierno estuvo marcado por tendencias autoritarias, así que se basó, en gran medida, en el ejército; se disolvió el Parlamento y el Lord Protector gobernó a través de un consejo designado. De esa forma, concentró el poder en sus manos, eliminó los controles y equilibrios efectivos, alienó a algunos, y despertó la preocupación sobre la preservación de las libertades civiles y el Estado de derecho.
Además, la entonces república atravesó varios problemas económicos, como la alta inflación, las interrupciones del comercio y la inestabilidad financiera. Esto puso a prueba los recursos del gobierno y dificultó el mantenimiento de la estabilidad, así como la satisfacción del pueblo.

Tras la muerte de Cromwell en 1658, se produjo una crisis sucesoria, sin un plan claro para su sustitución. Esto provocó inestabilidad política y luchas de poder, que finalmente allanaron el camino para la restauración de la monarquía, lo cual significó un rechazo a los ideales puritanos, así como un deseo de un gobierno más moderado y menos intrusivo.
El fracaso del Estado puritano radicó, entonces, en el experimento religioso y político que representaba. Mucha gente, incluidas las élites, deseaba volver a formas más tradicionales de gobierno y religión.
La Commonwealth (1649-1660) marcó un período de experimentación política significativa y cambios constitucionales. El Parlamento tomó el centro del escenario, con la monarquía abolida y reemplazada por un gobierno republicano. La influencia del puritanismo fue notable durante este tiempo al momento de implementar políticas y hubo tolerancia religiosa para los disidentes protestantes.
Cuando el experimento de la Commonwealth terminó, la monarquía se restauró y Carlos II ascendió al trono. Entonces se dio un cambio radical en muchas de las reformas y políticas que se habían implementado en el gobierno anterior. Si bien la monarquía recuperó gran parte de su poder, ahora estaba sujeta a ciertas restricciones constitucionales, pues se conservaron algunos aspectos del parlamentarismo, como la convocatoria regular del órgano legislativo.
Los legados de los procesos y cambios entre el parlamentarismo, el puritanismo, la Commonwealth y la monarquía, se pueden ver en la gobernanza y las tradiciones políticas de Gran Bretaña en la actualidad.
¿Qué pasó con el puritanismo?
Tras la guerra civil inglesa, el destino de los puritanos varió en función del contexto histórico y de los acontecimientos políticos posteriores. Durante el periodo del Interregno (1649-1660) y el posterior gobierno de la Commonwealth, disfrutaron de un periodo de relativa influencia y poder.
Sin embargo, también surgieron sectas, como los Levelers y los Diggers, que abogaban por reformas políticas y sociales más radicales. Cromwell y los líderes puritanos moderados los reprimieron, ya que suponían una amenaza para la estabilidad y el orden.

En contraste, y a pesar de sus estrictas creencias, los puritanos abogaron por la tolerancia religiosa para los disidentes protestantes que compartían su visión teológica general. Durante la Commonwealth hubo mayor libertad religiosa para los protestantes no conformistas, lo que les permitió practicar su fe sin persecución. Sin embargo, esta tolerancia era limitada y no se extendía a los católicos ni a otros grupos cismáticos de la Reforma.
En 1660, con la ya mencionada restauración de la monarquía, se marcó un cambio significativo en el panorama religioso y político. El Acta de Uniformidad de 1662 impuso la conformidad con la Iglesia anglicana, lo que provocó que muchos ministros puritanos fueran expulsados de sus cargos.
Posteriormente, los puritanos y otros grupos disidentes se enfrentaron a una creciente persecución y marginación. El Código Clarendon de la década de 1660 introdujo leyes que pretendían suprimir el inconformismo y reforzar la posición de la Iglesia de Inglaterra. Los no conformistas se enfrentaron a restricciones como limitaciones al culto, exclusión de cargos públicos y privación de derechos civiles.
Finalmente, muchos puritanos, en busca de libertad religiosa y de establecer una sociedad piadosa, emigraron a Norteamérica durante el siglo XVII. Establecieron colonias, una fue en la Bahía de Massachusetts, lo cual proporcionó un refugio a las comunidades de ese movimiento y les permitió practicar su fe sin interferencias.
Así terminó el experimento o intento de establecer un Estado puritano en la Inglaterra del siglo XVII. De esta manera, la historia nos enseña lo difícil que puede llegar a ser alinear las aspiraciones espirituales de un grupo comprometido con la fe con una sociedad secularizada, si lo que se quiere es establecer un Estado gobernado bajo principios cristianos.