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A principios de 1800, las prisiones inglesas eran fosas de indecencia y brutalidad. La idea era castigar a los prisioneros, no reformarlos. La mayoría de la gente pensaba que así era como debían ser las cosas o creía que no se podía hacer nada para cambiar el sistema arraigado. Elizabeth Fry tuvo una posición diferente y presionó por una serie de reformas penitenciarias que practicamos hasta hoy.
Condiciones desastrosas
Hija de un banquero inglés, Elizabeth, de 20 años, se casó con Joseph Fry, un rico comerciante de té. Al poco tiempo ya había 11 hijos en la casa de Elizabeth y Joseph. Ella había entregado su vida a Cristo a los 18 años y desde ese entonces tenía un fuerte deseo de ayudar a los más necesitados, así que empezó a dar medicina y ropa a los desamparados y ayudó a establecer una escuela de enfermería llamada las Hermanas de Devonshire Square.
En 1813, a la edad de 33 años, empezó a sentir interés por las presas de la cárcel de Newgate en Londres y comenzó a visitar la prisión casi a diario. Pero lo que se encontró allí la horrorizó. En la cárcel, las mujeres que estaban en espera de juicio por robar manzanas o cualquier otra cosa insignificante estaban amontonadas en la misma celda con las mujeres que habían sido condenadas por asesinato o falsificación (ambos crímenes castigados con la pena de muerte). Las mujeres comían, defecaban y dormían en la misma celda de confinamiento. Si una de ellas tenía hijos, la acompañaban a la cárcel y vivían en las mismas condiciones inhumanas que sus madres.
Para aquellos presos, sin la ayuda de familia, amigos o caridad, las opciones eran mendigar, robar comida o morir de hambre. Muchas mujeres también se convertían en alcohólicas y perdían el pudor. Ver a los niños llorando y gritando aferrados a sus madres cuando estas eran arrastradas a la horca era una escena muy común.
Mejor vida para los reclusos
Las autoridades penitenciarias le advirtieron a Elizabeth de los riesgos que corría al visitar las cárceles ya que podía ser atacada físicamente o podría contraer alguna enfermedad, pero ella no tenía la delicadeza de prestar atención a ese tipo de advertencias. Además de reconfortar a las mujeres, les enseñó higiene básica y tareas cómo coser, con el propósito de que pudieran ganarse la vida cuando quedaran en libertad.
Permanentemente les regalaba y les leía la Biblia a los reclusos. A pesar de que intervino muchas veces para que las mujeres con delitos menores no fueran condenadas a muerte, sus ruegos no tuvieron éxito, así que tuvo que acompañar a muchas mujeres a la horca y las consoló en sus últimos momentos.
En 1816 fundó la Asociación para el Mejoramiento de las Prisioneras de Newgate con el objetivo proveer vestuario, instrucción y empleo para las mujeres, y de paso introducirlas al conocimiento de las Sagradas Escrituras. Las reformas específicas por las que hizo campaña incluyeron la separación de hombres y mujeres dentro de la cárcel, el trabajo remunerado para las reclusas, guardias femeninas para mujeres presas y separación de reclusos basados en sus crímenes.
Más allá de Newgate
Para los observadores del siglo XIX, los esfuerzos de Elizabeth produjeron un milagro. Muchos de los presos, supuestamente salvajes e incorregibles, se convirtieron bajo su cuidado en personas ordenadas, disciplinadas y devotas. Directores de otras cárceles de las regiones cercanas visitaron Newgate e iniciaron reformas en sus propias prisiones.
En 1818 Fry dio testimonio ante la Cámara de los Comunes sobre el estado de las cárceles inglesas, lo que contribuyó a la Ley de Reforma Penitenciaria de 1823. Fuera de la cárcel, Elizabeth ayudó a establecer un refugio nocturno en Londres (1820) y formó sociedades para ministrar a familias que vivían en las calles. También promovió sus ideas de reforma penitenciaria en Francia, Bélgica, Holanda y Alemania.
Hasta su muerte en 1845 a los 65 años, visitó casi todos los buques de condenados que llevaban a mujeres presas a las colonias británicas. Las ideas de Elizabeth Fry inspiraron a las generaciones posteriores a combinar el trabajo social con la proclamación del evangelio y cambiaron la forma en la que prisioneros han sido tratados desde entonces.
¿Y tú? ¿Qué piensas? ¿Qué puedes hacer por aquellos que son discriminados, olvidados y despreciados? ¿Cómo crees que se trata a los presos de hoy en día? ¿Qué nos enseña la vida de Elizabeth Fry a los cristianos de hoy?
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