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La influencia de William Carey (1761-1834) en el mundo misionero es indiscutible. No por nada fue llamado “el padre de las misiones modernas”: él abogó por la propagación del cristianismo alrededor del mundo, tradujo la Biblia completa o fragmentos de ella a varios idiomas (más de 200), y promovió una reforma social importante en la India. Sin embargo, aunque suene muy contradictorio, él no tuvo relevancia alguna como individuo. En realidad, no habría logrado transformar la historia de las misiones sin un grupo de amigos.
En su libro Para cambiar el mundo, el sociólogo James Davison Hunter afirma que la visión de que hay un “gran hombre de la historia” o que “la historia del mundo no es más que la biografía de los grandes hombres” es errónea. Más bien:
…el actor clave de la historia no es el genio individual, sino la red [de individuos y amigos] y las nuevas instituciones que se crean a partir de esas redes (…) El carisma y el genio, así como sus consecuencias culturales, no existen fuera de las redes de personas con una orientación similar y de las instituciones igualmente alineadas.
Así, la gran influencia del “padre de las misiones” no es otra que el resultado de los esfuerzos conjuntos de él y sus amigos. Tal es la tesis principal del libro El compañerismo misionero de William Carey, del Dr. Michael Haykin, director del Centro Andrew Fuller de estudios bíblicos y profesor de Historia Eclesiástica y Espiritualidad Bíblica en el Southern Baptist Theological Seminary.
Haykin ha enseñado historia de la iglesia en diferentes instituciones de América del Norte y en el extranjero durante más de 40 años, y hoy es reconocido como uno de los principales expertos en historia sobre William Carey. Todo su recorrido investigativo lo llevó a la conclusión de que, aunque “La elevación de Carey a un estatus de respetada celebridad lo ha descrito como una especie de pionero solitario”, él era en realidad un “jugador de equipo”. Su colaboración con otros nos deja numerosas lecciones a medida que continuamos con la labor de hacer discípulos en el siglo XXI.
En su famoso Sermón inmortal, William Carey dijo las famosas palabras que han impactado a generaciones enteras: “Esperemos grandes cosas; Intentemos grandes cosas”. Sin embargo, si no hubiera sido por sus amigos, este no habría sido más que un hermoso discurso. El siguiente es un extracto del libro de Haykin, en el que se ve claramente que el trabajo en equipo se sobrepone al esfuerzo individual:
El sermón inmortal
La formación de una sociedad misionera, por la que Carey había abogado convincentemente en la conclusión de su obra Una investigación sobre la obligación que tienen los cristianos, se había retrasado, pero no podía posponerse indefinidamente. Cuando la asociación se reunió en 1792, un año después de la publicación del tratado, en la Iglesia Bautista de Friar Lane, en Nottingham, la Investigación de Carey dio más fuerza a sus peticiones de que la asociación no permitiera más retrasos. La asociación nunca se había reunido tan al norte, y para algunos de los mensajeros de la asamblea significaba un viaje a caballo de noventa y cinco o ciento diez kilómetros. Debido a esta distancia, algunas de las iglesias, incluida Olney, enviaron únicamente a su pastor para que las representara. El edificio de la iglesia en el que se reunían era la única casa de reuniones bautista calvinista de Nottingham. Era un edificio blanco y sencillo, bien iluminado y espacioso, con capacidad para unas 230 personas. A diferencia de algunos de los lugares donde se celebraron las reuniones anteriores de la asociación, este año la casa de reuniones podía albergar cómodamente a los reunidos para los servicios públicos. Debido a la ubicación, el número de asistentes fue definitivamente inferior al de años anteriores. Este edificio se vendería en 1815, y al paso de los años del siglo diecinueve, en algún momento pasó a utilizarse como tienda de muebles de segunda mano. Posteriormente fue demolido.
La primera reunión pública de la asamblea fue a las diez de la mañana del miércoles 30 de mayo. Sutcliff expuso el orden del día y dirigió la oración, y luego Carey subió al púlpito para predicar. El texto que eligió para su predicación fue Isaías 54:2-3, que dice así: “Ensancha el lugar de tu tienda, extiende las cortinas de tus moradas, no escatimes; alarga tus cuerdas y refuerza tus estacas. Porque te extenderás hacia la derecha y hacia la izquierda; tu descendencia poseerá naciones, y poblarán ciudades desoladas”. No se sabe exactamente cómo llegó Carey a elegir este texto. Iain H. Murray ha hecho eco recientemente de la sugerencia plausible de que el himno de William Cowper —titulado Jesus Where’er Thy People Meet (Jesús, donde quiera Tu pueblo se reúna)—, compuesto a finales de marzo o principios de abril de 1769, había llamado la atención de Carey sobre el texto de Isaías. Los creyentes de las Midlands llevaban cantando este himno desde 1779. Su quinta estrofa dice:
¡He aquí! Ante Tu mandato santo,
Extendemos la cortina y el cordel;
Ven, y llena este lugar amplio,
Y bendícenos con un incremento a granel.
Aunque no sabemos con certeza qué llevó a Carey a este pasaje, los versículos de Isaías tenían un mensaje para su época y su círculo de amigos. Debían confiar en Dios y salir a las naciones con el mensaje del evangelio, seguros de que Dios bendeciría ese mensaje y extendería Su reino. Tampoco conocemos los detalles del sermón que Carey predicó, ya que no existe ninguna copia del mismo. Lo que sí conocemos son las dos divisiones principales de su mensaje esa mañana: “Esperemos grandes cosas” e “Intentemos grandes cosas”. Esta es la forma en que Andrew Fuller se refirió a la sustancia del sermón de Carey en la que es la primera referencia escrita sobre el mismo en una carta al bautista de Yorkshire, John Fawcett, fechada el 30 de agosto de 1793. Estas dos divisiones se embellecerían posteriormente así: “Esperemos grandes cosas de Dios” e “Intentemos grandes cosas para Dios”. Sin embargo, como ha demostrado A. Christopher Smith, su desafío original era solo “espera grandes cosas; intenta grandes cosas”. Sus amigos cercanos —Sutcliff, Fuller y Ryland— estaban preparados para “esperar grandes cosas” de la mano de Dios. Como revelan los sermones que Sutcliff y Fuller expusieron en abril de 1791 en Clipston, también estaban dispuestos a hablar de intentar “grandes cosas” para la gloria de Dios. Pero Carey sabía que las Escrituras (por ejemplo, Santiago 1:22) les harían pasar de las palabras a la acción. Tenían que “intentar grandes cosas” realmente.
El efecto del sermón de Carey fue demoledor y notable. Un año más tarde, Fuller escribió a John Fawcett sobre el impacto continuo de lo que llegó a llamarse el “Sermón inmortal” de Carey: “Siento el impacto de su sermón hasta el día de hoy. Oremos mucho, esperemos mucho, confiemos mucho, trabajemos mucho; un peso eterno de gloria nos espera”. En aquel momento, el sermón de Carey había convencido a sus amigos de “la criminalidad de [su] tibieza en la causa de Dios”. Si toda la congregación hubiera llorado profusamente, dijo Ryland más tarde, no se hubiera sorprendido. La reunión de la mañana siguiente se celebró a las seis, no mucho después del amanecer. Hubo un tiempo de compartir la experiencia cristiana, en el que, como dijo Fuller, “anhelaban sentir el espíritu de los demás”.
Después se celebró la reunión de negocios de la asamblea. Se decidió dar cinco guineas a quienes trataran de conseguir “la abolición del inhumano e impío comercio de personas”. Cabe señalar que, junto con unas trescientas mil personas en Gran Bretaña, Carey renunció al azúcar por esta época, ya que se obtenía del trabajo de los esclavos en las Indias Occidentales. Así, en sus palabras, limpió sus “manos de sangre”. Además, durante todo el tiempo que estuvo en la India, desde 1793 hasta su muerte, más de cuarenta años después, suplicó regularmente a Dios en sus oraciones por la destrucción de la esclavitud. Ninguna cuestión pública le interesó más. Y cuando los esclavos fueron finalmente liberados en 1833, aparentemente sus ojos se llenaron de lágrimas mientras daba gracias a Dios, y propuso que durante todo un mes la Misión de Serampore diera gracias a Dios de forma especial en todas sus reuniones.
Luego se dio dinero para ayudar a sufragar los gastos de cuatro de los mensajeros de la asociación que venían de “iglesias lejanas y más pobres”. Por último, se proporcionó dinero para apoyar la predicación del evangelio en Derby y Braybrooke, un pueblo situado a unos trece kilómetros al noroeste de Kettering. Podemos imaginar la sorpresa de Carey cuando, a pesar del impacto que su sermón había causado el día anterior, la asamblea se iba a despedir sin que se tomara ninguna medida decisiva con respecto a las misiones en el extranjero. Según John Clark Marshman, hijo de Joshua Marshman, apreciado colega de Carey en Serampore, un Carey profundamente afligido se dirigió a Fuller, le cogió de la mano y le preguntó si iban a dispersarse una vez más sin hacer nada. Cualquier duda que pudiera tener Fuller, o, para el caso, Sutcliff y Ryland, fue eliminada de una vez por todas en este “momento catalítico en la historia de la iglesia”. Estos tres hombres sabían que no podían posponer a Carey por más tiempo. Antes de partir ese día, ellos y los otros mensajeros de la asociación resolvieron elaborar planes en la reunión ministerial de octubre para formar una “sociedad bautista para propagar el evangelio entre los paganos”.
Unirnos con hermanos y hermanas
Este libro de Haykin ha sido incluido en la serie “Un gran legado de héroes de la fe”, publicada por Poiema, bajo la edición general de Steven J. Lawson. Quiero cerrar este artículo con unas palabras de él, que nos recuerdan una verdad fundamental sobre el trabajo en equipo para el avance del reino de Dios:
[William Carey] desmintió la idea de que el calvinismo y las misiones no son compatibles. Lejos de mantener una visión de la soberanía de Dios que no ve lugar para las misiones y la evangelización, Carey estaba apasionado por el poder de Dios para convertir pecadores tal y como se revela en el evangelio. En sus esfuerzos, se le unió un grupo incondicional de amigos igualmente comprometidos, cuya cooperación en la misión de Dios debería inspirarnos a todos a unir fuerzas con hermanos y hermanas cristianos en nuestro paso por esta vida terrenal.
[Puedes leer: El impacto de William Carey en las misiones y el evangelismo]
Referencias y bibliografía
El compañerismo misionero de William Carey de Michael A. G. Haykin | Poiema
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