El pasado 6 de octubre, Hamás, una organización militar y política que controla la Franja de Gaza y que ha sido considerada por gran parte de la comunidad internacional como un grupo terrorista, inició una ofensiva contra Israel y su población. El ataque del Movimiento de Resistencia Islámico consistió en el lanzamiento masivo de 2200 cohetes que saturaron el sistema de defensa israelí y lograron que colapsara, aunque la misma organización asegura que disparó 5000. Los proyectiles alcanzaron puntos importantes como Tel Aviv (capital del país) y Jerusalén.
Al tiempo, Hamás también atacó con drones los controles que separan a Israel de Gaza. La Franja de Gaza es un pequeño enclave de tan sólo 360 km2 que se encuentra al sur de esa nación y al nororiente de Egipto. Es considerada una de las zonas más densamente pobladas del mundo, pues alberga a más de 5000 habitantes por kilómetro cuadrado.
Respuesta de Israel, una cronología de los hechos
Tras el ataque aéreo del grupo terrorista, sus milicianos tomaron varios puestos fronterizos controlados por Israel, incluyendo el principal en Érez, así como dos bases militares: una en Zikim y otra en Re’im. También hicieron incursiones por mar (con buzos y lanchas) y aire. El mismo día, Mohammed Deif, comandante de las Brigadas Izzedin Al Qassam (brazo militar de Hamás) lo reivindicó y señaló que otras milicias también habían participado. Además, llamó a los palestinos de Cisjordania (la región oriental de los territorios palestinos) y a todos los países árabes a unirse a la embestida contra su oponente.
Se estima que en las fases iniciales de la operación, bautizada por Hamás como “Tormenta de Al Aqsa”, cerca de 700 ciudadanos israelíes (tanto árabes como judíos) habrían fallecido. El grupo rebelde y algunas de las víctimas han dado a conocer imágenes de los ataques: una rehén siendo empujada dentro de un auto, asistentes a un festival de música intentando huir de un ataque de este grupo rebelde, cuatro civiles siendo secuestrados por militantes en Be’eri. También circulan en internet videos de nacionales con heridas graves y siendo “paseados por las abarrotadas calles de Gaza”, según la BBC.
Cuatro horas después del ataque, el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu pronunció un discurso en cadena nacional en el que reconoció que aquel era “un acto de guerra”. En tales circunstancias, aseguró que ellos ganarían. Pronto, el Ejército israelí empezó a concentrar tropas y material, y llamó a los reservistas.
A las doce del día del 6 de octubre, seis horas después de la incursión, Israel respondió con la operación “Espada de hierro”. Bombardeó la Torre de Gaza, un edificio con catorce pisos de viviendas y oficinas de medios de comunicación, y declaró que sus objetivos eran las estructuras de Hamás. No obstante, debido a la densidad poblacional de Gaza, la mayoría de las víctimas son civiles. Más de 600 personas habrían muerto tras esta respuesta. También se estima que el grupo armado palestino habría secuestrado a más de 150 ciudadanos israelíes.
Tras conocerse las noticias del ataque de Hamás, las principales potencias occidentales (Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Alemania y la Unión Europea en general), lo condenaron de manera tajante. Al mismo tiempo, Irán y varias naciones árabes, como Qatar e Irak, señalaron “el derecho de los palestinos a defenderse de la ocupación”. Países como China, Rusia, Brasil y Chile pidieron la contención de ambas partes y la reanudación de las conversaciones para encontrar una salida diplomática al conflicto.
En la noche del mismo 6 de octubre, Israel cortó la electricidad en la Franja de Gaza y avisó a los habitantes de la zona, con mensajes en árabe, que abandonen las áreas cercanas a la frontera. Los ciudadanos palestinos de la franja empezaron a acaparar alimentos y miles se desplazaron hacia el interior esperando los ataques del Estado judío.
El domingo 7 de octubre, el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, aseguró que su país siempre apoyará a Israel y le dijo al primer ministro Netanyahu que la ayuda militar “estaba en camino”.
El 9 de octubre Yoav Gallant, ministro de seguridad de Israel dijo ante los medios de comunicación que interrumpirían el suministro de electricidad, alimentos, agua y combustible a Gaza. “He dado una orden: Gaza estará bajo asedio total”, declaró, “estamos luchando contra animales humanos y responderemos en consecuencia”. Gallant también señaló que su respuesta sería recordada durante los próximos 50 años.
Tras los hechos y las diversas declaraciones de los líderes políticos de ambos bandos, la opinión pública internacional se ha polarizado, algunos han declarado su abierto apoyo al Estado de Israel, mientras otros han declarado su favor a las acciones de las milicias gazatíes. De la misma manera, muchos sectores de la sociedad civil y organizaciones de derechos humanos han declarado su apoyo a la causa palestina, es decir, a la creación de un Estado palestino reconocido internacionalmente, al tiempo que han condenado la violencia de ambas facciones.
De acuerdo a la Agencia EFE, Israel dio la instrucción a la población civil de evacuar el norte de la Franja de Gaza, en donde viven más de un millón de palestinos, en un plazo de 24 horas, que luego extendió un poco más. “Es una zona de guerra, estamos intentando darles tiempo”, dijo Daniel Hagari, el portavoz del Ejército. Entre tanto, él mismo afirmó que “Hamás está instalando barricadas y barreras para evitar que los gazatíes se vayan”, con el objetivo de usarlos como escudos humanos. Por su parte, el grupo islamista le comunicó a la gente de a pie que la advertencia es “falsa propaganda para crear confusión”.
Por el momento, Hezbolá, la milicia libanesa, dice estar lista para “contribuir” a las confrontaciones contra Israel. Esto sucede a pesar de que la ONU, los países árabes y algunas potencias le han pedido que no interfiera en los enfrentamientos, informó el diario El País. Cabe anotar que Estados Unidos, Inglaterra, Canadá, Australia, la Unión Europea y otros países consideran oficialmente al grupo armado de Hezbolá como una organización terrorista. Los países árabes, por el contrario, lo consideran un grupo de resistencia que tiene legitimidad.
¿Cómo se ha llegado hasta aquí?
El conflicto palestino-israelí tiene causas amplias y estructurales. Simplificarlo tomando partido por un bando u otro en virtud de razones solamente religiosas o políticas, puede ser la opción más fácil, pero pasa por alto la necesidad de una solución pacífica a la crisis, así como los diversos factores geopolíticos, sociales, económicos e históricos que la han imposibilitado.
De acuerdo a Jorge Elbaum, periodista del diario argentino Página 12, el ataque de Hamás fue motivado por la ausencia de una solución política a la cuestión soberana de Palestina. Esto implica el establecimiento de un Estado nacional palestino y la unificación de los territorios de Gaza y Cisjordania. Sin embargo, el primero tiene el comercio restringido y depende del Estado israelí en cuanto a servicios como electricidad y telecomunicaciones, mientras que el segundo se encuentra ocupado militarmente por Israel y sus recursos son acaparados por colonos de esa nación.
Elbaum destacó otro motivo: que hoy muchos países árabes han abandonado la cuestión palestina, lo cual ha llevado a la radicalización en sus territorios. Por ejemplo, Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos habían estrechado sus relaciones con Israel, y eso había sido visto por los extremistas de Hamás y por los líderes de la Autoridad Nacional Palestina (que controla Cisjordania) como una traición a su causa.
Una tercera razón del conflicto actual sería el ascenso de Hamás en la escena pública como representante político de Gaza. Según los Acuerdos de Oslo, la Autoridad Nacional Palestina (ANP) debería ser la que controle tanto esa zona como la de Cisjordania, esto con el fin de construir un estado soberano y democrático en Palestina. Pero la toma de poder en Gaza por parte de dichos extremistas islámicos, que tuvo lugar en 2007, ha imposibilitado que se vea al liderazgo político pacifista de la ANP como un auténtico representante del pueblo palestino en las negociaciones con los israelíes.
Finalmente, el cuarto factor que expuso Elbaum fue la situación política actual de Israel. La coalición gubernamental liderada por Benjamín Netanyahu ha tenido que hacer alianzas con grupos de ultraderecha, así como con otros de carácter minoritario y reaccionario con tal de mantenerse en el poder. Esto ha hecho que el gobierno sea menos propenso a cualquier tipo de solución negociada. Así, la radicalización política (tanto en el mundo árabe como en el Estado judío) se ha constituido como el principal factor de resistencia a la búsqueda de soluciones diplomáticas que reclama el conflicto actual.
Israel tuvo una mayor disposición a una salida negociada en diversas ocasiones. Una de ellas fue cuando Isaac Rabin, ex primer ministro del país, se comprometió a hacer múltiples concesiones a la ANP en los diálogos de Oslo. Sus posiciones generaron un amplio rechazo entre la derecha y los grupos conservadores, lo cual terminó en su asesinato a manos de un ultranacionalista judío (Yigal Amir) en 1995. Las facciones más conservadoras del Likud, lideradas por Benjamín Netanyahu, se hicieron con el poder y desde entonces el país se ha negado a hacer cualquier tipo de concesión a los palestinos en materia de tierras.
También vale la pena señalar los siguientes aspectos:
- El 29 de noviembre de 1947, la Asamblea General de la ONU recomendó la creación de un Estado árabe independiente y uno judío, así como un régimen especial para la ciudad de Jerusalén, a través de la Resolución 181. Desde ese entonces se hizo un plan de cómo sería la partición. Sin embargo, los árabes no lo aceptaron, porque les parecía que estaban perdiendo su territorio, mientras los israelíes sí. El plan nunca se implementó.
- La contraparte israelí también ha incumplido con los Acuerdos de Oslo (1993), continuando con la ocupación militar de sus territorios y la colonización en Cisjordania.
¿Cómo se ve afectada la población cristiana en Gaza e Israel por el conflicto?
Mientras que la comunidad internacional se polariza frente al conflicto, las voces de los civiles en el terreno pueden ser frecuentemente olvidadas. Tanto Israel como los territorios palestinos cuentan con una minoría cristiana simbólica, que hoy se encuentra en peligro de desaparecer debido a la guerra.
Son ellos quienes custodian muchos de los denominados lugares santos, tales como el Santo Sepulcro (administrado por católicos, ortodoxos bizantinos y orientales), la Tumba del Jardín (considerada por los protestantes como el sitio real en el que fue enterrado Jesús) y la Iglesia Ortodoxa de María Magdalena. Dichos sitios atraen a millones de cristianos de todo el mundo cada año, generando grandes ingresos para la economía local.
En Israel viven cerca de 190 000 cristianos (el 1.9 % de la población), la mayoría son católicos romanos (el 50 %), los ortodoxos bizantinos conforman un 30 %, los ortodoxos orientales, un 10 %, igual que los afiliados al protestantismo. En los territorios palestinos serían unos 75 000 (o el 1.7 %). Los cristianos de estos territorios son en su mayoría (75 %) árabes y han resultado desplazados por el crecimiento del Islam y la emigración de judíos desde Europa y Estados Unidos. Por ende, también se han visto discriminados por musulmanes y nacionalistas judíos.
Durante la guerra árabe-israelí de 1948, los cristianos árabes vivieron confiscaciones de tierras e incursiones militares. Aún así, las iglesias evitaron la destrucción y han podido sobrevivir hasta hoy gracias a las leyes de libertad religiosa estipuladas por el Estado de Israel. Pero, por ejemplo, el 4 de octubre se reportó que una peregrinación de cristianos ortodoxos al Santo Sepulcro habría sido recibida por colonos ilegales, los cuales escupieron en los rostros de los peregrinos cuando se celebraba la “Misa del Fuego Santo”.
Poco después del incidente, el primer ministro Benjamín Netanyahu condenó las expresiones de odio de sus conciudadanos como “sacrílegas”: “Condeno fuertemente cualquier intento de intimidar a los feligreses, y me comprometo a tomar una acción inmediata y decisiva contra esto”, dijo.
Así mismo, la intolerancia religiosa hacia los cristianos en los territorios palestinos ha sido una realidad evidente. Los musulmanes que se convierten al cristianismo se ven obligados a mantener un bajo perfil debido a las posibles represalias, y muchos de estos pertenecen a comunidades evangélicas.
En 2007, el representante estadounidense Henry Hyde le escribió al presidente George W. Bush sobre el estado de la comunidad cristiana en Israel y Palestina:
La comunidad cristiana está siendo aplastada en el molino del amargo conflicto palestino-israelí [...] la expansión de los asentamientos judíos en Cisjordania, incluida Jerusalén Oriental, están dañando irreversiblemente a la cada vez más pequeña comunidad cristiana.
Por supuesto, en las regiones en conflicto también es posible observar fracturas entre los fieles a Cristo. En 2009, varios cristianos palestinos (laicos y ministros del clero) emitieron el denominado documento Kairos, con el cual convocaron un boicot contra Israel y etiquetaron la ocupación de territorios palestinos como “un pecado contra Dios”. Del otro lado de la frontera, en 2014, durante la operación Borde Protector, múltiples cristianos árabes se unieron en una manifestación contra el extremismo islámico y a favor de las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF).
¿Cómo pueden reaccionar los cristianos ante la situación actual?
La opresión y la violación de los derechos de la población palestina es una realidad reconocida por personas como Clara Bastidas, especialista en Derecho Internacional Público. Sin embargo, ella también aseguró que “el mundo árabe nunca apoyó a su propio pueblo hermano, nunca hizo suficiente presión política y económica para que a Palestina se le diera un estado antes de la creación del estado de Israel”.
Tampoco se puede dejar de lado el carácter de los ataques de Hamás: crueles, premeditados contra la población civil y también contrarios a los derechos humanos. Según eso, el Estado judío tendría el camino abierto para su legítima defensa. Sin embargo, Bastidas invitó a que, como cristianos, no nos alegremos por el sufrimiento de un pueblo o de otro ni caigamos en el concepto de que Israel es el “bueno” y los palestinos los “malos”. “No se trata de eso, se trata de Cristo”, dijo.
Entonces, mientras el conflicto tiende a recrudecerse y no se observa una solución pacífica en el horizonte, los cristianos del resto del mundo hemos sido llamados a abogar por la paz, así como por nuestros hermanos en la región. De la misma manera, aunque es posible que se sienta el impulso de apoyar a un bando u otro (especialmente por doctrinas escatológicas), valdría la pena recordar que como creyentes descansamos en que las promesas de Dios se cumplen en Cristo, no en la Declaración de Independencia de Israel de 1948 ni en reclamaciones de justicia terrenal de quienes pretenden resolver la situación por medio de una fuerza arbitraria (Hamás).
En este sentido, es válido que los cristianos defiendan el derecho de Israel a existir como nación, dada su importancia en la Historia de la Salvación, o la necesidad de proteger a la población civil de Palestina y sus derechos fundamentales. Pero también es pertinente recordar que el cristiano no toma partido por potencias humanas sino por Cristo mismo que es Príncipe de paz (Isaías 9:6) y Señor de Justicia (Jeremías 33:16).
Por estas razones, el cristiano está llamado a repudiar todo tipo de violencia arbitraria y sus consecuencias, más aún cuando estas resultan en víctimas civiles que no son parte directa del conflicto. Igualmente, es una necesidad imperiosa orar por nuestros hermanos en Cristo, quienes son perseguidos por razones de fe tanto en Israel como en los territorios palestinos, y por el crecimiento de la Iglesia de Cristo en esas zonas.
La invitación es a orar por la paz, por una cultura del encuentro, por los gobernantes del mundo. Este es un llamado y un compromiso claramente estipulado en la Escritura: “Se debe orar por los que gobiernan y por todas las autoridades, para que podamos gozar de una vida tranquila y pacífica, con toda piedad y dignidad. Esto es bueno y agrada a Dios nuestro Salvador... ”, 1 Timoteo 2:1-8 (DHH). Si el apóstol Pablo pudo vislumbrar esta necesidad para su tiempo en medio de una cultura mayoritariamente pagana, ¿podríamos hacerlo también nosotros hoy en una de las regiones del mundo más agobiadas por la guerra?
Con información de CNN, Página 12, Middle East Monitor, BBC, El País y RTVE.
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