¿Por qué una sola vida ha puesto de cabeza a un país entero? La muerte de George Floyd ha dejado en evidencia una herida estadounidense que no ha sanado. La agresión contra un afroamericano, tan pequeña en su alcance y aparentemente insignificante, ha mostrado el interior de una sociedad profundamente racista. Siglos enteros de sufrimiento quedaron expuestos con la tragedia del pasado 25 de mayo.
Las estadísticas dicen que la mayoría de afroamericanos asesinados en Estados Unidos mueren a manos de otros afroamericanos. Las estadísticas también dicen que cuando la policía mata a personas, estas regularmente son blancas. ¿Y? La imagen del pasado 25 de mayo, donde un policía blanco puso su rodilla sobre el cuello de un afroamericano hasta asfixiarlo, abrió nuevamente la herida que sangra desde hace siglos. Los números son una simple costra que fue quitada con violencia.
Si solo hubiera alguien
The Babylon Bee, un portal de internet norteamericano que publica noticias satíricas con un contenido bíblico y cristiano, publicó un artículo el pasado 1 de junio titulado La nación pide a Dios que envíe a alguien que pueda unificar a personas entre razas, clases, géneros, tribus y lenguas1. La sátira de este artículo es tan graciosa como tajante; dice que el local Fred Howser dijo “si solo hubiese alguien que pudiera tomar la división racial y ejecutarla —de pronto, no lo sé, por medio de una crucifixión o algo así— de una buena vez.”
La muerte de un afroamericano es la muestra de que el mundo ha ignorado la muerte de Cristo. Pablo dice en Gálatas 3:28, “No hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay hombre ni mujer; porque todos sois uno en Cristo Jesús.” No hay negro ni blanco, porque todos sois uno en Cristo Jesús, pero el mundo lo olvidó. Las protestas, unas que luchan por la unión y otras que dividen más al país, claman a gritos por la paz y libertad que Jesús ofreció hace dos mil años en la cruz.
La labor de la iglesia
¡El problema es que no lo saben! Por eso la iglesia no puede quedarse callada. Hoy, así como desde su inicio en pentecostés y a lo largo de los siglos, ella está llamada a demostrar que en Cristo no existen razas. El reino de Dios está por encima de todos los individuos y los hace uno solo, experimentando la profunda hermandad de la familia del Padre.
Es fascinante ver cuando la iglesia toma acción en la vida social. Lejos de nosotros está el afirmar que el evangelio sea solo altruismo o que las iglesias locales sean lugares para promover posiciones políticas. Sin embargo, la Escritura es clara en cuanto a la labor de la iglesia en transformar la sociedad de principio a fin.
Por eso son tan valiosas las acciones de muchos creyentes que han salido a marchar y dar el mensaje de Cristo en la escena pública, mostrando la sanidad definitiva que está disponible en el evangelio. Es de destacar cómo las iglesias de Minneapolis se han unido para reflexionar en lo mucho que deben mejorar en cuanto a su participación en las necesidades locales a largo plazo, buscando mantener el espíritu de las últimas semanas de forma permanente.
Un ejemplo específico de la ayuda de las iglesias a la comunidad es la Bethlehem Baptist Church, donde el pastor John Piper sirvió por más de 30 años. Esta iglesia está trabajando en ayudar a las tiendas locales que tuvieron que cerrar a causa de las protestas, y están construyendo planes para ayudar a mejorar la distribución de la comida en la comunidad. La acción puede parecer algo pequeño, pero es muestra del dolor que sienten los creyentes por toda la gente que sufre alrededor de ellos.
Ming-Jinn Tong, pastor de alcance en uno de los campus de Bethlehem, afirmó que “La situación siempre está cambiando —las implicaciones de lo que ha sucedido y las implicaciones de las injusticias que siguen teniendo lugar. Por lo tanto, debemos tener una actitud de escucha, de aprendizaje, y de liderazgo.”2 Las palabras de Tong muestran una necesidad clave entre la iglesia: la de escuchar a la comunidad, dolerse con ella y servirle en todo lo posible.
Lección para Latinoamérica
Ahora, como latinos nos es imposible ver la muerte de George Floyd como algo extraño. Quizá en nuestro continente no sufrimos por el racismo en la manera en que lo que sufren en Norteamérica. Sin embargo, ¿no es nuestra historia una gran cadena de abusos, clasismos, esclavitudes y todas las formas imaginables de violencia?
Faltaría el tiempo para hablar de la esclavitud en el tiempo de la colonia, de la terrible lucha de clases que marcó el crecimiento económico de nuestros países en el siglo XIX, para hablar de las dictaduras en la mayoría de nuestros países del siglo pasado, y para hablar de la violencia causada por ideologías políticas desde los tiempos de las independencias hasta hoy. Nuestra historia está llena de sangre.
La pregunta sincera que debemos hacernos es: ¿dónde está la iglesia? ¿Quién va a hablar del evangelio a una sociedad llena de dolor e injusticia? Latinoamérica necesita ver a una iglesia consciente de las profundas heridas históricas que corren por las venas de nuestros países; una iglesia que predique mensajes desde púlpitos sensibles a las distorsiones y corrupciones que hay en nuestra sociedad; una iglesia cuyos miembros individuales respondan a sus allegados con el evangelio de esperanza.
Nuestra oración es que lo que sucede hoy en Estados Unidos sacuda a la iglesia en Latinoamérica, para que supere la superficialidad y la trivialidad. Es hora de profundizar aún más allá de las doctrinas controversiales y comenzar a vivir la ética del evangelio que nuestro Señor Jesús comunicó con tanta vehemencia: “ustedes son la sal de la tierra”.
1 Artículo original en inglés disponible en: https://babylonbee.com/news/nation-wishes-god-would-send-someone-who-could-unify-people-across-all-races-classes-genders-tribes-tongues
2 Tomado de: https://www.christianitytoday.com/news/2020/june/george-floyd-protests-minneapolis-evangelicals-cleanup.html
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