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Durante la Reforma protestante del siglo XVI, una gran cantidad de movimientos cristianos separados del catolicismo se empezaron a gestar. Quizá uno de los más populares e influyentes fue el movimiento anabaptista[1].
Los anabaptistas fueron perseguidos y asesinados, en gran medida, por sus posiciones radicales y violentas, pero no todos siguieron esta línea. A continuación hablaremos de Dirk Willems (¿?-1569), un anabaptista no radicalizado, pero sí un cristiano verdadero.
Dirk Willems, nacido en Asperen, Rotterdam, en los Países Bajos, es hoy en día un ícono de la postura anabaptista pacifista, que surgió en el siglo XVI. Esta postura pacifista fue poco reconocida en aquella época, y sus seguidores fueron victimizados por ser señalados como iguales a la tendencia radical del movimiento que se desenvolvió en Alemania y que generó trastorno, dolor y mucho sufrimiento al movimiento en Europa.
El comienzo de esa estigmatización se dio durante la Reforma, cuando muchos nobles comenzaron a identificarse con las nuevas interpretaciones doctrinales que hacían los mismos sacerdotes al interior del catolicismo y después en el luteranismo. A comienzos del siglo XVI, las doctrinas bíblicas que fueron enseñadas abiertamente a la mayoría de los pobladores fueron también propicias a la nobleza para afianzar su autoridad. Así, la religión que asumía el noble era aquella que predominaba y se establecía en su campo de influencia.
El bautismo de niños practicado por el catolicismo, también lo ejerció el luteranismo y otras posturas protestantes, porque, entre otras cosas, le permitía al terrateniente asirse con derechos también religiosos sobre los campesinos. El noble aseguraba su rol en este periodo de cambios, a la vez que enfrentaba las luchas contra los poderes del catolicismo, al asegurar que los campesinos y el pueblo en general sobre el que gobernaba fueran afines a su creencia. Pues, de lo contrario, eran expulsados del territorio. Esta era una postura que afirmaba su autoridad sobre las grandes masas de campesinos pobres e iletrados, que seguían sirviendo y pagando impuestos por el derecho de cultivar la tierra.
Los anabaptistas y el bautismo
Frente a esta condición, muchos comerciantes artesanos y campesinos, y algunos nobles y sacerdotes se identificaron con la enseñanza anabaptista o “los que bautizan de nuevo”, como eran llamados. Ellos consideraban que sólo la persona adulta, consciente de su fe, debía ser bautizada y, por lo tanto, no compartían la práctica del bautismo de infantes.
Esta enseñanza, proclamada por Melchor Hoffman (1495-1543) en Estrasburgo, acompañada de la idea de separar la religión del poder político y su postura claramente pacifista, rápidamente fue acogida por los campesinos, generando oposición entre nobles y príncipes reformados y católicos, convirtiéndose en su principal causa de persecución, una persecución abierta que desencadenó el desarrollo de una postura radical al interior del anabaptismo.
Este radicalismo fomentó el levantamiento de masas. La rebelión anabaptista de Münster fue sin duda la que más perjudicó la extensión del pacifismo anabaptista, dando pie a una prolongada y sangrienta cacería contra sus seguidores.
La trágica rebelión de Münster
En 1530, en la ciudad de Münster, el discurso que se empleó fue el de la llegada del Reino de Dios a través de las armas empuñadas por los hombres. Jan de Leyden (1509-1536), un hombre radicalizado que no compartía las ideas pacifistas originales, afirmaba que la ciudad alemana de Münster era la Nueva Jerusalén.
Al mismo tiempo que consideraba que el Reino de Dios debía establecerse en la tierra, siendo él el llamado para tal causa, autoproclamándose Rey de Sión. Definió su oposición a los estamentos civiles preestablecidos, validó la poligamia y definió su intención de extender su reino sobre los demás territorios.
El levantamiento radical anabaptista fue contraproducente contra todo el que consideraba su posición afín con el principio de no bautizar niños. Y, desde luego, fue aniquilador de los que mantuvieron una actitud pacifista. Esto desencadenó una estigmatización general, que obligó a muchos a migrar a otras regiones, entre ellas, la región de los Países Bajos.
Un caso digno de recordar
En Holanda, Flandes y otros estados que acogieron posturas reformadas y fungieron como espacios abiertos a los no violentos, las matanzas, torturas y la persecución no tardaron en llegar. Por tal motivo es necesario reconocer a aquellos anabaptistas pacifistas que dejaron huellas imborrables de su decisión de manifestar a Cristo aún bajo su condición de perseguidos.
Ese es el caso de Dirk Willems, quien es ejemplo de la postura original anabaptista, y quien. siendo martirizado, fue digno ejemplo de fe. Bautizado a los 15 años, fue encarcelado durante las guerras lideradas por Fernando Álvarez de Toledo (1507-1582), el gran duque de Alba en los Países Bajos entre 1567 y 1573, un militar español que comandó los ejércitos del rey Felipe II (1527-1598) sobre sus provincias en el noreste de Europa, como parte de las campañas contrarreformistas.
Las cruentas luchas que se ejecutaron durante estos años, aplicando las exigencias del Concilio de Trento (1545-1563) contra sus oponentes, fue significativamente desgarradora en Holanda y los estados circundantes.
Dirk Willems, fue encarcelado durante este periodo de guerra debido a su creencia anabaptista. Pero hoy es recordado por su extrema posición pacifista, posición que se resalta cuando lo recordamos estando en prisión, a la espera de ser condenado. Resuelto a escapar, se evadió por en medio de las rendijas de su celda; con los amarres que hizo con su ropa descendió por el muro helado de la cárcel, evitando a los soldados que vigilaban.
Al marchar sobre las congeladas aguas del lago que rodeaba su lugar de reclusión, fue perseguido por uno de los soldados, que al intentar alcanzarlo forzó la delgada capa de hielo sobre la que corría, y rápidamente quedó atrapado a punto de morir congelado. Dirk Willems, escuchando los gritos de auxilio desesperados, resolvió regresar para rescatar a su enemigo. Una decisión para nada sencilla, teniendo en cuenta que quienes eran perseguidos por causa de sus creencias, eran condenados a morir en la hoguera después de ser torturados y obligados a negar su fe.
Willems, teniendo vivo el recuerdo de sus hermanos en la fe que habían sido encarcelados y asesinados, hizo lo que sólo un verdadero esclavo de Cristo podría haber hecho. Poniendo en práctica el mandato de amar a sus enemigos, Dirk regreso por el mismo camino por donde había podido escapar, para auxiliar a aquel que tenía por obligación capturarlo.
Una actitud que le costó el ser nuevamente apresado, y posteriormente condenado a la hoguera. Dirk Willems murió el 16 de mayo de 1569 en Holanda. Sobre su martirio, cuentan que mientras el viento soplaba constantemente, las llamas ardían lentamente. Lo que provocó que éstas se tardaran más en consumir su cuerpo, haciendo de su muerte un largo suplicio.
Aun así, Dirk Willems no negó su fe, sino que soportó el sufrimiento. Un creyente no radicalizado, sino convencido por la fe en Cristo, de lo que significaba el amor al prójimo, aunque éste fuera su enemigo.
[1] Puedes conocer más sobre los anabaptistas en el siguiente video.
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