Hace poco le conté a un amigo que en el último mes había leído cuatro libros y, sorprendido por mi logro, me preguntó sobre el método que había utilizado. Le dije que utilizaba audiolibros mientras iba al gimnasio y aseaba mi casa, y su respuesta fue “eso es trampa”. ¿Utilizar audiolibros es trampa? Creo que es importante responder a esa pregunta porque muchos cristianos utilizan las herramientas de audio para leer libros, entre ellos la Biblia misma.
Estamos en la era de los audiolibros. De acuerdo con la Audio Publishers Association, este sector facturó 1600 millones de dólares en 2021, 25% más que el año anterior, y los usuarios de audiolibros escucharon en 2021 más del doble de horas de las escuchadas en 2017. Más del 40% de los oyentes son usuarios de plataformas de suscripción, como Audible y Spotify, las cuales dominan hoy la industria, publicando miles de audiolibros cada año. Solo en 2021, se publicaron alrededor de 74 000 audiolibros.
En medio de este auge del uso de audiolibros, muchos cristianos han visto una oportunidad para aprender con libros que, por diferentes motivos, no habían podido leer en un formato impreso.
Los audiolibros se suman hoy a la enorme cantidad de contenido que estamos recibiendo por medios digitales, incluyendo la Biblia misma. En la actualidad ya hay plataformas como Christian Audio que han buscado hacer que muchos libros cristianos sean accesibles en audio para la iglesia, y muchas plataformas de publicaciones cristianas como Christianity Today y Coalición por el Evangelio tienen una versión en podcast de una parte de su contenido escrito.
Alrededor de este fenómeno, este artículo busca responder una pregunta: ¿qué oportunidades y desafíos hay en torno al uso de audiolibros entre la iglesia de Cristo?
¿Qué significa “hacer trampa”?
Estoy completamente convencido de que, sin importar el medio que se utilice para leer un libro, ya sea un libro digital, audiolibro o formato impreso, el único objetivo a alcanzar es la comprensión. Si se ha comprendido la lectura, se ha logrado el objetivo de la lectura. En este orden de ideas, la única forma de “hacer trampa” con un libro, cualquiera que sea su formato, es leerlo sin comprender su contenido, por lo que la cuestión más importante en el uso de los audiolibros es si sus usuarios comprenden las lecturas o no.
En un artículo de investigación de 2016 sobre el uso de libros digitales y audiolibros, después de hacer pruebas de comprensión en tres grupos distintos que estudiaron el mismo fragmento de un libro de no ficción, las investigadoras llegaron a la siguiente conclusión: “No encontramos diferencias significativas de comprensión entre leer, escuchar, o leer y escuchar simultáneamente”. Si bien la investigación se desarrolló con libros digitales y no con libros impresos, es suficiente para concluir que el uso de audiolibros no es “hacer trampa” per se, pues sus usuarios pueden alcanzar una buena comprensión de lectura.
De hecho, como lo menciona Ted Olsen en su artículo sobre audiolibros publicado en Christianity Today, el formato en audio tiene una ventaja para la comprensión de lectura: le dificulta al lector hacer lecturas rápidas y superficiales de un texto. Olsen dice que, en su experiencia, esta ventaja le ha sido útil a la hora de escuchar narrativas bíblicas en su versión de audio. Daniel Willingham, profesor de psicología en la universidad de Virginia, afirma que: “Una vez que has identificado las palabras (ya sea escuchando o leyendo), el mismo proceso mental comprende las oraciones y párrafos que ellas forman”. En conclusión, es posible lograr una buena comprensión con un audiolibro.
Escuchar audiolibros y limpiar la casa
¿Qué ha hecho que los audiolibros tengan tanta acogida en las últimas décadas? Sin duda se trata de su amplia flexibilidad para ser utilizados en diferentes escenarios. Para leer un libro físico es necesario contar con condiciones de tiempo y espacio muy particulares, mientras que los audiolibros pueden usarse mientras se conmuta, se hace ejercicio y se hace aseo en la casa.
Willingham afirma que, cuando el lector hace más de una tarea a la vez, la comprensión de lectura no es la misma, y que probablemente por eso es que muchos afirman que el uso de audiolibros es “hacer trampa”. Sin embargo, escuchar un audiolibro mientras se hace multitasking es mucho más provechoso que no leer en absoluto, pues a muchas personas les cuesta encontrar el tiempo adecuado para leer libros físicos. La actitud de Willingham al respecto es ejemplar: “Creo que las acusaciones entre los lectores no es una guerra civil que realmente queramos iniciar (…) Es decir, leer es suficientemente difícil; aquellos que disfrutan de la lectura no deben estar peleando entre ellos”.
La lectura es fundamental para el crecimiento de los creyentes, y para nadie es un secreto que formar hábitos de lectura es difícil. En este sentido, si los audiolibros son un medio por el cual comenzar a formar dichos hábitos, vale la pena probar su uso, sin descartar la posibilidad de leer libros impresos simultáneamente. Es importante que los cristianos se animen unos a otros a leer audiolibros para desarrollar dichos hábitos y aprender más. Aunque muchos creyentes prefieren la lectura de libros impresos, reconocen que no todos son como ellos, por lo que deciden publicar sus libros en formato de audio.
Esta idea de utilizar los audiolibros para desarrollar habilidades de lectura y continuar el aprendizaje ya ha sido desarrollada por educadores. Dos investigadoras rusas afirman que: “Los recursos de digitalización y portabilidad de la información crean nuevas oportunidades para el desarrollo de la tecnología en el ámbito educativo”. Parte del trabajo de los educadores en la actualidad es aprovechar estas oportunidades ofrecidas por la tecnología para potenciar la educación.
Acerca de los niños a quienes les cuesta la lectura con libros físicos, Willingham afirma que: “En el coche (…) no pueden escapar, así que, si tu reproduces un audiolibro, ellos tienen que escuchar y esa es una forma de asegurarse de que al menos lo intenten”.
Esto aplica también al contexto de la iglesia. Una parte importante de la labor de discipulado que Jesús nos ha encomendado tiene que ver con crecer en el conocimiento de Dios. De hecho, el apóstol Pablo ora así por los colosenses: “no hemos cesado de orar por ustedes, pidiendo que sean llenos del conocimiento de Su voluntad en toda sabiduría y comprensión espiritual” (Col. 1:9). Así, es importante que los cristianos aprendan a utilizar las diferentes herramientas tecnológicas en pro de mejorar su aprendizaje. Este uso de la tecnología es particularmente relevante en aquellos contextos en los que los cristianos tienen niveles bajos de educación o su economía no les permite acceder a libros físicos con regularidad.
¿Ha llegado la hora de deshacernos de los libros impresos?
No, y probablemente nunca llegue esa hora. Willingham explica varias razones por las que la lectura en textos impresos seguirá teniendo ventajas sobre sus alternativas digitales:
- Sobre los textos complejos, el psicólogo afirma: “Aunque un mismo proceso central de comprensión sirve tanto a la escucha como a la lectura, textos difíciles exigen estrategias mentales adicionales (…) El texto impreso hace que esas estrategias sean más fáciles de usar”.
- Acerca de los textos narrativos dice: “Cuando lees una narrativa, la secuencia de eventos es importante, y saber en qué parte estás en un libro te ayuda a construir ese arco narrativo”. Aunque los libros digitales intentan proveer la misma sensación con la función de las páginas restantes, no logran lo mismo.
- En cuanto a los movimientos oculares, explica: “Alrededor del 10 al 15% de los movimientos oculares durante la lectura son regresivos, es decir, [los ojos] se devuelven y revisan (…) Esto sucede muy rápido, y está integrado en el proceso de leer una oración.” Aunque los audiolibros permiten regresar a una posición anterior, es mucho más difícil volver rápidamente sobre secciones cortas anteriores. La posibilidad de releer que existe en libros digitales y en libros impresos le permite al lector lograr una mejor comprensión, pues, sin importar el formato, el lector puede desconcentrarse y necesitar de una segunda lectura.
Además de estas tres ventajas mencionadas por el psicólogo, la lectura en libros impresos tiene muchas otras. Por ejemplo, los libros digitales y los libros impresos tienen ayudas visuales para los lectores que facilitan una mejor comprensión, como el uso de títulos y subtítulos, y de énfasis a través de la negrilla y la cursiva. Otro ejemplo es que los libros físicos ofrecen pequeños descansos durante la lectura cada vez que se termina un capítulo o se cambia la página. Dichos descansos promueven una mejor comprensión y memorización de las ideas.
Así, podemos concluir lo mismo que Willingham: “Creo que ambas [formas de lectura] tienen diferentes ventajas y por eso seguiremos usándolas”. El verdadero peligro con los audiolibros es pensar que ya no hay un lugar para los libros impresos y eso, como ya lo demostramos, es completamente falso. En este tema se necesita un equilibrio que reconozca las ventajas de los audiolibros sin descartar el uso de su alternativa impresa.
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