Las recientes noticias de guerra entre Azerbaiyán y Armenia en la región de Nagorno Karabaj, también denominada como la República de Artsaj, han vuelto a poner en el debate de la opinión pública internacional la situación de los cristianos en esta región del mundo, así como los episodios de persecución histórica de los que estos han sido víctimas.
Contexto político
La República de Artsaj, ubicada en el alto de Karabaj o Nagorno Karabaj, es una región autónoma de mayoría armenia que se encuentra rodeada por Azerbaiyán. Artsaj o Nagorno Karabaj no cuenta con reconocimiento internacional como país, sin embargo, desde la década de los noventa la región ha estado organizada de forma autónoma y reclama su independencia de Azerbaiyán. Armenia, el país vecino, ha apoyado los reclamos de independencia de la República de Artsaj, lo cual le han llevado a situaciones de constante conflicto y tensión con Azerbaiyán.
Tanto Armenia como Azerbaiyán son ex-repúblicas soviéticas y ambas naciones han visto un resurgir de la religión luego de la caída de la Unión Soviética. La disolución de la antigua potencia, sin embargo, dejó muchos conflictos territoriales y étnicos sin resolver, dando lugar a un resurgimiento de sentimientos nacionalistas y fronteras establecidas de forma arbitraria que no son consistentes con la composición étnica ni religiosa de los habitantes de cada territorio.
Contexto religioso
Los azeri, habitantes de Azerbaiyán, son en su mayoría musulmanes. Del total de la población, 95% son musulmanes y de estos, 85% son chiítas y 15% son sunitas. El restante 5% está compuesto por cristianos de distintas denominaciones, judíos, bahaís, hare-krishnas y Testigos de Jehová. Los cristianos allí son alrededor de 150.000 y en su mayoría hacen parte de la Iglesia apostólica armenia.
Los armenios por su parte, tanto los que viven en el enclave de Artsaj, como los que residen en la República armenia, son en su mayoría cristianos pertenecientes a la Iglesia apostólica armenia. De acuerdo a la tradición la Iglesia apostólica armenia remonta sus raíces al siglo I cuando los apóstoles Bartolomé y Judas Tadeo llegaron a predicar al Cáucaso estableciendo las primeras comunidades cristianas. Durante los primeros siglos, la Iglesia armenia se encontró en comunión con la ortodoxia de las iglesias cristianas que se establecieron en todo el Imperio romano. La iglesia, fue de hecho la primera confesión en convertirse en una religión de estado cuando el obispo Gregorio, “El Iluminador”, persuadió al rey Tiridates III de convertirse al cristianismo. Gregorio bautizó a Tiridates y a los miembros de la nobleza, luego de que Tiridates atribuyera la curación de una enfermedad que lo atribulaba a las oraciones de Gregorio.
Historia del cristianismo armenio y doctrina
La Iglesia apostólica armenia se separó de la ortodoxia alrededor del siglo V, luego de las disputas teológicas en torno a la naturaleza de Cristo. Esta división se dio cuando los patriarcas de Roma y Alejandría, apoyados en las tesis del obispo Cirilo de Alejandría establecieron en el primer Concilio de Éfeso el dogma de las dos naturalezas presentes en Cristo, la divina y humana, y que estas no se encontraban separadas. Sin embargo, el obispo Dióscoro de Alejandría, sucesor de Cirilo, convocó a un segundo Concilio de Éfeso (también conocido como Latrocinio de Éfeso) en el que no aceptó la presencia de representantes de los patriarcados de Roma ni de los de los teólogos de la Iglesia de Antioquía, y estableció que en Cristo solo se hallaba presente la naturaleza divina. Dos años después, en Calcedonia, Dióscoro fue excomulgado; su sucesor, el obispo Timoteo Eluro, continuaría con la predicación de su doctrina y el establecimiento de las iglesias monofisitas, entre las cuales se encuentran las iglesias coptas, varias iglesias orientales. La Iglesia apostólica armenia, que no estuvo representada en Calcedonia al momento de la excomunión de Dióscoro, se separó de la ortodoxia en el 506, adoptando una doctrina llamada miafisismo, la cual es una variante del monofisismo que sin embargo se encuentra más cercana con la ortodoxia.
La Iglesia armenia cuenta con su propia traducción y canón de la Biblia, la cual fue traducida del griego al armenio en el año 435 por el monje Mesrob Mashtots. En ésa misma época también comenzó a usarse el idioma armenio en la liturgia en lugar del griego o el siríaco arameo, idiomas propios de los cultos orientales. Desde su separación con la ortodoxia, la Iglesia armenia cuenta con un primado independiente, su actual representante es el patriarca Karekin II. La iglesia armenia cuenta con jurisdicciones y seguidores alrededor de todo el mundo, aunque su mayor número de fieles se encuentra en Armenia.
Persecución y hostigamiento
Tras la disolución del Imperio romano, Armenia hizo parte del Imperio bizantino. Esto se mantuvo así hasta la llegada del Imperio otomano en el siglo XVI. Desde entonces el país estuvo dividido, siendo una parte gobernada por el Imperio otomano y otra por los persas, esta última parte luego pasaría a ser parte del Imperio ruso.
Durante el dominio del Imperio otomano en Armenia, desde el año 1555, los cristianos, que se habían establecido con relativa paz enfrentaron múltiples limitaciones. Los cristianos no fueron considerados iguales a los musulmanes y se les impusieron varias prohibiciones. El testimonio contra los musulmanes por parte de cristianos y judíos era inadmisible en los tribunales de justicia donde un musulmán podía ser castigado. Esto significaba que su testimonio sólo podía considerarse en casos comerciales. A los cristianos se les prohibió llevar armas o cabalgar sobre caballos y camellos, sus casas no podían ser más altas que las de los musulmanes y sus prácticas religiosas estaban severamente circunscritas; por ejemplo, el toque de campanas de la iglesia estaba estrictamente prohibido.
Pero si las restricciones impuestas por el Imperio otomano resultaron oprobiosas para los cristianos armenios, el episodio más relevante de la historia, el genocidio armenio, llevado a cabo por este mismo imperio entre 1915 y 1923, aún resuena en las mentes de los cristianos y en la memoria de la comunidad internacional. Millones de personas fueron deportadas de su país en medio de la Primera Guerra Mundial, pero una gran parte - se calcula que entre una y dos millones de personas, murieron tras las marchas forzadas a las que fueron obligadas. El gobierno turco, el estado sucesor del Imperio otomano, niega las acusaciones de genocidio, aunque reconoce que hubo masacres y conflictos étnicos. Aún así, la mayoría de académicos, señalan en que los hechos encajan con la definición de genocidio, es decir con el intento de exterminio del pueblo armenio, su cultura y su religión.
Durante el genocidio armenio, la comunidad cristiana de armenia estaba conformada por tres denominaciones principales: la iglesia evangélica armenia, la iglesia católica armenia y la iglesia apostólica armenia. Los cristianos del Imperio tuvieron que soportar también el pago de impuestos excesivos, la conversión forzada al Islam y el hecho de que no se les considerara ciudadanos de pleno derecho. Si bien el genocidio armenio es el evento de persecución más recordado, la persecución abierta del cristianismo no había empezado en ese momento. Entre 1894 y 1896 se produjeron las llamadas “masacres hamidianas”, llamadas así por el nombre del sultán otomano bajo cuyo mandato se perpetraron, Abdul Hamid II, conocido por esta razón como el “Sultán rojo”. El etnógrafo William Ramsay calculó el número de cristianos armenios fallecidos a manos de Hamid II en unos doscientos mil, aunque otros historiadores creen que las víctimas mortales fueron 300.000. La política del Sultán era perpetrar tantas masacres como fuera posible, de manera que los cristianos armenios se sublevaran y así justificar su aniquilación.
Tras la caída el Imperio otomano, Armenia pasó a ser parte de la Unión Soviética, en donde la religión sufrió un trato hostil debido a las políticas ateas del Bloque soviético, el cual consideraba a la religión como el “opio del pueblo” e intentó eliminarla a largo plazo con diversas políticas de re-educación y prohibición.
Durante el periodo soviético, los armenios étnicos, tanto en Armenia como en Azerbaiyán, desarrollaron fuertes sentimientos nacionalistas, lo cual los llevó a pedir su independencia mediante referendo antes de la disolución de la Unión Soviética y al establecimiento de una república autónoma dentro de Azerbaiyán en la región de Nagorno Kabaraj, la cual hoy sigue luchando por su independencia y su pleno reconocimiento. Por su parte, Armenia hoy es un territorio independiente reconocido plenamente por la comunidad internacional como un estado autónomo y legal. La organización del estado es laica y los cristianos gozan por fin de una plena libertad religiosa.
Los cristianos evangélicos en la región
Por otra parte, la situación de los cristianos evangélicos en la región ha sido ciertamente más difícil que la de los mismos cristianos apostólicos o ortodoxos. La iglesia evangélica de Armenia tiene sus raíces en el siglo XIX y una historia independiente de la Reforma protestante. Surgió inicialmente como un grupo de estudio bíblico dentro de la Iglesia apostólica armenia. El objetivo principal del grupo era la preparación de clérigos cualificados destinados a la Iglesia apostólica armenia. El resultado de este despertar fue la formación de una sociedad llamada la “Unión Piadosa”, cuyos miembros se reunían para estudiar la Biblia. Naturalmente, durante estas reuniones, surgían muchas preguntas cuestionando las prácticas y las tradiciones de la Iglesia, las cuales parecían estar en conflicto con los dogmas de la Iglesia. A causa de esto, las autoridades eclesiásticas de la época decidieron silenciar estas preguntas.
Los reformistas tuvieron que enfrentarse a una fuerte represión por parte del Patriarcado Armenio de Estambul. Finalmente, después de que el Patriarca Matteos Chouhajian excomulgara a los reformistas, estos se vieron forzados a organizarse como una comunidad religiosa distinta, el Protestant Millet. Esta separación condujo a la formación de la Iglesia evangélica armenia en 1846.
Debido a que Azerbaiyán es un país islámico, tanto los cristianos evangélicos armenios como los cristianos de las iglesias tradicionales, han sufrido hostigamiento y restricciones a la práctica de la fe. La organización Puertas Abiertas advierte que en el país los pastores frecuentemente son llamados por la policía y que los conversos provenientes del Islam enfrentan fuertes presiones de parte de familiares o amigos para volver a su antigua fe.
La mayor parte de la persecución de los cristianos en Azerbaiyán proviene de las autoridades gubernamentales tanto del Gobierno central, que impone una legislación restrictiva, como de las autoridades locales y la policía que asalta las reuniones religiosas, detiene a los creyentes y confisca materiales religiosos. Otra fuente de persecución proviene del entorno musulmán (familia, amigos, comunidad e imanes locales) que se opone tajantemente a que los musulmanes puedan convertirse al cristianismo.
El contexto actual
En septiembre de este año Azerbaiyán decidió atacar el enclave de Nagorno Kabaraj, la región armenia que reclama su independencia de Azerbaiyán, propiciando la entrada de Armenia en hostilidades en la región del Karabaj para defender a los armenios étnicos que allí se encuentran. El estallido del conflicto ha llevado a que varias potencias regionales, como Rusia y Turquía, entren a la guerra en la búsqueda de una redefinición del balance de poder en la región que les favorezca.
El 9 de octubre de 2020, el diario Christianity Today reportó el bombardeo a una catedral de la Iglesia apostólica armenia por parte del ejército de Azerbaiyán en el territorio de Nagorno Kabaraj, donde residen la mayoría de cristianos de este país. Un pastor de la catedral, que se identificó solo como el padre Andreas, expresó su angustia por el ataque: “Siento el dolor de que las paredes de nuestra hermosa catedral estén destruidas”, dijo. “Siento el dolor de que hoy el mundo no reaccione a lo que está pasando aquí y que nuestros muchachos estén muriendo defendiendo nuestra Patria [refiriéndose a Nagorno Kabaraj]”.
El Ministerio de Relaciones Exteriores de Armenia denunció el bombardeo como un “crimen monstruoso y un desafío para la humanidad civilizada”, advirtiendo a Azerbaiyán que atacar sitios religiosos equivale a un crimen de guerra.
Si bien es cierto que la guerra que hoy azota la región del Cáucaso en Nagorno Kabaraj y que tiene enfrentados a Armenia y a Azerbaiyán no es un conflicto en esencia religioso, sino que tiene su centro de atención en disputas territoriales y por la identidad, los cristianos armenios han quedado en medio de una difícil situación y siguen resistiendo en medio de un enfrentamiento geopolítico que es alimentado por las divisiones religiosas. Turquía, país que niega el genocidio armenio por parte los otomanos, ha entrado a participar de las hostilidades al apoyar a Azerbaiyán contra Nagorno Kabaraj. La semana pasada, Armenia denunció que la entrada de Turquía en el conflicto podría propiciar un nuevo genocidio.
El testimonio de un obispo armenio en medio del conflicto
La semana pasada el arzobispo armenio de Nagorno Kabaraj, Parguev Martirosián, concedió una entrevista a la Agencia EFE, en la cual intentó dar luces sobre el conflicto y sobre el papel de la religión en este escenario: “Nosotros no combatimos con las mezquitas. No tenemos ningún problema con gente de otras confesiones y nunca los hemos tenido”, afirmó Martirosián, una figura de gran autoridad moral en el enclave separatista.
Parguev, como es conocido popularmente, sabe de lo que habla. Después de estudiar en el seminario de Echmiadzin, sede de la Iglesia Apostólica Armenia, llegó a la diócesis del Karabaj en 1989, en plena Perestroika y en medio del conflicto entre armenios y azerbaiyanos.
“El corazón de este conflicto radica en la defensa de los derechos más elementales del hombre. La gente que vivía en el Karabaj (soviético) no podía ejercer sus derechos más básicos. Y levantaron sus voces. Sí, somos armenios, queremos conocer nuestra historia, queremos que se abran nuestras iglesias”, destaca.
Recuerda que “durante sesenta años los azerbaiyanos (el Karabaj estaba integrado en la república soviética de Azerbaiyán) y prohibieron que funcionaran los templos armenios”.
“Ese era el problema. Aquí no hay ningún conflicto religioso entre cristianos y musulmanes”, insiste.
Los armenios suelen decir que “el cristianismo es como el color de la piel, no se puede cambiar”. Por eso, la Iglesia tiene una gran influencia en su vida.
Esta semana un ataque aéreo azerbaiyano puso su punto de mira en la Catedral de Cristo Salvador de Shushá, construida originalmente en el siglo XIII y reconstruida en el siglo XIX. Parguev advierte que pudo ocurrir una matanza.
“Quieren pisotear los símbolos de nuestra fe. Son bárbaros, pero esto no es una sorpresa para nosotros. Ya lo hicieron en la guerra de los 90 cuando atacaron monasterios”, afirma.
Martirosián cree que el objetivo final es “socavar” del pueblo golpeando en uno de los símbolos de la fe cristiana”.
“Quieren suprimir nuestra identidad. No les importa que aquí también haya una mezquita”.
“No te quieren aquí”
En medio de la actual guerra “La religión es un elemento importante, pero no el único”, dijo Mark Movsesian, codirector del Centro de Derecho y Religión de la Facultad de Derecho de la Universidad de St. John en una entrevista con Christianity Today.
“Pero [el bombardeo a iglesias] es difícil de interpretar excepto como una declaración (por parte de Azerbaiyán a los armenios) para decir: “No te quieren aquí”.
En el mismo sentido, el patriarca de la Iglesia apostólica armenia, Karekin II, ve el conflicto en medio de una óptica más amplia que la geopolítica y ha recordado el genocidio armenio del Siglo XX: “Azerbaiyán reafirmó su insidioso plan para desalojar a los armenios del Kabaraj”, dijo el patriarca, “y destruir la presencia cultural armenia, con el apoyo de la Turquía genocida”.
Así, cuando la guerra azota y afecta a los cristianos de tal manera, en un contexto que recuerda las divisiones étnicas y religiosas del pasado, es preciso que la comunidad internacional y los cristianos de todo el mundo puedan movilizarse y alzar su voz para evitar nuevos conflictos que parecen estar destinados a reproducir y reabrir antiguas heridas. Ciertamente este conflicto no tiene una naturaleza intrínsecamente religiosa, pero el hecho de que las divisiones religiosas puedan alimentarlo hace necesario que se alce la voz nuevamente, como se ha hecho en casos de abierta persecución religiosa, para defender el derecho de las personas a no ser hostigadas, perseguidas o atacadas en razón de su fe. Por esta razón también es preciso que oremos nuevamente por todos aquellos que sufren persecución por causa del evangelio y para que puedan encontrar caminos para anunciar a Cristo aún en medio de divisiones y diferencias culturales que parecen irreconciliables.
Con información de Christianity Today y Puertas Abiertas.
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