Traigamos de Vuelta el mayor Hit de Isaac Watts1
Quizá jamás hayas escuchado su famoso himno. Es una pena.
La iglesia ha olvidado el viejo himno Come, We That Love the Lord (“Vamos, aquellos que amamos al Señor” en español). Jamás he escuchado esta canción en ningún servicio de adoración y podría apostar que tú tampoco. ¡Solo trata de entonar la primera línea!
Claro, muchos himnos han sido olvidados, pero este fue el ‘hit’ más grande de Isaac Watts—más ampliamente publicado que cualquier otra cosa que él haya escrito. Hoy, los himnos más populares de Watt’s son Cuando contemplo la maravillosa cruz2 y Al mundo paz3. Muchas iglesias también cantan ocasionalmente un catálogo corto del resto de su obra: ¡Ay! ¿Y mi Salvador sangró?4, Jesús Reinará doquiera esté el Sol5, Oh Dios: nuestra ayuda en eras pasadas6 y Hay una tierra de puro deleite7.
Algunos de los himnos de Watts han sido completamente olvidados. Él escribió muchos, y varios no han soportado la prueba del tiempo. Como parte del equipo de alabanza de la Iglesia Redentor en Nottingham, Inglaterra, no le pediría a mi congregación que cantara Bendito el hombre cuyas entrañas se mueven8. Ya no soporta el hoy.
Pero Vamos, aquellos que amamos al Señor todavía debería ser cantado. Es un himno impresionante, y ejemplifica lo mejor de lo que compuso Watts y por qué fue considerado por tanto tiempo como el padre de los himnos ingleses. El himno fue publicado en más de 1600 himnarios desde el momento en que lo escribió en los 1700 hasta que dejamos de cantarlo—por alguna razón—en el siglo XX.
Este himno pone a Cristo en el centro de nuestra adoración. Hay un entendimiento de la importancia de los afectos humanos en la adoración, y entrelaza la Escritura con una preocupación pastoral de traer esperanza por medio de canciones. Por último, dirige la vista de los cristianos hacia el día en que serán Unidos con Cristo. Esto es lo que buscamos en la adoración.
Empieza de forma simple, incluso prosaica:
Vamos, aquellos que amamos al Señor,
Sea conocido nuestro gozo;
Únanse dulcemente a la canción,
Acérquense así al trono.
Notemos que el himno comienza con nuestro amor al Señor. Watts afirmaba que cuando los humanos cantan a Dios, es cuando están más cerca del cielo. Es por eso por lo que, decía él, “es una lástima que esta acción entre todas las demás sea realizada de la peor forma sobre la tierra”. Watts continúa diciendo que los hermanos y hermanas desafinados no son el mayor fallo en nuestra alabanza. Más bien, el mayor problema es que la persona y obra del Cristo eterno, encarnado, resucitado, que ascendió y que va a volver, sean negadas.
Toda la adoración cristiana, creía Watts, es una prueba del momento en que cantaremos en torno al trono del León de Judá y del Cordero que fue inmolado. El propósito de la canción cristiana es poner la mirada en ese momento, como vemos en este himno.
Watts escribe, “Al Cordero que fue inmolado y que ahora vive, he dirigido muchas canciones; pues así es que deben las Santas Escrituras instruirnos y enseñarnos a adorar en varios de los pequeños patrones de los cantos cristianos descritos en el libro de Apocalipsis.”
Vamos, aquellos que amamos al Señor continúa,
¡Que el sufrimiento de la mente,
de este lugar se aleje!
La religión no se creó
Para opacar nuestro deleite.
A parte de centrar el himno en Cristo, Watts pensaba que era importante que la gente cantara con pasión. Antes de Watts, la forma dominante de las canciones cristianas era el canto métrico de salmos, y una de las objeciones de Watts era que estas no evocaban emoción sustantiva. Su convicción estaba en el nivel pragmático: “La indiferencia sosa en las caras de toda la asamblea, mientras el Salmo está en sus labios, puede tentar incluso a un observador comprensivo a dudar del fervor de la religión interna, y da mucho mayor temor el que la mente de muchos adoradores esté ausente o despreocupada.”
Watts creía que Dios deseaba la adoración de corazones llenos de gozo. Esto aparece constantemente en sus himnos: “¡Ahora al Señor una noble canción! / Despierta mi alma, despierta mi lengua”. Así empieza una, y otra llama a que “Vengan, almas alegres, acérquense a su Dios / Con nuevas canciones melodiosas”. Para Watts, el canto no era secundario en la piedad cristiana. Él creía que el canto fue dado por Dios de forma que “nuestros más calurosos afectos del alma puedan romper en melodía natural o divina, y que la lengua del adorador pueda expresar lo que hay en su propio corazón.”
El tercer verso enfatiza este punto con un duro contraste:
Que se nieguen a cantar,
Quienes no conocen nuestro Dios.
Pero los favoritos del Rey,
Entonen sus gozos con la voz.
No cantar, para Watts, solo tiene sentido si no conoces a Dios. Los gozos únicos que tiene el ser los “favoritos de Dios”—que luego fue editado a “hijos de Dios”—fueron hechos para ser cantados. El canto aviva y expresa la emoción, la pasión y el afecto. El canto mueve el corazón al dar voz a las alabanzas.
Los siguientes dos versos parecen llevar el himno en una dirección distinta, pero en el libro publicado por Watts en 1729, Discursos del Amor de Dios9, nos ayuda a ver de qué manera encajan. El himno habla de
El Dios que reina en las alturas,
Y truena según su voluntad,
que cabalga sobre el cielo tempestuoso,
Y gobierna sobre el mar.
Este Dios terrible es nuestro,
Nuestro Padre y nuestro Amor,
Con sus poderes celestiales,
Nos elevará a su esplendor.
Para Watts, una de las maneras principales de elevar nuestras pasiones y afectos piadosos es “contemplar la naturaleza y las perfecciones de Dios” y considerar los “increíbles ejemplos de la providencia y gracia que él ha manifestado en su Palabra”. El más grande objeto de amor es Dios, y este amor es alimentado por el asombro.
A medida que nuestra devoción y atención están fijas en Dios, la pasión del amor crece. “Cuando un ser tan trascendente como el Dios grande y bendito se convierte en el objeto de nuestra atención y amor, con qué gran placer contemplamos sus glorias”.
Los siguientes versos unen la Biblia y el cantante de forma experiencial. Esta es una de las cosas en las que Watts era muy bueno. El poder de “Cuando contemplo la maravillosa cruz” viene de su habilidad para hacernos volver en el tiempo y ver la Crucifixión en el Calvario. Watts nos permite ver el rostro del Príncipe de Gloria al momento de su muerte y contemplar su amor, tan increíble y divino. Parte del genio de Watts como escritor de himnos es que permite a quienes cantan entrar en la narrativa bíblica y hallarse a sí mismos en las páginas de la Escritura. En “Vamos, aquellos que amamos al Señor”, somos transportados a la escena de Apocalipsis 5, en donde nos encontramos uniendo nuestras voces a la multitud innumerable alrededor del trono.
Este es un recurso literario que nos permite enfocarnos en Cristo de una forma nueva y apasionada:
Veremos su rostro,
Ya el pecado no está allí.
De los ríos de la gracia
Beberemos placeres sin fin.
A medida que estudio el contexto y la teología de los himnos de Watts, he hallado muchas versiones de este sentimiento. Una y otra vez, Watts nos lleva a ver a Cristo con los ojos de nuestro corazón. Watts escribe en uno de sus himnos: “Allí contemplé con dulce deleite /Al Bendito que es Tres en Uno”, y en otro “Entonces veré tu hermoso rostro / Con ojos fuertes e inmortales”. En un tercero dice: “Los mortales contemplaron su rostro con gozo / El hijo único del Padre Eterno”.
¿No es así como queremos nuestra adoración? Eso pensó Watts. Cantar sobre Cristo de esta forma tiene un profundo rol pastoral. Watts soportó enfermedad toda su vida, y con ánimo firme fue consciente del sufrimiento de la vida. Sus himnos están tan llenos de los dolores de la tierra como de los gozos de Cristo y la esperanza de la resurrección del creyente.
En vamos, aquellos que amamos al Señor, Watts quiere que el que canta conozca el gozo de su futuro aquí y ahora, en Cristo:
Sí, y antes de resucitar
A ese estado de inmortalidad;
La idea de tan tremenda dicha
Constantes gozos ha de crear.
El ultimo verso de este himno reúne estos temas. Watts une las canciones de la tierra y el cielo. Muestra que Cristo es nuestro ‘ahora’ y nuestro ‘para siempre’, y pone en armonía el peregrinaje con el gozo de alcanzar nuestro hogar. Cuando la palabra de Dios es cantada en alabanzas a Dios, Watts da consuelo al que llora, haciéndole saber que un día no habrá más lágrimas,
Así, que nuestro canto abunde
Y cada lágrima se seque
Caminamos donde caminó Emanuel
A mundos más justos en lo alto.
¿Por qué hemos olvidado este himno? Creo que deberíamos traerlo de vuelta.
1 Esta es la traducción del artículo original de Daniel Johnson, titulado “Bring Back Isaac Watts’s Biggest Hit”, disponible en Bring Back Isaac Watts’s Biggest Hit. Traducción hecha por David Riaño.
2 When I Survey the Wondrous Cross.
3 Joy to the World.
4 Alas! And did my Saviour Bleed?
5 Jesus shall Reign where’er the Sun.
6 O God, our Help in Ages Past.
7 There is a Land of Pure Delight.
8 Blest the Man whose Bowels move.
9 Discourses of the Love of God
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