Uno de los aspectos más notorios de la Reforma Protestante en el siglo XVI fue la idea de hacer que el evangelio fuera relevante e influyente en todas las áreas de la sociedad. Una convicción profunda a nivel individual, presente en toda una comunidad de creyentes, se vería reflejada en la política, la educación, el comercio y en general todo el entramado de relaciones humanas. Si la obra de Cristo era real, entonces todo el mundo debería verse afectado por ella de alguna manera.
Ginebra, llamada por John Knox “la escuela de Cristo más perfecta desde el tiempo de los apóstoles”, fue el ejemplo por excelencia de la influencia del pensamiento protestante. Juan Calvino y los otros reformadores allí no limitaron su obra a la iglesia local, sino que trabajaron para expandir los valores bíblicos en toda la ciudad. En el tiempo de la reforma, Europa se vio afectada en todo sentido por el nuevo pensamiento que hallaba sus bases en la Escritura.
El desafío para la iglesia en todas las épocas es trabajar con la misma convicción, y una de las formas claves para expandir el pensamiento cristiano es la educación. Ella es la base fundamental para formar seres humanos libres, críticos y con buenos valores. Por lo tanto, el efecto de una buena educación permeada de la Biblia le dará una perspectiva totalmente nueva a la aplicación de todas las ciencias y saberes en la vida real.
Desafíos en Latinoamérica
Joel Carpenter, investigador de historia de la religión en América de Calvin University, sostiene en Educación Superior Cristiana: un Reconocimiento Global1 (libro del cual es editor) que, aunque la expansión del reino de Dios en el siglo XXI continúa a través de las instituciones de educación superior, aún hay muchas limitaciones y desafíos que superar.
En la introducción de su libro, Carpenter ve con esperanza el hecho de que para el 2014 había casi 600 instituciones de educación superior cristianas fuera de Norteamérica. Sin embargo, también recuerda que en una de sus conferencias un profesor de una universidad en Latinoamérica habló sobre un hecho lamentable. Aunque 40 años atrás cristianos habían fundado la universidad, ya no existía una cosmovisión cristiana que motivara sus cursos. La secularización era la regla general: en su mayoría, sus profesores no son creyentes. Termina diciendo que “Algunos de nosotros deseamos poder volver a ser una universidad cristiana de nuevo.”
La comunidad protestante en Latinoamérica tiene la reputación de ser un grupo religioso sin pensamiento crítico, que solo es manipulado por sus líderes para fines políticos particulares. Una educación superior basada en la Biblia cumple el papel de formar creyentes que salgan de sus limites locales y sepan trabajar por la formación de una espiritualidad al mismo tiempo racional, crítica y con el evangelio de Cristo como fundamento.
Lastimosamente, muchos creyentes latinoamericanos ven la educación superior cristiana como un anexo y no como una necesidad. Si bien la base del testimonio de Cristo está en las iglesias locales, limitarse a ellas es reducir el alcance que puede tener el evangelio en todo el mundo. Por eso la secularización de las instituciones cristianas no parece un problema muy grave que solucionar.
En este contexto, los casos de Brasil y México ejemplifican tanto las oportunidades como los desafíos que tiene la educación superior cristiana en el siglo XXI.
El caso de Brasil
Alexandre Brasil Fonseca y Cristiane Candido Santos escriben el capítulo 9 del libro antes mencionado, titulado “La educación superior cristiana en Brasil y sus desafíos”2. Aquí presentamos algunas de sus ideas clave, comenzando por las primeras influencias del protestantismo en Brasil hasta los desafíos presentes en el siglo XXI.
El protestantismo fue grandemente apoyado por Pedro II, el último monarca de Brasil. En la segunda mitad del siglo XIX, cuando Brasil estaba en una época de crecimiento importante y en camino de convertirse en una potencia internacional, los protestantes fueron apoyados por el gobierno, el cual quería expandir su manera innovadora de educar y aplicar diferentes saberes técnicos en el mercado. Luego del golpe de estado en 1889, Brasil se convierte en una república representativa, donde hay mayor libertad para continuar el trabajo evangelístico y social del protestantismo.
Así, comenzando en la segunda mitad del siglo XIX e intensificándose a comienzos del siglo XX, el protestantismo comienza a influir notoriamente en la sociedad brasilera, particularmente en tres aspectos. El primero es la creación de colegios con ideas nuevas de pedagogía que iban en contra de las prácticas católicas tradicionales. El segundo fue la laicización del estado, proponiendo una cosmovisión distinta a la católica y dando la opción a los brasileros de pensar de forma distinta. El tercero fue la alianza con promotores de ideologías liberales, lo que permitió un avance importante en la libertad de expresión, la democracia y la popularización de la educación.
En la primera mitad del siglo XX, docentes provenientes de universidades afiliadas a iglesias presbiterianas y metodistas sirvieron de consejeros al estado para renovar los métodos pedagógicos. Pero no fue hasta la segunda mitad del siglo XX que surgieron las primeras universidades de carácter afiliación protestante, particularmente en la década del 60.
Estas instituciones tuvieron gran dificultad para progresar, al igual que el resto de la educación superior del país, a causa de la dictadura militar que comenzó en 1964 y se extendió oficialmente hasta 1985, terminando con la elección del primer presidente en 1990 en el periodo de redemocratización. Desde ese momento hasta el siglo XXI la educación superior cristiana cuenta con un buen número de instituciones, 19 de afiliación protestante para el 2014.
El aporte de estas instituciones ha sido importante para diferentes áreas del saber, asumiendo posiciones notables en investigación académica, en modelos pedagógicos y en el desarrollo de actividades artísticas y culturales. En términos generales, toda la sociedad brasilera se ha visto beneficiada por el trabajo de estas universidades.
Pero a pesar del rol histórico del protestantismo y el aporte de las universidades protestantes que existen en el momento, aun hay muchos desafíos que superar y propuestas qué considerar.
Lamentablemente, estas instituciones no parecen tener el liderazgo con el que contaban los pedagogos protestantes en el siglo XIX. Por el contrario, hay una clara carencia de propuestas innovadoras que vayan a la vanguardia del país. Estas instituciones cristianas se parecen cada vez más al resto de universidades, copiando modelos pedagógicos antiguos y dejándose llevar por las presiones de un país en crecimiento económico.
Estas falencias están claramente relacionadas con el hecho de que la iglesia ya no considera la educación como un eje central en su misión de evangelizar y reformar la sociedad, sino simplemente con un elemento adjunto y dispensable.
Tampoco parece haber suficientes propuestas para tratar con uno de los problemas históricos del país: la desigualdad en el acceso a la educación. Las universidades protestantes han perdido su impulso innovador y ambicioso, y han dejado a las comunidades de lado. Esta y otras oportunidades se presentan hoy a la educación superior protestante en Brasil para expandir, a través de la reforma social, el evangelio del reino.
El caso de México
José Ramón Alcántara Mejía escribe el capítulo 8 del libro mencionado al principio, titulado “La educación superior cristiana en México”3. Aquí presentamos algunas de sus ideas clave.
La historia de la educación en México está en la misma corriente del resto de América Latina. Son dos fuerzas las que mueven la transformación social en los primeros siglos: La tradición católica en el tiempo de la colonia y la ilustración liberal del siglo XIX.
El protestantismo se asoció históricamente con la ideología humanista, buscando una lianza que llevara a México a una separación del estado y la iglesia católica, permitiendo la libertad de culto y la participación de otras religiones en la esfera social. El ambiente propicio para la influencia protestante se da en el periodo de la constitución de 1857, de orientación liberal moderada, donde el país sufre una difícil coyuntura política.
Por este tiempo se limita progresivamente la influencia del catolicismo a sus propias instituciones, dejando un gobierno laico en el país. Es ahí donde el protestantismo hace un aporte muy significativo en la formación de instituciones de educación primaria y secundaria. Dichas instituciones reciben una atención especial entre el pueblo por representar una alternativa a los colegios católicos y a los colegios estatales mexicanos, aparte de la innovación que traían en términos pedagógicos.
Otro momento de gran coyuntura política fue el de la revolución de 1910, donde varias facciones revolucionarias se enfrentan a la dictadura del Porfiriato y, posteriormente, entre ellas. Este proceso se extendió a lo largo de toda la primera mitad del siglo XX. Allí hay varios maestros de influencia protestante cuyas propuestas son claves en la formación de México.
Los más destacados fueron el metodista Guillermo Sherwell, cuya Historia Patria4 fue considerada como un texto fundamental en el país, Andrés Osuna, director de educación pública del tiempo de la Revolución entre 1916 y 1918, y Moisés Sáenz, que dirigió varios colegios, trabajó como director de educación pública en la década del 20, y estudió la innovadora pedagogía de John Dewey directamente de él, para luego aplicarla en el contexto mexicano.
Estos maestros contribuyeron a la formación de la identidad de México como un país mestizo, y generaron una nueva forma de ver la educación como formadora de la nación. Alberto Rembao destaca esto en su libro Pneuma: los fundamentos teológicos de la cultura, diciendo cómo la cosmovisión cristiana influyó en el México postrevolucionario.
Pero en la segunda mitad del siglo XX movimientos traídos de Estados Unidos influyeron en la iglesia y la motivaron a aislarse de la escena social y pública, limitándose a sus intereses evangelísticos locales. La influencia que tuvieron en décadas anteriores parece perderse casi por completo. Esto se ve en la fundación de universidades: las de afiliación protestante podían contarse con los dedos de la mano, en contraposición a la gran red de instituciones católicas.
Este fenómeno se ve hasta el día de hoy. Las universidades protestantes solo representan otro medio para ampliar la separación de la iglesia de Cristo y la sociedad, pues han perdido ese enfoque innovador que tenían en el siglo XIX y se han hermetizado.
Lamentablemente, en la segunda mitad del siglo XX las demandas del mercado han llevado a la educación a pensarse a sí misma, no en su papel de reformadora social, sino como un medio para el avance del mercado. Las pocas universidades protestantes mexicanas no son la excepción.
En el siglo XXI se le presenta una oportunidad muy grande a la iglesia para avanzar el reino de Dios con la educación superior. En medio del monopolio de la educación del estado y la oferta de instituciones católicas, las universidades protestantes pueden aparecer como una alternativa importante de formación. Hasta el momento, tal oportunidad sigue en el tintero.
Latinoamérica puede ser la nueva Ginebra
El panorama que muestran los casos de Brasil y México se puede hacer extensivo al resto de Latinoamérica. El protestantismo, históricamente asociado a la reforma social, a la laicización del estado y la innovación de ideas para la democratización, pierde su influencia desde la segunda mitad del siglo XX.
Quizá asustados por la idea de aliarse a “liberales” (como claramente lo hicieron durante el siglo XIX), los protestantes se aíslan y se dedican al trabajo local de sus iglesias, dejando de influir también en la esfera social completa. Un continente lleno de necesidades educativas podría ser grandemente transformado por una educación con raíces bíblicas que quiera llegar hasta los más necesitados, pero no aparece haber tal iniciativa hoy.
¿Pudo Latinoamérica ser una nueva Ginebra, donde las ideas de la Escritura motivaban a los creyentes a reformar la escena pública? Tal vez, pero el final del siglo pasado y lo que va del presente vemos un retroceso frente a la influencia histórica del protestantismo. Con todo, las verdades de la Escritura jamás pierden relevancia, y una iglesia latinoamericana que comprenda la necesidad de ser sal y luz en el mundo actual puede volver a influir en todas las áreas de la sociedad. Y es fundamental decir que esa influencia no ha de darse por amor a la fama o a la simple mejora de las condiciones sociales; el objetivo último es alcanzar a los perdidos con el evangelio en todos los niveles de nuestro continente.
¿Y tú? ¿Qué piensas? ¿De qué forma crees que la educación superior protestante puede transformar la sociedad en tu país hoy? ¿Crees que hay legados que hemos abandonado?
1 Referencia original en inglés: Carpenter, J. (2014). Christian Higher Education: A Global Reconnaissance. William B. Eerdmans Publishing Company. Grand Rapids, Michigan / Cambridge, U.K.
2 Referencia original en inglés: Candido, C. and Fonseca, A. (2014). Christian Higher Education in Brazil and its Challenges. In Carpenter, J. (2014). Christian Higher Education: A Global Reconnaissance. William B. Eerdmans Publishing Company. Grand Rapids, Michigan / Cambridge, U.K.
3 Referencia original en inglés: Alcántara, J. (2014). Christian Higher Education in Mexico. In Carpenter, J. (2014). Christian Higher Education: A Global Reconnaissance. William B. Eerdmans Publishing Company. Grand Rapids, Michigan / Cambridge, U.K.
4 Sherwell, G. (1931). Historia patria: primer curso. Sociedad de Edición y Librería franco Americana.
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