En cierta ocasión, el reconocido pastor y autor John Piper compartió una reflexión sobre el poder de las historias de vida: “Las biografías han servido tanto como cualquier otra fuerza humana en mi vida para resistir la inercia de la mediocridad”. Sin duda alguna, al conocer y reflexionar en la vida de un teólogo tan destacado y piadoso como lo fue Francisco Junius, fui profundamente animado y retado “para resistir la inercia de la mediocridad” que a menudo acompaña a una vida complaciente. Su trayectoria es un testimonio inspirador.
Pero, para comprender su legado, primero debemos preguntar: ¿quién fue Francisco Junius? Fue un exegeta bíblico y lingüista excepcional que formó parte de lo que hoy conocemos como escolasticismo reformado. Este fue un enfoque teológico desarrollado entre los siglos XVI y XVII, que empleó elementos de la escolástica medieval para estructurar con lógica y precisión la teología reformada, articulando sus doctrinas de una manera sumamente rigurosa.
Revisemos brevemente su vida y legado.
Una juventud protegida por Dios
François du Jon (1545-1602), cuyo nombre fue latinizado como Franciscus Junius, nació en la ciudad de Bourges, Francia. Provenía del seno de una familia de la nobleza, un estatus obtenido gracias al servicio que su padre había prestado a la corona. A pesar de que desde muy pequeño poseía una salud frágil y era de un carácter excesivamente tímido, Francisco tenía una mente curiosa, inquieta y brillante. De hecho, su notable combinación de cualidades llevó a que alguien lo describiera como un “cuádruple noble”: noble por su nacimiento, por su inteligencia, por su erudición y por su virtud.

Aunque estudió en la escuela de gramática y recibió clases particulares, fue su padre quien ejercería la influencia más fuerte y decisiva en su despertar intelectual. Al notar la clara inclinación de su hijo por las letras, no dudó en fomentar su desarrollo en todo momento, convirtiéndose en su principal mentor.
En su autobiografía, escrita con un estilo que recuerda a las Confesiones de Agustín de Hipona, Junius confiesa con honestidad que en su juventud luchó intensamente con el deseo de ser alguien distinguido, alabado y admirado por otros. Él mismo lo describe así: “Pues esa raíz perversa del amor al honor crecía en mí de tal manera que en mi pecaminosidad no podía soportar con el corazón tranquilo, ni siquiera a esa edad [doce años], que se alabara a otra persona”. Sin embargo, aun en medio de esa lucha interna, reconoce con gratitud la mano providencial del Señor obrando en Él, moldeando su carácter desde una edad muy temprana.

Durante su formación académica en Bourges, su amor por el conocimiento fue puesto a prueba, ya que fue maltratado cruelmente por sus profesores, cuyos nombres omite intencionalmente en sus escritos. En especial, había un profesor que lo humillaba de forma constante y sádica: “día y noche mi desdichado cuerpo se convirtió en un juguete para aquel hombre. Ejercitaba su propio cuerpo golpeando el mío, y alimentaba su alma de la manera más repugnante con mi sufrimiento”.
Mirando en retrospectiva esta dura época, Junius extrae una lección que se convierte en una seria advertencia para las generaciones futuras: “Padres, examinen a quién entregan a sus hijos. Maestros, examinen con qué celo, con qué habilidad, con qué equidad y templanza de alma forman a la juventud que se les ha confiado”. Esta fue solo una de las muchas ocasiones en que Junius sufriría penalidades y duras pruebas. Su vida fue pasada constantemente por el fuego de las aflicciones, lo que más tarde resultó en un carácter firme e inquebrantable.

Tiempo después, a su padre le llegaría un mensaje urgente desde Lyon, solicitando que el joven Junius se convirtiera en asistente del embajador para un importante viaje por comisión real. Junius partió hacia Lyon, pero para su sorpresa, llegó demasiado tarde; a su llegada, el embajador ya había emprendido su viaje. Este contratiempo, sin embargo, se convirtió en un “respiro” que le resultó de gran beneficio para adelantar en los estudios que tanto le apasionaban.
No obstante, en esa ciudad se encontró con dos fuertes tentaciones: la rampante promiscuidad y el ateísmo, del cual cayó presa por aproximadamente un año. Con humildad, Junius reconoce la intervención divina en su vida: “de ese ilimitado pozo de destrucción Dios me rescató milagrosamente”.

En 1561, durante la fiesta del Corpus Christi, estallaron violentos disturbios civiles-religiosos en Lyon. La situación se intensificó a tal punto que Junius casi pierde la vida, salvándose únicamente porque pudo escapar a tiempo de la casa en la que se alojaba, que fue rodeada por una turba enfurecida. Logró escapar y refugiarse en la casa de un granjero temeroso del Señor. Maravillado por la Providencia divina, Junius comenta sobre este evento:
En este lugar, (¡qué maravillosa es la sabiduría de Dios!), mi Señor me había preparado la mejor escuela de cristianismo… Así Dios dispuso asombrosamente que este buen labrador vertiera en mí, por así decirlo, el justísimo celo que él mismo poseía, según el Señor obraba en él.
Después de estos acontecimientos, abandonó Lyon y regresó a Bourges, a la casa de sus padres. Más tarde, antes de cumplir los diecisiete años y en medio de las turbulentas guerras de los hugonotes en Francia, Junius llegó a Ginebra el 17 de marzo de 1562. Allí tuvo el privilegio de estudiar bajo la tutela de dos gigantes de la Reforma: Juan Calvino y Teodoro de Beza.
El académico Richard Muller destaca que “Junius, fue uno de los estudiantes más eminentes de Calvino”. Sin duda, esto se debió a la ardua disciplina de estudio que mantenía. Es por esta razón que el mismo Junius, al recordar sus estudios en la Academia de Ginebra, aconseja a los jóvenes: “Es muy importante formar buenos hábitos desde nuestra juventud; de hecho, me parece que ahí radica todo el éxito”.

Perseguido por su fe reformada
Fue por este tiempo que Junius recibiría la devastadora noticia de la pérdida de su padre, quien había sido asesinado por católicos romanos. A raíz de esta tragedia, Francisco, con apenas 18 años, tuvo que empezar a sostenerse económicamente a sí mismo, lo cual pudo lograr dando lecciones de idiomas.
En abril de 1565, teniendo casi veinte años, aceptó el llamamiento para pastorear una iglesia valona en Amberes, Bélgica. Sin embargo, a su llegada se encontró con una situación religiosa y política extremadamente frágil e inestable. A esto se sumaba un notable sentimiento antifrancés en la región y una resistencia evidente hacia la fe reformada.
A pesar de la constante oposición, Junius logró trabajar incansablemente para el avance de la fe reformada a través de su predicación, su enseñanza y sus escritos. Su influencia creció a tal punto que sus opositores, desesperados por silenciarlo, le ofrecieron una gran suma de dinero a quien lo entregara vivo o muerto. Continuó trabajando en Amberes hasta que fue destituido oficialmente de su cargo por orden de las autoridades.

El 24 de octubre de 1566, abandonó aquel lugar en el cual había servido aun en medio del peligro. De inmediato se trasladó a Limburgo, donde se dedicó a fundar una nueva comunidad reformada. No obstante, la paz duró poco, pues el magistrado de Limburgo se enteró de que se estaban enviando tropas para arrestar a Junius. Le aconsejaron entonces ponerse a salvo y huir.
Junius se dirigió al Palatinado electoral, un territorio donde la fe reformada ya estaba bien consolidada y podía encontrar refugio. Años más tarde, en 1573, el elector Federico III lo convocó a la ciudad de Heidelberg con una tarea monumental: trabajar en la traducción del Antiguo Testamento al latín junto con el renombrado erudito Immanuel Tremellius. Dicha traducción llegó a gozar de tal prestigio que se continuó imprimiendo en numerosas ediciones hasta finales del siglo XVIII. Este trabajo no solo fue una contribución invaluable para la academia, sino que también les ganó una mayor reputación académica a sus traductores y editores.

Hay muchos más datos biográficos e históricos que no podemos tratar aquí con detalle, sin embargo, es fundamental resaltar algunos aspectos importantes de su gran legado.
Académico de la verdadera teología
Además de su crucial labor como traductor, Junius fue un profesor extraordinariamente destacado que amaba formar a otros con una profunda compasión. Como bien lo expresó su contemporáneo Paullus Merula, Junius fue “nacido para instruir a otros”. Ejerció como profesor en tres de las más importantes universidades de su tiempo: Neustadt (1576-1584), Heidelberg (1584-1592) y Leiden (1592-1602). Además de las clases de hebreo que impartía, comenzó a dictar conferencias sobre el Antiguo Testamento.
Su ministerio docente lo llevó a gran parte de Europa, por lo que se ha dicho acertadamente que “Junius enseñó por todas partes”. Hasta su último aliento, vivió para servir a otros a través de la enseñanza de las Escrituras, así como para promover la paz del Evangelio. Como lo expresó Francisco Gomaro en el discurso fúnebre de su querido colega: “de modo que podría decirse con razón que Junius, mientras vivió, vivió de verdad”.

Quizá su obra más importante y perdurable fue su tratado La verdadera teología (De Theologia Vera), en donde expone con maestría la naturaleza, el alcance y el fin de la teología cristiana y reformada. Esta obra fue tan influyente que, como sostiene el historiador Richard A. Muller, “si Junius no hubiera escrito nada más, La verdadera Teología le habría asegurado un lugar en la mente de sus contemporáneos”.
Por su parte, el erudito de la ortodoxia reformada, Willem J. Van Asselt, asegura que “las investigaciones de Junius sobre la naturaleza de la teología se convirtieron rápidamente en el material estándar de la teología protestante posterior a la Reforma (tanto luterana como reformada), estableciendo así un modelo para los estudios teológicos de las generaciones venideras”. El profundo impacto de su vida y obra también fue bellamente resumido por Paullus Merula, quien escribió: “Cuya obra ha hecho famosa y brillante aquel gran Pastor para la reforma de Su Iglesia y para limpiarla de toda inmundicia humana”.
El reformador pacificador
Más allá de su destacada labor en el área académica, Junius también se esforzó intensamente por lograr un equilibrio entre las diferentes confesiones religiosas. Pasó su vida buscando activamente la unidad de la Iglesia, una tarea que emprendió no sin encontrar una fuerte resistencia. Junius entendió una verdad fundamental: que la unidad no exige un consenso absoluto en todos los puntos, sino en lo que es fundamental. En nuestras creencias primarias, afirmaba, debe haber una unidad inquebrantable.
Además, reconocía con agudeza la influencia de Satanás en las divisiones que plagaban a los hermanos de su tiempo, escribiendo: “Pero Satanás separa de tal manera incluso a los hombres buenos, que entre todos los piadosos rompe la unión de Cristo que se adquiere en cualquier nación. Generalmente, nosotros, los lentos de mente o incluso los envidiosos, ni siquiera nos damos cuenta de esta artimaña suya”.

Por esta razón, dedicó gran parte de sus fuerzas a luchar contra la división en el Cuerpo de Cristo. Fue en Leiden (1593) donde escribió una obra clave para buscar dicha unidad: Eirenicum de Pace Ecclesiae Catholicae (Tratado irénico sobre la paz de la Iglesia Católica). En sus páginas expone de forma completa su irenismo, un término que deriva de la palabra griega ειρήνη (eirene), que significa paz. Su obra, en su totalidad, destila “un espíritu de gentileza y tolerancia que distaba mucho de ser universal en aquella época”, un tiempo marcado por constantes guerras y disputas por la religión.
Con profundo dolor, Junius se lamentaba porque “la cristiandad está tan miserablemente desmembrada hoy en día”. Y afirmaba con convicción que no son tanto los enemigos externos como las disputas eclesiásticas internas las que verdaderamente amenazan la paz de la Iglesia. Por eso, su más ferviente deseo era “buscar la paz según Cristo, encontrarla, abrazarla y conservarla en todas sus formas”.

Todo su ministerio se empapó de este espíritu conciliador. Este anhelo de servir al Señor y a Su Iglesia puede verse claramente en las últimas palabras de su autobiografía, que son una preciosa oración al Señor: “Acuérdate de mí, Señor mío, según Tu misericordia, y guía mis pasos en Tu verdad, para que pueda enseñar y hacer lo que Tú mandas, y para que Tu Iglesia sea edificada a través de nuestro magro ministerio, con Tu abundantísima bendición en nuestro Señor Jesucristo”.
Junius partió para estar con su Señor el 13 de octubre de 1602. En ese momento, su teología dejó de ser la de un peregrino para convertirse en la de uno que ha llegado al puerto eterno para estar con Cristo para siempre. Fue tal su legado, que aun aquellos que discrepaban teológicamente con él, lo reconocieron con respeto. Por ejemplo, el historiador remonstrante Geeraert Brandt le dedicó un sentido poema:
Famoso Junius, virtuoso pastor,
Y noble por cuatro razones:
Por origen, intelecto, ciencia y virtud,
Eres lo opuesto a la cruel tortura de la furia española.
Tus armas fueron las palabras,
El poder de la Sagrada Escritura,
La afilada espada del Espíritu, y el escudo de la resistencia.
Has combatido la falsedad con la verdad, el odio con el amor.
Las violentas tácticas papistas han de abrir paso al suave poder de la razón.
Y tú, ¿cómo estás gastando tu vida para la gloria de Dios y el bien de los demás? ¿Buscas la unidad de la Iglesia tanto como lo hizo Junius de acuerdo a la oración de Cristo en Juan 17?
Referencias y bibliografía
A Friendly Discussion Between James Arminius & Francis Junius, Concerning Predestination, en The Works of James Arminius Vol. 3. Grand Rapids: Christian Classics Ethereal Library.
Biographisch woordenboek der Nederlanden (1860) de A. J. van der Aa. Haarlem: J.J. van Brederode.
De Irenische Ecclesiologie Van Franciscus Junius (1545–1602) (1980) de Christiaan De Jonge. Nieuwkoop B. De Graaf.
Escolasticismo reformado: un puente entre la fe y la razón de R. Riveros | BITE
Es hora de recuperar la palabra “católico” de R. Riveros | Coalición por el Evangelio
Franciscus Junius | The Junius Institute
Franciscus Junius d.Ä. (1545–1602) Ein reformierter Theologe im Spannungsfeld zwischen späthumanistischer Irenik und reformierter Konfessionalisierung (2007) de Tobias Sarx. Vandenhoeck & Ruprecht.
Historie der Reformatie en andre Kerkelyke Geschiedenissen, in en ontrent de Nederlanden (1674) de Geeraert Brandt. Amsterdam: Jan Rieuwertsz, Hendrik en Dirk Boom.
Le paisible Chrestien ou de la paix de l'Eglise catholique: sur les Pseaumes 122 et 133: Meditations (1593) de Franciscus Junius.
Post-Reformation Reformed Dogmatics. Vol. II, Holy Scripture: The Cognitive Foundation of Theology (2003) de Richard A. Muller. Grand Rapids: Baker Academic.
The Mosaic Polity Sources in Early Modern Economics, Ethics, and Law Franciscus Junius (2015) de Todd M. Rester & Andrew M. McGinnis. Christian’s Library Press.
Tratado sobre la verdadera Teología (2024) de Francisco Junius. Trad. Jorge De Sousa, Teología para vivir.
Un breve relato de la enfermedad y pacífica muerte de Francisco Junius (1602) de Franciso Gomaro.
Why and How John Piper Does Biography de J. Taylor | The Gospel Coalition
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