La juventud está creciendo a la sombra de varios sentimientos negativos. Un informe reciente de Barna Group sobre la salud emocional de una parte de la generación Z es la radiografía que lo demuestra. Al parecer, los también conocidos como centennials o zoomers son dos veces más propensos a reportar ansiedad por decisiones importantes, incertidumbre respecto al futuro, soledad y aislamiento, en comparación con los baby boomers —adultos nacidos entre 1946 y 1964— y los grupos de otras edades.
¿Es esto un rasgo generacional excéntrico? ¿Podría ser una crisis transversal que ya ha comenzado a definir los contornos sociales y espirituales del presente? Según Barna, lo inquietante es que, aunque los recursos sobre salud mental se multiplican y la generación Z tiene acceso a ellos, la estabilidad emocional parece alejarse. ¿Qué está fallando? ¿Cuál es la causa de estos sentimientos? ¿Qué puede y debe decir la Iglesia frente a esta generación que parece atravesar una crisis emocional a gran escala? A lo largo de este artículo, le daremos una breve mirada a estas problemáticas.

¿Un rasgo generacional único o un asunto transversal?
A continuación analizaremos si las altas cifras de sentimientos negativos corresponde únicamente a la Gen Z o también involucra a miembros de otras generaciones. En el artículo Gen Z’s Emotional Challenges (Los retos emocionales de la generación Z) de Barna Group. Por ejemplo, si bien esta firma delimita a los centennials como aquellos nacidos entre 1999 y 2015, la encuesta que se menciona en la publicación solo tiene en cuenta respuestas de quienes nacieron desde el 2006. A partir de esto, surgen dos conclusiones opuestas: por un lado, las respuestas de los Gen Z de 18 años en adelante son muy contundentes a pesar de que se tuvo en cuenta un rango menor de edades; por otro lado, los resultados podrían ser diferentes (menos alarmantes) si se hubiera incluido un mayor rango de edad.
A pesar de esta dicotomía, en los resultados obtenidos por Barna se evidencian dos tendencias interesantes. La primera es que, si bien el enfoque de la investigación está en las altas cifras reportadas por la generación Z, los números de los millennials son notoriamente cercanos. La segunda es que claramente hay un aumento progresivo de los sentimientos mencionados entre una generación y otra (lo cual analizaremos con más detalle en un momento).
La Deloitte Global's 2025 Gen Z and Millennial Survey (Encuesta Gen Z y millennials 2025 de Deloitte Global) nos permite aclarar un poco más este panorama, pues tiene resultados más amplios y variados de esos dos grupos de jóvenes, tanto por edad como por ubicación geográfica. Según los resultados obtenidos por esta firma global de consultoría, la generación Z y los millennials comparten las mismas preocupaciones y, por lo tanto, tienen niveles similares de incertidumbre respecto al futuro. De hecho, en ciertos casos las cifras de los millennials superan las de los centennials.

Adicionalmente, en una publicación de la Revista Cosmopolitan se citan varios estudios con novedades similares: la soledad no solo trastoca a los menores de 30, también se extiende a parte de los millennials. Por su parte, la doctora, pediatra e informática clínica Nele Jessel confirmó esta similaridad en una publicación de Atheneahealth: “Descubrimos que las generaciones más jóvenes —Gen Z y millennials— son las que más luchan con su salud mental en comparación con las generaciones mayores —Gen X, boomers y la generación silenciosa”.
Sin embargo, Jessel hizo una distinción que es necesario tener en cuenta:
Nuestros datos mostraron que los millennials son los más propensos a tener un diagnóstico de ansiedad, pero que los pacientes de Gen Z fueron los que experimentaron el mayor aumento de diagnósticos durante estos años. Específicamente, en 2019, solo el 4.4% de Gen Z tenía un diagnóstico de ansiedad, pero para 2023 esa cifra aumentó al 7.5%, un incremento asombroso del 41%. Al mismo tiempo, Gen Z también tuvo un aumento considerable (25.9%) en el porcentaje de diagnósticos de depresión durante este período.
En resumen, la problemática que se presenta en el informe de Barna parece estar afectando no solo a los centennials sino también a los millennials.

Inseguridad: la gran protagonista del porvenir
El artículo de Barna nos proporciona datos que nos llevarían a pensar que la incertidumbre de los centennials no es un sentimiento pasajero, sino una constante: un 39% de los jóvenes se siente frecuentemente inseguro respecto al futuro y el mismo porcentaje reporta haber experimentado ansiedad al tomar decisiones importantes. Estos números duplican con creces los de los boomers y las generaciones mayores, que apenas llegan al 16%.
Pero ¿a qué se debe esta incertidumbre? Este sentimiento trastoca múltiples áreas. Empecemos por una que les da propósito y sensación de seguridad.
1. Incertidumbre laboral-económica.
Según la encuesta de Deloitte, la trilogía de dinero, significado y bienestar en la que los Gen Z y los millennials basan sus decisiones es tan importante para ellos, que el no tener alguno de estos factores les genera no solo insatisfacción sino una marcada sensación de inseguridad, pero el dinero definitivamente es una variable importante en esto:
La encuesta revela que, sin seguridad financiera, la generación Z y los millennials tienen menos probabilidades de tener una sensación positiva de bienestar y de sentir que su trabajo es significativo. Sin embargo, la inseguridad financiera ha aumentado desde el año pasado, y casi la mitad de la generación Z (48%) y los millennials (46%) afirman no sentirse financieramente seguros.
El año pasado los porcentajes estaban en 30 y 32%, respectivamente. De hecho, actualmente más de la mitad de ambas generaciones (52%) viven con lo que les pagan —de cheque en cheque, por así decirlo— y más de un tercio tiene dificultades para cubrir sus gastos básicos cada mes: 37% de los Gen Z y 39% de los millennials. Así que el costo de vida es una de las razones por las que hay incertidumbre. Adicional a esto, más del 40% de ambos grupos tiene la preocupación a largo plazo por no poder jubilarse con comodidad financiera.
No podemos dejar de lado algunos factores que se mencionan en una publicación de El Confidencial: “Muchos miembros de la generación Z enfrentan altos niveles de desempleo y dificultades para encontrar estabilidad laboral, una realidad agravada por la pandemia. Este entorno económico desfavorable se traduce en una mayor incertidumbre sobre el futuro, lo que genera aún más ansiedad y preocupación”. El diario también afirma que el 81% de los Gen Z ve el dinero como una fuente significativa de estrés.

2. Incertidumbre económica, sociopolítica y climática.
“Impotencia y desesperanza” son dos de las sensaciones que, según El Confidencial, experimentan los jóvenes, debido al cambio climático. Esto, sumado a las circunstancias sociopolíticas y económicas, ha hecho que una proporción creciente de esta población elija no tener hijos. De hecho, un informe de la consultora Trendsity sobre los cambios demográficos en varios países lo confirma:
Una proporción creciente de personas hoy eligen no ser padres o madres. Detrás de esta consigna, aparecen variedad de motivos: las condiciones socioeconómicas donde se hace difícil pensar en sostenerse en forma independiente. La incertidumbre general que no permite proyectar. El desarrollo profesional y la inserción laboral de las mujeres. La crisis climática donde no se puede asegurar el agua potable ni veranos con menos de 50° La dificultad de tomar una responsabilidad a tan largo plazo en épocas de incertidumbre y angustia relacionada con el propio futuro.

Según el Pew Research Center, entre 2018 y 2023, el porcentaje de adultos jóvenes en EE. UU. que creen que nunca tendrán hijos pasó del 37% al 47%, principalmente por el coste de vida. Las mujeres de la Gen Z tienden a retrasar o descartar la maternidad, adoptando modelos como el “DINK” (double income, no kids; que en español es: “doble ingreso, sin hijos”, y se refiere a parejas que deciden rechazar la paternidad para vivir de manera más acomodada), impulsadas por su carrera y autonomía económica. De nuevo está presente el factor “dinero”.

3. Incertidumbre emocional
Sin embargo, también hay otros motivos más relacionados con los cambios sociales de este último tiempo y que trastocan el ámbito emocional. Eva Rotenberg, miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA) y directora de la Escuela para padres Multifamiliar, listó algunos de ellos ante Infobae:
El cambio de posición de la mujer, la caída del patriarcado, la dificultad de sostener un contrato amoroso y ético con el otro, la elección de proyectos breves, la dificultad de sostener proyectos “para toda la vida” y la necesidad de vivir en el presente frente a la incertidumbre climática, política, económica y la guerra, son algunos de los motivos que llevan a muchas personas y parejas a no proyectarse con hijos.
Así, el sentir de incertidumbre de los jóvenes se convierte en una realidad que les trae preguntas existenciales: ¿puedo construir una vida estable? ¿Vale la pena planear un futuro en este contexto?

Decisiones importantes que generan ansiedad
Si bien en la publicación de Barna no hay mucho detalle respecto a qué decisiones se refieren los Gen Z, por sus edades y por otras publicaciones podemos concluir cuáles son algunas de ellas. La adultez temprana siempre ha estado llena de preguntas. ¿Qué estudiar? ¿Dónde vivir? ¿Qué camino tomar? Pero para la generación Z, esas decisiones cotidianas han dejado de ser retos normales del crecimiento para convertirse, con frecuencia, en fuentes permanentes de angustia.
Este tipo de ansiedad no se limita a elecciones trascendentales. Se infiltra en cada aspecto de la vida. Elegir una carrera, iniciar una relación o simplemente proyectar el próximo año puede generar un nivel de angustia que inmoviliza. En lugar de ver múltiples caminos como una oportunidad, muchos los viven como una carga insoportable. Y no es una percepción de unos pocos. Datos de la Asociación Estadounidense de Psicología (APA) muestran que la generación Z es la más propensa a describir su salud mental como “pobre” o “ajustada” (27%). Según el mismo informe, más del 91% de los jóvenes entre 18 y 21 años reportaron síntomas físicos o emocionales por estrés en el último mes. La lista de efectos es alarmante: insomnio (68%), depresión (58%), ansiedad (54%) y falta de motivación (55%).

¿Por qué tanta presión? A las razones expuestas en el punto anterior de la incertidumbre, se suman los efectos de la pandemia, la violencia armada y el acoso sexual, según El Confidencial. A diferencia de generaciones anteriores, que quizá vivían en burbujas más estables o contaban con horizontes más claros, la Gen Z ha crecido en un mundo donde el caos parece ser la norma. Como señaló un reportaje de CNN en Español, el acceso a servicios de salud mental sigue siendo limitado para muchos jóvenes, no por falta de conciencia, sino por razones económicas. En consecuencia, “el primer paso para gestionar la ansiedad” no es una consulta profesional, sino una búsqueda en TikTok o Reddit.
El resultado es una generación que está aprendiendo a tomar decisiones trascendentales sin herramientas, sin acompañamiento y muchas veces sin esperanza. Barna lo resume bien: tienen el lenguaje emocional, pero no el ancla. Saben nombrar su ansiedad, pero no saben qué hacer con ella. Precisamente, es aquí donde tiene lugar el aumento progresivo de los sentimientos negativos entre una generación y otra: ¿será que las generaciones más actuales, como la Z y los millennials, son más conscientes de sus emociones y por eso sus cifras de sentimientos negativos son más altas?
Si a los jóvenes se les facilita identificar sus emociones, es porque no temen admitirlas y, por tanto, no les parece negativo mostrarse vulnerables. De hecho, es por esto que a los centennials se les ha llamado también “la generación de cristal”, ¿pero realmente son demasiado frágiles o simplemente exponen con facilidad los sentimientos que a las generaciones más antiguas tanto les tocó ocultar? En una sociedad en la que reinan el “yo” y las emociones, es difícil encontrar una respuesta puntual, así que estas preguntas no dejan de resonar.

La paradoja de la soledad y el aislamiento en un mundo hiperconectado
Entre las cifras presentadas por Barna se revela que el 28% de los jóvenes de la Gen Z se siente frecuentemente solo, y el 26% dice sentirse aislado de manera constante. En ambos casos, las diferencias con generaciones anteriores son notables: apenas un 4% de los mayores y un 8% de los boomers reportan soledad persistente; en cuanto al aislamiento, solo un 5% de los mayores, un 8% de los boomers y un 15% de la Gen X —nacidos entre 1965 y 1983— se sienten así con regularidad.
Esto resulta paradójico hoy, pues nunca antes habían existido tantas formas de comunicarse. Además, las cifras rompen con el estereotipo de que la soledad es una realidad exclusiva de la vejez. En la actualidad, son los jóvenes quienes más la padecen. En España, un estudio del Observatorio Estatal de la Soledad No Deseada reveló que este sentimiento se duplica entre los 16 y 34 años, en comparación con los mayores de 65. Otro informe, encargado por El País, encontró que el 37% de los jóvenes entre 18 y 24 años se sienten solos con frecuencia.
No estamos hablando de una soledad elegida ni circunstancial. Se trata de una soledad persistente que atraviesa la vida cotidiana, incluso en medio de grupos, relaciones o redes sociales. Puedes tener pareja, salir con amigas, trabajar en equipo... y aun así sentir que nadie te ve realmente. María Gómez, psicóloga y autora del libro La buena compañía, lo explica así: “Somos seres sociales que necesitamos expresar lo que nos preocupa y pedir ayuda. Quien disfruta de estar solo es porque tiene un círculo cercano al que acudir cuando lo necesita. Si no gozas de ese apoyo, lo normal es que no disfrutes de ello”.

Y es que la soledad en la Gen Z no es solo un vacío de compañía; es un síntoma del entorno social en que viven. Las redes sociales, diseñadas para conectar, terminan convirtiéndose en escenarios de comparación, apariencia y juicio. “Seguimos a ‘influencers’, comparamos nuestros cuerpos, nuestros planes, nuestras casas”, dice Gómez. “Y si te quedas enganchado a esos pensamientos negativos, puedes tener una percepción distorsionada de ti mismo”. El resultado es una generación hipervisualizada pero subescuchada, constantemente expuesta y, al mismo tiempo, invisibilizada en su dolor.
Pero la soledad tampoco es igual al aislamiento, aunque muchas veces se entrelazan. Juan Manuel García, director de la primera cátedra europea sobre soledad no deseada, afirma que “antes se trataba desde la psicología, pero hoy lo entendemos como un problema social derivado del tipo de sociedad en que vivimos”. No se trata solo de que las personas se aíslan por no saber relacionarse, sino de que faltan escenarios reales para construir relaciones profundas. Espacios sin filtros, sin expectativas exageradas, sin miedo a la vulnerabilidad.

Donde las estadísticas encuentran esperanza
En los últimos años, la generación Z ha aprendido a nombrar lo que siente. A diferencia de generaciones anteriores, no guarda silencio. Tiene palabras para la ansiedad, la depresión, el aislamiento, la frustración. Y no está sola: los millennials también han hecho ese recorrido de autoexploración emocional. Podría decirse que la conciencia emocional ha crecido y, por ende, los diagnósticos también.
Datos de la red médica de Athenahealth muestran que los diagnósticos de ansiedad en la Gen Z crecieron un 41% entre 2019 y 2023, y los de depresión un 25.9%. En esa misma línea, la Dra. Jessel señala que, aunque esta generación ha sido golpeada por las redes sociales, la pandemia y la inestabilidad global, también está mejor equipada que cualquier otra para acceder a ayuda gracias a la tecnología. Telesalud, apps, comunidades digitales… todo suma. Pero también plantea una advertencia: acceder a recursos no equivale a sanar. No basta con poder nombrar el dolor si no hay un lugar donde llevarlo.

En este escenario, algunos se preguntan si no estamos frente a una crisis más profunda. La psicoanalista Rotenberg no lo duda: lo que estamos viendo es también una crisis de valores y de vínculos. Las nociones tradicionales de familia, comunidad o proyecto vital se han resquebrajado; al respecto, Rotenberg señala que “Actualmente la familia tradicional tiene resquebrajamientos, no hay modelos culturales de la parentalidad, es más, está puesta en cuestión. Las familias con padres del mismo sexo, monoparentales, con padres trans, también implican una ruptura de la familia tradicional”. Muchos jóvenes no solo temen al futuro: directamente dudan si ese futuro vale la pena. “¿Para qué tener hijos en un mundo roto?”, “¿Dónde están los referentes de sentido?”, se preguntan algunos.
Pero incluso frente a esta sombra generacional, hay señales de vida. En Fort Worth, Texas, Christ Chapel Bible Church ha abierto un espacio donde el Evangelio y la salud mental no se excluyen, sino que se abrazan. Su ministerio Soul Care forma voluntarios laicos en consejería bíblica, combinando el acompañamiento pastoral con fundamentos psicológicos sólidos. No reemplazan a los profesionales, pero sí se atreven a llenar la brecha que muchas veces nadie quiere ocupar: sentarse junto al que sufre, escuchar sin juzgar, llorar con los que lloran. Como dice el pastor Greg Cook, “no hay devastación para la que yo no tenga buenas noticias. (...) Tengo una historia que responde a las historias malas”.
Esa historia es la del Evangelio, un mensaje que no parte de la exigencia, sino de la gracia. Que no añade cargas, sino que promete descanso. En un mundo donde se nos dice que todo depende de nosotros —nuestra felicidad, nuestra identidad, nuestra estabilidad emocional—, el Evangelio dice lo opuesto: nosotros no podemos. Dios es el único que puede quitarnos la carga que mayormente nos asedia: la del pecado. Al arrepentirnos y poner nuestra confianza en Cristo, Él lleva nuestras culpas, sana nuestras heridas, nos redime y restaura lo que parecía irrecuperable.

Como bien lo expresó Chris Colquitt en Reflexiones de un pastor milenial en el mundo de la generación Z: “Hay mucho que lamentar en nuestro mundo caído, y la generación Z no se equivoca al notarlo. Pero el Evangelio de Cristo ofrece fortaleza impulsada por el Espíritu y basada en una esperanza verdadera y permanente”. Por eso, aunque las iglesias no son clínicas para tratar la salud mental, si deben ser comunidades capacitadas para ayudar a quien está agobiano, pero sobre todo deben ser una familia, un espacio en el que sobreabunden la verdad y la gracia. Allí las generaciones deberían poder llorar sin miedo, preguntar sin ser censuradas y sanar sin fingir.
El reto no es pequeño. Pero las Buenas Noticias tampoco lo son.
Referencias y bibliografía
Gen Z’s Emotional Challenges: A Unique Opportunity for the Church | Barna Group
Generación soledad: la nueva tendencia que sufren los jóvenes de hoy en día | Cosmopolitan
Gen Z: Your Questions Answered | Barna Group
Generation Z’s Mental Health Issues | The Annie E. Casey Foundation
Deloitte Global Gen Z and Millennial Survey 2025 | Deloitte
Deloitte Global Gen Z and Millennial Survey 2025 - PDF | Deloitte
¿Por qué los millennials y la Generación Z no están teniendo hijos? Es la economía | Infobae
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