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Cuando pensamos en la Edad Media, es común que lo primero que se nos venga a la mente sean las grandes catedrales que se construyeron durante este tiempo. Las iglesias gigantescas reflejan lo que era la fe de la sociedad europea medieval. Y es que estas catedrales monumentales siguen siendo impresionantes para los visitantes hoy en día, lo que hace que muchos se pregunten: cómo se construyeron y qué motivó a la gente del medioevo a emprender estos grandes proyectos de construcción.
Un fenómeno de la Baja Edad Media
Aunque las primeras iglesias cristianas públicas se empezaron a construir después del Edicto de Milán del 313 d.C., el levantamiento de catedrales se popularizó a partir del siglo XI y alcanzó su apogeo en los siglos XII y XIII. Este período es conocido hoy en día como el “Renacimiento del siglo XII” o “Renacimiento del románico”. Durante este período, se produjo un destacado avance en la construcción de edificios religiosos, y la arquitectura románica evolucionó para convertirse en un estilo arquitectónico distintivo que caracterizó a muchas catedrales de la época. Algunas de las construcciones más famosas de este periodo fueron la iglesia de peregrinación de San Sernín, en Toulouse, Francia; o la Basílica de San Isidoro, en León, España.
Las catedrales se construyeron para servir como centros religiosos y para ser la sede de obispos y arzobispos. Además, estas monumentales obras eran a menudo el edificio más grande y más impresionante en una ciudad o región, y su construcción se convirtió en una muestra de poder y riqueza por parte de las autoridades religiosas y seculares. Dos ejemplos de edificaciones de este tipo fueron la catedral de Notre-Dame de París, Francia; y la catedral de Colonia en Alemania.
Pero contrario a lo que muchos piensan, la construcción de catedrales no era un esfuerzo único de los reyes o clérigos, era en realidad un esfuerzo colectivo que llevaba décadas, a veces incluso siglos para completarse. La construcción a menudo comenzaba con la colocación de la primera piedra, seguida de la excavación de los cimientos y la construcción de los muros exteriores. Después de esto, se agregaban las naves laterales y la nave central, seguidas de la construcción de la torre y el campanario. Una vez que se completaba la estructura principal, se agregaban las decoraciones y detalles arquitectónicos, incluyendo las vidrieras y las esculturas.
Aunque las figuras e instituciones religiosas impulsaban la construcción de catedrales, como lo mencionamos anteriormente, la labor era comunitaria, sin embargo las autoridades religiosas no dejaban de motivar la labor. Desde mediados del siglo XII, la Iglesia ofrecía indulgencias a aquellos que ayudaban a construir iglesias y catedrales, lo que motivaba a la gente a invertir sus esfuerzos en la construcción de “casas de Dios” en lugar de unirse a las cruzadas para obtener el perdón de sus pecados. Aunque algunos piadosos desaprobaban el gasto excesivo en la construcción y decoración de fastuosos edificios religiosos, eran una minoría frente al entusiasmo, ambición y deseo dominantes de sobresalir en la construcción de ostentosos edificios que reflejaran “la gloria de Dios”.
El arduo y largo trabajo que se requería para levantar estos edificios hacía que pocas personas involucradas en su construcción esperaran ver su finalización en vida. Ser parte del proceso de construcción de una catedral, ya sea como mecenas o trabajador, exigía comprometerse con algo que era mucho más grande que uno mismo, lo cual resultaba ser un fuerte motivante también.
¿Cómo se financiaba la construcción de una catedral?
Además de ser una fuente de prestigio, las reliquias de santos importantes también generaban ingresos que a menudo se usaban para la construcción o mejora de las catedrales. En la comunidad de San Cuthbert, por ejemplo, la reliquia más valiosa era el cuerpo incorrupto del propio santo, conservado en un ataúd de madera del siglo VII que aún se exhibe en la catedral de Durham.
La construcción era mayormente financiada y supervisada por el cabildo catedralicio (el clero superior), mientras que los obispos aportaban de forma discrecional.
Para financiar la construcción, los cabildos catedralicios recolectaban dinero de sus congregaciones, multando a los clérigos por incumplimientos como la impuntualidad y también organizando giras de reliquias, las cuales resultaban muy lucrativas para recaudar fondos.
Pero los clérigos no podían empezar la construcción de un edificio religioso de forma autónoma, ya que dada su importancia y longevidad, los proyectos de construcción solían recibir al menos algún tipo de aportación del jefe del estamento religioso. Esto es cierto incluso hoy en día.
¿Quiénes se involucraban en la construcción?
La construcción de una catedral involucraba una gran variedad de trabajadores con diferentes niveles de habilidad. En el extremo inferior estaban los obreros que realizaban tareas básicas como transportar materiales, excavar y nivelar el terreno. Contrario a la creencia popular de que todos trabajaban como voluntarios, la mayoría recibía un salario por su trabajo.
Por otro lado, los trabajadores más especializados incluían canteros, yeseros, morteros, picapedreros y albañiles. La logística de transporte de los materiales era costosa, por lo que las piedras se labraban en la cantera. Aunque el corte de la piedra podía realizarse durante todo el año, los albañiles que colocaban las piedras no podían trabajar en invierno debido a la escarcha que impedía que el mortero se adhiriera correctamente.
Los picapedreros solían llevar un estilo de vida itinerante, desplazándose de una obra a otra. Se les pagaba por día o por pieza. El trabajo a destajo solía reservarse a los nuevos artesanos o a los contratados por periodos cortos. Estos artesanos grababan su marca en cada piedra que cortaban, para poder calcular cuánto se les debía. Con el tiempo, las marcas de fabricante se convirtieron en un signo de orgullo y se hicieron más elaboradas. Todavía pueden verse en algunas piedras, por ejemplo en la catedral de Durham, Inglaterra.
En los primeros edificios románicos, como la catedral de Durham, los frescos eran el medio más común de decoración interior, y la talla en piedra era limitada. Sin embargo, a medida que se desarrollaron las habilidades de los canteros, la escultura se convirtió en un componente esencial del diseño de los edificios posteriores. Los escultores de piedra se hicieron cada vez más independientes, considerándose artistas más que artesanos cualificados.
Paralelamente, con el desarrollo de la tecnología arquitectónica, se hicieron posibles mayores extensiones de vidrio. De este modo, las vidrieras también se convirtieron en un importante medio decorativo en las catedrales, sustituyendo a los frescos como medio para representar escenas religiosas.
Después de la Reforma protestante
Muchos movimientos de reforma, en particular los reformados y especialmente los puritanos, adoptaron una postura más austera en cuanto a la liturgia y la arquitectura religiosa. Esta austeridad se basaba en la creencia de que la iglesia debía centrarse en la enseñanza de la Palabra de Dios y no en la ostentación y la extravagancia.
Juan Calvino dijo al respecto:
La ostentación y el lujo en los edificios de la iglesia sólo sirven para distraer a la gente de lo que realmente importa, que es la adoración verdadera y la comunión con Dios.
Ulrico Zwinglio, el reconocido reformador suizo dijo al respecto de las imágenes en las iglesias:
Las imágenes son una carga para las conciencias de los creyentes, ya que pueden distraerlos de la verdadera adoración y llevarlos a la superstición.
Además, algunos movimientos protestantes vieron la arquitectura religiosa tradicional, incluyendo las grandes catedrales, como una reminiscencia del antiguo orden católico, que rechazaron en la Reforma. Para ellos, la arquitectura religiosa debía ser más simple y funcional, y no una muestra de poder y riqueza.
Catedrales católicas adaptadas
Pero los reformadores se enfrentaron a un gran problema: qué hacer con las grandes catedrales católicas que estaban en territorios que se habían hecho protestantes.
La solución fue bastante simple: confiscar y reutilizar las catedrales como iglesias protestantes. Un ejemplo de esto es la catedral de San Patricio en Dublín, Irlanda. Esta catedral fue construida originalmente en el siglo XIII como una iglesia católica. Sin embargo, después de la Reforma, fue tomada por la Iglesia de Irlanda y es ahora la iglesia principal del anglicanismo en el país. Otro ejemplo clásico es la catedral de Saint Giles en Edimburgo, Escocia. Esta edificación, construida en el siglo XII, es considerada hoy como la catedral madre del presbiterianismo y de la Iglesia de Escocia.
Cabe señalar que, aunque estas catedrales fueron tomadas por los protestantes después de la Reforma, todavía tienen un gran valor histórico y arquitectónico, y son visitadas por personas de diferentes religiones y culturas que aprecian su belleza y su importancia cultural.
¿Por qué los protestantes ya no construyen grandes catedrales?
A partir de entonces, salvo algunas excepciones que veremos más adelante, los protestantes no volvieron a construir grandes catedrales, la pregunta es, ¿por qué?
Según John Gordon Stackhouse Jr., el reconocido periodista estudioso de la religión, existen al menos cuatro razones por las que los protestantes desdeñaban del hecho de la ostentación en los edificios religiosos.
1. Razones financieras
Los protestantes de diversas tendencias nunca estuvieron de acuerdo con las decisiones financieras y estéticas que conllevaba una gran catedral. Reformados, menonitas, cuáqueros, bautistas, metodistas [...] y otros no estaban de acuerdo en que se invirtieran grandes cantidades de dinero en tales edificaciones, ni en que fuera mejor adorar a Dios en magníficos palacios que en sencillas y austeras salas de reuniones.
2. Razones del corazón
Las iglesias cambiaban, y esa era una idea clara en iglesias con un enfoque en gobiernos eclesiales mucho más plurales y comunitarios; esto sumado a una comprensión clara de la depravación del ser humano producto de la doctrina reformada. Por lo tanto, cualquier protestante sabía que un solo cambio de pastor podía significar un declive significativo de la iglesia en cuanto a su fidelidad doctrinal, espiritual o misionera, y de que las iglesias podían convertirse en sombras desagradables e infieles de lo que fueron en menos de una generación. Entonces, para qué invertir en un gran edificio que podría convertirse en un semillero del extravío.
3. Razones migratorias
Los cristianos se desplazan. Especialmente los protestantes europeos tenían una fuerte tendencia a abandonar sus países y buscar asentarse en territorios más benévolos con su fe. Ejemplos de esto fueron los hugonotes franceses, los puritanos ingleses o los menonitas holandeses. Por esta razón, construir grandes y ostentosas iglesias no era una prioridad.
4. Razones políticas
Las personas y las ciudades católicas utilizaron las grandes catedrales para adormecer sus conciencias. El ejemplo más atroz de ostentación municipal en una iglesia es probablemente la capilla del Dux en San Marcos, Venecia, que literalmente se engrandeció con el botín de guerra y el pillaje; pero hay muchos otros, como la iglesia de los Caballeros de San Juan en La Valeta, Malta. Los poderosos que querían justificar su rapacidad regalaban iglesias impresionantes. Los pueblos que buscaban legitimar sus conquistas construían grandiosos edificios eclesiásticos, quizá para tranquilizar sus remordimientos.
Los protestantes no necesitaban lavar sus culpas a través de sus propias obras. La salvación solo por medio de la fe cambió radicalmente la forma en la que ellos veían el perdón y la salvación.
Catedrales protestantes
Pero, a pesar de todo lo anterior, hay algunas catedrales que fueron construidas específicamente por los protestantes. Algunos ejemplos emblemáticos de estas construcciones son la catedral de St. Paul ‘s en Londres, Inglaterra que fue construida durante el siglo XVII por el arquitecto Christopher Wren. Y es que no fue una construcción menor, hoy en día es la catedral más grande de Inglaterra y ha sido utilizada por los anglicanos protestantes desde su fundación.
También vale la pena destacar la catedral de Uppsala en Suecia construida en el siglo XIII, la catedral de la Trinidad en Dresde, Alemania, construida en el siglo XVIII en estilo barroco y la catedral de San Marcos en Minneapolis, Estados Unidos construida en el siglo XX.
Sin embargo, estas construcciones son anglicanas, episcopales y especialmente luteranas, ninguna de ellas tiene un trasfondo separatista o evangélico.
Conclusión
Lo que vale la pena destacar es la austeridad en la que se basó la idea de cuidar la simplicidad de las construcciones eclesiales protestantes. Los primeros reformadores tenían muy claro que la iglesia debía centrarse en la enseñanza de la Palabra de Dios y no en la ostentación y la extravagancia, y vieron en la vanagloria de las grandes catedrales algo contrario a sus principios.
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