En la Inglaterra de mediados del siglo XVII surgió un grupo cristiano que hacía hincapié en la guía personal y activa del Espíritu Santo, y rechazaba tanto los ritos externos como el ministerio ordenado. Se trata de la “Sociedad Religiosa de Amigos” o “Iglesia de los Amigos”, conocidos comúnmente como “cuáqueros”. George Fox (1624-1691), un zapatero inglés que estaba desilusionado con la Iglesia oficial, se convirtió más tarde en el predicador y misionero que fundó este movimiento. Este afirmó alguna vez —quizá de forma demasiado entusiasta— que su descubrimiento “experimental” respecto a Dios conduciría a la purificación de toda la cristiandad.
Después de crecer en Inglaterra, el grupo se extendió a Irlanda, América del Norte y, durante el siglo XX, a sectores de África y América Latina. Independientemente del territorio donde ha estado presente, se ha caracterizado por trabajar de manera activa por la paz y oponerse a la guerra con el fin de transformar la sociedad; se le conoce como una religión pacífica. La influencia de los cuáqueros fue tal que llegaron a fundar una de las trece colonias americanas originales y a dominar otras durante un tiempo. Si bien hoy su número es bastante pequeño, han hecho contribuciones importantes en los campos de la ciencia, la industria y, especialmente, las causas sociales.

Inicio del movimiento
En el siglo XVII, surgieron en Inglaterra pequeños grupos de puritanos separatistas que buscaban “nuevos profetas” y la “verdadera iglesia de Dios”. A estos se les denominó “seekers” (en español, buscadores). Durante el tiempo de la Revolución puritana contra Carlos I, comenzaron a reunirse para intentar encontrar ayuda espiritual por parte de la Iglesia de Inglaterra establecida o de los organismos puritanos existentes (presbiterianos, congregacionalistas y bautistas) por los que la mayoría de ellos ya habían pasado.
A las reuniones de estos “seekers” llegó un grupo de predicadores, en su mayoría del norte de Inglaterra, que proclamaban “el poder del contacto directo con Dios”. George Fox y James Nayler fueron quizá los más reconocidos, pero Edward Burrough, William Dewsbury y Richard Farnworth también participaron activamente en los inicios del movimiento. Sin embargo, Fox es considerado el fundador. Pasó años en busca de consuelo espiritual, a veces consultando a ministros y otros líderes religiosos. Pero, como escribió más tarde:
…no había ninguno entre todos ellos que pudiera hablar de mi condición. Y cuando todas mis esperanzas en ellos y en todos los hombres se habían desvanecido (...) de modo que no tenía nada exterior que me ayudara, ni podía saber qué hacer, entonces (...) oí una voz que decía: “Hay uno, Cristo Jesús, que puede hablar a tu condición”; y cuando lo oí mi corazón saltó de alegría.

Esta experiencia, sin embargo, no fue exclusiva de Fox; podría decirse que se convirtió en una marca distintiva para sus seguidores. Esto se debió a que los cuáqueros seguían una creencia bien arraigada en el cristianismo, sobre todo de la Edad Media, de que en el alma del hombre había una “luz interior” de Dios, es decir, que los iluminaba y les hablaba en su interior.

En algún sentido, la experiencia de Fox llegó a tener incluso un carácter normativo. Según su propio testimonio, mientras pasaba por una iglesia de la ciudad de Mansfield, recibió la revelación de que “Dios estaba dentro de cada uno y no había necesidad de sacerdotes”. Él le dio a esa voz e iluminación divina un carácter doctrinal.
Para los cuáqueros, esta “luz interior” era la conciencia directa de la deidad, que le permite a una persona conocer la voluntad de Dios para ella. A menudo se ha utilizado una frase de Fox para describirla: “lo de Dios en cada hombre”. Robert Barclay, autor escocés de la influyente declaración sistemática de las “Doctrinas de los Amigos”, An Apology for the True Christian Divinity (1678), afirmó que “la ‘luz interior’ nunca está separada de Dios ni de Cristo; pero dondequiera que esté, Dios y Cristo están como envueltos en ella”.
La mayoría de los cuáqueros creen, sin embargo, que la “luz interior” no debe ser simplemente una experiencia mística, sino que debe dar lugar a que la persona trabaje por el bien de los demás. Otra característica de esta presencia de Dios en el hombre era que no tenía barreras: hombres y mujeres eran igualmente capaces de recibir y compartir visiones proféticas de Dios. Como ejemplo tenemos el caso de Margaret Fell quien, en 1652, estando en prisión, escribió un panfleto titulado: Se justifica que hablen las mujeres. Fox y Fell se casaron en 1669.

Origen y crecimiento
En 1650, Fox señaló públicamente que él solo quería que todos “temblaran ante Dios”. Ese mismo año narró: “el juez Bennet de Derby fue el primero en llamarnos cuáqueros porque les hacíamos temblar ante la Palabra de Dios”, aunque diversas fuentes lo mencionan más como un comentario burlesco. En todo caso, esta descripción rápidamente se convirtió en uno de los nombres alternativos del grupo.
En inglés, “quake” hace referencia a la acción de que la tierra tiemble. Este verbo se aplicó con relación al encuentro del cristiano con Dios y la actitud de temor y reverencia como un temblor piadoso. No obstante, es probable que el nombre también se utilizara porque muchos de los primeros “Amigos”, al igual que otros fervorosos creyentes, temblaban ellos mismos en sus reuniones religiosas y mostraban otras manifestaciones físicas de emoción espiritual.
Hoy se reconoce que la cuna de los cuáqueros fue Swarthmoor Hall, una casa señorial del siglo XVI situada en el noroeste de Inglaterra, que a partir de 1652 se convirtió en el centro de una campaña evangelizadora de predicadores itinerantes. El éxito fue tal que al movimiento terminaron uniéndose más de 20.000 personas de todas las clases sociales, excepto la aristocracia y los trabajadores no cualificados. Las mayores concentraciones se dieron en el norte de Inglaterra, en Bristol, en Londres y en los condados circundantes. Además, los miembros iniciales del grupo que debían viajar por su trabajo o que eran soldados llevaron aquellas ideas a los nuevos asentamientos ingleses en Irlanda.
Pero, a medida que el movimiento crecía, lo hacía también la controversia. El clero puritano recibió el auge del cuaquerismo con furia. La razón principal era que el estilo del grupo era impulsivo y no ideológico, y los cuáqueros parecían ignorar los puntos de vista ortodoxos y pervertir los heterodoxos. A sus seguidores se les empezó a denominar “cuáqueros”, quizá peyorativamente, y aunque la mayoría de ellos ya habían pasado por las filas del puritanismo, terminaron haciendo un énfasis en una relación directa entre Dios y el creyente mucho más allá de lo que los puritanos consideraban tolerable.

Rechazo a la Iglesia
Junto a la idea de la luz interior o voz de Dios al corazón, los primeros cuáqueros predicaban que no había necesidad de iglesias, rituales, ministerios, días festivos o sacramentos para practicar su fe. Estas ideas eran totalmente revolucionarias para su tiempo y sin duda metieron en problemas a los seguidores del movimiento. Como escribe C. Bernet:
Otras características son el sacerdocio general, la vida sencilla, la igualdad de derechos y deberes entre hombres y mujeres y, en los primeros tiempos, una marcada expectativa quiliástica. Se rechazaban los sacramentos externos (especialmente el bautismo y la comunión), así como los juramentos y las expresiones de cortesía excesivas. En general, se puede decir que ninguno de estos puntos era realmente nuevo, pero la combinación de ellos ciertamente creó algo nuevo.
En definitiva, los cuáqueros trataron de revivir el “cristianismo primitivo” volviendo a las raíces de la fe en las enseñanzas de Jesús en torno a la no violencia, la vida sencilla, la preocupación de Dios por los marginados y el acceso inmediato e igualitario al Espíritu de Dios. También se negaron a pagar el diezmo a la Iglesia de Inglaterra —a pesar de que era un impuesto obligatorio en aquella época— y a prestar juramento sobre la Biblia, insistiendo en que bastaba con el mandato de Jesús de Mateo 5:37, que dice “Antes bien, sea el hablar de ustedes: ‘Sí, sí’ o ‘No, no’; porque lo que es más de esto, procede del mal”.
Adicional a esto, rechazaron toda autoridad sacerdotal y los sacramentos eclesiásticos. En su lugar, optaron por reunirse en “silencio expectante”, es decir, esperando a que el Espíritu presente entre ellos compartiera cualquier mensaje por medio de quien Él eligiera.

Persecución y expansión
Varios principios cuáqueros, incluido el de no acudir a los servicios de la Iglesia de Inglaterra, desencadenaron una persecución en su contra. Desde la legislación de Carlos II en 1660, con la famosa “Ley Cuáquera” de 1662, hasta los tiempos de Jacobo II, el movimiento de Fox fue perseguido por estrictas leyes penales. Unos 15.000 miembros del grupo sufrieron las consecuencias de estas leyes, y casi 500 murieron en prisión o poco después de quedar en libertad. Estas medidas, en lugar de hacer menguar el movimiento, impulsaron su crecimiento.
Al verse dentro de un contexto opresivo que cada vez los presionaba con la persecución, los cuáqueros salieron de Inglaterra y llegaron a Norteamérica. Para 1656, sentaron sus bases de trabajo en las colonias de Maryland y Massachusetts. Sin embargo, llegar a un nuevo mundo no significó para ellos el cese de la persecución: los magistrados de Boston también hostigaron salvajemente a los predicadores cuáqueros y, entre 1659 y 1661, condenaron a muerte a cuatro de ellos.
Aun así, el cuaquerismo se arraigó en Massachusetts y floreció en Rhode Island, donde durante mucho tiempo fueron mayoría. También había muchos “Amigos” (como también se les llamaba) en Carolina del Norte y Nueva Jersey, donde los cuáqueros ingleses lograron obtener un permiso de asentamiento. No obstante, también había miembros en Maryland, Virginia, Filadelfia y Nueva York. Para cuando George Fox murió en 1691, el movimiento tenía al menos 50.000 seguidores.

Un “estado cuáquero”
La colonia cuáquera norteamericana más famosa fue Pensilvania, para la que Carlos II otorgó una carta real de concesión a William Penn (miembro inglés del grupo) en 1681 en la que le otorgó la propiedad y autoridad sobre ese territorio. Le concedió el derecho a establecer un gobierno propio, a promulgar leyes, repartir tierras y administrar justicia bajo lealtad a la Corona.
Penn aprovechó esto para realizar un “experimento sagrado”, así que puso a prueba hasta qué punto se podía gobernar un estado de forma coherente con los principios cuáqueros, especialmente el pacifismo y la tolerancia religiosa. El primero, llevado hasta sus últimas consecuencias, podía dejar a la colonia sin defensas militares. El segundo, les permitiría a los colonos de otras religiones asentarse libremente y quizá convertirse en mayoría. Pero la combinación de ambos los exponía a posibles ataques enemigos provocados por otros colonos, lo cual pondría en riesgo la viabilidad política del territorio.
Enredado en asuntos burocráticos en Inglaterra, Penn pasó poco tiempo en Pensilvania y mostró un juicio errático al seleccionar como diputados a no cuáqueros, quienes casi siempre estaban en desacuerdo con la legislatura propia del movimiento. Aun así, la influencia cuáquera en la política de Pensilvania siguió siendo primordial hasta 1756, cuando estalló la guerra contra franceses e indígenas. En ese momento, los legisladores “Amigos” no lograron encontrar un modo de mantener su control político y, al mismo tiempo, aprobar las medidas militares necesarias para defender la colonia, pues apoyar la guerra habría traicionado sus principios pacifistas.
La famosa descripción de Voltaire de los acuerdos de Penn con los aborígenes como “los únicos tratados nunca jurados y nunca violados” se volvió muy famosa y catapultó la reputación pacifista de los cuáqueros. Aunque la descripción de Voltaire pudo ser exagerada, las relaciones de los “Amigos” con los indígenas locales fueron más pacíficas que las que otros colonos mantuvieron con ellos.

Consolidación de los cuáqueros y cruzada contra la esclavitud
Para el siglo XVIII, los “Amigos” habían conseguido la mayoría de sus objetivos políticos. Su lenguaje y vestimenta especiales, originalmente justificados como testimonio de honestidad, sencillez e igualdad, se convirtieron en el ícono y uniforme de un grupo que ahora estaba compuesto en un 75 a 90% por cuáqueros de segunda y tercera generación.
La estricta aplicación de las normas que prohibían el matrimonio sin el consentimiento de los padres o con no miembros de la Sociedad Religiosa los llevó a tener conflictos con la sociedad externa. Como consecuencia, fueron más los repudiados dentro del grupo que los convertidos y, dado que la mayoría de los cuáqueros eran hijos de miembros, no es de extrañar que —como muchos movimientos radicales— acabaran reconociendo una categoría de miembros “por derecho de nacimiento” que parecía relajar la expectativa de conversión de los más jóvenes.
Como movimiento pacifista, los cuáqueros demostraron sus serias y comprometidas causas sociales. Por ejemplo, en Inglaterra se opusieron directamente al comercio de esclavos, buscando su prohibición. Y en Estados Unidos, bajo la guía de John Woolman, liberaron voluntariamente a los esclavos durante el siglo XVIII. De hecho, en 1790 una delegación cuáquera solicitó al Congreso de los Estados Unidos la abolición de la esclavitud por medio de una petición que contaba con el apoyo de Benjamin Franklin. La cooperación con otras denominaciones en la causa antiesclavista los sacó poco a poco de su apartada vida religiosa.

El impacto del evangelicalismo en los cuáqueros
Los cuáqueros también se acercaron a otros protestantes a través del movimiento evangélico asociado originalmente a John Wesley y Charles Wesley. Así, surgieron los cuáqueros evangélicos, quienes se preocupaban por enfatizar la inerrancia y unicidad de la Biblia, la encarnación y expiación de Cristo y otras doctrinas protestantes que, aunque rara vez eran negadas rotundamente por los miembros del grupo, habían tendido a subordinarse al énfasis quietista en la “luz interior”.
A principios del siglo XIX, la mayoría de los principales “Amigos” ingleses simpatizaban con las ideas evangélicas, aunque no perdieron su unidad con los cuáqueros de mentalidad más tradicional. Pero en Estados Unidos la unidad resultó más difícil. Los cuáqueros se habían ido al oeste desde Virginia, Pensilvania y Carolina del Norte, debido a las dificultades relacionadas con la esclavitud. A medida que se formaban nuevas juntas anuales en el centro y oeste de los Estados Unidos, los lazos con la junta “madre” en Londres se debilitaban y ninguna de las estadounidenses tenía una posición predominante.

Los líderes de la “Junta Anual de Filadelfia” eran en su mayoría ricos comerciantes que tenían fuertes lazos con Inglaterra y simpatizaban con el evangelicalismo, pero muchos cuáqueros campesinos más pobres la abandonaron, pues ya no sentían unidad con las creencias de los ministros y ancianos de aquella zona ni con la forma en que ejercían su autoridad. Elias Hicks, cuyo apellido se aplicó a estos separatistas, ponía un énfasis extremo en la “luz interior”; escribió que podría ser bueno que Dios retirara la Biblia, ya que podría inspirar a los fieles a escribir “nuevas escrituras” que probablemente serían “mejores” que las originales.
Como las distintas juntas anuales americanas se mantenían en comunicación, la separación hicksita se extendió a otras que tuvieron que decidir a qué parte de la “Junta Anual de Filadelfia” dirigir sus cartas. Entre 1837 y 1840, una visita pastoral a Estados Unidos del principal cuáquero evangélico inglés, Joseph John Gurney (uno de los pocos teólogos sistemáticos que ha producido la “Sociedad de los Amigos”), provocó una nueva separación cuando la “Junta Anual evangélica” —o gurneyita de Nueva Inglaterra— expulsó de la membresía a John Wilbur, un cuáquero quietista ortodoxo.
El cisma es a menudo un signo de crecimiento religioso y así se demostró entonces. Ya fueran hicksitas, wilburitas o gurneyitas, todas las ramas del cuaquerismo empezaron a mostrar un nuevo vigor. Con una predicación renovada, muchos conversos no devotos de las peculiaridades heredadas de la tradición cuáquera se unieron al movimiento; para ellos parecía más importante asegurar un ministerio salvador que preservar el modo tradicional de culto.
Así surgieron, especialmente en el Medio Oeste y el Lejano Oeste, las “reuniones pastorales” en las que un ministro remunerado asumía las funciones de pronunciar un sermón y ejercer el cuidado pastoral de los miembros. A estos servicios se les empezó a llamar “Iglesias de los Amigos”, el canto congregacional formaba parte de ellos y solo había unos momentos de silencio; también se introdujeron las ceremonias bautismales y matrimoniales.
En doctrina, culto y política, los cuáqueros no se diferenciaban mucho de las iglesias congregacionalistas, aunque seguían siendo fieles a los testimonios sociales de los “Amigos”. Incluso en Inglaterra, donde no se introdujeron tales innovaciones, los cuáqueros —bajo la influencia del renacimiento evangélico— dejaron de repudiar los matrimonios con personas que no fueran miembros del grupo y recortaron los poderes de los ancianos y supervisores, que habían sido una fuerza profundamente conservadora hasta entonces.

En el siglo XX
Para el año 1900, el movimiento cuáquero o de los “Amigos” se diversificó en tres grupos importantes que, sin embargo, no implicaron un separatismo sectario. Por el contrario, las diversas tradiciones cuáqueras mantuvieron la comunión y la cooperación en el servicio de carácter social. En esta historia destacan la “Junta” de 1902 y la “Conferencia General de los Amigos” celebrada ese mismo año. Estos encuentros propiciaron el diálogo, la comunión y el fortalecimiento de las tradiciones propiamente cuáqueras.
El cuaquerismo se arraigó en los Países Bajos en el siglo XVII, pero desapareció a mediados del XIX, al igual que los grupos de “Congéniès” en Francia y “Bad Pyrmont” en Alemania. Pero la labor de socorro de los cuáqueros durante la Primera Guerra Mundial y sus secuelas dio lugar a nuevas reuniones anuales en Alemania, Países Bajos, Francia, Suecia y Suiza, aunque su número siguió siendo reducido.
Durante el siglo XX, el movimiento se extendió a África y a Europa continental. Además, los cuáqueros participaron activamente en varios momentos históricos clave. Apoyaron los movimientos a favor del sufragio femenino y de las personas de color en Estados Unidos y otros países. Muchos participaron activamente en el movimiento por los derechos civiles en territorio estadounidense. Un caso especial es el de Bayard Rustin, un asesor clave de Martin Luther King Jr. y principal organizador de la “Marcha sobre Washington”, que atribuyó su no violencia a sus raíces cuáqueras.
Como pacifistas, los cuáqueros fueron objetores de conciencia en numerosos conflictos militares del siglo XX y se manifestaron especialmente en contra de la guerra de Vietnam. En Sudáfrica, se opusieron activamente al régimen del apartheid.

¿Qué enseñan los cuáqueros?
Además del matrimonio fuera del grupo, la bancarrota, el contrabando y el comercio o posesión de esclavos también se convirtieron en prácticas por las que un cuáquero impenitente era repudiado. Las tres últimas se convirtieron en asuntos de disciplina porque una minoría comparativa de “Amigos” persuadió al resto de que eran inconsistentes con los principios cuáqueros.
Pero no todas las preocupaciones sociales eran corporativas o se respondía a ellas con sanciones. Normalmente, el trabajo de ayuda de los cuáqueros ha surgido de una respuesta individual al sufrimiento, a menudo como resultado de la guerra. Desde la época de la Revolución americana, los cuáqueros se han dedicado a atender a los refugiados y a las víctimas del hambre con tal ahínco, que a veces se ha tomado a toda la “Sociedad de los Amigos” por una organización filantrópica. Esta labor ha movilizado a muchos no cuáqueros y ejemplifica la interacción entre la conciencia cuáquera y el mundo en general. De hecho, fue reconocida en 1947 con la concesión del Premio Nobel de la Paz al Comité de Servicio de los Amigos Americanos y al Consejo de Servicio de los Amigos (británico).
Sin embargo, la “Sociedad de los Amigos” se basa en la experiencia personal con Dios, de la que pueden surgir iniciativas de ayuda social, aunque no todas sean asumidas oficialmente por sus juntas. A lo largo de la historia ha habido cuáqueros cuyas convicciones y causas iban más allá —o incluso en contra— de lo que la comunidad estaba dispuesta a respaldar colectivamente. Por ejemplo, antes de la Guerra Civil estadounidense, la mayoría de los “Amigos” no eran abolicionistas radicales, probablemente no aprobaban la fuga de esclavos del sur al norte ni compartían las posturas feministas más tempranas de figuras como Lucretia Mott y Susan B. Anthony, aunque muchas de las primeras líderes sufragistas de Estados Unidos sí eran cuáqueras.

Esta diversidad también se refleja en la política: los dos presidentes estadounidenses de origen cuáquero, Herbert Hoover y Richard Nixon, fueron republicanos, lo que muestra que la afiliación cuáquera no determina una orientación política uniforme. En última instancia, la tensión entre el testimonio privado y la política pública ha sido una constante en la historia del cuaquerismo.
En la actualidad, algunos pacifistas cuáqueros adoptan una postura personal absoluta contra la guerra (por ejemplo, negándose a inscribirse en el servicio selectivo y perdiendo así la condición de objetores de conciencia). Otros están más dispuestos a sacrificar su “pureza absoluta” trabajando para aliviar las tensiones internacionales incluso a costa de una aplicación menos rigurosa de sus principios, lo que ha terminado acentuando la idea de que el grupo tiene una identidad más filantrópica que religiosa.

Culto y organización de los cuáqueros
Las reuniones cuáqueras tienen un estilo propio y sumamente distintivo con relación al de otras tradiciones. Lo que para la mayoría sería un momento de oraciones, cánticos, oportunidades y un tipo especial de predicación, en el culto cuáquero cobra un sentido diferente.
Como se espera que el Espíritu hable, impera un gran silencio que permite la preparación interior de los adherentes a ser receptivos a la palabra y luz de Dios. Lo ideal en este culto no es tanto lo que se hace, sino que el Espíritu le permita a alguien alcanzar un “nuevo entendimiento” que exija ser proclamado en la reunión. Él o ella habla o hace una oración y así ministra a la reunión. En esta forma de culto, el clero tal como lo conocemos no tiene participación. Todo lo que Dios dará, se cree. Para ellos, Dios dará Su testimonio a los creyentes sin la mediación de credos, ministerios específicos o elementos visibles como los sacramentos.

Ahora, ellos diferencian la “luz interior” de la conciencia o la razón. La “luz de Dios” en cada uno, según dicen, les permite a los seres humanos tener un sentido inmediato de la presencia y la voluntad de Dios. Así se informa la conciencia y se reorienta la razón. Para los cuáqueros, la experiencia de escuchar a esta “guía interior es mística”, pero también corporativa y práctica.
Debido al rechazo mayoritario al establecimiento jerárquico del clero, cuentan con “ministros registrados” o “amigos públicos”, que han sido reconocidos por la comunidad a partir de su testimonio. Como “ministros”, están a cargo de las reuniones locales y también viajan a otras comunidades para visitarlas. Ellos también cumplen un lugar importante en el servicio a los demás, pues colaboran en socorrer a los pobres, cuidar propiedades y aplicar la disciplina.
Los retos para comprender al cuaquerismo
Considerados en el contexto de la cristiandad en su conjunto, los cuáqueros resultan peculiares por la espontaneidad de su culto, su comunión mística y la forma en que traducen esa experiencia espiritual en acciones concretas a favor de causas sociales. Estas se han convertido en razones por las que muchas personas, descontentas con el cristianismo institucional, han encontrado atractiva la peculiar combinación de los cuáqueros. Incluso, es muy posible que se sientan más cómodos identificándose como “Amigos” que como protestantes o cristianos, lo cual puede dificultar la identificación del cuaquerismo dentro del protestantismo en general.
Como ellos mismos lo reconocen, muchos cuáqueros siguen celebrando su culto en silencio, sin clérigos que presidan el servicio, mientras que otros tienen pastores que dirigen sus reuniones con cantos, oraciones y con la oración silenciosa (el componente más frecuente de su culto). Algunos “Amigos” mantienen un fuerte vínculo con las raíces cristianas de la sociedad, mientras que otros optan por incorporar varias tradiciones religiosas a su concepción de lo divino o incluso abandonan la fe, pero siguen comprometidos con una vida de conducta ética.
Debido a que es un movimiento muy diverso, es difícil identificar una sola línea central. Sin embargo, como sugiere el anarquista cuáquero Ben Pink Dandelion:
...todos (cuáqueros) tenemos cuatro cosas en común: nuestra creencia en la posibilidad de recibir comunicaciones directas de Dios, el compromiso de alimentar nuestra vida espiritual a través del culto, el compromiso de practicar el discernimiento espiritual juntos como comunidad y el compromiso de hacer de nuestras vidas un testimonio de nuestra fe.
Con información de Britannica y páginas oficiales de los cuáqueros.
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