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Una antigua xilografía del siglo XVI retrataba a una mujer con una Biblia en la mano, con sus tomos de teología y derecho canónico yaciendo a sus pies, que se enfrentaba a un grupo de académicos evidentemente intimidados y desconcertados. ¿Acaso los teólogos del siglo XVI no evitaban rebajarse a debatir con laicos, mucho menos con mujeres? Pero Argula von Grumbach, contemporánea de Lutero y con quien los académicos de la xilografía estaban debatiendo, fue una importante reformadora cuyos escritos fueron ampliamente difundidos entre la gente del común.
Prueba y contacto con la Reforma
Argula von Stauff nació en 1492 en la ciudad de Ratisbona, en la región de Bavaria. Los von Stauff eran parte de la alta nobleza alemana, por lo cual la educación, la religión y la política eran muy importantes para la familia.
Cuando tenía 10 años, su padre le regaló una bella edición de la Biblia de Koberger, una traducción de las escrituras al alemán de 1483, previa a la que haría Lutero. A pesar de que los predicadores franciscanos decían que su lectura “sólo la confundiría”, Argula recibió la copia de las Escrituras. Con el tiempo se convirtió en una ávida lectora de la Biblia y llegó a memorizar muchos pasajes.
En la adolescencia, la joven Argula se trasladó de su pueblo natal a Múnich para entrar en la corte de la hija del emperador Federico III. Esa época fue bastante difícil: sus dos padres murieron en 1509 debido a la peste, por lo que su tío paterno se convirtió en su tutor, pero éste cayó en desgracia por un escándalo político y fue ejecutado. La sentencia de su tío indignó a Argula, y es probable que por este evento haya estado en contra de la violencia y la coacción por el resto de su vida. Poco tiempo después, se casó con un noble de menor rango llamado Friedrich von Grumbach y se fueron a vivir a una aldea pequeña cerca de Múnich.
Para 1520 Martín Lutero ya había publicado el primero de sus tratados y dos años después completó la traducción del Nuevo Testamento. Cuando estas obras fueron publicadas, Argula las leyó y se convirtió en una seguidora de la Reforma. Su entusiasmo por las ideas de Lutero le llevó a iniciar una correspondencia con el reformador y con otros protestantes de ideas afines.
Desafiando a los poderosos
En 1523 tuvo lugar en Zúrich un debate público entre los católicos romanos y el reformador Ulrico Zuinglio. Al desarrollarse en alemán, muchas personas podían seguir las noticias acerca de él. Probablemente este acontecimiento animó a Argula a realizar su propia protesta.
A causa de los debates generados en torno a las ideas de Lutero, Zuinglio y otros, las autoridades bávaras prohibieron la difusión de las ideas de la reforma. Como consecuencia, un joven profesor de la Universidad de Ingolstadt fue detenido por sus opiniones protestantes y se le hizo renunciar a sus creencias. Al enterarse, Argula se indignó y escribió el que sería su documento más famoso: una carta dirigida a los miembros de la facultad, en la cual se oponía a la detención y pedía a la universidad que explicara de qué herejía era culpable el profesor.
En esa famosa carta también afirmó que, a pesar de ser mujer, estaba decidida a hablar, pues sabía que nadie más lo haría. Al respecto escribió:
Mi corazón y todos mis miembros tiemblan. En ninguna parte de la Biblia encuentro que Cristo, o sus apóstoles, o sus profetas, hayan encarcelado, quemado o asesinado a personas. ¿Cómo, en nombre de Dios, pueden usted y su universidad esperar prevalecer, cuando despliegan una violencia tan insensata contra la palabra de Dios?
Buscáis destruir todas las obras de Lutero. En ese caso, tendréis que destruir el Nuevo Testamento, que él ha traducido. En los escritos en alemán de Lutero y Melanchton, no he encontrado nada herético […] Incluso si Lutero se retractase, lo que ha dicho seguiría siendo la Palabra de Dios. [...] Tenéis la llave del conocimiento y cerráis el reino de los cielos. Pero estáis derrotados. Las noticias de lo que le habéis hecho a este joven […] han llegado ya a tantas ciudades que pronto todo el mundo lo sabrá. [...] No os envío desvaríos de mujer, sino la palabra de Dios. Escribo como miembro de la iglesia de Cristo contra la cual no prevalecerán las puertas del infierno.
La carta era tan emotiva y brillante, que editores de Alemania y Suiza se apresuraron a reimprimirla, nada menos que quince veces. Fue una gran sensación: ¡una simple mujer desafiando a una universidad! A partir de entonces, Argula perdería el miedo a desafiar a los poderosos, como al Duque de Bavaria al cual le mandó decir en una carta que ella no era “ni débil ni estúpida.”
Su entusiasmo la llevaría a conocer personalmente a los Lutero en 1530. De hecho, ella misma instó a Lutero a dar testimonio de la verdad contrayendo matrimonio y más tarde, cuando ya eran una pareja casada, les ofreció consejos para conducir el hogar. Fue tal la buena relación que tuvieron, que aún subsiste un ejemplar del Pequeño Libro de Oraciones con una dedicatoria escrita por Lutero que dice: “A la noble mujer Argula von Stauff de Grumbach.”
Por causa de sus convicciones y acciones en la defensa de la Reforma en el ámbito público, su propia familia se volvió contra ella. Argula escribió una carta a su primo:
He oído que te ha molestado lo que escribí a la universidad de Ingolstadt. He sufrido muchos reproches y vergüenzas por ello, y en atención a tu amistad, te escribo y te adjunto copias de lo que he dicho. No te sorprenda que confiese a Dios, porque quien no le confiesa no es cristiano, aunque le hayan bautizado mil veces. Cada uno debe responder por sí mismo en el último día. Ningún papa, ningún rey, ni príncipe ni doctor podrá responder por mí. Por tanto, mi querido primo, no te sorprenda si oyes que confieso a Cristo. Considero un gran honor sufrir por Su causa. Dicen que soy luterana. No lo soy. Fui bautizada en el nombre de Cristo, no de Lutero. Pero confieso que Lutero es un verdadero cristiano. Que Dios nos ayude.
Sin embargo, la franqueza de Argula al atacar públicamente las acciones de los teólogos de Ingolstadt, de la jerarquía de la Iglesia y de los príncipes bávaros hicieron que se señalara la supuesta incapacidad de su esposo para “controlar a su mujer”, y Friedrich perdería su trabajo al servicio de los duques bávaros como castigo.
Mujer sufrida del hogar
Argula llegó a tener cuatro hijos: George, Hans-Jörg, Gottfried y Apollonia. Ella estaba muy preocupada por ofrecerles una buena educación, por lo cual eligió cuidadosamente a sus maestros, buscando a los mejores y a aquellos que eran pioneros de la educación protestante. En sus planes para los niños, Argula soñaba con prepararlos para un tipo diferente de iglesia y sociedad, donde las escuelas debían florecer, el estilo de vida de la nobleza debía transformarse, y la corrupción y la vida lujosa debían ser desterradas.
No sólo fue una autora inspiradora y controvertida, sino también una esposa, madre, escritora dotada, confidente de mujeres y dueña de la vida cotidiana de su hogar. No obstante, la mala salud del señor von Grumbach dejó viuda a Argula en 1530, poco después de haber visitado a los Lutero. Entonces, Argula tuvo que ocuparse de la administración de sus tierras y del cuidado de sus hijos.
Muy a pesar de los esfuerzos de Argula por educar bien a sus hijos, su hijo mayor George se endeudó y desperdició su oportunidad de estudiar en Wittenberg. También resultó gravemente herido en una disputa. Su segundo hijo, Hans-Jörg, fue asesinado en una pelea. La joven Apollonia también murió joven. Pero no solo perdió a tres de sus hijos, sino que su segundo marido, Burian von Schlick, un noble bohemio, también murió prematuramente.
Argula sufrió una tragedia tras otra. Casi al final de su vida, ella misma fue gravemente maltratada, estuvo presa y fue obligada a huir de su casa familiar en Baviera.
La Escritura hasta el final
Otro aspecto que impresionó a los contemporáneos de Argula fue su dominio de las Escrituras. Se sabía de memoria grandes fragmentos de la misma. Sus panfletos eran un mosaico de citas bíblicas que daban muestra de su enfoque escritural. El predicador Balthasar Hubmaier, escribió sobre ella diciendo: “ella sabe más de la Palabra de Dios que todo lo que los sombreros rojos hayan visto o puedan concebir.” Respecto a ella Lutero señaló: “me regocijo de ver cómo una hija del pecado de Adán se ha convertido en una buena hija de Dios.”
Su rica correspondencia y la excelente documentación de su vida a través del testimonio de sus ocho panfletos, la convierten en la primera mujer escritora protestante. Se calcula que circularon unos 30000 ejemplares de los escritos de Argula, pero su audiencia fue mayor: en su sociedad mayoritariamente analfabeta, la mayoría de su contenido se leyó en voz alta entre grupos de gente del común.
Argula luchó con dificultades financieras después de la muerte de su esposo y hasta el día de su muerte. Disponemos de listas muy detalladas de las provisiones que pedía para su cocina, a menudo con disculpas por el retraso en su pago. Gran parte de la correspondencia está relacionada con asuntos monetarios, pero también se conservan otras cartas, como correo con sus hijos, comunicaciones de sus profesores y una gran cantidad de correspondencia con más de cien personas, entre ellas diplomáticos, amigas, comerciantes y prestamistas.
Los contactos de Argula con los reformadores como Philipp Melanchthon, Martín Lutero y otros, son una muestra de su alto prestigio. Era tal el concepto que tenían de ella, que en las reuniones cruciales como la Dieta de Augsburgo de 1530, los príncipes protestantes la escuchaban cuando los instaba a mantenerse firmes en la fe. También se esforzó por sanar la división entre los luteranos y los reformados del sur de Alemania y Suiza sobre la naturaleza de la Cena del Señor.
La lectura de las Escrituras que hacía Argula Von Grumbach con ojos de mujer animó, sobre todo, a los laicos. Los contemporáneos aclamaron su valiente testimonio como algo casi increíble y muy poco habitual para una mujer en su tiempo.
No se sabe con exactitud la fecha de su muerte. Algunas fuentes señalan que podría haber muerto en 1554, pero hay alguna evidencia de la correspondencia del Ayuntamiento de Munich que indica que Argula podría haber estado viva hasta 1563.
Sin embargo, su legado aún vive y las iglesias evangélicas de las pequeñas aldeas rurales de Franconia todavía honran su memoria. Las enciclopedias de los siglos XVII y XVIII la apodaron la “Débora bávara”, se han bautizado escuelas con su nombre y se han erigido estatuas en los pueblos donde vivió. Las crueles circunstancias de la vida de Argula, contrastadas con el carácter profético de sus escritos, nos inspiran y nos motivan a defender con valentía la verdad de las Escrituras.
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