Al cumplirse dos décadas de los ataques terroristas que conmocionaron al mundo, conviene repasar los hechos en un intento por comprender el confuso escenario actual. Años de guerra y terrorismo se iniciaron aquél 11 de septiembre, que marcaron a una generación completa.
La iglesia no es ajena a los acontecimientos del mundo, y las tragedias de estos últimos años han alimentado un sentimiento de desazón generalizado. ¿Tienen los cristianos alguna respuesta que ofrecer ante la caída del mundo occidental?
Repaso histórico
El 11 de septiembre de 2001 el mundo se paró por completo para presenciar, en vivo y en directo, la caída de las torres gemelas. Cuatro aviones comerciales fueron secuestrados esa mañana, por unos diecinueve hombres que tenían por objetivo impactar en diferentes símbolos del poder norteamericano. Los primeros dos aviones chocaron contra las torres del World Trade Center, entre las 8:45 y las 9:02 de la mañana. Casi media hora después, el tercer avión se estrelló en las oficinas del Pentágono. La última aeronave cayó en campo abierto, gracias a que los pasajeros lucharon contra sus secuestradores, impidiendo que lograran su objetivo de alcanzar el edificio del Capitolio.
En apenas dos horas, la mayor superpotencia del mundo había recibido un ataque certero y directo al corazón, con un saldo de 2996 víctimas fatales. Estos trágicos hechos dieron inició a una nueva dinámica en el escenario internacional, fuertemente marcado desde entonces por la lucha contra el terrorismo. Pero conviene trazar un poco la situación global hasta ese momento para comprender su peso.
Estados Unidos se erigía como triunfante en una larga Guerra Fría que había enfrentado dos modelos antagónicos de sociedad. El capitalismo se impuso, mientras que el comunismo se derrumbaba a pedazos desde la caída del muro de Berlín en 1989, hasta la disolución de la Unión Soviética en 1991. Norteamérica vivió la década de los ’90 con un ambiente de victoria y despilfarro económico, gracias a la ampliación de los mercados mundiales que significó la expansión de su economía. Estados Unidos se convirtió en la superpotencia indiscutida y asumió un rol de liderazgo en el escenario mundial.
Pero esto no significó un mundo en paz, como muchos vaticinaban. La gran mayoría de los países en realidad atravesaban una gran pobreza, producto de viejos conflictos internos, guerras recientes y el desorden que siguió a la descolonización. El mundo era profundamente desigual, lo que dio lugar al crecimiento de un fuerte sentimiento antiestadounidense y anticapitalista en el llamado “tercer mundo” (América Latina, África, Medio Oriente y el Sudeste asiático). Esta fue la semilla del caos con el que inició el nuevo milenio.
El atentado a las torres gemelas comprobó que Estados Unidos seguía siendo vulnerable, a pesar de todo su poderío y riqueza. Desde entonces Washington comenzó una lucha contra el terrorismo, y una defensa de la democracia y el modo de vida occidental. Paradójicamente, el tiempo demostró que los efectos de esta lucha fueron justamente contrarios a las motivaciones. Durante las últimas dos décadas, Estados Unidos ha visto su prestigio desmoronarse tras años de guerras inútiles, crisis económicas, el avance de una nueva forma de socialismo y la ideología progresista.
Las invasiones a Afganistán e Irak, condenadas por la opinión pública, cierran hoy su círculo con un sabor amargo. Luego de dos décadas de guerra, las tropas americanas abandonan ambos países, dejándolos en una situación peor a la que se encontraban al inicio. Las promesas de reconstruir ambas naciones fallaron rotundamente, confirmando las sospechas sobre las verdaderas ambiciones que motivaron estas guerras: el petróleo.
No solo las guerras desgastaron a los Estados Unidos, también la crisis de 2008 significó un duro golpe, por tratarse de una crisis surgida en su mismo seno. La economía del país perdió su prestigio como la más estable del mundo, y su efecto se hizo sentir en muchos otros países que acusaban a Estados Unidos como el responsable del sacudón internacional.
En estos últimos años, la crisis sanitaria por el COVID-19 aparece como el último golpe. Si bien la pandemia ha afectado en mayor medida a países de Europa, ha dañado seriamente al mundo occidental en general, socavando su sensación de estabilidad y seguridad. El modelo de sociedad occidental ha sido puesto en duda por diversas corrientes, al demostrar que también es vulnerable a pesar de todo su poderío militar y económico.
Nuevas actitudes pesimistas hacia el mundo
Pero no se trata simplemente de cambios en la geopolítica o la macroeconomía. Se necesitan más páginas para realizar un análisis profundo de esas cuestiones, además de que ya se han hecho diversas interpretaciones. Lo que interesa son los efectos en las actitudes de las personas comunes y reales, y su visión del mundo.
Aquellos que pertenecen a la generación “millennial” han sido fuertemente marcados por los hechos del 11 de septiembre de 2001, al fin y al cabo, han desarrollado sus vidas adultas en medio de los acontecimientos de los últimos veinte años. Es de suponer entonces que sea la generación que más siente y sufre el desprestigio de occidente y sus instituciones.
Aunque los millennials no pueden ser generalizados, pues su caracterización depende de múltiples factores (como cualquier otra generación), sí existen ciertas condiciones materiales e históricas que han moldeado sus ideales y horizontes. Pew Research Center ha caracterizado a la generación millennial como aquellos nacidos entre 1981-1996, y tenían entre 5 a 20 años cuando sucedieron los ataques del 11S. Las actitudes e inclinaciones de dicha generación están fuertemente moldeadas por las guerras de Afganistán e Irak que siguieron a los ataques terroristas, y la fuerte recesión económica iniciada en 2008.1
También cargan con el peso del ejemplo de sus padres, quienes valoraban el trabajo duro. En ese sentido, se trata de una generación que ha visto sus altas expectativas frustradas y entonces enfrenta el mundo con altas cuotas de cinismo y desesperanza. Jason Dorsey, quien lleva años investigando el comportamiento de los “millennials”, asegura que “tienen un mayor nivel educativo, pero muchos se sienten frustrados porque no pudieron alcanzar sus altas expectativas laborales debido a la crisis económica y a otros eventos globales”. 2
Niel Howe y William Strauss, quienes acuñaron el término “millennials”, aseguran que aquellos jóvenes y adolescentes que tienen un recuerdo claro de los ataques terroristas de 2001, generalmente prefieren no tomar riesgos y son más cercanos a sus padres que las generaciones previas. 3
Sociólogos en general reconocen que la generación del milenio tiende a ser más cínica que generaciones anteriores. Aunque sienten una fuerte indignación por las cosas malas que suceden en este mundo, también se sienten impotentes al no poder hacer algo al respecto.
Este cinismo se evidencia en la desconfianza hacia las instituciones civiles y políticas, los medios de comunicación, y al futuro en general. Esto ha permitido que muchas teorías de conspiración surjan en medio de jóvenes que no confían en científicos, periodistas, ni nadie que esté en posición de autoridad. Los escándalos e intrigas políticas, la degradación moral, la vulnerabilidad económica y sanitaria parecen darles la razón, avalando la actitud de desconfianza generalizada.
La caída de la civilización occidental y cristiana
Muchos pensadores de diversos campos creen que vivimos en una época donde se cuestiona el modelo de vida occidental y cristiano. Los más conservadores ven sus valores amenazados y al mundo alejarse de sus raíces liberales. La fe cristiana también parece perder terreno ante un creciente secularismo, el avance del islam y de nuevas espiritualidades “orientales”.
Se trata de un tiempo crítico para la historia, un tiempo de cambio y transición que se hace muy difícil de evaluar mientras aún nos hallamos en el ojo del huracán. Sería apresurado y pretencioso querer dar una interpretación definitiva al momento que vivimos y hacia dónde se dirige el mundo. Justamente, la incertidumbre y la desconfianza son signos de nuestra época.
Como en otras crisis de la historia humana, la caída de una potencia mundial da inicio a una época de desorden y caos. Igual que imperios pasados, Estados Unidos se encuentra en un punto crítico de su historia. Militarmente desprestigiado a pesar de su poderío, se ha visto envuelto en guerras amargas contra rivales inferiores que aun así lograron dañarle.
En la esfera de lo moral es cuestionado por diversos. Por un lado, hay quienes le reclaman su oscuro pasado esclavista y “opresor”, mientras que, por otro lado, crece el descontento ante el avance del progresismo y la ideología de izquierda. Dos grupos muy polarizados llevan las tensiones hasta un punto crítico que vaticina un quiebre inevitable, como se ha evidenciado en los disturbios y la violencia que siguieron a la muerte de George Floyd.
El 11S dio inicio a lo que parece ser la “caída” de Estados Unidos, y esto trae incertidumbre al resto del mundo, en especial al mundo cristiano y la iglesia. De alguna manera, Estados Unidos era visto como el garante del protestantismo y el modelo de era un país basado en los principios bíblicos, aunque hoy esté muy lejos de eso.
El mundo cristiano se siente en crisis con justa razón, mientras su “capital” cae en manos de los “bárbaros y herejes”. Pero esta crisis no es nueva, pues algo similar se vivió en otras etapas de la historia del pueblo de Dios. En una coyuntura similar, Agustín de Hipona presenció la invasión de Roma en 410, un evento que puso en jaque al cristianismo de aquellos años.
Cuando la fe cristiana se hizo oficial en el Imperio Romano bajo el gobierno de Constantino, se produjo un acercamiento de las estructuras políticas y religiosas, que paulatinamente llegaron a confundirse. Con los años, la iglesia y el imperio fueron entendidos como reflejos del reino de los cielos en la tierra. Muchos cristianos creían que el Imperio Romano manifestaba y proyectaba la voluntad divina de instalar e instituir el mensaje de Cristo, creían en el Imperio como vehículo para la religión verdadera. Pero el saqueo de Roma puso en duda esta interpretación y revivió las demandas paganas por un retorno a los dioses tradicionales romanos. 4
Agustín de Hipona respondió a esta polémica, y otras acusaciones, en su extensa obra conocida como “Ciudad de Dios”. En ella, el teólogo africano rechazó tanto el optimismo de quienes veían en el Imperio Romano el establecimiento del reino de los cielos en la tierra, como también la desesperación de aquellos desilusionados con la religión cristiana a causa de la caída de Roma.
Para Agustín, el Imperio no era ni malo, ni bueno en esencia, sino un instrumento en las manos de un Dios soberano, capaz de levantar o derribar reyes e imperios para cumplir su plan en la tierra. De esta manera Agustín “des-divinizó” al Imperio, declarando que no existía un destino especial para Roma, porque ella no era la ciudad celestial que esperaban los cristianos.
Aunque el desarrollo de Agustín es más amplio y profundo, en su faceta política es una llamado a la Iglesia a no confundir el establecimiento del reino de los cielos con ninguna estructura política terrenal. Pero esto no significa descartar las instituciones políticas terrenales del todo, ya que tienen objetivos comunes con la iglesia, principalmente el deseo de establecer una vida pacífica. Haciendo eco de 1 Timoteo 2:1-2, las instituciones políticas terrenales serían importantes para establecer una paz terrenal que permitan el peregrinaje de los cristianos hacia la paz celestial. Las instituciones terrenales actúan como “ministros de Dios” para fomentar el bien y castigar el mal.
Agustín combate, de esta manera, la excesiva confianza en los gobiernos terrenales, pero también la desconfianza porque, al fin y al cabo, son instrumentos dispuestos por Dios. La caída de Roma no era la caída del reino de Dios, aunque ciertamente representaba una dificultad para el avance del cristianismo. Pero en última instancia, Cristo seguía reinando sobre todos los acontecimientos del mundo y esta tragedia estaba bajo su providencia.
La situación actual guarda similitudes con el escenario apocalíptico que vivió Agustín de Hipona. El gobierno de Estados Unidos ha ejercido históricamente como garante del cristianismo protestante en el último siglo. Es en sus fronteras que ocurre el grueso de la actual reflexión teológica y desde donde sale el mayor financiamiento para las misiones. Presenciar el desmoronamiento de su hegemonía también pone en peligro la legitimidad y el prestigio de la fe cristiana, o al menos, del modelo de sociedad basado en la ética cristiana, lo que comúnmente se conoce como “occidente”.
Ante esta sensación general de inestabilidad e incertidumbre, reviven viejos discursos apocalípticos y teorías de conspiración que fallan en ver a Dios como el soberano que providencialmente permite y utiliza todos los acontecimientos para sus propósitos eternos. Este es el valor de recuperar las reflexiones bíblicas de Agustín en torno a la política, en una época en que somos testigos del declive de la “nación protestante” por excelencia.
Lejos de ese cinismo que identifica a gran parte de los millennials, la enseñanza bíblica invita a la iglesia actual a mantener la esperanza en medio de la adversidad y contemplar a Cristo sentado en su trono. También la historia da testimonio de cómo la iglesia se expandió en medio de épocas oscuras, para ser luz en el mundo. La iglesia no será derrotada porque las “naciones cristianas” caigan, porque su reino no pertenece a este mundo ni depende de instituciones terrenales.
Esperanza ante los hechos de la última década
Lo que entendemos por “mundo cristiano” (Europa y Norteamérica), tal vez ya no sea tal y sea hora de aceptarlo. Muchos señalan que hoy el 24% de los cristianos vive en África y el otro 24% en América Latina, lo que equivale a la mitad de los cristianos en el mundo. Se espera que el porcentaje continúe creciendo y para 2050, dos tercios de los cristianos vivan en América Latina o África 5. El cristianismo no ha parado de crecer, solo se está migrando del norte hacia el sur.
Los atentados del 11S iniciaron lo que parece ser la caída del llamado mundo cristiano. La amenaza del islamismo radical, el progresismo de izquierda, la pérdida de credibilidad de las instituciones son algunos de los dolores que han aquejado al mundo en las últimas dos décadas. Pero no son motivos para ser consumidos por un pesimismo apocalíptico, especialmente cuando la intención del libro de Apocalipsis es, paradójicamente, llenarnos de esperanza.
Cristo reina y pronto volverá, mientras la iglesia cumple con su misión en todo el mundo. La caída de poderes e imperios no han frenado el avance del reino de Dios, al contrario, ha servido para su extensión y coopera para bien de la iglesia.
Referencias
1- Dimock, M. (2019) Defining generations: Where Millennials end and Generation Z begins. Pew Research Center; 17 de enero de 2019. Consultado en www.pewresearch.org
2- Jason Dorsey es presidente del Center for Generational Kinetics. Citado por Lucía Blasco para la BBC (2018) ¿Qué significa realmente ser un “millennial” y cuáles son los mitos y las verdades sobre esta “generación perdida”? Consultado en www.bbc.com
3- Citados por Emily Belz (2021) Generation 9/11, donde recoge el testimonio de varios jóvenes que enfrentaron y se sobreusieron a las consecuencias del terrorismo, la guerra y desánimo luego del 2001. Consultado en www.wng.org
4- Estas reflexiones sobre la obra de Agustín de Hipona siguen la introducción de Chuaqui, T. (2005) La ciudad de Dios de Agustín de Hipona: Selección de textos políticos. Estudios Públicos.(Tomás A. Chuaqui. PhD, Politics, Princeton University).
5- Pew Research Center (2015) The future of world religions: population growth projections, 2010-2050. Chapter 2: population projections by religious group: Christians. Consultado en: www.pewforum.org
Apoya a nuestra causa
Espero que este artículo te haya sido útil. Antes de que saltes a la próxima página, quería preguntarte si considerarías apoyar la misión de BITE.
Cada vez hay más voces alrededor de nosotros tratando de dirigir nuestros ojos a lo que el mundo considera valioso e importante. Por más de 10 años, en BITE hemos tratado de informar a nuestros lectores sobre la situación de la iglesia en el mundo, y sobre cómo ha lidiado con casos similares a través de la historia. Todo desde una cosmovisión bíblica. Espero que a través de los años hayas podido usar nuestros videos y artículos para tu propio crecimiento y en tu discipulado de otros.
Lo que tal vez no sabías es que BITE siempre ha sido sin fines de lucro y depende de lectores cómo tú. Si te gustaría seguir consultando los recursos de BITE en los años que vienen, ¿considerarías apoyarnos? ¿Cuánto gastas en un café o en un refresco? Con ese tipo de compromiso mensual, nos ayudarás a seguir sirviendo a ti, y a la iglesia del mundo hispanohablante. ¡Gracias por considerarlo!
En Cristo,
Giovanny Gómez Director de BITE |