Introducción
El teólogo holandés J.H. Bavinck escribió: “Parece que el hombre, a lo largo de los tiempos, ha tenido una noción vaga de que hay algo indefinible, algo que no podemos nombrar, que reposa sobre la vida humana y la agobia, y que debe haber salvación disponible de una manera u otra”. Bavinck pretendía describir el reconocimiento innato en la conciencia humana de la necesidad de liberación y salvación. A su vez, diferentes religiones y filosofías intentan responder a esta necesidad a su manera, aunque con medios claramente contrastantes.
Ante los llamados actuales al ecumenismo y al diálogo interreligioso, el cristianismo debe relacionarse de maneras específicas con las principales religiones del mundo como el islam, el hinduismo y el budismo. Además, la fe cristiana debe distinguirse por su creencia y práctica singulares. Al contrastar el budismo y el cristianismo, el respetado filósofo inglés G.K. Chesterton afirma:
Cuanto más apreciamos la noble repulsión y renuncia de Buda, más vemos que intelectualmente fue lo opuesto y casi contrario de la salvación del mundo por Cristo. El cristiano escaparía del mundo al universo; el budista desea escapar del universo incluso más que del mundo. Uno se descrearía a sí mismo; el otro volvería a su creación: a su Creador.
Para ilustrar mejor el contraste, este artículo demostrará cómo el cristianismo “cumple subversivamente” las ruedas de plegaria del budismo tibetano, usando uno de los “puntos magnéticos” propuestos por J.H. Bavinck: “Yo y la salvación”. En primer lugar, el cristianismo confronta la confianza en meros objetos religiosos como medio de salvación y, en cambio, proporciona la persona de Jesucristo como Mediador para reconciliar a la humanidad con Dios. En segundo lugar, el cristianismo desafía la ofrenda de mantras repetitivos para obtener ayuda espiritual, ya que estos nunca son eficaces ante el trono de Dios. En contraste, el evangelio otorga confianza genuina en la oración a través de la adopción y regeneración del pecador por parte de un Padre amoroso. En tercer lugar, los humanos nunca pueden obtener méritos a través de sus obras; la salvación viene solo por gracia, solo a través de la fe y solo en Cristo. El cristianismo confronta la falsa paz que ofrece el budismo y proclama que la salvación viene exclusivamente a través de la persona y obra de Jesús.
Para desarrollar estos argumentos, el artículo primero proporciona una breve historia del budismo y de la escuela de creencias tibetana. A continuación, el artículo describe varios conceptos cruciales relacionados con las ruedas de plegaria, a la vez que define los puntos magnéticos de Bavinck y el término “cumplimiento subersivo” de Hendrik Kraemer. Luego, el artículo ofrece un análisis bíblico y teológico examinando las ruedas de plegaria budistas tibetanas a través del punto magnético “yo y la salvación” de Bavinck, exponiendo la ineficacia de esta práctica y demostrando cómo el cristianismo “cumple subersivamente” lo que las ruedas de plegaria no pueden proporcionar. Finalmente, el artículo ofrece una breve aplicación misiológica para consideración cristiana.
Budismo y budismo tibetano
El budismo es la cuarta religión más grande del mundo, con aproximadamente 488 millones de seguidores. A menudo etiquetado como un sistema filosófico más que como una religión, W. George Scarlett sostiene que el budismo requiere que las personas transformen su visión de la vida en una de naturaleza espiritual, apelando a la fidelidad a su enseñanza. Si bien no afirma tener una conexión con una deidad personal, el budismo está “arraigado en la fe, la fe en que la naturaleza del universo es esencialmente moral y la fe en que, al ser compasivos, accedemos a lo trascendente”.
El budismo se originó en el norte de la India. Charles Farhadian informa que la mayoría de los eruditos creen que Siddhartha Gautama nació en el año 563a.C. en la familia de casta guerrera del rey Suddhodana y la reina Maya. Después de alcanzar la iluminación, les enseñó a sus seguidores un estilo de vida llamado “El Camino Medio”. Farhadian señala que la popularidad del budismo surge de esta enseñanza, la cual encuentra un punto medio entre buscar el placer y negarlo por completo. Gautama pasaría el resto de su vida esforzándose por llevar a otros a la misma iluminación.
Los seguidores de Gautama, naturalmente, transmitieron sus enseñanzas. C.R. Wells informa cómo el budismo se extendió desde la India hacia Asia central, el Tíbet, China, Japón y el sudeste asiático. Este crecimiento lento pero constante y la falta de una autoridad centralizada, dieron lugar a diferentes escuelas de creencias dentro del budismo como l theravada, la mahayana y la tibetana. La diversidad de las escuelas radica más en un linaje histórico que en confesiones doctrinales formales.
“Vajrayana”, o el budismo tibetano, se desarrolló en el siglo VII d.C. Elizabeth Dowling afirma que el Vajrayana se basa tanto en theravada como en mahayana pero también se centra en tantras, los cuales son escritos que describen técnicas espirituales que tienen por objeto refinar y apoyar el viaje hacia la iluminación. Farhadian afirma que el budismo tibetano usa tales métodos porque combina el budismo con el bon, la religión popular del Tíbet que enfatiza el mundo espiritual, la magia y los demonios. La escuela tibetana también cree que los rituales son más importantes que la meditación para alcanzar el nirvana y usa ruedas de plegaria en estas prácticas. El Dalai Lama es el director oficial de esta escuela y ha vivido junto con el gobierno tibetano exiliado en Himachal Pradesh, India, desde 1959. John B. Noss llama a la escuela tibetana la más avanzada del budismo porque, como sistema religioso, sostiene “autoridad civil sobre la vida de un pueblo”.
Descripciones y definiciones
El tema y contenido de este artículo requieren varias descripciones y definiciones detalladas para la tesis y argumentación. Junto con la distinción de la escuela tibetana dentro del budismo, el lector debe comprender los diferentes tipos de ruedas de plegaria, el mantra principal “Om Mani Padme Hum”, y el propósito central de generar méritos al usar ruedas de plegaria. Esta sección también define los “puntos magnéticos” de Bavinck y el término “cumplimiento subersivo” de Hendrik Kraemer, como la herramienta principal para vincular el budismo tibetano con el cristianismo.
Ruedas de plegaria como objeto religioso en el budismo tibetano
La rueda de plegaria tiene una exensa historia en todas las escuelas de budismo. Lorne Ladner relata una profecía en el nacimiento de Gautama según la cual el bebé se convertiría en un rey que hace girar la rueda o en un buda iluminado. Cuando Gautama dejó a su familia en La Gran Renuncia, alcanzó la iluminación y comenzó a enseñar a otros, puso en movimiento el Dharmacharka, la Rueda del Dharma. En el budismo, el dharma es la suma de las enseñanzas de Buda. Así que, como observa Ladner, “en lugar de convertirse en un rey que hace girar el mundo y la rueda, [Gautama] se convirtió en un rey del reino de la verdad, quien al girar la Rueda del Dharma despierta a otros a la verdadera naturaleza de las cosas”.
Este concepto visual de una rueda evolucionó hasta convertirse en ruedas de plegaria reales para la práctica ritual. L. Carrington Goodrich sugiere que las ruedas de plegaria surgieron en el budismo desde el siglo VII d.C. o tardíamente en el siglo XIV d.C., posiblemente a partir de bibliotecas giratorias utilizadas en la devoción de templos en China. Ladner describe estas bibliotecas como estanterías octogonales que giraban en el sentido de las agujas del reloj desde un eje en el medio. Utilizando dos textos tibetanos, Dan Martin está de acuerdo con la sugerencia de Goodrich sobre el origen de las ruedas y afirma que las ruedas de plegaria surgieron de costumbres de intermediación. Martin también recuenta otra historia ancestral sobre Nāgārjuna, un filósofo budista. En el cuento, Nāgārjuna viajó a otro lugar y le pidió a un bodhisattva una rueda del dharma. Al recibirla, llevó la rueda de vuelta a la India, la cual fue luego llevada al Tíbet. De esta rueda surgieron las diversas costumbres de la rueda de plegaria del budismo tibetano.
Los budistas tibetanos usan tres tipos de ruedas de plegaria para los rituales. La primera tiene ruedas fijas colocadas en filas para que los devotos pasen y las giren. Otro tipo es la gran rueda de movimiento que se ve a menudo en los monasterios. William Simpson las describe como de nueve pies de alto y cuatro pies de ancho “con un eje de hierro en cada extremo; en el inferior había una manivela a la que estaba atada una cuerda, y sencillamente tirando de ella la máquina giraba lentamente”. Un tercer tipo es la rueda manual, también llamada Mani-Lag-Khor. Son mucho más pequeñas y están pensadas para sostenerlas y girarlas.
Independientemente del tipo, cada rueda funciona igual. Ladner informa que los devotos hacen girar las ruedas en el sentido de las agujas del reloj para trazar de manera simbólica el movimiento del sol de este a oeste, como ejemplo del camino correcto para vivir. Además, el movimiento circular representa los momentos significativos de la existencia de Buda: nacimiento, iluminación, puesta en movimiento de la Rueda del Dharma y nirvana. Simpson comparte además que los budistas colocan otras ruedas de plegaria en el exterior donde los elementos de agua, humo y viento hacen girar las ruedas de manera natural.
Cada rueda de plegaria contiene un eje central, rollos de mantras y una cubierta exterior. Según la investigación de Martin, el eje medio de la rueda debe estar hecho de madera de sándalo o de enebro. La tinta de escritura utilizada para los mantras se mezcla con fragancias, y las letras de los mantras deben mirar hacia fuera. Las oraciones también están talladas en la carcasa exterior con fines rituales. La tecnología también afecta la construcción de la rueda de plegaria. Según Lee Kane, “las ruedas de plegaria modernas incorporan microfilmes con millones de mantras, en lugar de papel para miles de mantras; una medida aplaudida por su santidad, el Dalai Lama”.
Los budistas tibetanos emplean ruedas de plegaria para hacer la oración más eficiente. Alexander Gardner señala que, al girar la rueda de plegaria, el devoto activa los mantras escritos en el interior y tallados en el exterior. Ladner enfatiza la creencia central de por qué las ruedas de plegaria giratorias son populares entre los budistas tibetanos: girar es equivalente a orar. Según A.R. Wright, entre más rápido gira la rueda, mayor beneficio obtiene el adorador. El mantra más popular de la rueda de plegaria es “Om Mani Padme Hum”.
El mantra principal de la rueda de plegaria: “Om Mani Padme Hum”
A menudo se les llama a las ruedas de plegaria “ruedas mani”, porque la oración principal que se pronuncia mientras se usan es “Om Mani Padme Hum”. Según Lama Anagarika Govinda, este mantra es el más importante y valioso para los budistas tibetanos. Sin embargo, Simpson sostiene que el nombre real “rueda de plegaria” es un nombre inapropiado porque el significado de “Om Mani Padme Hum” no es una petición de oración sino un grito de alabanza. El Diccionario de budismo de Princeton afirma que el mantra alaba a Avalokiteśvara, el bodhisattva de la compasión y deidad principal del Tíbet. H.P. Kemp comenta que los budistas tibetanos consideran que el Dalai Lama actual es la decimocuarta encarnación de Avalokiteśvara.
Junto con estas conexiones, Noss afirma que el mantra es una declaración de fe y a la vez un encantamiento protector, en alusión a la naturaleza sincretista del budismo tibetano con el bon. El mantra tiene diferentes traducciones; por ejemplo, Kemp lo traduce como “Salve a la joya en el loto”, lo que concuerda con la afirmación de Simpson. Otra traducción coloca “joya” y “loto” juntos, para alabar a Avalokiteśvar, “honor a la Joya del Loto”. El Dalai Lama actual cree que las seis sílabas sitúan al individuo en un camino de transformación, hasta llegar a vivir, hablar y pensar como un Buda. El mantra es una ayuda esencial para que los aspirantes budistas busquen y alcancen el nirvana.
Construcción de Ruedas de Oración Manuales
El propósito principal de la rueda de plegaria: hacer méritos
El propósito principal de las ruedas de plegaria es hacer méritos para obtener buen karma y borrar el mal karma. George J. Tanabe Jr. señala que el fundamento de la salvación en el budismo reside en hacer méritos. Los budistas obtienen buen y mal karma a traves de sus elecciones morales personales y rituales religiosos. Algunas escuelas budistas, como la mahayana y la tibetana, valoran más los rituales para ganar méritos. Edward Conze señala que la “única tarea de un budista en el presente puede ser aumentar su reserva de méritos”. Ya que el budismo se aferra a un ciclo continuo de renacimiento que solo se rompe con el nirvana, las actividades religiosas como las ruedas de plegaria ganan mérito y, por lo tanto, buen karma para la persona. Tanabe resume:
El mérito y el hacer méritos comprenden un sistema coherente en el que la acción moral produce mérito, la realización de rituales genera beneficio y los budas y bodhisattvas otorgan bendiciones a quienes las obtienen a través de sus esfuerzos, y pueden compartir los frutos de sus virtudes con los vivos y los muertos, con la esperanza de ganar un buen renacimiento y, en última instancia, la entrada al nirvana.
Lama Thubten Zopa Rinpoche afirma que las rudas de plegaria son “un campo poderoso de mérito” y cree que, con la motivación correcta, ayudan a otros a alcanzar la iluminación más rápido que otras rutas. Las ruedas de plegaria son un objeto central para hacer méritos en el budismo tibetano.
Los “puntos magnéticos” de J.H. Bavinck
En su obra Religious Consciousness and Christian Faith (en español, Conciencia religiosa y fe cristiana), J.H. Bavinck enumera cinco elementos esenciales integrados en toda conciencia religiosa, una similitud universal que todas las personas poseen y de la que no pueden escapar. Bavinck denominó a estos elementos, “puntos magnéticos”. Timothy Keller agrega que los puntos son “cinco cosas fundamentales que todos los seres humanos buscan y hacia las cuales todos somos inevitablemente atraídos ‘magnéticamente’”. Primero, “yo y el cosmos” describe cómo las personas sienten que pertenecen a algo mucho más grande que ellos mismos. Segundo, “yo y la norma” se refiere a saber que existe un estándar moral objetivo fuera del individuo. Tercero, “yo y el enigma de mi existencia” establece la relación personal y destino supremo, que, en medio de las elecciones personales, uno percibe que la historia principal pertenece a alguien más grande. Cuarto, “yo y la salvación” habla del quebrantamiento del mundo, la culpa individual y la necesidad de liberación. Quinto, “yo y el Poder Supremo” manifiesta que todos estamos de alguna manera relacionados con y somos responsables ante un poder superior. Daniel Strange retitula los puntos magnéticos como Totalidad, Norma, Destino, Liberación y Poder Supremo. Este artículo emplea el cuarto punto “yo y la salvación” (Liberación) para analizar el “cumplimiento subversivo” de las ruedas de plegaria budistas tibetanas.
El “cumplimiento subversivo” de Hendrik Kraemer
Hendrik Kraemer acuñó el término “cumplimiento subversivo” para demostrar la relación del cristianismo con las religiones del mundo. Kraemer insistió en que otras religiones no preparan a las personas para ir a Cristo, sino que se oponen. Como resultado, el cristianismo confronta a las otras religiones del mundo y proporciona lo que ellas no pueden proporcionar. Strange explica: “Subvierte en el sentido en que confronta, se adentra, desentraña y derriba las historias del mundo (...) El evangelio es cumplimiento en el sentido en que conecta nuestros anhelos más profundos y se muestra digno de nuestras esperanzas y deseos”. Keller también afirma: “Jesús satisface cada uno de estos anhelos humanos universales de una manera que ninguna otra religión en el mundo puede igualar”. Strange resume: “El evangelio de Jesucristo, aunque conflictivo, gravoso y sacrificial, es lo suficientemente maravilloso y confiable como para cambiar los deseos y esperanzas pasados por unos nuevos”. Cristo mismo es el cumplimiento subversivo de los puntos magnéticos.
Una vez implementadas estas descripciones y definiciones, el artículo pasa ahora a un análisis bíblico y teológico de las ruedas de plegaria budistas tibetanas. El evangelio confronta la insuficiencia del sistema de obras y rituales del Vajrayana. Solo Jesucristo proporciona la salvación y liberación que los budistas tibetanos intentan obtener por sí mismos.
Análisis bíblico y teológico
Para realizar un análisis bíblico y teológico, este artículo emplea el punto magnético de Bavinck “yo y la salvación”, lo que Strange llama Liberación. Los rituales del budismo tibetano demuestran un claro reconocimiento de la necesidad personal de salvación. Al utilizar este punto magnético para examinar las ruedas de plegaria budistas tibetanas, sus mantras y su uso para hacer méritos, el cristianismo cumple de manera subversiva esta práctica religiosa, mostrando que solo Jesús trae liberación.
Cumplimiento subversivo de la rueda de plegaria como objeto religioso
Los budistas tibetanos valoran las ruedas de plegaria como esenciales para sus rituales. Debido al punto magnético “yo y la salvación”, el seguidor fiel cree que las ruedas proporcionan una forma más eficaz de obtener buen karma, poner fin al renacimineto, y alcanzar el nirvana. Sin embargo, el cristianismo confronta una vana confianza en los objetos religiosos y no en Dios mismo.
En el Antiguo Testamento, los hebreos empleaban objetos rituales para la práctica religiosa pero solo para incrementar su confianza en Dios. Peter Adam afirma que estos objetos eran para hacer recordar a Israel y expresar su relación de pacto con Dios. Sin embargo, Israel a menudo se centraba en los objetos en lugar de en Dios. Un ejemplo primordial es el Arca de la Alianza. Aunque Dios ordenó su construcción y uso, los hebreos experimentaban una derrota sorprendente cuando confiaban en la presencia del Arca en lugar de en Dios. 1 Samuel 4:3 registra la esperanza errónea de Israel: “Cuando el pueblo volvió al campamento, los ancianos de Israel dijeron: ‘¿Por qué nos ha derrotado hoy el Señor delante de los filisteos? Tomemos con nosotros, de Silo, el arca del pacto del Señor, para que vaya en medio de nosotros y nos libre del poder de nuestros enemigos’” (NBLA). Israel fue luego derrotado completamente por los filisteos. Andrew Blackwood resume: “Los medios de gracia se convirtieron en fines de adoración (…) Primero, los hombres dijeron que Dios estaba en el Arca. Luego insistieron en que Dios era el Arca. Más tarde asumieron que el Arca era Dios. Por eso confiaron en el Arca como sustituto del Dios de sus padres”.
Otro ejemplo del Antiguo Testamente es Nehushtan, la serpiente de bronce que hizo Moisés como antídoto para que los israelitas mordidos por serpientes contemplaran y vivieran (Nm 21:4-9). Más tarde, el reino del sur pasó a adorar a Nehushtan, pero el rey Ezequías confrontó este ídolo popular durante una época de reforma y avivamiento. “También hizo pedazos la serpiente de bronce que Moisés había hecho, porque hasta aquellos días los israelitas le quemaban incienso; y la llamaban Nehustán. Ezequías confió en el Señor, Dios de Israel”, 2R 18:4-5 (NBLA). Como señala Adam, uno de los dos pecados más grandes en el Antiguo Testamento era usar los objetos religiosos que Dios proveyó para alejarse de Él. Estos objetos nunca debían ser fines de adoración en sí mismos. La Biblia enseña que sólo Dios merece adoración.
En el Nuevo Testamento no hay ejemplos de objetos utilizados en la adoración cristiana, ni tampoco hay mandatos de Jesús o de los apóstoles para usarlos. D. E. Aune establece el contraste del cristianismo del siglo I con otras religiones de aquella época “en el sentido en que no tenía estatuas de culto, templos ni sacrificios regulares”. La adoración cristiana primitiva no estaba ligada a un lugar u objeto específico, sino que se practicaba en cualquier lugar. A diferencia de otras religiones, el cristianismo requiere confiar en una persona viva para salvación, en el Señor Jesucristo. Strange escribe: “Los cristianos están en la ocupación de ofrecer a la gente al Señor Jesús, y es Él quien perdona y quien da paz”. Howard Marshall identifica la posición exaltada de Cristo a la diestra del Padre como algo que no se comparte sobre nadie más. Por lo tanto, Cristo es el único Salvador. Nadie más ni nada más puede salvar.
El cristianismo satisface la necesidad percibida de liberación al confiar en una persona, no en un objeto, para la salvación. El apóstol Pablo identifica a esta persona: “Porque hay un solo Dios, y también un solo Mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús hombre, quien se dio a sí mismo en rescate por todos”, 1Ti 2:5-6 (NBLA). Philip Towner afirma: “Su posición lo relaciona tanto con Dios como con la humanidad y lo califica para negociar la transacción”. William Barclay agrega que ni el pensamiento judío ni el griego daban acceso directo a Dios, pero los cristianos, a través de la obra de Cristo como mediador, pueden acercarse a Dios. Jesús ha hecho lo que ningún objeto religioso podría hacer jamás: soportar la ira de Dios y demostrar el amor de Dios. Colin Kruse señala que Cristo no solo ruega por misericordia para los pecadores, sino que también ofrece el sacrificio necesario para que ellos reciban misericordia. El cristianismo confronta la confianza en objetos religiosos en lugar de confiar únicamente en Dios. El evangelio cumple el deseo de ser liberado de la culpa y la vergüenza. Solo Jesucristo puede hacer que las personas estén en paz con Dios.
Cumplimiento subversivo de los mantras de la rueda de plegaria
El cristianismo también cumple subversivamente los mantras de las ruedas de plegaria budistas tibetanas. En mantras como “Om Mani Padme Hum”, la atención no se centra en lo que se dice sino en cuántas veces se dice. El punto magnético profundamente sentido de “yo y la salvación” emerge en la práctica de plegaria budista tibetana en busca de bendiciones espirituales. Harold Coward explica:
En ocasiones determinadas, la gente se reunirá para cantar Om Manipadme Hum tantas veces como puedan, contando el número de repeticiones. Al final de la semana, el total de cada persona se envía al monasterio encargado y el total general se calcula como una acumulación de bendiciones que podrían dedicarse, por ejemplo, al bienestar del Dalai Lama (…) El canto repetido del mantra Om Manipadme Hum mantiene la mente enfocada en el objetivo a alcanzar y simultáneamente elimina el karma que lo obstruye.
Debido a una reconocida necesidad de liberación, los budistas tibetanos confían en la repetición de mantras como un medio para alcanzar el buen karma y el nirvana.
Las Escrituras cristianas contrastan marcadamente con estos rituales de oración. La narrativa del Monte Carmelo sobre Elías y los profetas de Baal demuestra la inutilidad de las oraciones repetitivas y sin sentido. Los profetas de Baal “tomaron el novillo que les dieron y lo prepararon, e invocaron el nombre de Baal desde la mañana hasta el mediodía, diciendo: ‘Oh Baal, respóndenos’. Pero no hubo voz ni nadie respondió”, 1R 18:26 (NBLA). Luego, los profetas intentaron medidas más desesperadas de cortarse a sí mismos, pero Baal nunca respondió. Gary Inrig señala el gran contraste entre los encantamientos mágicos de los profetas y la súplica breve y directa de Elías. El profeta no intentó forzar ni persuadir a su Dios como los profetas de Baal, y el Dios de Israel respondió la oración de Elías con fuego del cielo.
El Nuevo Testamento también confronta las vanas repeticiones de oración. Jesús enseñó durante el Sermón del Monte: “Y al orar, no usen ustedes repeticiones sin sentido, como los gentiles, porque ellos se imaginan que serán oídos por su palabrería”, Mt 6:7 (NBLA). Jesús destacó a Dios como un padre personal que escucha las oraciones de Sus hijos y, como lo describe Craig Blomberg, este Dios es “accesible como el padre humano más amoroso”. En contraste, ¿a quién rezan los budistas tibetanos? Marcus Bach señala que los budistas no tienen un Dios personal en la forma tradicional en la que se piensa. Walter Martin afirma que todas las religiones orientales comparten el mismo tema: la negación de un Dios personal que conoce, se preocupa y escucha a quienes lo invocan. Sin embargo, el Dios de Israel dice: “Porque así dice el Alto y Sublime que vive para siempre, cuyo nombre es Santo:
‘Yo habito en lo alto y santo, y también con el contrito y humilde de espíritu”, Is 57:15 (NBLA).
El cristianismo satisface el clamor de liberación en todos los sentidos en los que las ruedas de plegaria del budismo tibetano nunca podrían hacerlo. Primero, a diferencia de los dioses muertos de las naciones, el cristianismo revela un Dios vivo que escucha. El salmista escribe: “Los ídolos de ellos son plata y oro, obra de manos de hombre. Tienen boca, y no hablan; tienen ojos, y no ven; tienen oídos, y no oyen; tienen nariz, y no huelen”, Sal 115:4-6 (NBLA). El siguiente salmo muestra al escritor regocijándose de que el Dios vivo escucha la oración: “Amo al Señor, porque oye mi voz y mis súplicas. Porque a mí ha inclinado Su oído; por tanto, le invocaré mientras yo viva”, Sal 116:1-2 (NBLA). El Señor es muy diferente de los ídolos creados. Derek Kidner afirma:
Un Dios demasiado grande para atarlo a cualquier imagen o incluso a la tierra misma, que no es prisionero de las circunstancias sino Su amo, es un Dios en el que debemos gloriarnos. Y Él es nuestro Dios, no en el sentido insignificante en el que los paganos tienen a sus ídolos —¡Todo obra de ellos!— sino en el vínculo personal del “amor inquebrantable y (…) fidelidad”.
En segundo lugar, el Dios vivo y verdadero escucha las oraciones de Su pueblo porque ha cambiado Su estado relacional con Él. Las Escrituras enseñan que toda persona nace muerta en pecado, separada de Dios y existe como Su enemigo. Por la gracia de Dios, aquellos que se arrepienten y creen en el evangelio exhiben un cambio de corazón a través del milagro de la regeneración, y Dios los adopta como hijos suyos. Los cristianos pueden orar a su Padre porque Él les da vida espiritual. El cristianismo ofrece reconciliación, perdón y una relación viva con Dios por toda la eternidad.
En tercer lugar, el Nuevo Testamento presenta al Dios vivo como un Padre amoroso que escucha a Sus hijos cuando oran. Al enseñar sobre la oración, Jesús dice: “ora a tu Padre que está en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará (…) Su Padre sabe lo que ustedes necesitan antes que ustedes lo pidan”, Mt 6:6,8 (NBLA). Las Escrituras testifican además que Dios responde las oraciones de Sus hijos. Jesús continúa en el Sermón del Monte: “… ¿cuánto más su Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que le piden?”, Mt 7:11 (NBLA). El apóstol Juan luego escribe: “Y si sabemos que Él nos oye en cualquier cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hemos hecho” (1Jn 5:15 (NBLA). Según Daniel Akin, este versículo significa que Dios escucha y responde favorablemente las oraciones de Sus hijos, incluso si ellos no ven las respuestas instantáneamente. De este modo, los cristianos pueden orar con confianza audaz porque Dios es su Padre.
Cuarto, el cristianismo ofrece un Salvador que ora por Su pueblo. En vísperas de la negación, Jesús le dice a Su discípulo Pedro: “Yo he rogado por ti para que tu fe no falle”, Lc 22:32 (NBLA). El ministerio actual de Jesús en el cielo es de oración, porque Hebreos 7:25 dice: “Él también es poderoso para salvar para siempre a los que por medio de Él se acercan a Dios, puesto que vive perpetuamente para interceder por ellos” (NBLA). Como observa Robert Murray M’Cheyne: “Debo estudiar a Cristo como Intercesor. Oró más por Pedro, quien iba a ser el más tentado. Estoy en su coraza. Si pudiera escuchar a Cristo orando por mí en la habitación de al lado, no temería a un millón de enemigos”. Este Jesús no se parece a ningún otro. Él es la verdadera Joya y Loto, la verdadera encarnación del Dios invisible.
Cumplimiento subversivo del propósito de hacer méritos a través de las ruedas de plegaria
El punto magnético del “yo y la salvación” resurge nuevamente en el agente de liberación. Para los budistas tibetanos, el individuo es fundamental para su liberación y alcance del nirvana. E.A. Burtt señala las palabras de Gautama a sus seguidores antes de morir: “Confíen en ustedes mismos y no dependan de ayuda externa (…) No busquen ayuda de nadie más que de ustedes mismos”. Para alcanzar la liberación definitiva en el nirvana, el budista tibetano se esfuerza por ganar méritos para su salvación.
El cristianismo subvierte de varias maneras el uso que hace el budismo tibetano de ruedas de plegaria para hacer méritos. Primero, la Biblia enseña que ninguna persona posee justicia en sí misma. El apóstol Pablo, citando los Salmos, escribe: “No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios. Todos se han desviado, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno”, Ro 3:10-12, (NBLA). Job pregunta: “¿Cómo puede un hombre, pues, ser justo con Dios? ¿O cómo puede ser limpio el que nace de mujer?”, Job 25:4 (NBLA). Jeremías afirma: “Más engañoso que todo es el corazón, y sin remedio; ¿Quién lo comprenderá?”, Jer 17:9 (NBLA). Tremper Longman III afirma que la enfermedad espiritual del corazón causa autoengaño porque cada persona cree que sus acciones son moralmente aceptables independientemente de los mandatos de Dios. Jesús señaló que el problema del corazón es el corazón del problema: “Lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre. Porque de adentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, avaricias, maldades, engaños, sensualidad, envidia, calumnia, orgullo e insensatez”, Mr 7:20-22 (NBLA). Nadie posee justicia innata porque todos son pecadores.
En segundo lugar, no sólo todos son injustos, sino que no todos son incapaces de hacer justicia. El profeta Isaías se lamenta: “Todos nosotros somos como el inmundo, y como trapo de inmundicia todas nuestras obras justas”, Is 64:6 (NBLA). Gary Smith observa que el término “trapo de inmundicia” ilustra que el pecador “es más repulsivo que un paño menstrual vil y rancio”. Isaías también se lamenta: “Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, nos apartamos cada cual por su camino”, Is 53:6 (NBLA). Job afirma la misma realidad: “¿Quién hará algo limpio de lo inmundo? ¡Nadie!”, Job 14:4 (NBLA). La historia de las ofrendas de Caín y Abel en Génesis 4 ilustra esta verdad: Abel vino con un sacrificio de sangre de un animal, pero como sugiere Gary Herion, Caín ofreció la obra de sus manos, que provenía de la tierra maldita de Génesis 3:17-18. Por lo tanto, Dios no aceptó su ofrenda. El hombre nunca puede ganar mérito ante Dios por el trabajo de sus manos.
Debido a que el hombre no es justo y no puede hacer justicia, nada de lo que hace es suficiente para justificarlo ante Dios. Romanos 3:20 dice: “Porque por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de Él; pues por medio de la ley viene el conocimiento del pecado” (NBLA). Santiago agrega: “Porque cualquiera que guarda toda la ley, pero falla en un punto, ha hecho culpable de todos”, Stg 2:10 (NBLA). Quebrantar sólo uno de los mandamientos de Dios no hace que alguien sea justo en un noventa y nueve por ciento; quebrantar un mandamiento los hace cien por ciento injustos. Jesús declaró el estándar de Dios en el Sermón del Monte: “Porque les digo a ustedes que, si su justicia no supera la de los escribas y fariseos, no entrarán en el reino de los cielos (…) Por tanto, sean ustedes perfectos como su Padre celestial es perfecto”, Mt 5:20, 48 (NBLA). R. T. France comparte que el reino de los cielos no exige guardar unas pocas reglas, sino que impone toda la perfección de Dios a todos los que intentan entrar en él. Además, Pablo agrega que depender del esfuerzo propio para alcanzar el estándar de Dios trae consigo una maldición: “Porque todos los que son de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: ‘Maldito todo el que no permanece en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas’”, Ga 3:10 (NBLA). Dios exige perfección absoluta.
El cristianismo no sólo subvierte el propósito de hacer méritos de las ruedas de plegaria, sino que el evangelio de Jesucristo por sí solo cumple lo que estos rituales, en vano, intentan cumplir. Debido a que las personas no pueden ganar méritos ante Dios, deben llegar a estar en paz con Dios a través del mérito de otro. Cristo dice en Mateo 5: “No piensen que he venido para poner fin a la ley o a los profetas; no he venido para poner fin, sino para cumplir”, Mt 5:17 (NBLA). Más tarde, el Nuevo Testamento declara que Cristo es libre de pecado, afirmando: “… en Él no hay pecado”, 1Jn 3:5 (NBLA). Jesús es completamente perfecto en naturaleza, acción, comportamiento, palabra, pensamiento, obra y motivo. Debido a Su vida perfecta, Dios acepta Su muerte sustitutiva a favor de los pecadores para pagar por el pecado, como lo declara 1 Juan 2:2: “Él mismo es la propiciación por nuestros pecados, y no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero” (NBLA). La resurrección de Jesús demuestra la aceptación de Dios del sacrificio de Cristo, porque Jesús “fue declarado Hijo de Dios con un acto de poder, conforme al Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos”, Ro 1:4 (NBLA). Como señala Robert Mounce: “Sin Su muerte no habría base para la absolución. Sin Su resurrección no habría prueba de la realidad redentora de Su muerte”. La resurrección garantiza la redención.
Debido a la vida perfecta de Cristo, sólo Él es aceptable a Dios. R. C. Sproul enfatiza la aceptación por parte de Dios de la “obediencia vicaria”, en la que la vida perfecta de Cristo sustituye la falta de obediencia del pecador. La vida perfecta de Jesús hace posible Su muerte sustitutiva por los pecadores. Cuando alguien cree en Cristo para salvación, Dios le imputa la perfecta justicia de Cristo y es justificado ante Dios. Brian Vickers afirma: “Dios crea y declara justa a una persona porque ahora ve a esa persona en unión con Su Hijo y, por lo tanto, cubierta con la justicia del Hijo”. Esta justificación sólo viene por la fe en Jesús. Pablo escribe: “Por tanto, habiendo sido justificados por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo”, Ro 5:1 (NBLA). Wayne Grudem explica la fe como el instrumento elegido por Dios para recibir la justicia de Cristo porque la fe en Cristo es el antónimo de confiar en las obras y mérito propios para salvación. Por lo tanto, la justificación no viene por obras sino a través de la fe en Cristo.
Dios puede justificar a los pecadores porque Cristo sufrió en su lugar. Pablo escribe: “Al que no conoció pecado, lo hizo pecado por nosotros, para que fuéramos hechos justicia de Dios en Él”, 2Co 5:21 (NBLA). David Garland llama a Cristo un sustituto de los pecadores, ya que Dios trata a Cristo como si hubiera vivido la vida rebelde del pecador. A aquellos que confían en la obra de Cristo en su lugar, Dios ahora los considera como si hubieran vivido la vida perfecta de Cristo. Esta realidad significa que los creyentes, en palabras de Garland, “no tenemos simplemente la justicia de Dios; somos la justicia de Dios como resultado de estar en Cristo”. El cristianismo enseña la doble imputación: toda la justicia de Cristo fue puesta en el pecador que cree porque todos sus pecados fueron puestos en Cristo. Vickers resume: “La condición de justo, hecha posible por la obediencia de Cristo, se aplica al creyente cuando pone su fe en Dios. La obediencia de Cristo ‘cuenta’ para el estado que es asegurado en la cruz, y apropiado por la fe, a través de la cual viene la declaración del estado adquirido, ‘justo’”.
Sólo en Cristo, Dios proporciona el mérito que exige. Su mérito declara al pecador justo ante Dios, y sólo en el evangelio Dios imputa el mérito de Cristo a los pecadores. El mérito y la liberación que los budistas tibetanos buscan a través de las ruedas de plegaria sólo se encuentran en Jesucristo.
Aplicación misiológica
Entonces, ¿qué deben hacer ahora los cristianos? Christopher J. H. Wright toca correctamente un punto sensible cuando escribe: “Preguntamos: ‘¿Dónde encaja Dios en la historia de mi vida?’, cuando la verdadera pregunta es dónde encaja mi pequeña vida en esta gran historia de la misión de Dios (...) Puedo preguntarme qué tipo de misión tiene Dios para mí, cuando debería preguntar qué tipo de persona quiere Dios en mí para Su misión”.
Hay dos aplicaciones misiológicas principales para los cristianos cuando se analiza un ritual religioso como las ruedas de plegaria budistas tibetanas. Primero, la iglesia cristiana debe poseer una urgencia piadosa. Casi 500 millones de personas en todo el mundo se adhieren a alguna forma de budismo y todos se encaminan hacia una eternidad sin Cristo. Estos millones perecerán sin el conocimiento del evangelio, que es el único que proclama cómo poseer una posición correcta ante Dios. La iglesia cristiana debe tomar en serio los rituales y prácticas de quienes profesan otras religiones. Los budistas tibetanos genuinamente creen que pueden acumular y ganar méritos para salvación a través de sus obras. Tal engaño espiritual real exige la respuesta de la Gran Comisión por parte de los cristianos en todas partes. Los cristianos no sólo deben compartir con valentía y compasión la verdad del evangelio con sus bocas, sino también mostrar el poder del evangelio con vidas en santidad y gracia ante todos los pueblos, incluidos los budistas tibetanos.
En segundo lugar, la iglesia cristiana debe examinar sus propias filas en busca de creencias y prácticas que de manera teológica o práctica nieguen el evangelio. ¿Proclaman los sermones cristianos el evangelio de la gracia costosa, o un legalismo basado en obras? ¿Demuestran las iglesias cristianas la naturaleza sacrificial de Cristo en sus ministerios o modelan más fielmente la membresía de un club? Los cristianos a menudo pueden criticar las falsas creencias y prácticas de quienes profesan otras religiones y, sin embargo, funcionr prácticamente igual que ellos. Como escribió Pedro: “Porque es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios”, 1P 4:17 (NBLA). Sólo cuando la iglesia elimine de sus propios ojos las vigas de las contradicciones del evangelio, podrá ofrecer al mundo no alcanzado el evangelio de la gracia ilimitada de Dios para su salvación.
Conclusión
Este artículo tenía como objetivo mostrar cómo el cristianismo cumple subversivamente las ruedas de plegaria de los rituales y prácticas budistas tibetanos. El evangelio de Cristo confronta la creación de méritos del budismo tibetano como incapaz de obtener la perfecta justicia de Dios. El cristianismo también otorga lo que el budismo tibetano nunca puede brindar: paz con Dios, certeza del perdón de pecados y descanso definitivo. El punto magnético de la liberación perturba la conciencia budista tibetana para mostrar que el Camino Medio de Buda nunca trae liberación. Como concluye Chesterton sobre el dharma budista y el evangelio de Cristo:
En cierto sentido son paralelos e iguales; como montículo y hondonada, como valle y colina. En cierto sentido, esa sublime desesperación es la única alternativa a esa audacia divina. Incluso es cierto que el hombre verdaderamente espiritual e intelectual lo ve como una especie de dilema; una elección muy difícil y terrible. Hay poco más en la tierra que pueda compararse con estos en cuanto a su plenitud. Y quien no sube a la montaña de Cristo, ciertamente cae en el abismo de Buda.
Sólo Jesucristo satisface el anhelo de salvación de todo corazón budista.
Este artículo fue traducido y ajustado por Anamaría Urueña. El original fue publicado por Luke Johnson en The Gospel Coalition. Allí se encuentran las referencias.
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