La atención pública hacia luchas humanas particulares tiene sus temporadas. El trastorno de personalidad múltiple, por ejemplo, tuvo su temporada en la década de 1980, y el TDAH después de eso. Notamos el apogeo de la temporada cuando una lucha aparece en las listas de los libros más vendidos o como uno de los principales resultados en los motores de búsqueda. Después de un tiempo, el furor se calma en una temporada más tranquila, marcada por menos atención y refinamientos graduales, quizás encontrando nueva vida en la siguiente generación. Actualmente, vivimos en la temporada del trauma, y tenemos razones para creer que la temporada será larga.
El propósito de este breve ensayo es revisar cómo la Escritura nos guía en la comprensión y el cuidado de aquellos que han pasado por un trauma real. Esperamos encontrar que el trauma es una fractura compleja y casi inescrutable de cuerpo y alma entre quienes lo sobreviven. También creemos que palabras comunes pero profundas de Cristo, ofrecidas con habilidad, humildad y compasión a lo largo del largo viaje de la fe, contribuirán a la fortaleza espiritual en medio de la debilidad.
Mi interés aquí no es dar los detalles del cuidado pastoral para aquellos que han pasado por un trauma; más bien, mi objetivo es esbozar los intereses de la literatura informada sobre el trauma y cómo la Escritura aborda esas preocupaciones de maneras que renuevan tu confianza en cómo Cristo y Su Palabra se dirigen de forma única a las profundidades del corazón humano. Con humildad, te acercas como un aprendiz a este problema que domina la vida, sin mucha confianza en ti mismo, pero con la certeza de que Dios en Cristo habla vida y amor a todo tipo de almas atribuladas.

El trauma descrito
Hoy en día, la palabra trauma se aplica a todo tipo de dolores y ofensas personales, no todas ellas verdaderamente traumáticas. Pensemos en ella como una forma imprecisa de referirse a un pasado doloroso que tiene consecuencias perjudiciales en las relaciones y el trabajo, incluso décadas después. Una respuesta pastoral está menos interesada en proteger los límites de la palabra que en comprender las descripciones y experiencias que se pueden abarcar en ella.
El tiempo, de hecho, no cura todas las heridas; algunas solo parecen empeorar. Los traumas incluyen las guerras y su destrucción; la violencia sexual, física o verbal que presenciaste o experimentaste; la pérdida de un hijo; las adicciones en el hogar; y el abandono, la traición o la negligencia de alguien que se suponía que debía amarte y cuidarte, por nombrar algunas de sus causas. Si no has experimentado un trauma, descubrirás que está a tu alrededor. Nuestro mundo está cubierto de injusticias y muerte. Conocemos la maldad implacable dentro de los corazones humanos, aun cuando siempre nos dolerán sus interminables consecuencias destructivas.

Con solo esta simple descripción, la Escritura se abre de par en par y nos invita a entrar, especialmente a través de los vínculos que establece entre la carne, la muerte y el diablo. La carne incluye la maldad que derriba y destruye, lo cual se encuentra entre los movimientos característicos de la muerte mientras causa estragos entre los vivos. Tanto la carne como la muerte comparten una conexión con el diablo, que viene a robar y matar (Jn 10:10). Podemos esperar que el trauma vaya acompañado de batallas espirituales llenas de acusaciones, culpa, vergüenza, desesperanza y mentiras sobre el cuidado de Dios. Esto significa que el cuidado pastoral es esencial para quienes han experimentado trauma.

Como un pequeño punto de partida, podríamos decir: “Una cosa que sabemos es que cada vez que la muerte se acerca, especialmente por la maldad de otros, es probable que sigan las acusaciones y mentiras del diablo, con mentiras y acusaciones tanto sobre ti mismo como sobre tu Señor. ¿Has notado esa guerra?”.
Cuatro características comunes del cuidado
La literatura sobre el trauma generalmente incluye cuatro características discernibles del cuidado: conocer a la persona, reclamar el cuerpo, volver a contar la historia y ofrecer ayuda para vivir en el presente. Las cuatro categorías son naturales para la Escritura y nos ofrecen un marco útil, incluso mientras buscamos llenar cada categoría con objetivos centrados en Cristo.
1. Conocer a la persona.
Hay dos movimientos básicos en el cuidado pastoral individual: conocer a la persona y conocer la Escritura, en ese orden. Mientras que puedes predicar sin conocer todos los detalles específicos de tus oyentes, no puedes hacer cuidado pastoral sin antes conocer a la persona. Los malentendidos en este punto impedirán el crecimiento y desanimarán a la persona.
La razón para conocer la Escritura en el cuidado pastoral es obvia. Conocer a la persona es más intuitivo o quizás se da por sentado. Por supuesto que queremos conocer a la gente. ¿Cómo podemos ayudar si no entendemos la lucha real de una persona? Pero como “conocer a la persona” es una categoría difusa que a menudo no aparece en los libros de texto teológicos ni recibe énfasis en los planes de estudio de los seminarios, nuestro conocimiento de la persona puede ser casual y sin guía. El trauma puede tener consecuencias complejas, por lo que las habilidades para conocer a las personas son críticas.

Podrías empezar por aquí: “Por favor, intenta contarme cómo tu pasado está afectando tu vida hoy”. El presente puede ser una forma de entrar en el pasado. Pasos pequeños. Cuando conoces y cuidas a la persona en el presente, esa persona podría sentirse lo suficientemente segura como para describir los fragmentos perturbadores del pasado. Invitas a la persona a hablar porque tu cuidado requiere que sepas algo sobre ella. Aún más profundamente, estas preguntas y respuestas suelen ser preliminares para que la persona pueda decir estos fragmentos a Dios, quien nos invita a derramar nuestro corazón ante Él (Sal 62:8).
El miedo a menudo lidera el camino. Esa es una consecuencia obvia de los actos destructivos. “Porque temí a la gran multitud, o el desprecio de las familias me aterró, y guardé silencio y no salí de mi puerta…” (Job 31:34). Las personas traumatizadas viven con lo que se siente como tres opciones: luchar, huir o paralizarse. La respuesta de parálisis está conectada con lo que se conoce como disociación, una característica común del trastorno de estrés postraumático (TEPT). La disociación te fuerza a ir a tu pasado mientras estás en el presente.

Puedes entender por qué las discusiones sobre el trauma hablan de la importancia de un lugar seguro. Si el roce con la muerte provino de un padre o un hermano, una mujer que habla con un pastor en su estudio —o incluso con un pastor y su esposa— podría ser más que suficiente para arrastrarla de vuelta a eventos pasados. Sin ese conocimiento, podrías suponer que una mujer está comprendiendo y apreciando en silencio el ánimo que le das, aunque en realidad está demasiado asustada para decir algo. Para establecer un espacio seguro, podrías decir: “Me preocupa que puedas sentirte intimidada o en desventaja numérica incluso por estar aquí”, y luego considerar ideas sobre lo que podría ayudar.
La mayoría de los casos de cuidado pastoral implican trabajar a través de una lucha prominente: un conflicto, un jefe miserable, un hijo distante. El trauma, sin embargo, trae una especie de fragmentación interna en la que múltiples problemas conviven. Junto con el miedo viene casi toda forma imaginable de miseria. Dolor, caos, pánico, depresión, ira, deseos desfigurados, culpa, vergüenza y un discernimiento que parece sin ancla, debido a cómo la maldad pasada fue justificada por los perpetradores; estos son solo algunos ejemplos de los que encontrarás. Observa que la Palabra de Cristo da las únicas respuestas significativas y sanadoras a todo esto. Para comenzar a desenredar esta red, podrías decir: “A veces hay tantas voces dentro de ti que ni siquiera sabes por dónde empezar. Tal vez podrías comenzar describiendo lo que está sucediendo dentro de ti ahora”.
El trauma podría presentarse como ira. Pero si la ira te lleva inmediatamente a Santiago 4:1–3, podrías pasar por alto lo más importante. Con el trauma, la ira suele ser una expresión de miedo. Los traumatizados pueden estar pecaminosamente enojados, como cualquier otra persona, pero su ira es más a menudo un medio de protección. Pasar esto por alto es dejar a la persona aún más aislada.

El trauma también podría presentarse como retraimiento. Cuando las palabras llegan, son vagas y no específicas. La persona parece distante. Una pregunta natural es: “¿Cómo puedo ayudarte a estar aquí? Por ejemplo, ¿tienes alguna pregunta sobre la habitación?”. (Esta es una forma de invitar a la persona al presente).
Los errores pastorales ocurren cuando no entendemos a una persona con precisión. Tu objetivo es conocer a una persona de tal manera que puedas describirla e incluso ayudarla a tener palabras para las experiencias caóticas que parecen inefables. Como una forma de amar a los demás, podrías complementar tu conocimiento del TEPT consultando con aquellos en la iglesia que han ayudado o experimentado un trauma; también podrías leer historias en línea o un libro como Trauma: cómo atender a los sobrevivientes, de Darby Strickland. No necesitas tener un conocimiento completo de una persona antes de poder ayudar. Nunca puedes conocer a otra persona por completo. Pero puedes conocer a la persona con precisión e identificar aquellas experiencias que son más intensas.
2. Calmar el cuerpo.
Con el TEPT, el cuerpo puede controlar tu atención. La persona se siente impotente para dominar las emociones y las reacciones corporales. La palabra ansiedad comienza a capturarlo. Mientras que el miedo generalmente puede identificar amenazas particulares, la ansiedad se enfoca en los síntomas físicos que acompañan al miedo. Probablemente hayas oído hablar del libro de Bessel van der Kolk El cuerpo lleva la cuenta. Como cualquier libro popular, ha tenido sus detractores, y algunos cuestionan la fiabilidad de los estudios científicos que cita, pero la idea básica es importante: el cuerpo guarda un registro de algunos eventos pasados. La mujer cuyo esposo la dejó en septiembre tiene una decaída depresiva cada otoño, aunque está felizmente casada de nuevo. Un hombre que tuvo tratamientos contra el cáncer en un hospital local siente náuseas cada vez que pasa por el lugar, a pesar de que sus tratamientos terminaron hace cinco años.

Imagina el horror de irse a la cama cuando el trauma se entromete en el presente. Primero, estás fuera de control cuando estás dormido. El trauma puede encontrar esa vulnerabilidad intolerable. Segundo, es posible que puedas distraerte de los pensamientos y emociones intrusivas durante el día, pero casi puedes sentir que los flashbacks y las pesadillas están esperando para estallar por la noche. La hipervigilancia está a la orden del día. Estás en la primera línea de una batalla y debes estar alerta al chasquido de una rama. La persona afligida puede vivir al borde de un ataque de pánico. El deseo de, literalmente, salirse de la propia piel es apremiante. Una forma de contrarrestar esa vigilancia corporal es el entumecimiento, y las drogas o el alcohol son una forma eficiente de llegar allí. Vives en un mundo de fragmentos que es desconocido, inestable e impredecible.
¿Cómo empiezas a tranquilizar a una persona así? Podrías preguntar: “¿Podrías decir algo sobre cómo es vivir en tu cuerpo, con tus emociones?”. Ten la expectativa de que las palabras serán difíciles de encontrar.
Las respuestas informadas sobre el trauma tienen un interés particular en estos síntomas, pero sus recomendaciones no son altamente técnicas ni exclusivas de los médicos. Los tratamientos comunes incluyen ejercicios de respiración como los de las clases de Lamaze o ejercicio, Pilates y otros programas de movimiento corporal que te ayudan a sentir tu cuerpo en el presente. Algunos probarán la medicación, aunque rara vez es una solución a largo plazo para el sueño o la ansiedad. Es importante saber qué ha intentado ya la persona. Podrías preguntar: “¿Qué estrategias tienes para calmar tu cuerpo y enfocar tu mente en lo que tienes delante?”.

Una estrategia familiar es el EMDR, cuyas siglas en inglés significan Terapia de Desensibilización y Reprocesamiento por Movimientos Oculares. El corazón del EMDR es cuando un terapeuta te pide que recuerdes eventos traumáticos mientras también mueves los ojos en respuesta a varias indicaciones (como una luz en movimiento o un dedo levantado que sigues). A través de un puñado de sesiones, el objetivo es que esta combinación reduzca la intensidad de los recuerdos traumáticos. Algunas investigaciones sugieren que el EMDR puede disminuir las reacciones corporales al trauma. Mi propia observación es que quienes han pasado por él no lo describen como una cura, pero reconocen algún cambio en sus síntomas. (Haré algunas sugerencias pastorales sobre esta terapia hacia el final).
3. Volver a contar la historia.
Kurt Vonnegut escribió sobre veteranos de la Segunda Guerra Mundial a quienes “les faltaba la parte de la guerra”. La experiencia del trauma no significa necesariamente que una película de viejos eventos se reproduzca en la mente de alguien. En cambio, el pasado es un mosaico de sensaciones, olores, destellos de escenas desorganizadas. Puedes calmar parte de ese caos construyendo, en colaboración con la persona traumatizada, una narrativa que traiga algo de orden y coherencia a la vida.
Considera cómo tu propio pasado informa el presente. Un hogar estable en el que fuiste amado sienta una base firme para lo que sigue. Te ayuda a lidiar con el presente por sus propios méritos en lugar de importar el caos de tu pasado a las decisiones presentes. Tu experiencia de la vida hoy es diferente si tu hogar fue impredecible y peligroso. Una mujer que pasó de un hogar de acogida a otro aprendió a ser pequeña, ausente, silenciosa y paralizada cada vez que había alguna alteración en un hogar porque sabía que a menudo significaba que la trasladarían a otro lugar. En su matrimonio, conserva los mismos instintos.

Una vida desorientada necesita un arco narrativo. Un relato secular será superficial en el mejor de los casos, y siempre correrá el riesgo de revelar la vanidad identificada en Eclesiastés. A nosotros, en cambio, se nos ha dado la historia del cosmos. “Porque agradó al Padre que en Él habitara toda la plenitud, y por medio de Él reconciliar todas las cosas consigo, habiendo hecho la paz por medio de la sangre de Su cruz” (Col 1:19–20). Sabiendo esto, el desafío pastoral es llevar a una persona traumatizada a la historia de Jesús de una manera que la persona sea comprendida, lo que lleva a un crecimiento en pasos pequeños y graduales (con inevitables contratiempos en el camino). Saber que cada historia puede ser llevada a la historia de Jesús no es lo mismo que saber cómo sucede eso con una persona en particular. Necesitamos habilidades y sabiduría pastoral si queremos ayudar a fusionar esas dos historias en una. Pero sabemos qué camino tomar.
Un faro útil en este proceso es encontrar historias prometedoras en la Escritura y luego disponerse a habitarlas con la persona fracturada. Toma asiento en la sinagoga mientras Jesús lee sobre Su ministerio en el rollo de Isaías (Lc 4:16–21). Nota cómo, cuando estás separado de Su rebaño, parece tener ojos solo para ti y te lleva a casa (Lc 15:3–7). Observa al apóstol Pablo llevarte a la línea real de Dios a través de Jesucristo (Ga 3:23–29). Otra forma de entrar en la Escritura es leer los Salmos hasta que fragmentos de un salmo llamen la atención de la persona. Una vez dentro, puedes pedirle a la persona que adorne el salmo, añada detalles y vea que ese es el salmo de Cristo.
La Escritura se especializa en traer a los forasteros a una historia muy diferente. Esto es lo que queremos para cada persona a nuestro cuidado.

4. Regresar al presente.
La literatura sobre el trauma tiene un núcleo pragmático, preguntando: “¿Qué ayuda?”. Esa ayuda se enfoca en cómo vivir hoy. ¿Están las relaciones dañadas? Aprende formas de sanarlas. ¿Está el cuerpo especialmente nervioso? Haz alguna actividad física todos los días. ¿Tienes pensamientos de que ya no puedes tolerar este dolor? Haz algo que sea a la vez valioso y deseado en lugar de quedarte paralizado por esos pensamientos. Y ten cuidado con las falsificaciones de la paz como las drogas, el alcohol y los videojuegos. En sugerencias como estas, la literatura secular sigue, en menor escala, uno de los patrones de la Escritura.
“Pero busquen primero Su reino y Su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas” (Mt 6:33). Jesús está hablando a aquellos que tienen miedo y están ansiosos. El pasado puede atormentarnos; el futuro puede parecer apocalíptico. En respuesta, confiamos en que Él enderezará esos roces pasados con la muerte, y Él será quien se preocupe por el mañana. Entonces nosotros, como niños pequeños, confiamos en que Él cuida de nosotros y vivimos con la gracia que nos da para hoy. Buscamos vivir Su justicia en pequeños pasos. ¿Qué has dicho que harías? Hazlo. ¿Cómo amarás a la persona que tienes delante? ¿Qué trabajo hay que hacer?
La persona a la que estás ayudando pertenece a Cristo. Él no se pertenece a sí mismo; ella no se pertenece a sí misma. Así que reflexionas con él o ella sobre el camino de la sabiduría: “Caminas, hoy, por fe en Cristo, y consideras qué pequeños pasos puedes dar que construyan su reino. Cuando no estás seguro de lo que eso significa, pides ayuda”.

La estructura del cuidado pastoral
El cuidado pastoral con trauma puede tomar diferentes formas: cuidado a través de la predicación, cuidado a través de referir y cuidado contigo como el pastor principal.
Predicación pastoral
El ministerio público proclama lo que Jesús ha hecho. También invita a personas que no pueden imaginarse siendo invitadas a Él, como los pobres y los oprimidos (Lc 4:18–19). Tú, como predicador, estás llevando a los oyentes a Cristo y a la narración que Dios hace de sus historias. Aquellos que no se sienten cristianos normales, como los que han pasado por un trauma, pueden ser reacios a sentirse incluidos a menos que puedas describir algo de su experiencia. Esto es cierto con cualquier pasaje que prediques.
Por ejemplo, cuando predicas sobre la ira, podrías describir algunas de las versiones más silenciosas de la ira para que el pasaje pueda estar disponible para todos. Para aquellos que han experimentado un trauma, incluso una breve descripción de cómo un pasaje podría relacionarse con ellos mostrará que ellos también pueden presentarse ante el Dios que conoce nuestros corazones y responde con compasión y misericordia. Podrías decir: “Cuando escuchamos la Escritura, nos traemos a nosotros mismos, nuestros pecados, nuestros pasados, las formas vergonzosas en que hemos sido tratados, nuestros muchos miedos. Decimos esto al Señor, y lo escuchamos”.

Referir pastoralmente
Tu cuidado pastoral está determinado por tu tiempo disponible. El cambio espiritual profundo llega gradualmente. El cambio espiritual con un pasado traumático casi con seguridad seguirá ese ritmo. Todos necesitamos cuidado pastoral, y lo necesitamos de por vida. Pero la mayoría de nosotros dependemos de los medios normales de gracia y de la ayuda de amigos. Aquellos que viven con un trauma se benefician de un cuidado más regular.
Como pastor, siempre compartes la carga del cuidado pastoral con el cuerpo más amplio de Cristo. Esto es especialmente cierto con el trauma. Buscas personas en tu iglesia o comunidad que puedan ayudar. Idealmente, refieres a alguien a un creyente maduro que es examinado (ya sea formal o informalmente) y funciona como una extensión no oficial del cuidado de tu iglesia.

Hay momentos, sin embargo, en que dicha ayuda no está disponible o un miembro de la congregación ya ha buscado la ayuda de otra persona. Cuando el cuidado pastoral se delega, aún mantienes una relación pastoral significativa. Por ejemplo, podrías reunirte trimestralmente y hacer preguntas como estas: “¿De qué manera puedo orar por ti?”. “¿Dónde te sientes estancado?”, “¿Qué verdades sobre Cristo —Su muerte y resurrección, el Espíritu que te ha dado— están calando en tu alma?”, “¿Hay algo que sería útil que yo entendiera?”. Considera junto con la persona cómo está vinculada a los medios normales de gracia en la iglesia, como un grupo pequeño, un amigo que ora y lee la Escritura con él o ella, oportunidades para servir y la Cena del Señor. La Cena del Señor, en particular, ofrece una ocasión para discutir cómo los sacramentos contribuyen al bienestar espiritual de la persona, incluso hablando al corazón de su lucha con el trauma pasado.
Durante tu cuidado, ya seas tú o la persona a la que ayudas oirán hablar de varias estrategias para disminuir los síntomas intrusivos, entre ellas el EMDR y la medicación. ¿Cómo hablas de esto? Sugeriría que si la Escritura no lo prohíbe (ya sea explícitamente o por inferencia sabia), tú tampoco lo hagas. En cambio, acoge las ideas que calman las reacciones físicas dolorosas mientras permaneces seguro de que lo que tenemos en Cristo es más profundo y de mucho mayor valor que todas ellas. Esperas mantener un desequilibrio: la ayuda de Dios es más importante que la ayuda que se encuentra en las estrategias físicas (2 Cr 16:12; 2 Co 4:16–18).

Cuidado pastoral primario
Si eliges ser el punto principal de cuidado y consejo pastoral regular, aun así forjarás todos estos vínculos a medida que conozcas a la persona, encuentres formas de calmar el cuerpo, vuelvas a contar su historia en y a través de Cristo, y ofrezcas ayuda para vivir en el presente. Considera también reunirte con un asesor de confianza y bien informado para una consulta continua. La consulta, una práctica estándar entre los consejeros, rara vez se prescribe para los pastores (aunque se ha convertido en una práctica común entre los pastores en Australia y a menudo se incluye en los presupuestos de sus iglesias). Si bien tienes la máxima confianza en que el trauma se aborda más profundamente en Cristo y en Él crucificado, también sabes que el cuidado sabio busca y escucha la ayuda y el consejo sabios.
¿Qué pasa si no estás seguro de que la lucha de una persona se describa mejor como “trauma”? ¿Qué pasa si alguien incluso aplica la palabra de maneras que cambian las reglas de las relaciones, de tal manera que los medios normales de pasar por alto algunas ofensas, confiar en el Dios que juzga con justicia o la reconciliación son reemplazados por demandas de confesión radical con consecuencias? En lugar de adoptar o discrepar con la etiqueta de trauma, sé bíblicamente descriptivo con lo que sucedió, trabaja el asunto con la ayuda de otros y ten presente que tus mejores esfuerzos no siempre conducen a la paz.
La vida pastoral ya está demasiado ocupada. Este ensayo no pretende aumentar tu carga de trabajo. Sin embargo, espero que te dé la confianza para acercarte a los que sufren, conocerlos, cuidarlos sabiamente y reconocer que incluso tus pequeños pasos de cuidado son esenciales y probablemente más fructíferos de lo que imaginas.
Este artículo fue traducido y ajustado por David Riaño. El original fue publicado por Ed Welch en Desiring God. Allí se encuentran las citas y notas al pie.
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