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Cuando era un monje principiante, Martín Lutero comenzó a predicar de mala gana y solo en obediencia a la cabeza de su monasterio. Predicó primero en el comedor del claustro en Erfurt y luego en la pequeña iglesia del claustro en Wittenberg. Pero luego de la publicación de las 95 Tesis empezó a predicar en alemán y con una pasión y valentía que provocó que en poco tiempo sus sermones fueran muy populares. Estaba predicando la Palabra de Dios.
El despertar de la predicación bíblica
Los sermones de Lutero empezaron a ser publicados y pronto atrajeron la atención por la frescura y franqueza de su discurso. Su amplia circulación extendió la influencia de Lutero más allá de las fronteras de Alemania. Movieron los corazones y agitaron las conciencias de la gente. Pronto se hizo evidente que este hombre, por el poder de sus palabras, estaba iniciando una nueva era en la historia de la Iglesia.
Entre 1517 y 1521, Lutero escribió, debatió, pero sobre todo predicó como nunca lo había hecho. En ese entonces, la predicación de la Biblia se había perdido por completo en la Iglesia romana. Los sermones habían sido reducidos a cortas homilías en latín, un idioma extranjero para una población sin educación. En la Iglesia romana, lo que ocupaba el lugar central era la misa, no la predicación. Así, la misa era mostrada como el principal medio de gracia y la predicación de la Palabra había sido eclipsada.
Lutero entendía que la santa Palabra de Dios estaba siendo descuidada. Se lamentaba diciendo:
La Palabra de Dios ha sido silenciada en las iglesias, dejando solo las lecturas y los cantos. Este es el peor abuso... Una congregación cristiana jamás debe reunirse sin que se predique la Palabra de Dios y haya un tiempo de oración, no importa lo breve que sea la reunión... Por lo tanto, cuando la Palabra de Dios no es predicada, más vale que uno no cante ni lea, o mejor que ni se reúna.
El único objetivo de Lutero era presentar el evangelio exponiendo las Escrituras. En la Pascua de 1519, comenzó la continua exposición de los Evangelios y el Génesis. En 1520 comenzó en latín, y luego continuó en alemán, una colección de sermones sobre las lecturas del leccionario del día.
En 1521 de camino a Worms para asistir a la Dieta, no pudo escapar de las multitudes. En Erfurt, la iglesia estaba tan abarrotada que temían que se cayera. En Zwickau, el mercado estaba atestado por 2.500 oyentes ansiosos y Lutero tuvo que predicar desde una ventana.
Fue Lutero quien puso el sermón en el protestantismo, quitándole su lugar a la misa, y así hizo que la predicación fuera la influencia más poderosa en las iglesias de la Reforma. Lutero vivió esta verdad. Por ejemplo, en 1522 predicó 117 sermones en Wittenberg y 137 sermones al año siguiente. En 1528, predicó casi 200 veces, y en 1529 dio 121 sermones.
La mayoría de los domingos predicaba dos o tres veces, y en algunas oportunidades hasta. Además, normalmente predicaba al menos dos o tres veces durante la semana, y en ocasiones más. Durante los feriados religiosos, predicaba dos veces al día. Su dedicación incansable a esta labor se puede apreciar en el número sorprendente de sermones que predicó: siete mil entre 1510 y 1546. Eso equivale a unos doscientos sermones al año, o a cuatro por semana. Así que el promedio nos dice que, a lo largo de su ministerio, Lutero predicaba un sermón cada dos días. Alrededor de dos mil trescientas de estas exposiciones bíblicas están registradas de forma escrita hoy.
Cada vez que Lutero viajaba lejos de su hogar en Wittenberg, le pedían que predicara y él siempre aceptaba sin importar su nivel de cansancio. Además, les predicaba constantemente a sus estudiantes en su casa. Incluso en el año 1528, un año marcado por la peste negra, Lutero predicó unos doscientos sermones. Continuó predicando hasta el final de su vida a pesar de que su salud estaba muy debilitada y que a menudo se desmayaba por el agotamiento. Retuvo su maravillosa pasión hasta el final. La última vez que subió al púlpito fue el 14 de febrero de 1546, unos días antes de morir.
¿Cómo predicaba Lutero?
Con la ruptura del sistema medieval de la vida cristiana, fue necesario rescatar los principios bíblicos sobre la iglesia y el cristianismo en general, y en Alemania la tarea recayó en gran medida sobre Martín Lutero. Uno de los aspectos fundamentales sobre los que se restauró la iglesia fue en la exposición de las Escrituras. Lutero fue un expositor de la Palabra de Dios, pues consideraba que la predicación era el pináculo más alto del llamado al ministerio.
Casi todos los sermones de Lutero fueron expositivos. Le gustaba predicar libros enteros de la Biblia. El objetivo principal de su predicación era familiarizar a la congregación con las grandes verdades de la Biblia y, especialmente, proclamar a Cristo como el Salvador.
Charles Spurgeon dijo:
Creo que Martín Lutero habría enfrentado al mismo diablo sin temor alguno; y, sin embargo, él mismo confesó que sus rodillas solían temblar cuando se levantaba a predicar. Temblaba por temor a no serle fiel a la Palabra de Dios.
En sus cartas y conversaciones, Lutero expresó sus puntos de vista sobre la predicación. Consideró el sermón como la parte más importante de la adoración, pero insistió en que debe estar arraigado y extraer todo su sustento de las Escrituras. El tema de la predicación era la Gloria de Dios en Jesucristo, de lo contrario, no solo no tenía valor, sino que era perjudicial. Dijo al respecto:
Tu labor, oh predicador, es asegurarte de permanecer fiel al texto, fiel a la proclamación del evangelio, fiel en exponer todo el consejo de Dios, y después dar un paso atrás para que Él obre. No debo tratar de engatusar y persuadir a las personas con mis técnicas para hacer que ellos respondan. Predico la ley, predicó el evangelio y el Espíritu Santo se ocupa de que el ministerio de esa palabra dé fruto.
Para Lutero, el propósito de la predicación era aplastar a los que se creían justos y, habiendo hecho eso, señalarles la promesa de Dios en Cristo. Ese movimiento de la ley al evangelio, de la ira a la gracia, era el núcleo de la vida diaria del cristiano y, por lo tanto, debía encarnarse y facilitarse mediante la predicación de la Palabra.
Fred W. Meuser escribe:
Martín Lutero es famoso como reformador, teólogo, profesor, traductor, autor prodigioso y polemista. Es conocido como compositor de himnos, músico, amigo de los estudiantes, mentor de pastores y pastor de innumerables ministros y laicos. No obstante, se veía a sí mismo primeramente como predicador.
En efecto, Lutero escribió bastante, pero nunca puso sus obras escritas al mismo nivel que su proclamación de la Palabra de Dios. Un día dijo sobre el llamado a predicar que “Los predicadores no tienen otro oficio que el de predicar al sol brillante: Cristo. Que se ocupen en predicarlo, o que guarden silencio”. Para Martín Lutero no existió un llamado más alto que el de predicar la Palabra de Dios al pueblo, y su vida fue conforme a ese llamado.
¿Y tú? ¿Qué piensas? ¿Crees que la Biblia está siendo opacada en la predicación de hoy como sucedió durante la edad media? ¿Cuál es la lección más grande que puedes incorporar a tu vida cristiana después de conocer la forma en la que Lutero veía la Biblia y la predicación?
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