El 23 de febrero de 1856, Charles H. Spurgeon encontró un momento libre para escribirle a un amigo sobre el notable avivamiento que estaba ocurriendo bajo su predicación. Había estado en Londres por menos de dos años y, en ese corto tiempo, su popularidad había crecido tanto que ningún edificio podía albergar a las miles de personas que iban a escucharlo. Inglaterra no había visto a alguien como Spurgeon desde los días de Wesley y Whitefield. “En todas partes, a todas horas, los lugares están abarrotados hasta las puertas. El diablo está bien despierto, pero también lo está el Maestro”.
Con esa creciente popularidad, las invitaciones a dar sermones estaban llegando a raudales. Solo esa semana, Spurgeon ya había predicado once veces. Su carta concluía con una lista de los catorce compromisos que tenía para la semana siguiente: iba a exponer mensajes de dos a tres veces al día. Mantendría ese ritmo durante los primeros quince años de su ministerio, e incluso cuando la mala salud comenzó a limitar su actividad, Spurgeon siguió predicando regularmente cuatro sermones cada semana en su propia iglesia, y usualmente dos o tres veces más en otros lugares.
¿Cómo lo hizo? A medida que pastoreaba una iglesia en crecimiento, preparaba sermones para que fueran publicados, orientaba a quienes estudiaban para ser pastores, cuidaba de su familia, y realizaba más tareas, ¿cómo encontró tiempo para preparar tantos sermones? Para Spurgeon, una clave importante fue aprender a dar su sermones de manera extemporánea.
¿Qué es la “predicación extemporánea”?
Una vez Spurgeon les impartió a sus estudiantes una charla sobre el habla extemporánea, en la que resumió su enfoque sobre la presentación de sermones (la “Facultad del discurso impromptu”, en Discursos a mis estudiantes). Dividió el habla extemporánea en dos categorías: el “discurso impromptu” y la presentación extemporánea del sermón.
“Discurso impromptu”
El primero es lo que él llamó el “discurso impromptu”, es decir, predicar “sin preparación especial, sin notas ni reflexión inmediata”. La regla general de Spurgeon era que ningún ministerio debía consistir principalmente de este tipo de mensajes. Los predicadores cuáqueros o Hermanos de Plymouth tenían la práctica distintiva de no preparar nada y simplemente esperar a que el Espíritu les proporcionara un sermón. Pero Spurgeon creía que tales sermones tendían a ser repetitivos y a menudo carecían de enseñanza sólida. “Las iglesias no deben mantenerse unidas sino excepto por un ministerio instructivo; una simple ocupación del tiempo con oratoria no será suficiente”.
Al mismo tiempo, en el ministerio surgen muchas oportunidades imprevistas para hablar: un miembro de la iglesia habla de manera divisiva en una reunión y tú, como pastor, necesitas responder. Una reunión pública se desvía con comentarios poco útiles y te sientes obligado a “contrarrestar el daño y guiar a la asamblea hacia una línea de pensamiento más provechosa”. En un funeral, te invitan inesperadamente a decir unas palabras. En todos estos eventos, la capacidad de hablar claramente y de manera convincente sin preparación puede ser un gran don para la iglesia.
Presentación extemporánea de un sermón
Este es el segundo tipo de discurso, donde “las palabras son extemporáneas, como creo que siempre deberían ser, pero los pensamientos son el resultado de la investigación y el estudio”. Este era el método de predicación preferido de Spurgeon. Sus hábitos de estudio prodigiosos son evidentes en su colección de libros, gran parte de la cual reside hoy en la Biblioteca Spurgeon en Kansas City, Missouri. Estos seis mil volúmenes (la mitad de su biblioteca original) contienen obras de teología, estudios bíblicos, predicación, historia de la iglesia, poesía, ficción, clásicos y mucho más. Estas obras evidencian su estudio amplio y reflexivo. Por supuesto, su estudio más importante fue el de la Biblia, y sus muchas biblias revelan no solo disciplina, sino también meditación piadosa.
Más allá de su lectura, Spurgeon siempre estaba buscando ilustraciones, anécdotas, dichos útiles y cualquier otra cosa que pudiera usarse en un sermón. Desde sus observaciones en el tren, pasando por el último titular en el periódico, hasta un pájaro en su alféizar; todo a su alrededor proporcionaba una nueva visión de las verdades de la Palabra de Dios, y atentamente las almacenaba para uso futuro.
Por supuesto, Spurgeon también dedicaba tiempo a preparar sermones. Durante la semana, constantemente estaba anotando posibles bosquejos de sermones (los llamaba “esqueletos”), producto del desbordamiento de su estudio bíblico y meditación. Invertía más tiempo en sus sermones de los domingos por la mañana, dedicando los sábados por la noche. En las tardes dominicales, durante unas pocas horas, se ocupaba de preparar sus sermones de la noche del domingo, que tendían a complementar el mensaje de la mañana. Para las reuniones de lunes y jueves por la noche, Spurgeon usualmente predicaba un sermón más devocional basado en aquellas cosas en las que había meditado esa semana.
Fruto de un gran trabajo
Ambas formas de habla extemporánea requieren una cantidad significativa de trabajo arduo y entrenamiento. Spurgeon advirtió lo siguiente a los estudiantes que veían esta habilidad como una excusa para la pereza:
¿Escuchamos a un solo corazón susurrar, ‘Ojalá lo tuviera, porque entonces no tendría que estudiar tan arduamente’? ¡Ah! Entonces no debes tenerlo, no eres digno del don, y no eres apto para que te sea confiado. Si buscas este don como una almohada para una cabeza ociosa, te equivocarás mucho; porque la posesión de este noble poder te va a involucrar en una gran cantidad de trabajo para aumentarlo e incluso retenerlo.
Lejos de permitir la pereza, cultivar esta habilidad requerirá más trabajo que simplemente escribir un manuscrito. Entonces, ¿por qué pasar por ese trabajo? Spurgeon creía que la presentación extemporánea les permite a los predicadores conectar mucho más con sus oyentes de lo que un sermón leído o memorizado podría hacerlo. Predicar de manera extemporánea también le permite al predicador involucrar al oyente no solo con su boca, sino con sus ojos y corazón. Por eso, las personas de muchas otras profesiones trabajan en mejorar esta habilidad. Desde políticos hasta raperos freestyle, pueden desarrollar una impresionante capacidad para hablar extemporáneamente con elocuencia y poder.
Entonces, ¿por qué no el predicador cristiano?
Creciendo en el discurso extemporáneo
Por supuesto, el habla extemporánea, y especialmente el hablar en impromptu, es una habilidad que no todos los predicadores podrán desarrollar. Pero Spurgeon alentaba a todos sus estudiantes a intentarlo. Como ejercicio, a veces les asignaba un tema para un discurso en el acto. En una ocasión, llamó a un estudiante a hablar sobre Zaqueo. El estudiante se levantó y dijo: “Zaqueo era pequeño de estatura; yo también. Zaqueo estaba en un árbol; yo también. Zaqueo bajó; yo también bajaré”. Se sentó de nuevo ante los aplausos de todos sus compañeros y maestro. ¡Este estudiante mostró potencial!
¿Qué consejo daría Spurgeon para desarrollar esta habilidad?
1. Estudia y prepárate
“No podrás ‘extemporizar’ un buen pensamiento a menos que hayas tenido el hábito de pensar y alimentar tu mente con abundante y nutritivo alimento”. Si no has alimentado tu mente con abundante estudio y no has trabajado arduamente para meditar en lo que has leído, tendrás poco que valga la pena decir. En un sentido, la predicación extemporánea requiere más trabajo, no menos, que los sermones manuscritos, porque en lugar de preparar un manuscrito, el predicador debe prepararse a sí mismo.
Para Spurgeon, una evidencia de su estudio es que sus sermones siempre tenían un esquema, a menudo con puntos y subpuntos. En lugar de divagar a través de un texto, siempre organizaba sus pensamientos y preparaba su sermón en una estructura cohesiva y clara.
2. Habla desde tu propia experiencia espiritual
“Acostúmbrate a las meditaciones celestiales, busca en las Escrituras, deléitate en la ley del Señor, y no temas hablar de las cosas que has probado y palpado de la buena Palabra de Dios”. No sientas la necesidad de hablar más allá de lo que has llegado a conocer personalmente. Pero en la medida en que el Espíritu te haya revelado cosas maravillosas en Su Palabra, habla desde tu propia experiencia y meditación. Comparte lo que te ha alentado y cómo has aplicado estas verdades en tu propia vida.
3. Selecciona temas familiares
Esta era la práctica de Spurgeon, especialmente cuando se trataba de sus devocionales de los lunes por la noche. “Al estar de pie en tales ocasiones, la mente hace una revisión y se pregunta, ‘¿Qué tema ha ocupado ya mi pensamiento durante el día? ¿Qué he encontrado en mi lectura durante la semana pasada? ¿Qué es lo que más ocupa mi corazón en esta hora? ¿Qué sugieren los himnos o las oraciones?’”. En lugar de trabajar desde una pizarra en blanco, habla sobre temas que ya han ocupado tus pensamientos o son sugeridos por tu contexto.
4. Aprende cómo funciona el lenguaje
Los oradores extemporáneos no tienen el beneficio de editar sus sermones. Así que debes dominar el lenguaje desde el principio. “Como un artesano se familiariza con sus herramientas y las maneja como compañeros cotidianos”. Spurgeon encontró especialmente útil traducir clásicos latinos, lo que lo obligaba a entender cómo funciona el idioma inglés y cómo usarlo eficazmente. Sea lo que sea que hagas, busca dominar la gramática, la composición y todas esas habilidades de tus clases de lengua en la escuela.
5. Practica en privado
En lugar de esperar a que te llamen inesperadamente, comienza a practicar en privado, incluso si eso significa predicar a tus sillas y estantes de libros. Mejor aún, reúne a otros aspirantes a predicadores y practica con ellos. Spurgeon a menudo hablaba en voz alta en su estudio privado. “Encuentro muy útil el ser capaz, en la devoción privada, de orar con mi voz; leer en voz alta es más beneficioso para mí que el proceso silencioso; y cuando estoy trabajando mentalmente en un sermón, es un alivio para mí hablar conmigo mismo mientras fluyen los pensamientos”.
6. Cultiva la dependencia del Espíritu
Hablar en público puede ser aterrador, y aún más sin un manuscrito. ¿Cómo es que el predicador no sucumbe ante el miedo y la ansiedad? Solo dependiendo de Dios. “Todo depende de que estés tranquilo y sereno. Los presentimientos de fracaso y el miedo al hombre te arruinarán. Continúa confiando en Dios, y todo saldrá bien”. Esto no significa que podamos contar con la ayuda del Espíritu si hemos sido perezosos. Pero si hemos estudiado, preparado y orado, entonces podemos confiar en que el Espíritu estará con nosotros a medida que buscamos servir al pueblo de Dios.
De la página a las personas
El objetivo aquí no es simplemente desarrollar una habilidad. Nuestra tarea como predicadores es más que simplemente convertirnos en retóricos hábiles. Más bien, el objetivo es equiparnos para edificar mejor a la iglesia. Así que, ya sea que prediques desde un esquema simple, un manuscrito completo, o algo intermedio, todos podemos mejorar nuestra presentación y nuestra capacidad para conectar mejor con nuestros oyentes. Aquí es donde se aplica el desafío de Spurgeon: sube al púlpito con menos dependencia de tus notas y más dependencia en oración del Espíritu; trabaja en hablar menos desde tu manuscrito y más desde tu corazón; mantén tus ojos menos en la página y más en tu gente.
La mejor manera de crecer es haciendo. Tus primeros intentos pueden parecer débiles, pero ¿quién sabe? Dios puede usar incluso tus esfuerzos imperfectos para lograr Su poderosa obra. Así que, sigue trabajando en ello. Busca oportunidades para hablar de Cristo. Encuentra otros predicadores que te ayuden. Y como Spurgeon les dijo a sus estudiantes:
Debes practicar continuamente la improvisación, y si para obtener oportunidades adecuadas debes hablar frecuentemente la Palabra en cabañas, en los salones de las escuelas de nuestras aldeas, o a dos o tres en el camino, tu provecho será conocido por todos los hombres.
Este artículo fue traducido y ajustado por María Paula Hernández. El original fue publicado por Geoff Chang en Desiring God. Allí se encuentran las citas y notas al pie.
Apoya a nuestra causa
Espero que este artículo te haya sido útil. Antes de que saltes a la próxima página, quería preguntarte si considerarías apoyar la misión de BITE.
Cada vez hay más voces alrededor de nosotros tratando de dirigir nuestros ojos a lo que el mundo considera valioso e importante. Por más de 10 años, en BITE hemos tratado de informar a nuestros lectores sobre la situación de la iglesia en el mundo, y sobre cómo ha lidiado con casos similares a través de la historia. Todo desde una cosmovisión bíblica. Espero que a través de los años hayas podido usar nuestros videos y artículos para tu propio crecimiento y en tu discipulado de otros.
Lo que tal vez no sabías es que BITE siempre ha sido sin fines de lucro y depende de lectores cómo tú. Si te gustaría seguir consultando los recursos de BITE en los años que vienen, ¿considerarías apoyarnos? ¿Cuánto gastas en un café o en un refresco? Con ese tipo de compromiso mensual, nos ayudarás a seguir sirviendo a ti, y a la iglesia del mundo hispanohablante. ¡Gracias por considerarlo!
En Cristo,
Giovanny Gómez Director de BITE |