“Coman del fruto y serán como Dios”, susurra la serpiente al oído de Eva. La realidad era que Eva ya era como Dios; los humanos reflejan y representan la imagen de Dios de manera única. Y, a pesar de que Adán y Eva fueron creados en semejanza a Dios, esto no fue suficiente. Un deseo de extender los límites de su semejanza a Dios los consumía, llevándolos a morder el fruto que la serpiente prometió que los haría mucho más parecidos a Él. La ironía es que la serpiente estaba diciendo la verdad y una mentira al mismo tiempo. El fruto abrió los ojos de Adán y Eva, permitiéndoles acceder al conocimiento que anteriormente solo Dios poseía y, sin embargo, comer del fruto en sus propios términos distorsionó la imagen en ellos, haciéndolos menos parecidos a Dios que antes.
La revolución digital de la era de la información se asemeja a las promesas engañosas de la serpiente en el huerto. Con presionar unas pocas teclas, Google permite que cualquiera acceda a casi toda la información conocida por el hombre. Alexa nos permite iluminar nuestros hogares con solo una palabra. Las redes sociales nos otorgan la habilidad de estar presentes para todos todo el tiempo. Y ahora, con la proliferación de ChatGPT y otras aplicaciones de IA, los límites de la productividad humana nunca han estado tan elevados. Uno podría decir incluso que la tecnología nos convierte en dioses. Estas habilidades sin duda se utilizan con fines puros, pero ¿podrían estas capacidades extendidas ser similares a la tentación de la serpiente en el huerto, que sedujo a Adán y Eva con la idea de ser como dioses? ¿Acaso estas tecnologías reducen simultáneamente la brecha entre las habilidades de Dios y las nuestras, mientras que ensanchan la brecha entre el carácter de Dios y el nuestro? Al igual que Adán y Eva, la ironía de la tecnología es que, al llegar a ser más como Dios, Su imagen se hace menos clara en nosotros. Dios desea que nos parezcamos a Él, pero nosotros deseamos rivalizar con Dios. Y, así como Adán y Eva no pudieron deshacer la mordida que dieron al fruto, el genio tecnológico ha salido de la botella. ¿Está mal que un cirujano consulte a una comunidad médica global para pedir sabiduría sobre cómo tratar a un paciente con una enfermedad rara? ¿Está mal utilizar FaceTime para mantener la conexión con los ancianos aislados durante una pandemia?
Este artículo tiene el objetivo de demostrar que la revolución digital nos permite actuar más como Dios y, sin embargo, tiene una presión deformadora continua que aleja nuestro carácter del de Dios. Así como un automóvil en marcha en el pavimento liso, que se desliza hacia adelante a menos que se le impida hacerlo de manera premeditada e intencional, la tecnología digital inclina continuamente nuestro carácter lejos de Dios cuando la usamos de manera inconscientemente y sin cuestionamientos. Para luchar proactivamente contra la presión deformadora de la tecnología digital, sostengo que observar la antigua práctica del “Sábado” judío o día de reposo (de aquí en adelante simplemente “Sábado”) contrarresta la mentira de que podríamos alguna vez ser verdaderos rivales del poder de Dios, al mismo tiempo que provee los ingredientes y el espacio para que el carácter de Dios se forme profundamente en nosotros. Por tanto, el Sábado nos permite usar nuestras herramientas digitales con humildad y sabiduría, y nos mantiene en la posición de amos de nuestras herramientas, en lugar de que ellas nos gobiernen.
Mi argumento se desarrolla en tres secciones generales. En la primera sección, explico la aseveración de que el fruto en el huerto provino de una tentación para hacer que Adán y Eva se parezcan más a Dios en sus propios términos. Adicionalmente, sigo la línea de la trama en la que Dios restaura y forma Su imagen en Su pueblo, a pesar de su distorsión en el huerto. En la segunda sección, demuestro cómo la tecnología digital se asemeja a la tentación de acercarnos al poder de Dios al mismo tiempo que prácticamente deforma Su carácter en nosotros. La sección final explora cómo la práctica de la observancia del Sábado nos ofrece un espacio para cooperar con la obra en la que Dios forma Su carácter en nosotros, mientras que también hace que nos deleitemos en la realidad de que los atributos incomunicables de Dios son totalmente ajenos a nosotros.
1. El imago Dei en la humanidad
Esta sección explora primero el imago Dei a través de un lente bíblico-teológico, para demostrar que siempre ha sido el deseo de Dios que la humanidad sea como Él de maneras significativas y únicas. Esta “semejanza” fue distorsionada por el descontento de Adán y Eva con los límites de la misma. Sin embargo, Dios se mantiene comprometido con esta visión de imago Dei en la humanidad, a pesar del daño que fue causado. Al explicar esta trayectoria, examino cuatro movimientos: (1) Dios deseaba que la humanidad lo reflejara; (2) la serpiente prometió una mayor semejanza a Dios es sus propios términos; (3) el resultado de escuchar a la serpiente fue que se hicieron menos parecidos a Dios; y (4) Dios está redimiendo Su imagen en Su pueblo, y el fruto del Espíritu es uno de los ejemplos más claros de ello en el Nuevo Testamento.
1.1. La semejanza a Dios otorgada
El engaño de la serpiente está en que Dios nunca se sintió amenazado por Adán y Eva (Gn 3:6), pero ello les hizo creer que sí. La intención del Creador siempre fue que Adán y Eva se asemejaran a Él, pero, al tratar de llegar a ser más como Dios, los dos humanos se hicieron menos como Él. Génesis enseña que los seres humanos son distintos de todos los demás seres creados porque solo ellos son creados a la imagen de Dios. Esto no es un accidente; Dios elige hacerlo, no por obligación ni temor a que la humanidad compita con Él en Su imagen (Gn 1:27). Cada una de las criaturas anteriores fue hecha “según su propia especie” (Gn 2:11-12; 21, 24-25), pero solo Adán y Eva fueron creados “a imagen de Dios” (Gn 2:26-27). El que la humanidad sea portadora de la imagen de Dios significa que esta refleja a Dios y también lo representa. Al reflejar a Dios, deberíamos ver una similitud con Dios cuando contemplamos la humanidad. Al representar a Dios, deberíamos funcionar como Dios, estando en Su lugar. A diferencia de todas las demás criaturas, Dios quería que Adán y Eva fueran como Él. Entonces, ¿qué significaba exactamente que Adán y Eva reflejaran y representaran a Dios?
Esta pregunta se debe contestar con humildad, ya que el texto no nos da explícitamente una respuesta. Los teólogos a lo largo de la historia de la iglesia han provisto respuestas variadas, en ocasiones contradictorias, de lo que significa ser creados a la imagen y semejanza de Dios. A pesar de que sería difícil llegar a un acuerdo absoluto, muchos consideran que el imago Dei se refleja en el carácter del hombre. Aunque esto podría no ser evidente directamente en el pasaje de la creación, Juan Calvino argumentó que solo al leer más adelante, en el Nuevo Testamento, uno podría entender completamente el imago Dei de Génesis 2. En otras palabras, solo al ver cómo la imagen es restaurada en los creyentes a través del Espíritu y manifestada en Cristo, podemos entender en su totalidad cómo Adán y Eva reflejaban la imagen de Dios en el huerto.
1.2. La tentación de una mayor semejanza a Dios
Génesis 3 detalla el momento en que Adán y Eva pecaron contra Dios por primera vez y, por consiguiente, fueron expulsados de la presencia de Dios en el huerto. El engaño de la serpiente encuentra su fuerza al inflamar el orgullo de Eva; sus medias verdades extienden la posibilidad de la divinidad al ofrecerles la posibilidad que Adán y Eva podían alcanzar en verdad la igualdad con la gloria divina de Dios. ¿Y quién no querría esta gloria? ¿Quién no querría la felicidad que viene del conocimiento divino? Y, por consiguiente, la serpiente sugiere que el Creador no es el tipo de Dios que comparte con otros; las limitaciones de Adán y Eva, según ese razonamiento, deben venir de un temor de que se volvieran como Él, porque debe ser el tipo de Dios que retiene lo que en verdad es bueno.
La trágica ironía es que Adán y Eva ya eran como Dios; habían sido creados a su imagen. Más que eso, Dios había llenado la tierra con toda clase de cosas buenas (Gn 1:3, 10, 12, 18, 21, 25, 31; 2:9), y remedió lo único que faltaba al bendecir a Adán con una esposa (Gn 2:18). Sin embargo, lo insidioso de la mentira no se encontraba en sus premisas falsas, sino en la completa inversión de su resultado. En lugar de que el conocimiento los acercara a ser iguales a Dios, crea una división más grande entre la humanidad y su Creador.
1.3. La disminución en la semejanza a Dios
El tipo de conocimiento que prometía hacer que Adán y Eva fueran como Dios terminó volviéndolos menos como Él: deshizo parte del milagro de portar la imagen de Dios. La imagen no se perdió completamente, pero sí disminuyó. Agustín escribe que, a pesar de que deseaban ser como dioses:
De hecho, hubieran podido ser más capaces de ser como dioses si, en obediencia, se hubieran adherido al fundamento supremo y real de su ser, si no se hubieran convertido por orgullo en su propio fundamento (…) al apuntar hacia algo más, un hombre es disminuido, cuando elige ser autosuficiente y deserta del único que en realidad es suficiente para él.
El reformador Wolfgang Musculus está de acuerdo con Agustín: “Satanás prometió divinidad si comían del fruto del árbol prohibido. Ellos comieron y estuvieron tan lejos de adquirir la gloria de la divinidad que se hicieron más como bestias viles y subhumanas que como Dios”. Aquí vemos una percepción crucial de la naturaleza del pecado de Adán y Eva. El orgullo promete hacernos más como Dios, pero siempre hace lo contrario. El orgullo jura unir la brecha con las habilidades de Dios, pero siempre termina en una mayor separación de Él. El orgullo se manifestó por primera vez al tomar el fruto del huerto, pero cada ser humano ha tomado la misma decisión: nuestros deseos orgullosos se mantienen en el descontento por ser simplemente portadores de la imagen de Dios, en lugar de ser autosuficientes, omniscientes y todopoderosos.
1.4. La redención de la imagen
A pesar de que el pecado deformó y distorsionó la imagen de Dios en la humanidad, Dios no había renunciado a sus intenciones originales. Aunque este meta-tema se extiende en todos los aspectos, para los parámetros de esta investigación, me enfoco solamente en dos de ellos: Jesús como la perfecta imagen de Dios y el rol del Espíritu para redimir la imagen en nosotros.
El Nuevo Testamento presenta un retrato de Jesús tanto completamente humano como divino, lo cual se resume en el credo de Nicea. Por implicación de la divinidad de Jesús, Él vive una vida perfecta y libre de pecado. Esto significa que, cuando leemos sobre Jesús, vemos un retrato de cómo es Dios y también vemos cómo debería ser un humano que no ha sido manchado por el pecado. Jesús, por lo tanto, es la imagen perfecta de Dios, el único con el que comparamos todas las demás afirmaciones de lo que significa ser como Dios y llegar a ser más parecidos a Dios como humanos.
Hay muchos lugares en la Biblia en los que podemos buscar un catálogo de cualidades que nos asemejan a Cristo, aunque ninguna es tan famosa como Gálatas 5:22-26, donde Pablo enumera nueve cualidades: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio propio. Esta no es una lista de cosas que se debe y no se debe hacer en la vida cristiana, sino más bien una descripción de cómo el Espíritu forma el carácter del cristiano para que se parezca al de Cristo. Esta es la manifestación del carácter al que Pablo, un capítulo antes, se refiere como “Cristo… formado en ustedes” (Ga 4:19). Mientras que Adán y Eva tomaron el fruto para hacerse más como Dios en sus propios términos, el Espíritu produce el fruto que nos hace más como Cristo, la perfecta imagen de Dios.
2. El poder deformador de la tecnología digital
Hasta el momento hemos establecido que, mientras más se esfuerce la humanidad por hacerse más como Dios en sus propios términos, menos llegarán a ser como Dios. Por el contrario, mientras más se sometan a la voluntad del Señor, más serán transformados a Su imagen. No deberíamos sorprendernos cuando nuestros orgullosos corazones utilicen herramientas para alcanzar el mismo fin. Si Adán y Eva tomaron el fruto para hacerse iguales a Dios, deberíamos esperar la misma tendencia en el hombre moderno para utilizar la tecnología digital con el mismo fin. En esta sección, exploraremos primero cómo la promesa de la tecnología digital refleja la tentación del huerto, para después explicar cómo esto podría, de la misma manera, probar ser la razón de la ruina de nuestro carácter.
2.1. La promesa divina de la tecnología digital
El concepto de que la tecnología puede convertir a los humanos en dioses no es nuevo, aunque podría no haber estado tan presente a un nivel popular a gran escala como en el éxito de ventas del New York Times en 2016, el libro Homo Deus, escrito por Yuval Harari. En más de 400 páginas, Harari predice que los gurús de Silicon Valley servirán como profetas y sacerdotes para transformar al Homo sapiens en Homo deus a través de los avances tecnológicos. Estas futuras tecnologías permitirán un vasto incremento en el poder de procesamiento mental que trasciende nuestra comprensión actual. Nuestro nuevo estado divino nos permite saberlo todo, hacer cualquier cosa, alcanzar un éxtasis constante e incluso tener vida eterna. “Podrías comprarte la fuerza de Hércules, la sensualidad de Afrodita, la sabiduría de Atenea, la locura de Dionisio”. Harari ve la muerte como un problema técnico con soluciones tecnológicas: “No debemos esperar a la Segunda Venida para vencer a la muerte. Un par de genios en un laboratorio pueden hacerlo. Si la muerte tradicional era la especialidad de sacerdotes y teólogos, ahora los ingenieros están tomando el mando”.
Harari representa a un creciente número de científicos, matemáticos e ingenieros en computación que creen que la tecnología será la salvación de la humanidad. Pero el sueño tecnológico no es simplemente la salvación, sino la glorificación que nos haga seres semejantes a Dios, con habilidades que le permiten competir con cualquier otro dios. ¿Podría ser que esta promesa de semejanza a Dios viene con las mismas condiciones que el fruto del huerto? Qué pasa si, en nuestra búsqueda de tener habilidades semejantes a las de Dios, ¿llegamos a ser en realidad menos como Jesús y más como bestias extremadamente poderosas?
2.2. El poder deformador de la tecnología digital
Las investigaciones están dejando cada vez más en claro que no solo actuamos en el mundo con nuestra tecnología, sino que nuestra tecnología termina actuando en nosotros. La tecnología nunca es neutral y, cuando usamos nuestras herramientas, al final nuestras herramientas actúan en nosotros. Antes de considerar cómo la tecnología digital moldea nuestro carácter, se debe reconocer que altera la fisiología de nuestro cerebro. A causa de nuestra plasticidad neuronal, la tecnología digital es “tan efectiva para alterar el sistema nervioso porque ambos funcionan de maneras similares y básicamente son compatibles y se vinculan con facilidad”.
Cuando Adán y Eva tomaron el fruto prohibido para hacerse como Dios, el resultado fue que quedaron deformados y más alejados de Su semejanza. Si, como vimos en la sección anterior, la tecnología mantiene una promesa similar para hacernos más como lo divino, ¿podría ser que exista una consecuencia similar para nuestras ambiciones orgullosas?
Creo que hay, al menos, seis formas cómo la tecnología tiene el poder para distorsionar y deformar la imagen de Dios en nuestro carácter. Gálatas 5:22-23 representa ocho dimensiones de cómo el carácter de Dios se manifiesta en la humanidad. A continuación, presentaré investigaciones que sugieren que la tecnología digital tiene, en efecto, la capacidad de deformar el fruto del Espíritu en nuestras vidas.
Algunas categorías inversas del carácter y sus investigaciones correspondientes se agrupan más fácilmente. Por lo tanto, no es mi propósito realizar un argumento teológico de cuál es el rasgo opuesto de cada uno de los frutos; más bien, pretendo ofrecer un cuadro general de investigación que demuestra cómo la tecnología digital acelera la deformación de nuestro carácter.
Primero, el amor y la benignidad son deformados: hay polarización, enojo e indignación. El amor y la benignidad de Dios se demuestran a través de Su disposición y acciones hacia el hombre pecador. Parece haber una actitud de calidez y compasión hacia el “otro” implícita en el amor y la benignidad de Dios. Sin embargo, los medios digitales y los algoritmos de las redes sociales no favorecen el contenido benigno ni forman el amor en nuestras almas.
Durante una audiencia en el Senado en 2001 sobre los algoritmos de las redes sociales, un exdiseñador ético de Google declaró: “El modelo de negocios [de Google] es crear una sociedad adicta, indignada, polarizada, performativa y desinformada”. Facebook también ha sido llamado “una de las corporaciones más polarizadoras”, cuyo “modelo de negocios se optimiza para mantener a las personas deslizando sus feeds de Facebook, ampliando el contenido divisivo e inflamable, y exagerando las divisiones políticas en la sociedad”. Esto ha contribuido a la polarización de los Estados Unidos, marcada por una disminución en la confianza y una reducción en las normas democráticas. Nuestra indignación moral está atizada, y nos hemos vuelto más groseros e iracundos. En todo esto, la cobertura que hacen los medios digitales de este fenómeno crea un ecosistema en el que pueden florecer la provocación, las teorías de conspiración y el antagonismo.
Los sitios web que usamos y los medios que consumimos todos los días tienen la capacidad de deformar nuestra benignidad y amor, y generar el fruto de la polarización, el enojo y la indignación.
Segundo, el gozo y la paz son deformados: hay depresión y ansiedad. Numerosos estudios han conectado el uso excesivo de la tecnología digital con la manifestación de depresión y ansiedad. Las tasas de infelicidad, depresión y suicidio están fuertemente vinculadas con el uso excesivo de la tecnología digital. El alto uso de internet también está vinculado con el insomnio, el estrés y la baja autoestima. Un estudio descubrió que el excesivo uso de internet durante la pandemia del COVID-19, así como la exposición a la desinformación que vino con él, fue una causa significativa de depresión. Existe una evidencia expansiva en la literatura que indica que el uso de redes sociales está correlacionado con la ansiedad y contribuye al miedo de ser excluidos.
La tecnología digital puede beneficiar a sus usuarios, pero si no se controla su uso, puede robarnos el gozo y convertirnos en personas ansiosas y vacías.
Tercero, la paciencia es deformada: hay impaciencia y compulsividad. Todos podemos recordar la impaciencia que crecía en nuestro pecho cuando escuchábamos los bips del módem mientras AOL se cargaba a paso de caracol en los primeros años de la década de los 2000. Uno podría esperar que, ahora que la computación y la internet están a años luz de cuando empezaron, la impaciencia nunca tendría la oportunidad de acumularse en nuestro interior. Sin embargo, es lo contrario. Esta creciente impaciencia se expresa en el uso de teléfonos celulares para “proveer para nuestras necesidades lo más pronto posible”, lo cual puede resultar en un aumento de la irritabilidad y las dificultades financieras.
La raíz de nuestra impaciencia podría estar vinculada con los cambios neurológicos más profundos, facilitados por el aumento en el consumo de los medios digitales. Microsoft descubrió que, entre 2000 y 2013, el período de concentración humana ha descendido de doce a ocho segundos (como referencia, el período de concentración de un pez dorado es de nueve segundos). La división de la atención que demanda la internet deteriora nuestras habilidades cognitivas y disminuye nuestro aprendizaje y comprensión.
Si Dios se caracteriza por ser paciente, longánime y comprometido a largo plazo, la gratificación instantánea y la distracción de las redes sociales distorsionan este aspecto de la imagen de Dios en nosotros a un nivel neurológico.
Cuarto, la mansedumbre es deformada: hay violencia.
Si la mansedumbre de Dios hacia los portadores de Su imagen está marcada por la forma en que Él lidia con nosotros sin hacernos daño, entonces la manifestación contraria en el carácter humano sería la violencia o la intencionalidad para hacer daño a una persona. La violencia emocional en la forma de acoso cibernético es una manera en la que esto se manifiesta entre los usuarios de los medios digitales. El aumento en el uso de la internet trae como resultado un incremento en la desvinculación moral (que explicaré mejor en un momento), aumentando la probabilidad del acoso cibernético.
Pero esta agresión por internet puede desbordarse y convertirse en violencia en el mundo real. Una encuesta del Public Religion Research Institute (en español, el Instituto Público de Investigación de Religiones) encontró que el 15% de estadounidenses (o 50 millones de personas) creen que “debido a que las cosas se han desviado tanto, los verdaderos patriotas norteamericanos podrían tener que recurrir a la violencia para salvar nuestro país”. Este fruto está conectado directamente con la misma raíz tecnológica que deformó el crecimiento del amor y la benignidad, como se menciona anteriormente. Los foros de internet contribuyeron a la radicalización de los terroristas locales, como Dylan Roof y Payton Gendron. Sharon Martínez, una ex cabeza rapada de la supremacía blanca, que ahora trabaja para Free Radicals Project (en español, Proyecto Radicales Libres), un grupo que ayuda a las personas a salir de los grupos extremistas, observa: “hay mucha idealización de la violencia entre la extrema derecha por internet, y no hay consecuencias para eso (…) En el mundo físico, si tú estás de pie frente a una persona y dices algo aborrecible, existe la probabilidad de que te den un golpe. Por internet no hay esa posibilidad, entonces uno puede escalar a una mayor violencia física, sin que esto implique una amenaza para uno mismo”.
No todos los que utilizan la internet cometerán actos de violencia, pero la hostilidad que crea lleva a las personas en esa dirección y crea refugios seguros para que las fantasías violentas se arraiguen en la mente.
Quinto, la bondad y la fidelidad son deformadas: hay ambigüedad moral. Hay varias maneras en que se podría categorizar a lo contrario de la bondad y la fidelidad, pero he elegido ponerlas en la misma categoría y llamar a lo inverso “ambigüedad moral”. Si la bondad tiene que ver con conocer y amar lo que es bueno y verdadero, entonces la fidelidad es actuar de acuerdo con lo que es bueno y verdadero.
Muchas de las categorías anteriores se superponen con la ambigüedad moral. El enojo, la hostilidad y la violencia dirigida a los demás portadores de la imagen de Dios no son en absoluto cosas buenas ni fieles. Adicionalmente, la desvinculación moral se define como una “predisposición cognitiva que los individuos reinterpretan en sus comportamientos inmorales”, y ha sido relacionada con el uso compulsivo de internet y de videojuegos violentos. El anonimato por internet y la percepción de falta de consecuencias crean una atmósfera que facilita la desinhibición y la agresión cibernética.
Al igual que la formación de todos los demás frutos malos, el uso de la tecnología digital no distorsiona automáticamente en sentido de la bondad y fidelidad de una persona en relación con estos estándares morales, pero sí provee el entorno donde los deseos oscuros del corazón pueden florecer.
Sexto, el dominio propio es deformado: hay adicción. Si Dios nunca toma una decisión apresurada, no dice nunca algo de lo que después se vaya a arrepentir, ni realiza ninguna acción fuera de su control, entonces los humanos reflejan este aspecto de Dios a través del dominio propio. El último mal fruto de la tecnología digital es la adicción: la incapacidad de controlar su uso o consumo. El uso desinhibido de la tecnología hace que el control se salga de nuestras manos y que comience a controlarnos.
¿Por qué es tan adictivo? Kaitlin Wooley de la Universidad Cornell y Marissa Sharif de la Universidad de Pennsylvania han investigado por qué las redes sociables son tan seductoras, y descubrieron que se debe a que:
… ofrecen contenido en bocados pequeños que hace que sea fácil consumir rápidamente varios videos o publicaciones seguidas. A menudo sugieren automáticamente contenido similar, y muchas de ellas incluso comienzan a reproducir automáticamente videos similares, reduciendo el potencial de interrupciones (…) La accesibilidad de estos medios es exactamente lo que hace que sea tan difícil para los usuarios liberarse del pozo sin fondo y volver a aquello en lo que estaban trabajando.
La oscura realidad es que la adicción es uno de sus objetivos, no un error: “las compañías de tecnología alientan la adicción conductual [a través de] un refuerzo positivo intermitente y el impulso para recibir aprobación social”, por lo que desarrollan y despliegan activamente características adictivas para incrementar sus resultados. “Muchas compañías de internet están aprendiendo lo que la industria del tabaco ha sabido por mucho tiempo: la adicción es buena para los negocios”. Y, una vez que se ha formado una adicción, romper los hábitos puede ser extremadamente difícil. Dejar la internet causa síndrome de abstinencia “similar al que se observa después de la terminación de muchas sustancias depresoras como el alcohol, el cannabis y las drogas con opioides”.
2.3. Resumen del poder deformador de la tecnología digital
El poder deformador de la tecnología digital se ha demostrado en un estudio tras otro. Es importante notar que la tecnología digital nos puede deformar, pero esto no es automático. En combinación con los efectos psicológicos de su uso a largo plazo, nuestros deseos caídos pueden inclinarnos hacia nosotros mismos, al igual que sucedió con Adán y Eva. La pregunta sería si deberíamos evitar la tecnología digital por completo o no, y en caso de que no, cómo podríamos fijar límites para asegurarnos de que somos nosotros quienes controlamos nuestras herramientas y no al revés.
3. El Sábado como “re-forma”
En un mundo que constantemente está conectado con la tecnología digital, ¿qué esperanza tenemos para nadar contra su corriente deformadora? “Hay un lado rescatable en la forma en que la tecnología ha nublado nuestras vidas con trabajo interminable y ocio: nos da una manera asombrosamente simple de llevar todo a una hermosa pausa. Podemos apagar nuestros dispositivos”. En esta sección final, propongo que la antigua práctica de observar un Sábado semanal es una excelente manera de luchar contra el poder deformador de la tecnología digital y cultivar en nosotros la semejanza a Cristo.
3.1. ¿Qué es el Sábado?
El mandato de recordar el Sábado y guardar este día especial como santo es el cuarto de los Diez Mandamientos, por lo que Israel observaba un día entero de descanso (desde la puesta del sol del viernes hasta el ocaso del sábado). En los tiempos de Jesús estaba la expectativa de la observancia del Sábado, y la iglesia primitiva continuó con esta práctica. “La iglesia, en la era primitiva, en la era medieval, en la Reforma, en la posreforma y en tiempos modernos, contienen líderes prominentes que (1) enseñan explícitamente que el descanso de Dios al final de la semana de la creación es normativo, o (2) enseñan de tal manera que no contradice dicha interpretación”. Los evangélicos tienen diversas convicciones en relación con la observancia del Sábado, que van desde ver el cuarto mandamiento como una obligación moral hasta un nuevo pacto en el cual los cristianos ya no necesitan observar el día de reposo. El propósito de esta última sección no es aventurarnos en la controversia del debate sobre el Sábado. No sostengo que los creyentes deben observar el Sábado, sino más bien que deberían observarlo debido a la sabiduría y los beneficios que otorga. Es decir, la observancia moderna del Sábado es una práctica “re-formadora” que crea un espacio para la renovación de la imago Dei y contrarresta los impactos deformadores de la tecnología digital.
3.2. Desconexión: apagar nuestras pantallas
Cuando practicamos el Sábado y, por ende, apagamos nuestras pantallas, cerramos nuestras computadoras portátiles y guardamos nuestros teléfonos inteligentes por un día entero cada semana, creamos una distancia saludable entre nosotros y el omnipresente mundo digital. Al alejarnos de la tecnología digital, “el Sábado nos invita a una postura saludable de crítica hacia las tecnologías normativas”. Cuando nos desenchufamos, recordamos que la buena vida no está supeditada a la conectividad constante. Creamos un ritmo que protege a nuestras familias y desintoxica nuestras almas de la presión deformadora de la tecnología digital.
La tentación de que la tecnología digital nos hace más como Dios queda expuesta como lo que realmente es. Como nuestros antepasados en el huerto, nuestra necesidad insaciable de conocimiento tiene que esperar, ya que el “Sábado cuestiona nuestro compromiso con la información como un medio para la salvación”. El Sábado nos fuerza a aceptar la realizad de que simplemente somos criaturas; somos finitos, restringidos por el espacio y el tiempo, limitados en nuestras habilidades y dependientes de nuestro Creador para la provisión. A menos que apaguemos el ruido blanco de la tecnología y nos sentemos en el silencio del Sábado, nos parecerá difícil conocer en su totalidad estas realidades sagradas.
3.3. Desconectarnos para conectarnos: conectarnos para ser renovados
Retirar la tecnología digital una vez por semana podría ser bueno, pero si eso es lo único que hacemos, simplemente es diferir lo inevitable. Pero el Sábado promete más que un simple retiro, ya que extiende la posibilidad de la renovación:
El Sábado desconecta nuestras tecnologías para que podamos reconectarnos con nuestro Creador. “Estar conectados” no es una metáfora nueva para nuestra sociedad tecnológica; Jesús utilizó la metáfora poderosamente. En Juan 15 dice que debemos estar “conectados” a la vid (…) En nuestra sociedad tecnológica, estar conectados a la internet con frecuencia nos distrae de los tiempos oportunos para conectarnos en una relación con Cristo. Nos rodeamos de dispositivos que nos ayudan a conectarnos con otras personas y con sitios web, en cualquier lugar y en cualquier momento. Estamos más pendientes de las Kardashian que del Espíritu Santo.
Y, por consiguiente, al crear un espacio lejos de la tecnología digital, creamos un espacio para conectarnos con Cristo de maneras más profundas y con menos distracciones.
Así como la deformación que nos aleja de la imagen de Dios a través de los efectos de la tecnología digital es reconocible empíricamente, también lo es la renovación que nos facilita el Sábado:
El crecimiento espiritual y físico se realza cuando las personas tienen la libertad de tiempo y espacio para ser abiertas y receptivas a la presencia sanadora y amorosa del Espíritu. Al ser un tiempo regular, semanal, que involucra 24 horas de descanso y renovación, la práctica de guardar el Sábado les provee el tiempo necesario para entrar en la importante modalidad de retiro.
Adicionalmente, se ha demostrado que guardar el Sábado nos beneficia a través de “(1) una mejor autopercepción, (2) un mejor autocuidado, (3) relaciones más enriquecedoras, (4) una espiritualidad más desarrollada, (5) [y] afecta positivamente el resto de [nuestras] semanas”. En otro estudio, “guardar el sábado se relacionó considerablemente con un mejor bienestar espiritual, tanto en (…) experimentar la presencia y el poder de Dios en la vida cotidiana, como en sentir la presencia y el poder de Dios en el ministerio”.
4. Conclusión
La serpiente tentó a Adán y Eva para que se hicieran más como Dios en sus propios términos, sin embargo, esto trajo como resultado, trágicamente, que ellos se volvieran menos como Dios. La tecnología digital extiende una promesa similar de hacer que los humanos se hagan más como Dios en sus términos y tiene un efecto deformador en nuestras mentes, cuerpos y almas. La observancia semanal del Sábado es una práctica “re-formadora” que no solo crea una distancia entre nosotros y el poder deformador de la tecnología digital, sino que crea la posibilidad de la renovación a través de una conexión con Cristo sin distracciones, por medio del Espíritu.
Este artículo fue traducido y ajustado por María del Cármen Atiaga. El original fue publicado por Josh Rothschild en The Gospel Coalition. Allí se encuentran las citas y notas al pie.