Juan Canut de Bon es una persona importante para la historia del cristianismo evangélico chileno, debido a dos cosas fundamentales. Por un lado, a él se debe el apelativo “canuto”, con el cual se conoce popularmente a los evangélicos y protestantes del Chile actual. Por otro lado, ejerció su labor ministerial con una entrega notable, incluso siendo objeto de hostilidad en los lugares en los que predicó. Español, católico converso al protestantismo, homeópata, sastre, y pastor, son algunos conceptos que permiten describir a este importante personaje del siglo XIX.
Para analizar los orígenes de Canut de Bon, se debe direccionar la mirada a España. Nace el 30 de abril de 1846, en Valencia, España, para ingresar a los 18 años a la Casa de Formación de la Compañía de Jesús, ocupándose de labores domésticas y de los asuntos seculares de la orden. Algunos creen que debido a su origen socioeconómico no pudo acceder a estudiar en el seminario para llegar a ser clérigo.
En España se desarrollaban las “Guerras carlistas”. Por esto, lo envían a Argentina. Esto marcaría la vida de Canut de Bon, que estaría llena de viajes de forma constante. Juan Bautista llega a Buenos Aires, Argentina, en 1870, con el propósito de colaborar con el trabajo jesuita en dicho país. Allí es donde presumiblemente aprende sobre homeopatía. Luego, es enviado a Chile. Para ello, viajó desde Buenos Aires hasta Mendoza, con el objeto de traspasar la frontera a través de los gélidos Andes, en dirección a la actual región de Valparaíso, Chile. Sin embargo, el 30 de abril de 1871, tan solo unos meses luego de haber llegado a Chile, deja el servicio en la orden católica de los jesuitas, para dedicarse a la sastrería. No renunció al catolicismo, sino que sólo dejó de pertenecer a la orden de los jesuitas. El 5 de agosto de 1871 contrajo matrimonio con Virginia Robles, futura madre de sus hijos.
Por razones económicas, y aunque Canut de Bon estableció su domicilio en Los Andes, frecuentó diversos lugares de la zona, tales como San Felipe, Quillota, Valparaíso, entre otros. En 1876, la vida de Canut de Bon cambiaría para siempre, pues encuentra en el andén de la estación de trenes de Quillota un libro, lo que le llama la atención, pues en aquel tiempo los recursos literarios no abundaban. Se trató de un Nuevo Testamento, el cual posiblemente correspondía a aquellos distribuidos por la Sociedad Bíblica fundada por los presbiterianos liderados por David Trumbull, José Manuel Ibáñez Guzmán (muerto el año anterior, en 1875), entre otros. A este instante, Canut de Bon lo denominó como su “primer encuentro con el evangelio”, el cual dejó registrado de puño y letra en su Biblia, siendo el comienzo de su proceso de conversión. A él sería de gran ayuda la figura de Robert MacLean, misionero presbiteriano que Canut de Bon conoció en San Felipe.
En 1879, el periódico evangélico The Record señaló en una de sus publicaciones:
Hace dos años atrás, un inteligente español, a la sazón residente en San Felipe, se hizo ardiente amigo del evangelio de Jesucristo.
Por lo mismo, comienza a llevar el evangelio a las personas de las ciudades de Los Andes y San Felipe, además de las otras ciudades en las que circulaba. Lo anterior, hace que Juan Canut de Bon sufra las primeras hostilidades de parte de vecinos de los lugares que frecuentaba, las cuales serían un anticipo de aquellas que lo acompañarían toda su vida. Podría decirse que la labor de los misioneros presbiterianos norteamericanos era tolerada, debido al respeto natural a los extranjeros residentes. Sin embargo, la actitud frente a Canut de Bon fue distinta, debido a su historial personal, su pasado católico, y su lengua nativa, coincidente con la de los chilenos, por lo que le era difícil no entrar en polémica con la religión mayoritaria. Incluso, algunas fuentes se refieren a la organización de un boicot económico en contra de Canut de Bon, mediante el cual un grupo de personas se comprometió a no contraer vínculos económicos con el incipiente predicador.
Con posterioridad, Canut de Bon es enviado a Santiago para colaborar con la obra presbiteriana. Luego, en 1880, con el fin de perfeccionar sus conocimientos teológicos, se traslada a Concepción, donde profundiza sus labores con la guía de Robert MacLean y su hermano. Sin embargo, graves conflictos con la misión presbiteriana, según se cree, por su estilo beligerante de predicación, provocaron el despido de sus funciones. Lo anterior, junto a otros hechos que se desconocen, provocó que, en 1884, de forma inesperada, Canut de Bon solicitara su readmisión al catolicismo, en la parroquia de Curicó, donde residió por algún tiempo.
Sin embargo, la historia de Canut de Bon como protestante no termina aquí. Según registros de la Iglesia Metodista, Canut de Bon posiblemente conoció, con anterioridad, al famoso misionero William Taylor, en la ciudad de San Felipe. Conforme a dichos indicios, en dicha oportunidad Taylor y Canut de Bon tuvieron la oportunidad de conversar y orar juntos. A lo anterior debe sumarse que, en 1889, Canut de Bon conoce al pastor Ira La Fetra, quien lideraba un proyecto educativo que en la actualidad es uno de los más reconocidos establecimientos educacionales de Chile: el Santiago College. Además, el reverendo La Fetra presidía la Misión Metodista de Sostén Propio en Chile, fundada por Taylor. Él, junto a su mujer Adelaide, ofrecen a Canut de Bon trabajar a tiempo completo como pastor y predicador en las ciudades de La Serena y Coquimbo. Así, en enero de 1890, el nuevo obrero metodista es enviado como pastor y evangelista a hacerse cargo de la obra metodista en las mencionadas ciudades, convirtiéndose en el primer pastor metodista “local” a tiempo completo, financiado mediante los ingresos obtenidos por el Santiago College.
La Serena y Coquimbo eran ciudades que tenían una escasa influencia de las ideas evangélicas. Es acá donde probablemente la vida del pastor español fue probada al máximo y donde cobra popularidad el concepto “canuto”. Debido a que en Chile no era posible expresar en público un culto que no fuera el católico, el pastor organizó actividades religiosas en lugares privados. En ocasiones quedaban fuera de los edificios grupos de personas, entre los cuales había interesados que no lograban ingresar, opositores activos a su obra, entre otros. A veces, era objeto de persecución al transitar por la calle, lo que generaba que el debate religioso se trasladara al ámbito público. Por lo tanto, en una innumerable cantidad de veces el límite entre lo privado y lo público se rompía, y de alguna manera quedaba en entredicho el cumplimiento de la disposición vigente en aquel momento. Diversas cartas y registros del propio Canut de Bon dan cuenta de distintos elementos, para cuya descripción, resulta mejor remitirse directamente a dichos registros. Sus hábitos eclesiásticos y de evangelización, su defensa ante las acusaciones de las que fue objeto, las agresiones que no sólo lo afectaron a él, sino que a su familia y a los miembros de las nacientes iglesias, y el nuevo apelativo que acompañaría por siempre a los evangélicos en Chile, son conceptos que es posible extraer escritos efectuados por el español, citados en diversas fuentes y algunos de los cuales conservan su fecha y destinatario.
Por la mañana salgo todos los días a las 6:00 A.M. y hablo con todos los que encuentro en la calle, […] y entro en todas las casas que puedo a leer la palabra de Dios y a exhortar (17 de Febrero de 1890).
Ahora algunas veces salgo acompañado de algunos para tener una misión más útil (…) hablo en voz alta como explicando al que tengo a mi lado (…) algunos vienen atrás de mi oyéndome a veces una cuadra, de modo que ahora predico por las calles también, Gloria a Dios (…) (28 de Mayo de 1890).
Todos los días no se oye otra cosa más que gritos, insultos, mofas, etc. El grito más sonoro es ‘canuto ladrón, asesino masón, barbas de león’, ‘lobo renegado’, y palabras deshonestas inmorales. Yo paso sereno con mi sonrisa y a veces me hacen reír y correspondo con el saludo de mi sombrero. Las señoritas me escupen cuando paso. Algunas, al pasar yo, sacan el cajón de la basura y lo ponen por delante. En todas las calles hay en las paredes mi nombre con apodos, en gran escala le ponen a los perros, a los caballos, burros, bueyes, canuto y a todos los que asisten a nuestra iglesia los llaman canutos y a las mujeres las canutas (16 de Mayo de 1890).
¿No es cierto que Jesús me ama?... Yo tengo un regalo aquí muy grande y es más de 20 piedras de las que me han arrojado sobre mi cabeza, sobre la Evita (una de las hijas de Canut de Bon) a quien creo, Ud. Amaba mucho y sobre la de mi señora. Algunas de estas piedras pesan un kilogramo, otras 770 gramos. Las guardo para los cimientos de la Iglesia (o templo). Nunca se olvide de nosotros en sus oraciones (Mensaje dirigido a la mujer del pastor La Fetra).
Además de lo anterior, existen registros externos en los que se da cuenta del impacto de los hechos vividos por Canut de Bon. Según algunas fuentes, existe una amistosa carta enviada por el pastor a uno de los sacerdotes católicos más importantes de la época, Miguel León, párroco de San Miguel, en la que el español agradeció a su destinatario el envío de un recorte de un artículo publicado en su contra en Santiago, y en la cual aprovecha a explicar su actual ministerio y se compromete a orar por él. Además, el diario El Coquimbo deja constancia de su actividad, en una publicación del 29 de Mayo de 1890:
Un pastor protestante, el señor Juan Bautista Canut de Bon, español de nacimiento i ciudadano chileno desde hace diecisiete años, amparado por las disposiciones legales vigentes, da actualmente conferencia a los miembros de su religión […]. Las conferencias se realizan dos veces por semana, en el recinto de una casa privada de la calle de la Catedral, de acuerdo en todo con la ley interpretativa del artículo quinto de la Constitución del Estado. […] Las personas que van a ellas dispuestas a causar desórdenes interrumpen a cada paso al orador, profieren palabras indecentes sin respeto a las señoras extranjeras i chilenas que ahí acuden i hasta lanzan piedras sobre el pastor que hace uso de un derecho legítimo al verificar sus prácticas religiosas, en el recinto de una casa privada.
En definitiva, pese a las dificultades experimentadas por Juan Canut de Bon en las ciudades de Coquimbo y La Serena, la labor del polemista fue bastante fructífera, debido a que se tiene registro de que, al menos, logró organizar una iglesia de habla local en La Serena. Ante tal éxito, Canut de Bon es enviado en 1893 al lugar conocido como La Frontera, ubicado en el sur de Chile, el cual había sido anexado recientemente al territorio chileno, debido a la intervención militar efectuada por el Estado chileno en contra de uno de los pueblos indígenas más importantes del país, que dominaba dicha zona: el pueblo mapuche.
En dicho contexto, la misión de Canut de Bon se asentó en la ciudad de Concepción, pero involucró también importantes labores en Temuco, Nueva Imperial, Angol, Los Ángeles, Mulchen, Victoria y Traiguén. En estas ciudades, y sin estar exento de dificultades, Canut de Bon desarrolló importantes labores en iglesias locales, predicando el evangelio a los chilenos y a los mapuches, y preparando a muchos conversos como predicadores laicos. Algunos historiadores también han resaltado su trabajo interdenominacional, mediante el cual Canut de Bon colaboró con la obra efectuada por Enrique Weiss, misionero menonita y uno de los precursores en Chile de la Alianza Cristiana y Misionera, como también con la Sociedad Evangélica Alemana, actual Sociedad Evangélica Chilena, conocida en la capital chilena como Encuentro con Cristo. Además, no se debe olvidar que en este momento Canut de Bon, previa preparación, rindió con éxito sus evaluaciones para ingresar como pastor en una de las iglesias locales en las que trabajó. De esta manera, existen muchas probabilidades para sostener como cierto que Canut de Bon encontró, en la Iglesia metodista, un lugar en el que podía hacer suyo el llamado que Dios puso en él desde sus primeros días en España.
Sin embargo, la salud de Canut de Bon se deterioró. Probablemente las intensas jornadas de transporte, el frío y húmedo clima del sur de Chile, y otras condiciones que se desconocen, contribuyeron al empeoramiento de la salud del señero predicador. Por lo anterior, en 1896 es enviado a Santiago, con la confianza de que pudiera recuperarse. Sin embargo, contrariamente a lo esperado, el 9 de noviembre de 1896, a la edad de 50 años, Juan Bautista Canut de Bon Gil parte a la presencia del Señor. Su viuda, Virginia Robles, permaneció en la Iglesia Metodista hasta su muerte en 1918. Así, la labor de Canut de Bon había terminado, pero su, hasta entonces, lejano y desconocido apellido, marcaría para siempre a los evangélicos y protestantes de Chile.
Sin dudas, la historia de Canut de Bon es un mensaje que interpela a cada evangélico chileno. La historia de Canut de Bon no sólo pertenece a un ministro del Señor, sino que a una familia y a las diversas comunidades en las que trabajó, todo lo cual es patrimonio de los orígenes de la iglesia evangélica chilena. El importante trabajo interdenominacional, el amor y el perdón dirigido incluso a quienes podía considerarse como detractores de su obra y, en definitiva, una visión verdaderamente evangélica que trasciende más allá de los perímetros de la iglesia local, son algunos caracteres que se pueden resaltar de la labor efectuada por el reverendo metodista Juan Canut de Bon Gil, cuyo apellido es la base del sobrenombre popular con el cual los evangélicos son conocidos en el país más austral de América.
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