Pocos líderes han tenido tanta influencia en la historia contemporánea como Isabel II, monarca del Reino Unido y de la Mancomunidad de Naciones, fallecida este 8 de septiembre a la edad de 96 años.
Isabel II, además de haber sido Reina constitucional del Reino Unido, también fue la cabeza de la Iglesia de Inglaterra durante los últimos 70 años.
Ella fue reconocida a lo largo de su vida con el título de “Defensora de la fe” por su cargo como gobernadora suprema de la Iglesia de Inglaterra. Este título originalmente le fue concedido a Enrique VIII por el papa León X después de que el rey escribiera el texto “Defensa de los siete sacramentos” en medio de las disputas teológicas del siglo XVI para defender la fe católica romana. Luego de la ruptura con el papado, el rey continuó reteniendo el título de “Defensor de la fe” pero en relación a la Iglesia de Inglaterra y a la fe anglicana.
Pero además de su papel formal y simbólico como líder de la Iglesia, Isabel II también fue reconocida a lo largo de su vida por tener una fe “profunda y sincera”, esto según las declaraciones de su biógrafo Dudley Delffs.
La fe de la Reina fue una característica “consistente” de su reinado y desde el año 2000 ella había hablado de manera creciente acerca de sus creencias religiosas, lo cual la convirtió en lo que podríamos llamar “una misionera” para el cristianismo, según dijo la ex-directora del diario The Tablet, Catherine Pepinster.
Durante los últimos setenta años, cada navidad, la Reina entregó un mensaje de Navidad a todos sus súbditos, una tradición que comenzó con su padre el rey Jorge V y en la que hablaba de manera directa acerca de su fe.
Incluso antes de su coronación como Reina, Isabel II pidió a sus súbditos que oraran por ella con el siguiente mensaje:
Quiero pedirles a todos ustedes, sin importar qué religión profesen, que oren por mi en ese día [el día de la coronación]. Oren por mí a Dios para que me de sabiduría y fuerza para cumplir con las solemnes promesas que yo estaré haciendo y para que yo pueda servirle fielmente a Dios y a todos ustedes, todos los días de mi vida.
Como una de las líderes más célebres y reconocidas por más de siete décadas, después de su primer mensaje de Navidad, la Reina demostró cómo podía mantener su fe personal como algo privado, abarcador y a la vez compasivo al tiempo que servía en un rol público global bajo el intenso escrutinio de virtualmente cada sector de la sociedad.
En el día de su coronación, la Reina tomó el juramento de “mantener y preservar la inviolabilidad del establecimiento de la Iglesia de Inglaterra, de la doctrina de culto, la disciplina y el gobierno, así como la ley establecida en Inglaterra”.
Sus obligaciones como gobernadora suprema de la iglesia incluían nombrar arzobispos, obispos, y decanos para la Iglesia de Inglaterra, según la asesoría brindada por el primer ministro y la Iglesia. En la práctica, esto quiere decir que ella no tenía poder real sobre la Iglesia de Inglaterra, sin embargo, en su papel simbólico Isabel II supo dar testimonio de su fe y promover el mensaje cristiano con la dignidad propia de su cargo.
En 1970, Isabel se convirtió en la primera soberana en inaugurar y dar un mensaje al Sínodo General de la Iglesia en persona, una práctica que ella continuó cada cinco años después de las elecciones diocesanas.
Tres semanas después de su coronación, la Reina sentó un precedente histórico y juró defender y promover a la Iglesia de Escocia, honrando su obligación de “preservar el establecimiento de la verdadera religión protestante establecida por las leyes creadas en Escocia”. La Iglesia de Escocia es presbiteriana y reconoce solamente a Jesucristo como el “Rey y cabeza de la Iglesia”, lo cual tiene como consecuencia que la Reina carecía de un título oficial dentro de la iglesia o de participación alguna como un miembro regular.
Más que una tradición
A pesar de lo que se pueda pensar o especular, la fe de la Reina era mucho más que el producto de una deferencia amable hacia sus súbditos o de una tradición histórica. A lo largo de su reinado, ella articuló la importancia de la fe y la recomendó a sus súbditos.
“Las enseñanzas de Cristo, y mi propia responsabilidad ante Dios, me proveen de una estructura sobre la cual intento seguir mi vida”, dijo ella en el año 2000. “Me gustaría que muchos de ustedes, puedan hallar un gran confort, en tiempos de dificultad, en las palabras de Cristo y en su ejemplo”.
En el 2002 la Reina soportó un año doloroso de pérdidas personales con la muerte de su hermana, la princesa Margarita, y de la Reina Madre. En su mensaje anual de Navidad de ese año, ella habló de cómo su fe la había ayudado en esos momentos difíciles.
“Sé mucho acerca de depender de mi propia fe para guiarme a través de los momentos buenos y malos”, dijo ella. “Cada día es un nuevo comienzo. Yo sé que la única forma de vivir mi vida es tratando de hacer lo que es correcto, tener una perspectiva amplia, dar lo mejor en cada cosa que el día me trae, y poner mi confianza en Dios”.
La Reina consistentemente extendió su influencia al reconocer y celebrar la diversidad y tolerancia religiosa en el Reino Unido, la Mancomunidad de Naciones, y a través del mundo. En sus mensajes de Navidad y del día de la Mancomunidad de Naciones frecuentemente ella abordó el tema de la armonía interreligiosa y la tolerancia respetuosa. Los líderes de varias denominaciones y religiones regularmente asistieron a ceremonias reales, incluyendo bodas y servicios de Acción de Gracias, por invitación de la Reina y su esposo, el Duque de Edimburgo.
Sin embargo, el papel de Isabel II también consistía en impulsar el ecumenismo. Al celebrar el Jubileo de Diamante en el 2012, la Reina asistió a una recepción multiconfesional en el Palacio de Lambeth, presidida por el arzobispo de Canterbury, y en la que estuvieron presentes los líderes de ocho religiones en el Reino Unido, incluyendo el budismo, el jainismo, el Islam y el hinduismo. En ese evento, la Reina dijo “La fe desempeña un rol clave en la identidad de millones de personas, proveyendo no solo un sistema de creencias sino también un sentido de pertenencia. Puede actuar también para impulsar la acción social. De hecho, los grupos religiosos tienen un récord notable en ayudar a aquellos que se encuentran pasando grandes necesidades, incluyendo los enfermos, los ancianos, las personas solitarias y los vulnerables. Ellos nos recuerdan las responsabilidades que tenemos más allá de nosotros mismos”.
Los esfuerzos de la Reina fueron premiados en el 2007 por el Foro de Las Tres Religiones, una organización dedicada a construir relaciones de entendimiento entre las personas de todas las religiones y creencias. La organización le concedió a Isabel II la Medalla de Oro Sternberg Interfaith, la cual es concedida a los individuos que ayudan a promover la paz y la tolerancia entre las distintas confesiones de fe.
La presunta heredera
Nacida el 21 de abril de 1926, Isabel Alejandra María Windsor fue la primogénita del Duque y la Duquesa de York y la primera nieta del reinante monarca el Rey Jorge V, quien aparentemente se sentía orgulloso por su pensativa y bien comportada hija conocida por la familia como Lilibet. El padre de Isabel ascendió al trono en 1936 como el Rey Jorge VI cuando su hermano, el Rey Eduardo VIII, abdicó con el fin de casarse con una mujer divorciada llamada Wallis Simpson.
Como la presunta heredera del trono, Isabel fue educada privadamente y sirvió en el Servicio Territorial Auxiliar durante la Segunda Guerra Mundial. En 1947 ella se casó con Felipe Mountbatten, un noble de linaje griego y danés. Su unión duró 73 años hasta la muerte de Felipe en el 2021 y fruto de ella nacieron cuatro hijos: Carlos, príncipe de Gales y hoy Rey Carlos III; la princesa Ana; Andrés, Duque de York; y Eduardo, Conde de Wessex. En adición a sus hijos, a la Reina le sobreviven ocho nietos y doce bisnietos.
Desde el comienzo de su reinado, la Reina consistentemente citó referencias de la Escritura, particularmente durante sus mensajes de Navidad.
“¿A qué inspiración y consuelo más grande podemos dirigirnos”, preguntó ella “... que a la imperecedera verdad que puede ser encontrada en este tesoro, la Biblia?”.
En su mensaje de 2016, la Reina explicó:
Miles de millones de personas siguen hoy las enseñanzas de Cristo y encuentran en Él la luz que guía sus vidas. Yo soy una de esas personas porque el ejemplo de Cristo me ayuda a ver el valor que hay en hacer pequeñas cosas con amor, quienquiera que las haga e independientemente de lo que las personas crean.
El rol de la Reina como líder religiosa
Mientras que muchas personas no la veían como una líder religiosa, ella tomó un juramento en su coronación que delineó su rol dentro de la Iglesia de Inglaterra. Este rol no solo incluía apoyar las doctrinas de la iglesia, sino también un papel formal en el nombramiento de obispos y arzobispos.
Isabel II nombró siete arzobispos de Canterbury durante su reinado y numerosos miembros del clero. Momentos notables de su mandato como gobernadora de la Iglesia incluyen el nombramiento del obispo Wilfred Wood, el primer obispo negro de la Iglesia de Inglaterra, en 1985, y el polémico nombramiento de la obispa Libby Lane, la primera mujer en llegar a este rango, en 2015.
Relación con Billy Graham
Además de su papel formal como líder de la Iglesia de Inglaterra, la fe de la Reina ha sido constatada por figuras prominentes de la comunidad evangélica global.
Su amigo y confidente el pastor estadounidense Billy Graham atestiguó el amor de la Reina por la Biblia, así como su fuerte fe cristiana, en su autobiografía Tal como soy.
“Nadie en Gran Bretaña ha sido más cordial hacia nosotros que Su Majestad la Reina Isabel II”, escribió Graham. “Casi cada ocasión que he estado con ella, ha sido cálida o un arreglo informal, tal como un almuerzo o una comida, ya sea solos o con algunos pocos miembros de su familia o con otros amigos cercanos”.
Ellos rara vez publicitaron sus reuniones o apalancaron su relación profesionalmente, pero los dos disfrutaron de una amistad que duró por más de sesenta años hasta que Graham falleció en el 2018. Él escribió, “Siempre la encuentro muy interesada en la Biblia y en su mensaje”.
El interés de la Reina por la Biblia y su mensaje evangélico la llevaron a la participación en una publicación de un libro especial para conmemorar su cumpleaños número 90. Titulado La Reina Servidora y el Rey al que Ella sirve, y en coautoría con Catherine Butcher y Mark Greene, esta pieza de revisión sobre la fe cristiana de la Reina fue publicada por la Sociedad de la Biblia del Reino Unido, a la cual ella sirvió como patrocinadora, así como por HOPE y el Instituto de Londres para el Cristianismo Contemporáneo.
Isabel II escribió personalmente el prólogo, agradeciendo a los lectores por sus oraciones y buenos deseos. “Yo he sido y permanezco muy agradecida a… Dios por Su constante amor. Yo he visto de hecho Su fidelidad”, escribió ella.
El libro fue distribuido a miles de iglesias a lo largo del Reino Unido y en muchos de los países de la Mancomunidad de Naciones poco antes del cumpleaños de la Reina en el 2016. El libro resultó ser tan popular que la Sociedad de la Biblia tuvo que imprimir otras 150 000 copias para satisfacer la demanda.
La relación de Isabel II con los evangélicos
Es probable que la fe de la Reina Isabel encontrara sus raíces en la profunda tradición evangélica de la “iglesia baja” de Inglaterra. La fe de la iglesia baja fue favorecida inicialmente dentro de la monarquía británica por la Reina Victoria y por la casa de Windsor, aunque la Reina Isabel también tenía un carácter marcadamente ecuménico.
En consecuencia, las creencias de Isabel II deberían tener como eje central el carácter vicario de la salvación gratuita ofrecida a la humanidad en la crucifixión de Jesucristo. Prueba de esta fe fue la estrecha relación de la monarquía británica con líderes y predicadores de tradición evangélica reformada, tales como el Reverendo Martyn Lloyd-Jones.
Cuando su padre, el Rey Jorge VI, murió en 1952, Martyn Lloyd Jones predicó un sermón para la ocasión el domingo siguiente, el 10 de febrero. El predicador tomó como su texto base Romanos 13:7 e hizo un comentario profético hacia la parte final de su homilía:
No hay nada más importante, en esta etapa particular de la historia, en consideración a nuestra monarquía constitucional, que el carácter. Nunca el carácter del ocupante del trono fue tan importante como en este momento… El carácter cuenta como nunca lo ha hecho antes. Por lo tanto, oremos para que nuestra nueva Reina sea consciente de esto, y que ella pueda considerar esto como lo más importante de su vida, la vida cristiana, y que ella pueda establecerse a sí misma como un ejemplo para toda la nación.
La oración de Lloyd-Jones por la Reina pudo haber sido respondida, porque el compromiso de Isabel en su seguimiento a Jesús fue bastante claro, especialmente en sus ampliamente difundidos mensajes de Navidad. Aunque generalmente ella mantenía su fe como algo bastante reservado, su esposo, el príncipe Felipe de Edimburgo, la animó a hablar mucho más de ello. Gracias a este impulso, la Reina mostró constantemente un compromiso con la fe cristiana y animaba a las personas con las que se reunía a buscar el consuelo y el apoyo necesario para sus vidas en las acciones y palabras de Jesús.
Lloyd-Jones se reunió con la Reina en octubre de 1970, gracias a la amistad de Margery Blackie, médica personal de Isabel y miembro de la Capilla de Westminster, con el reverendo Lloyd-Jones.
Su fe y otras creencias
Después de cinco siglos, Inglaterra no es la misma nación que era durante la Reforma protestante, en la que las guerras de religión y la intolerancia por las creencias marcaban por igual la vida política y social. En este sentido, la libertad de creencias y su expresión es algo que también ha marcado el carácter abierto que hoy la monarquía tiene ante el mundo.
En 2015, el príncipe Carlos señaló que el rol de su madre no era “defender el anglicanismo para excluir a otras confesiones religiosas. En vez de ello, la Iglesia [de Inglaterra] tenía la obligación de proteger la libre práctica de todas las creencias en este país”.
Estos comentarios se dieron luego de que el príncipe señalara que cuando él fuera Rey, debería ser nombrado “Defensor de fe” en lugar de “Defensor de la Fe”, indicando que la religiosidad y su derecho de expresión por parte de todas las personas deberían ser elementos garantizados. Los comentarios del príncipe fueron apoyados por la Reina después de que estos suscitarán controversia entre el público británico.
Promotora de la paz
Uno de los actos más importantes de su reinado, y uno que bien nos muestra su amabilidad cristiana, tuvo lugar cuando la Reina visitó la República de Irlanda en mayo de 2011. La última visita de un monarca reinante al sur de Irlanda había sido en 1911, cuando su abuelo el Rey Jorge V (monarca desde 1910 a 1936) había visitado Dublín en mayo de 1911, un siglo antes. Ese siglo había sido testigo de una multitud de actos de violencia en las islas británicas e Irlanda que envenenaron las relaciones entre las dos naciones.
Cuando la Reina voló a Irlanda, eligió vestir un abrigo y un sombrero verde. Y en una cena de estado, cuando ella se levantó para hablar, cautivó a sus oyentes con algunos comentarios de apertura en gaélico. Cuando terminó de hablar, el historiador Robert Lacey notó que todas las personas de la habitación se pusieron de pie y aplaudieron con la “sostenida y sentida apreciación del puente que la Reina había construido” entre Gran Bretaña e Irlanda esa noche. Durante su viaje, también visitó El Jardín Nacional de la Memoria que conmemora a los hombres y mujeres irlandeses que habían muerto luchando contra los británicos en la Guerra de Independencia (1919-1921) y con una simple inclinación de su cabeza, mostrando dolor sincero, ella se ganó los corazones de muchos en Irlanda.
La Reina comentó en un discurso de 2015 que recordaba esa ocasión: “San Pablo nos recuerda a todos los cristianos, que como embajadores de Cristo, se nos ha confiado el ministerio de la reconciliación. Expandir la Palabra de Dios en la difícil pero recompensante tarea de hacer la paz y resolver los conflictos son partes importantes de este ministerio”.
Cumpliendo su promesa hasta el final
En parte princesa y en parte obispa, tanto como guardiana como bisabuela, diplomática y discípula, la Reina Isabel II fue una figura que trajo calma y estabilidad a su nación y a la mancomunidad de naciones durante periodos tumultuosos de cambio histórico y avance tecnológico.
“Finalmente, la monarquía señala más allá de sí misma la majestad de Dios”, escribió Ian Bradley, profesor en la Escuela de Divinidad de la Universidad St Andrews. “Impulsa las facultades dadas al hombre por Dios de reverencia, lealtad y veneración. Deriva su verdadera sanción y autoridad desde lo alto en vez que desde abajo”.
La Reina Isabel II fue una monarca impresionante. Uniendo los siglos 20 y 21, la modernidad y la postmodernidad, la Reina señaló su fe personal en Dios y su creencia en Cristo como su ancla en medio de las muchas tormentas, tanto públicas como privadas, por las que atravesó. Al final, fue fiel a los sagrados votos a Dios que realizó el día de su coronación y sirvió a aquellos a los que se le encomendó cuidar.
Con información de Christianity Today, The Gospel Coalition, The Guardian y MSNBC.
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