Nota editorial: Esta es una historia ficticia que representa la realidad de los cristianos en Corea del Norte. La narración está entremezclada con 15 datos que dan un panorama general de la difícil situación en este país.
Lee Kyong, fiel servidor del EPC (Ejército Popular de Corea), observa el cielo mientras se avecina otra inclemente lluvia de junio. Espera que este año, el 110 en el calendario Juche, el Amado Líder los proteja de las inundaciones que abruman al pueblo por la actual escasez de comida que causaron. Por estar en la guardia, él y su familia no mueren de hambre, como muchos en los suburbios de Sinhung, cuyos cadáveres se ven por las calles. A pesar de eso, sus hijos cada día se ponen más delgados.
El calendario Juche es el sistema oficial de numeración de años en Corea del Norte, comenzando en 1912, año de nacimiento de Kim Il-sung (fundador del país), que es el Juche 1. La historia norcoreana ha sido dividida en un antes y un después de la familia Kim.
Durante el monzón de verano, las lluvias pueden ser intensas y causar inundaciones severas, lo cual afecta la agricultura y la vida de las personas, pues exacerba la escasez de alimentos en el país. Sinhung es una localidad rural muy pobre, que representa las brutales hambrunas que enfrenta constantemente el país.
La lluvia, en todo caso, es la menor de las preocupaciones de Kyong. Hacía 15 años él había jurado absoluta lealtad a la familia Kim y al ya fallecido “líder eterno”, Kim Il-sung, para “servir al pueblo y a la soberanía de las masas”. A pesar de su compromiso, se preguntaba constantemente: ¿por qué el líder no acaba con los enemigos y trae paz definitiva? ¿Por qué permite que mueran tantos fieles?
La propaganda estatal en Corea del Norte presenta a los miembros de la familia Kim como figuras divinas o semidivinas, promoviendo una veneración extrema entre la población. Esto incluye a los soldados que hacen parte del Ejército Popular de Corea, una de las instituciones militares más importantes del mundo.
La “soberanía de las masas” en Corea del Norte se refiere a la ideología Juche de autosuficiencia y liderazgo del pueblo. Sin embargo, en la práctica, el país es centralizado y controlado por el gobierno del Partido de los Trabajadores de Corea.
El día anterior, durante la segunda patrulla nocturna, Kyong vio cómo un globo de helio descendía a pocos metros de él. Sus mentores le habían advertido que por un sistema de rastreo eran enviados desde el país enemigo del sur con panfletos del exterior. Una vez identificaran los materiales en los globos, la guardia debía eliminarlos o usarlos de carnada para arrestar traidores de la nación. Sin embargo, en un instante, Kyong traicionó a Corea al tomar varios de esos panfletos. Creyó encontrar en ellos la respuesta a esas preguntas que no lo dejaban descansar.
A menudo, organizaciones cristianas en Corea del Sur envían globos de helio hacia Corea del Norte cargados con literatura cristiana, incluidas Biblias y panfletos, como una forma de contrarrestar la propaganda estatal y llevar el evangelio al hermético país.
En Corea del Norte, la traición incluye actos como: criticar al gobierno o a la familia Kim, intentar huir del país, consumir medios extranjeros, practicar religiones no autorizadas o ayudar a enemigos del Estado.
En los papeles se hablaba de un ser que existía en un lugar más alto que la República. Jamás había escuchado algo sobre el “amor” que no tuviera que ver con el gran líder y, en especial, una frase le impidió mantener su lealtad: “Él nos libró del dominio de las tinieblas y nos trasladó al reino de Su Hijo amado”. ¿No estaba ya en el reino de la absoluta libertad y la luz perpetua? ¿Había otro hijo más importante que Kim Jong-un?
La propaganda de Corea del Norte retrata al país como un paraíso socialista autosuficiente, donde el pueblo vive en armonía y prosperidad bajo el liderazgo y la protección de la “sabia y benevolente” familia Kim.
La misma propaganda también exalta al líder máximo como fuente de amor, guía y luz para el pueblo, presentándolo como un protector y benefactor omnipresente que encarna los ideales y aspiraciones de la nación.
Eliminar la religión capitalista fue siempre parte de las labores de Kyong. Día tras día era enviado a una casa tras otra para arrestar personas que leían textos prohibidos, pues se les consideraba una plaga que obstruía el desarrollo de la República. Por una temporada, trabajó en una de las prisiones políticas en las que se encerraba a los enemigos del Estado. Allí se castigaba con torturas a aquellos que con su pensamiento imperialista se oponían a la compasión del eterno líder. Pero algo en esa frase bíblica fue más fuerte que la lealtad de Kyong.
El gobierno norcoreano reprime fuertemente la influencia occidental, censurando medios extranjeros, controlando estrictamente el acceso a información y castigando severamente cualquier signo de adopción de costumbres o ideas occidentales.
Los campos de concentración de Corea del Norte o kwanliso son áreas de detención en las que se encierra a prisioneros políticos y a sus familias sin juicio, sometiéndolos a trabajos forzados, torturas, y condiciones extremas, con reportes de graves violaciones de derechos humanos.
Días después, el soldado descubre a un grupo de traidores que se reúnen en secreto, pero en lugar de delatarlos, no puede evitar quedarse escuchándolos. Allí conoce una historia con más eventos de los que se narraban en las escuelas.
Los cristianos en Corea del Norte se reúnen en secreto, en casas particulares o lugares ocultos, para evitar la detección por parte del Estado, ya que la práctica abierta de la religión está prohibida y es severamente castigada.
En 1860 del calendario exterior, los cristianos habían llegado a Corea, que en ese entonces no estaba dividida, y habían servido a la nación con nuevas ideas de comercio y de educación. A pesar de la oposición, a comienzos de 1900, hubo un gran avivamiento cristiano en Pyongyang, la capital. Un día, los enemigos del sur habían sido un solo pueblo con su amada República. De hecho, fueron otras naciones las que en 1945 decidieron que las dos Coreas se separaran: una seguiría el comunismo y la otra el capitalismo. Aunque se le llame “La República de la gente”, Corea del Norte es el lugar más oscuro en el planeta: ni la prosperidad ni la libertad promulgadas por la familia Kim son ciertas.
En la segunda mitad del siglo XIX, llegaron misioneros chinos, estadounidenses y europeos que llevaron el evangelio a Corea. Aunque los cristianos fueron fuertemente perseguidos, la fe echó raíces, llevando a un gran avivamiento en 1900 en Pyongyang. El cristianismo también impactó la cultura, pues introdujo conceptos de igualdad y fraternidad en una sociedad demasiado rígida.
Las dos Coreas se separaron tras la Segunda Guerra Mundial debido a la ocupación de la península por fuerzas soviéticas en el norte y estadounidenses en el sur, lo que condujo a la creación de dos gobiernos distintos en 1948.
Kyong ya no es el mismo. Ahora comprende por qué los prisioneros cantaban durante la tortura en nombre de Jesús. Como parte de la guardia, día tras día hace lo necesario para evitar que la fe de sus nuevos hermanos sea descubierta. También conoce algunos puntos débiles en la frontera con China por donde ayuda a sus compatriotas a escapar y comenzar su terrible travesía hacia países simpatizantes con los norcoreanos.
Debido a las fuertes restricciones y vigilancia en la frontera con Corea del Sur, los norcoreanos deben escapar por la frontera con China y seguir hacia Mongolia, Tailandia e India. Las rutas indirectas hacia Corea del Sur, en donde son recibidos como ciudadanos, son las más viables para alcanzar la libertad.
Todo lo que hace a favor de quienes se reúnen en secreto y los que escapan del país tiene un costo. Si un día llegase a ser descubierto, además de ser ejecutado, su esposa y sus hijos serían enviados a la prisión donde él torturó a muchos, y estarían allí por el resto de sus vidas. Sin embargo, por causa del verdadero Hijo y el verdadero Salvador eterno, pagar ese precio vale la pena.
Un soldado que traiciona al gobierno enfrenta represalias severas, incluyendo tortura, prisión y, posiblemente, ejecución, debido a la estricta prohibición del país contra la religión y la lealtad exigida hacia el liderazgo estatal. Su familia también enfrenta detención, reeducación forzada y el envío a campos de concentración.
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